Le sonreí a Fernanda, pasaba su mirada de mí a mi hija, después de todo el día no fue tan mal. Le di un beso a mi chiquita, Dilia, Yina, Rita y Fernanda se quedaron inmóvil mientras yo les presentaba a la princesa de la casa.—Les presento a mi hija, María Paula Villalobos L’Charme. —A Fernanda casi se le salen los ojos.—Espera, espera, espera. —dijo Fernanda—. En qué parte de esto se le olvidó a José Eduardo… La adoptaron juntos, ¿cierto? —afirmé.—Señora, ¿puedo cargarla? —Le sonreí a Dilia.—Claro. —Le di un par de besos más, no había llorado hasta el momento—. Yina, antes de retirarte, ¿podrías prepararnos algo rico a Fernanda y a mí?, por favor. Les daré otra noticia. Me encuentro embarazada.Tres de las mujeres presentes se taparon la boca ante la noticia, Dilia extendió los brazos y María Paula me miró y metió su cabecita en mi cuello.» Hija, ella será tu nana. —No lloró, pero su puchero me arrugó el corazón—. Yo estaré aquí preciosa.—Una bebé adoptada, otro en camino. ¿Y Jo
Fernanda estaba a la expectativa de lo que iba a decirle.—Se comunican todo, a tal punto que él sabe cómo eres con tus expresiones viperinas, sarcásticas, directas y él te acepta. Están tan aceptados que se hacen bromas y bullying entre ustedes dos. Me atrevo a afirmar que en su hogar pasan todo el tiempo juntos.—Nos reímos mucho el uno del otro y sí, pasamos mucho tiempo juntos. De hecho, nos buscamos para estar cerca, hablar de pendejadas, ahora que llegaron nuestros hijos nos dio más tema de conversación.—Ves. Yo no permití que eso pasara con el hombre de mi vida. No sé si la vida me dé la oportunidad de enmendar el error. Quería mandarlo a la mierda por lo sucedido anoche, pero él es tan trasparente, me dijo lo que pasaría si lo buscaba.» Yo fui la que omitió ese detalle, José Eduardo siempre fue sincero, como un niño sin malicia, un ser con defectos, pero con muchas bondades, por eso siempre me sentí inferior. Soy yo quien no me merezco un hombre como él, espero, al volvernos
No podía dormir, era la una de la mañana, llevaba dos horas de haber comenzado a llover muy fuerte, me asomé a la cuna de María Paula y dormía tranquila, no tuve corazón para dejarla sola en un cuarto nuevo, podría sentirse extraña. Por eso trasladé la cuna a mi cuarto.Cogí el vaso en el que tomé agua antes de dormir y no fui a la cocina, desde el lavamanos llené el recipiente con el líquido, bebí un poco, me asomé a la ventana que daba a la calle desde la habitación, el agua caía a cántaros, el frío no me dejaba conciliar el sueño. José me acostumbró al calor de sus brazos, aun durmiendo desnuda, su cuerpo me brindaba ese calor al alma.Limpié mis lágrimas, en ese momento me acordé de su buzo, lo busqué en el closet, me lo puse sobre mi pijama de pantalón, ¿Cómo era posible que un trapo, reconfortara tanto? Regresé a la ventana, miré mi argolla matrimonial, seguía en mi dedo, jamás saldrá de su lugar.—Jamás dejarás de ser mi esposo. Perdóname, amor. Me casé contigo hasta el día de
La nana esperaba mi respuesta.—No es el momento, no quiero que culpen a José Eduardo por no quedarse, además ha estado lloviendo bastante.Llegué temprano, me senté a escuchar la eucaristía, cuando se llenó vi a mi hermana sentada en las últimas bancas y a su lado se encontraban mis padres. Me dio alegría ver a papá, no quise acercarme. Esperé a que se fueran, de lejos los observé, vi a Maju y César ayudando a papá a subir al carro, mi mamita iba a conducir.—¡Tía! —Samuel corrió a abrazarme, me arrodillé. Lo llené de besos—. ¿Cuándo vas a la casa?—Pronto amor, por ahora no le digas a nadie que me viste.—¿Pol qué el abuelo se puede enojal?—Si amor y hay que protegerlo.—Sí. ¿Pelo a Julián si puedo?—Si tú quieres. ¿Cuánto me quieres?—Un montón tía.—Ve con tus papás.Me dio dos besos, uno en cada mejilla, como amaba a mis sobrinos. Desde lejos vi que los Maldonado, los Orjuela, los Abdala y los Katsaros se fueron a la casa cural. Samuel se fue en busca de su hermano y vi a todos
De camino a casa solo fui meditando lo escuchado en esa conversación. Y para vergüenza mía, el sacerdote tenía mucha razón. Una mujer casada y no tenía idea lo que ganaban mis empleadas, hago el mercado muy rara vez y cuando lo hacía era con una lista que me da Dilia porque yo no tenía idea lo que había en la nevera. Eso debía de arreglarlo de ahora en adelante, me siento un parásito.Con el paso de los días me costaba mucho dejar a mi hija en casa, pero hoy debía hacer varias diligencias; la primera era la cita con Sofía, luego retirar el dinero para ir a realizar el mercado y luego pagarles el sueldo a mis colaboradoras. El mercado casi siempre lo hacía Dilia, esta mañana le dije que lo iba a hacer de ahora en adelante y solo por esta ocasión me diera la lista. Dejé mi carro en el parqueadero de la clínica, llegué al área de las consultas. Mi cita era en veinte minutos.—Buenos días. —La recepcionista me sonrió.—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?—Tengo cita con la doctora Sofía.
