Capítulo 18 - Solo deseo mi santuario

Llegué al lujoso despacho de Socorro, me recibió con un fuerte abrazo, no había llegado a las nuevas instalaciones, la última vez fue cuándo Vladímir se encontraba secuestrado. Eso siempre me parecerá un milagro, el que mi hermana llegara secuestrada al mismo lugar en donde a él lo habían recluido. Esos eran los milagros que suele decir el padre Castro, que ocurren de manera diaria.

—Estas instalaciones son obra de mi marido. Se siente culpable por ese año terrible que viví creyendo que me había abandonado.

—Pero eso ya fue aclarado. Es un lugar digno de ti.

—El que tenía, pagado por mi propio medio, también era lindo. Siéntate, ¿quieres tomar algo?

—No, ¡oh, bueno sí!, un vaso con agua.

Después que me sirvió el agua, le conté todo, como ella me había pedido hasta lo ocurrido hace unas horas en el despacho de José Eduardo.

—¡Tú tienes derecho a la mitad de todo!, como él del tuyo. Se casaron con bienes mancomunados.

—No lo quiero y lo que es mío… Papá no nos ha dado la herencia, sol
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