Mis manos las tenía por debajo de la mesa y me aferraban a mi pantalón, lo estaba arrugando. Los nervios iban a complicarme la vida. «Cálmate, contrólate, tienes un bebé en tu vientre».—Por fin dejaré de hacer el ridículo.Fueron las palabras de José Eduardo, miré a Socorro del Carmen, su mirada me transmitió resignación. Jamás olvidaré este apoyo de su parte, y sobre todo porque desde hace un tiempo lo supo y no me juzgó, tampoco cambió su trato para conmigo, no me dio la espalda nunca.» Todo fue liquidado con lo que, por desgracia, le corresponde a ella. —El corazón se me arrugó aún más «aguanta»—. ¿Beatriz? —miró a su abogada—. ¿En dónde debo firmar?Le indicaron. Por unos minutos nos volvimos a mirar, se había quitado las gafas, había tanto dolor y rabia en esos bellos ojos negros, aferré mi vientre, miró el papel y firmó… lo hizo sin titubeos, sin esperar un segundo a que ocurra un milagro, no hizo nada de eso, firmó muy rápido.» Por fin se acabó la farsa.Se levantó de la sil
Botó el anillo, esperaba en la silla a que Carlos se desocupara de un caso importante. Miré mi argolla, yo jamás me la quitaré, él se divorció de mí, pero yo jamás me divorciaré, o no por ahora. En mi mente seguirá siendo mi esposo, así haga su vida con otra mujer, yo me casé por la iglesia, y no dudo que dentro de poco rehaga su vida, era un hombre atractivo, no era el más bello del mundo, pero sin duda alguna tenía talante de ser un macho en todo el sentido de la palabra.—Perdona el hacerte esperar, Patricia. Vamos a mi despacho. El día de hoy inició complicado. —Se sentó en su imponente escritorio—. Ahora sí, cuéntame. Me dijo mi secretaria. —abrió la carpeta, me habían tomado el preliminar del caso—. ¿Demanda por extorsión? —Me miró.—Tranquilo, no me tenías agendada y comprendo que vives bajo las citas previas. Además, el esperarte me ayudó a calmarme un poco. Carlos, como viste en la apertura del caso, necesito tu ayuda para llevar a juicio a Rodrigo Cifuentes. —El abogado arru
Ese recuerdo llegó en el momento oportuno, tenía que hacer algo para calmar mi desespero cuando llegue. Me senté en la banca que le había regalado y puesto como eje central al lado del árbol que para mí era una conexión directa con Dios. Luego el padre adoptó este lugar como su espacio sagrado, donde se toma su tinto dignamente. Empecé a orar, lo necesitaba demasiado.«Dios, nunca he sido digna, pero me aferro a tu palabra. Hoy me arrepiento más que todos los días por no hacerle caso a esa frase que dijo tu hijo. «La verdad os hará libres». Fallé y, por tanto, querer ocultar mi pasado, terminé haciéndole mucho daño al hombre que amo y a mi familia. Una vez, Señor, te hice el juramento de no estar con ningún otro hombre hasta que llegara el indicado y tú me lo enviaste. Lo perdí por tonta, ahora te juro que nadie más tocará mi cuerpo. —miré el anillo matrimonial—. Yo me casé para toda la vida, ante ti. Me reservé para el siguiente hombre que tú me entregarías bajo el sacramento del mat
—Patricia, me dijiste que en su oficina te lo advirtió. Tú lo fuiste a buscar, sabías que él te trataría de esa manera y, aun así, lo buscaste. Es como si uno te dijera, no metas las manos al fuego por qué te quemas y corres a comprobar si es cierto. —bajé la mirada—. Es muy fácil decir pobre Patricia, pero te lo he dicho, tú cometiste infinitos pecados en tu pasado y debes de redimirlos.» Profanaste tu cuerpo, te prestaste para cometer adulterio cuando te acostaste con hombres casados, deshonraste a tus padres, mentiste. Ahora eres una mujer diferente de la cual me enorgullece, pero eso no significa que en su momento cometiste dichos errores. A eso súmale que postergaste tu redención, la verdad te habría liberado desde hace mucho, pero no hiciste caso.» Ahora debes pagar por tus pecados pasados, en este momento estarías absuelta, pero preferiste ocultar la verdad y adornarla con capas de mentiras a todo el que te conocía. Ponte en los papeles de tu marido; un hombre juicioso, respo