Terminé de almorzar en la Viña, toda esta semana he pasado con remordimiento de conciencia, no me arrepiento de cancelar las tarjetas… pero sí el de la salud. ¿Y si el niño era mío?, conmigo pasaba la mayor parte del tiempo, éramos muy activos, tenía una alta probabilidad de que sea mi hijo ahora que lo pienso bien. —¡José Eduardo! —llamó mi tío—. Te estoy llamando. Nos llegó invitación para dentro de dos meses catar el vino del viñedo Amanecer. ¿Quieres ir? —afirmé—. Bien.—¿Tío me prestas tu despacho?—Sabes perfectamente que todo esto es tuyo y de paso en el baño hay cuchillas de afeitar, desde que llegaste se te ha olvidado afeitarte.—Acá hace frío, la barba da calor.Lo vi negar. Me levanté, caminé hasta llegar al despacho, encendí el portátil, por Skype y llamé a Liseth.—¿Doctor José Eduardo?La secretaria apareció en la pantalla y arrugó la frente al verme, solo suspiré profundamente. Espero Patricia no haya usado alguna cita médica y se haya enterado de que no tenía seguro
Con una mano cubrí mi rostro, las lágrimas salieron, con la otra aferraba a mi chiquita a mi lado. Dilia cargó a la niña, la metió en el coche, yo no paraba de llorar y llorar, todo el día de hoy fue recibir latigazos, Yina me dio un vaso con agua.—Gracias. —necesitaba salir—. Debo hacer otras diligencias.—Pero debe almorzar primero. —intervino Dilia.—Mañana hago el mercado. —miré a Yina.—Tranquila.Las palabras de uno de los cientos de sermones oficializados por el padre Castro llegó a mi mente, cada vez los recordaba más: «Queridos feligreses, puede que en este barrio eso no suceda, pero de llegar a pasar, ustedes comprenderán. El día que caigan en cualquier ámbito de sus vidas, solo te levantarán las personas que menos esperas y esos son los ángeles terrenales que fueron otorgados por el creador para ayudarte a cargar tu cruz, con el tiempo llegarán más salvavidas, eso dependerá de la actitud optada por ustedes para enfrentarse a su viacrucis».¿Se puede ser más certero? Gracia
Miré su foto, su rostro atractivo. Por un momento mi mente revivió uno de los miles de momentos juntos, la vez en que lo conocí, ese día fue el último en que trabajé en el jardín del padre, ya había quedado como lo sigue manteniendo aún. Tenía nostalgia, por esos dos meses en los que me sumergí a trabajar no sentí ni un solo día deseo sexual, era como si no existiera en mí esa enfermedad.Por eso el padre concluyó que debía mantenerme ocupada y uno de sus célebres refranes, «En mente ocupada no tienes tiempo para pensar en tonterías». Ese día era el cumpleaños de Julián y tenía el tiempo justo para ir a la casa, bañarme y arreglarme. La celebración era en la casa de Maju.El amor a primera vista solo existe con tus hijos, eso lo descubrí desde que vi a María Paula, pero la atracción y ese extraño llamado a tu alma inexplicable si existe apenas ves a una persona y cuando Alejo me presentó a su primo recién llegado de Chile quedé atraída a él.Virginia en ese entonces estaba feliz porqu