Los paramédicos llegaron y terminaron de estabilizar a mi padre, todo pasaba de manera tan rápida. Primaba la salud de papá, no me perdonaría en la vida si muere por mi culpa. En este momento no me quedaba nada más que aferrarme a esa fuerza invisible que hacía magia en el alma y entregarle una vez más mis cargas al ser que todo lo podía. «Jesús, en ti confió». Tú que conocías mis miedos y sabías lo que a diario te imploraba, no me abandones. —Mis manos temblaban, mi madre se fue con papá dentro de la ambulancia, mientras César y Maju salieron detrás de ella.Solo escuché cuando mi hermana le gritaba a Virginia, a Blanca y a Fernanda que cuidaran de sus hijos. No me nombró a mí. Mi prima Socorro también salió detrás de ellos con su familia, y los papás de César hicieron lo mismo. Yo seguía en el mismo lugar, la gente pasaba por mi lado, era como si de la nada me volví invisible.Un par de manos me hicieron mirar abajo, una mano fue tomada por Julián y la otra por Samuel, mis sobrinos
Mientras David me llevaba a la clínica, mi mente se regresó a esos días como prepago. Rodrigo había escogido a un selecto grupo de chicas entre las que estaba yo para ir por un fin de semana a estar con unos comandantes guerrilleros, tremenda sorpresa la mía cuando al llegar mis ojos se cruzaron con los de David. Nos miramos y él me reconoció al instante, no esperó a que nadie hablara cuando se levantó de su mesa de comandantes y dijo que estaba muy necesitado, por eso se iba todo el fin de semana con una de nosotras. Llegó a nuestro lado, me tomó de la mano, los hombres silbaron y mientras él les sacaba el dedo del medio para hacerles pistolas me condujo hasta un lugar apartado, eran cabañas.—David…—Ahora no. Espera que estemos en la cabaña. —Al ingresar puso pasador, cerró todas las ventanas y encendió un interruptor—. Ahora nadie nos escuchará. ¡Siéntate!Estaba muy asustada, él podría decirles a mis padres, hermana o a mi cuñado, después de todo había sido uno de sus mejores ami
Me senté en la cama de la habitación que fue mía en mi soltería. ¡No pude dormir un carajo!, a mí no podía mentirme, extrañé tanto su cuerpo pegado al mío. Algunas veces nos habíamos separado por mis viajes o en los de ella… ahora dudo lo que hacía. Intenté dormir desnudo, pero el frío no me dejó, a medianoche me tocó buscar un pantalón cómodo y camiseta.Ingresé al baño y por una fracción de segundo esperé a que ella ingresara a bañarse conmigo, como un cacorro de mí salió un jadeo el cual controlé, no tenía por qué llorar, ingresé a la ducha, debía trabajar, así no pensaré en mis problemas personales. Al bajar al comedor mi madre se tomaba el café, papá debía de estar trotando.—Buenos días, hijo.—Buenos días, mamá.—¿Quieres desayunar?—¿Debo hacerlo?—Aja. Perdóname, tú pediste que no te habláramos del tema, pero soy tu mamá y necesito decirte algo muy importante, siéntate.—Mamá…—No creo que Patricia te haya sido infiel y la razón es porque ella te adora, ve por tus ojos, eso n
Pasé toda la noche en la sala de espera, continúa, lejos de mamá. Maju seguía sin hablarme, sin ser grosera, solo me mira y llora. Se aleja cuando se culpa y porque estaba pensando. Siempre tan analítica, me la imagino rompiéndose la mente y buscando detalles que no vio en mí, debe estarse culpando, mi hermanita cuando ya tenga su mente aclarada me buscará, solo debía darle unos días.César fue quien en un par de ocasiones se sentó a hablar conmigo, en una me trajo un café y al olerlo me rebotó el estómago, salí corriendo a vomitar, luego me trajo un jugo sin dejar de mirarme. Él fue quien sugirió aprovechar mi estadía en la clínica para hacerme un examen de embarazo. Socorro del Carmen terminó retirándose por los niños cuando nos dijeron que papá resistió la operación a eso de la medianoche, los padres de César también se retiraron y quedaron de llegar a primera hora.Por César supe que mi padre ya se encontraba fuera de peligro, una vez lo supe me encerré en el baño a arrodillarme p