Le sonreí a Fernanda, pasaba su mirada de mí a mi hija, después de todo el día no fue tan mal. Le di un beso a mi chiquita, Dilia, Yina, Rita y Fernanda se quedaron inmóvil mientras yo les presentaba a la princesa de la casa.—Les presento a mi hija, María Paula Villalobos L’Charme. —A Fernanda casi se le salen los ojos.—Espera, espera, espera. —dijo Fernanda—. En qué parte de esto se le olvidó a José Eduardo… La adoptaron juntos, ¿cierto? —afirmé.—Señora, ¿puedo cargarla? —Le sonreí a Dilia.—Claro. —Le di un par de besos más, no había llorado hasta el momento—. Yina, antes de retirarte, ¿podrías prepararnos algo rico a Fernanda y a mí?, por favor. Les daré otra noticia. Me encuentro embarazada.Tres de las mujeres presentes se taparon la boca ante la noticia, Dilia extendió los brazos y María Paula me miró y metió su cabecita en mi cuello.» Hija, ella será tu nana. —No lloró, pero su puchero me arrugó el corazón—. Yo estaré aquí preciosa.—Una bebé adoptada, otro en camino. ¿Y Jo
Fernanda estaba a la expectativa de lo que iba a decirle.—Se comunican todo, a tal punto que él sabe cómo eres con tus expresiones viperinas, sarcásticas, directas y él te acepta. Están tan aceptados que se hacen bromas y bullying entre ustedes dos. Me atrevo a afirmar que en su hogar pasan todo el tiempo juntos.—Nos reímos mucho el uno del otro y sí, pasamos mucho tiempo juntos. De hecho, nos buscamos para estar cerca, hablar de pendejadas, ahora que llegaron nuestros hijos nos dio más tema de conversación.—Ves. Yo no permití que eso pasara con el hombre de mi vida. No sé si la vida me dé la oportunidad de enmendar el error. Quería mandarlo a la mierda por lo sucedido anoche, pero él es tan trasparente, me dijo lo que pasaría si lo buscaba.» Yo fui la que omitió ese detalle, José Eduardo siempre fue sincero, como un niño sin malicia, un ser con defectos, pero con muchas bondades, por eso siempre me sentí inferior. Soy yo quien no me merezco un hombre como él, espero, al volvernos
No podía dormir, era la una de la mañana, llevaba dos horas de haber comenzado a llover muy fuerte, me asomé a la cuna de María Paula y dormía tranquila, no tuve corazón para dejarla sola en un cuarto nuevo, podría sentirse extraña. Por eso trasladé la cuna a mi cuarto.Cogí el vaso en el que tomé agua antes de dormir y no fui a la cocina, desde el lavamanos llené el recipiente con el líquido, bebí un poco, me asomé a la ventana que daba a la calle desde la habitación, el agua caía a cántaros, el frío no me dejaba conciliar el sueño. José me acostumbró al calor de sus brazos, aun durmiendo desnuda, su cuerpo me brindaba ese calor al alma.Limpié mis lágrimas, en ese momento me acordé de su buzo, lo busqué en el closet, me lo puse sobre mi pijama de pantalón, ¿Cómo era posible que un trapo, reconfortara tanto? Regresé a la ventana, miré mi argolla matrimonial, seguía en mi dedo, jamás saldrá de su lugar.—Jamás dejarás de ser mi esposo. Perdóname, amor. Me casé contigo hasta el día de
La nana esperaba mi respuesta.—No es el momento, no quiero que culpen a José Eduardo por no quedarse, además ha estado lloviendo bastante.Llegué temprano, me senté a escuchar la eucaristía, cuando se llenó vi a mi hermana sentada en las últimas bancas y a su lado se encontraban mis padres. Me dio alegría ver a papá, no quise acercarme. Esperé a que se fueran, de lejos los observé, vi a Maju y César ayudando a papá a subir al carro, mi mamita iba a conducir.—¡Tía! —Samuel corrió a abrazarme, me arrodillé. Lo llené de besos—. ¿Cuándo vas a la casa?—Pronto amor, por ahora no le digas a nadie que me viste.—¿Pol qué el abuelo se puede enojal?—Si amor y hay que protegerlo.—Sí. ¿Pelo a Julián si puedo?—Si tú quieres. ¿Cuánto me quieres?—Un montón tía.—Ve con tus papás.Me dio dos besos, uno en cada mejilla, como amaba a mis sobrinos. Desde lejos vi que los Maldonado, los Orjuela, los Abdala y los Katsaros se fueron a la casa cural. Samuel se fue en busca de su hermano y vi a todos