Ella siempre fue tan especial. Era una mujer de unos cuarenta y tantos años, bajita, algo robusta, una gran madre, echada pa’ adelante como muchas mujeres en Colombia, que el marido no les sirvió y la dejó sola con hijos a cuesta.—Hola, Lizeth. ¿Cómo amaneciste? ¿Tus hijos?—Yo bien, mis hijos estudiando y su esposo llegó muy serio, conténtelo, yo me encargaré que no los molesten por un par de horas.—¡Que no te escuche! —Las dos sonreímos.—Cierto, de un grito me manda a mi casa. —volvimos a sonreír—. Todo matrimonio tiene problemas, pero algo que admiro del de ustedes es que no tardan mucho, enojados. Ustedes se adoran, lo que sea se puede solucionar, sus gafas ocultando sus ojeras y el genio del jefe me lo dice todo. Entre, yo me voy a contabilidad.El tercer piso era para la gerencia, solo el jefe, su asistente Lizeth, la sala de juntas y la sala de capacitación, era lo que se encontraba, el resto estaba en el área de abajo. Antes de ingresar respiré profundamente.—Debes hacerlo
Me tomó diez minutos controlar mi llanto dentro del auto. Respiré profundo, no me veía en el futuro viviendo sin José Eduardo, por idiota me gané esto. Todo lo que dijo… él ni siquiera estaba tan dolido por el pasado, si no porque no confié en él y en el fondo tenía razón. Asumí que no me iba a comprender, y sin duda fue una gran equivocación de mi parte.Dios, dañé tanto a mi esposo, respiré profundo de nuevo. Haz las cosas como se deben Patricia, ya las cagaste de todas las maneras posibles, pues debes levantarte, tienes un bebé en tu vientre y mañana tendrás una bebita, muchas mujeres sacan a sus hijos solas, pues, a mí tampoco me quedará. Tomé el celular y llamé a César.—Patricia de las Mercedes, ¿cómo vas?—César, bien gracias a Dios.—¿Estás llorando?—Acostúmbrate a escucharme de esta manera por un tiempo. Te llamo para saber; ¿cómo se encuentra mi papá?—Ya habló con tu mamá, Patricia, te pido el favor que, por unas semanas, tal vez un par de meses, no intentes buscarlo. —abr
Llegué al lujoso despacho de Socorro, me recibió con un fuerte abrazo, no había llegado a las nuevas instalaciones, la última vez fue cuándo Vladímir se encontraba secuestrado. Eso siempre me parecerá un milagro, el que mi hermana llegara secuestrada al mismo lugar en donde a él lo habían recluido. Esos eran los milagros que suele decir el padre Castro, que ocurren de manera diaria. —Estas instalaciones son obra de mi marido. Se siente culpable por ese año terrible que viví creyendo que me había abandonado.—Pero eso ya fue aclarado. Es un lugar digno de ti.—El que tenía, pagado por mi propio medio, también era lindo. Siéntate, ¿quieres tomar algo?—No, ¡oh, bueno sí!, un vaso con agua.Después que me sirvió el agua, le conté todo, como ella me había pedido hasta lo ocurrido hace unas horas en el despacho de José Eduardo.—¡Tú tienes derecho a la mitad de todo!, como él del tuyo. Se casaron con bienes mancomunados.—No lo quiero y lo que es mío… Papá no nos ha dado la herencia, sol
Estaba bebiendo como un loco, quería emborracharme… Ella esperaba un hijo y como quisiera tener la certeza de que fuera mío. Me dolía el alma, tanto que he deseado un bebé y ahora no podía gritarlo a los cuatro vientos. Tenía a mi primo cantando y cantando. Hace como una hora llegó David, él toca el acordeón y mi primo cantaba, yo en ocasiones hacia el coro.Blanca llegó con su esposo, Alejo me dijo que César no podía en esta ocasión porque Maju se había ido a relevar a mi exsuegra en la clínica y él se quedó con los niños. Fernanda no quería verme y Carlos no quiso dejarla sola dado que estaba molesta por mí actuar. La letra de la canción Desenlace de los Betos retumbaban en la prodigiosa voz de Alejandro mientras yo tomaba sin parar, Old Parr.—¡Deja de tomar de esa manera! —comentó Virginia.—Eso te hará más daño José Eduardo. —intervino Blanca y su tono fue algo recriminatorio.—Prima, amiga, hoy no me restrinjan nada, más bien acompáñenme a beber hasta que el alma no sufra. —tomé