La nana esperaba mi respuesta.—No es el momento, no quiero que culpen a José Eduardo por no quedarse, además ha estado lloviendo bastante.Llegué temprano, me senté a escuchar la eucaristía, cuando se llenó vi a mi hermana sentada en las últimas bancas y a su lado se encontraban mis padres. Me dio alegría ver a papá, no quise acercarme. Esperé a que se fueran, de lejos los observé, vi a Maju y César ayudando a papá a subir al carro, mi mamita iba a conducir.—¡Tía! —Samuel corrió a abrazarme, me arrodillé. Lo llené de besos—. ¿Cuándo vas a la casa?—Pronto amor, por ahora no le digas a nadie que me viste.—¿Pol qué el abuelo se puede enojal?—Si amor y hay que protegerlo.—Sí. ¿Pelo a Julián si puedo?—Si tú quieres. ¿Cuánto me quieres?—Un montón tía.—Ve con tus papás.Me dio dos besos, uno en cada mejilla, como amaba a mis sobrinos. Desde lejos vi que los Maldonado, los Orjuela, los Abdala y los Katsaros se fueron a la casa cural. Samuel se fue en busca de su hermano y vi a todos
De camino a casa solo fui meditando lo escuchado en esa conversación. Y para vergüenza mía, el sacerdote tenía mucha razón. Una mujer casada y no tenía idea lo que ganaban mis empleadas, hago el mercado muy rara vez y cuando lo hacía era con una lista que me da Dilia porque yo no tenía idea lo que había en la nevera. Eso debía de arreglarlo de ahora en adelante, me siento un parásito.Con el paso de los días me costaba mucho dejar a mi hija en casa, pero hoy debía hacer varias diligencias; la primera era la cita con Sofía, luego retirar el dinero para ir a realizar el mercado y luego pagarles el sueldo a mis colaboradoras. El mercado casi siempre lo hacía Dilia, esta mañana le dije que lo iba a hacer de ahora en adelante y solo por esta ocasión me diera la lista. Dejé mi carro en el parqueadero de la clínica, llegué al área de las consultas. Mi cita era en veinte minutos.—Buenos días. —La recepcionista me sonrió.—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?—Tengo cita con la doctora Sofía.
Terminé de almorzar en la Viña, toda esta semana he pasado con remordimiento de conciencia, no me arrepiento de cancelar las tarjetas… pero sí el de la salud. ¿Y si el niño era mío?, conmigo pasaba la mayor parte del tiempo, éramos muy activos, tenía una alta probabilidad de que sea mi hijo ahora que lo pienso bien. —¡José Eduardo! —llamó mi tío—. Te estoy llamando. Nos llegó invitación para dentro de dos meses catar el vino del viñedo Amanecer. ¿Quieres ir? —afirmé—. Bien.—¿Tío me prestas tu despacho?—Sabes perfectamente que todo esto es tuyo y de paso en el baño hay cuchillas de afeitar, desde que llegaste se te ha olvidado afeitarte.—Acá hace frío, la barba da calor.Lo vi negar. Me levanté, caminé hasta llegar al despacho, encendí el portátil, por Skype y llamé a Liseth.—¿Doctor José Eduardo?La secretaria apareció en la pantalla y arrugó la frente al verme, solo suspiré profundamente. Espero Patricia no haya usado alguna cita médica y se haya enterado de que no tenía seguro
Con una mano cubrí mi rostro, las lágrimas salieron, con la otra aferraba a mi chiquita a mi lado. Dilia cargó a la niña, la metió en el coche, yo no paraba de llorar y llorar, todo el día de hoy fue recibir latigazos, Yina me dio un vaso con agua.—Gracias. —necesitaba salir—. Debo hacer otras diligencias.—Pero debe almorzar primero. —intervino Dilia.—Mañana hago el mercado. —miré a Yina.—Tranquila.Las palabras de uno de los cientos de sermones oficializados por el padre Castro llegó a mi mente, cada vez los recordaba más: «Queridos feligreses, puede que en este barrio eso no suceda, pero de llegar a pasar, ustedes comprenderán. El día que caigan en cualquier ámbito de sus vidas, solo te levantarán las personas que menos esperas y esos son los ángeles terrenales que fueron otorgados por el creador para ayudarte a cargar tu cruz, con el tiempo llegarán más salvavidas, eso dependerá de la actitud optada por ustedes para enfrentarse a su viacrucis».¿Se puede ser más certero? Gracia
Miré su foto, su rostro atractivo. Por un momento mi mente revivió uno de los miles de momentos juntos, la vez en que lo conocí, ese día fue el último en que trabajé en el jardín del padre, ya había quedado como lo sigue manteniendo aún. Tenía nostalgia, por esos dos meses en los que me sumergí a trabajar no sentí ni un solo día deseo sexual, era como si no existiera en mí esa enfermedad.Por eso el padre concluyó que debía mantenerme ocupada y uno de sus célebres refranes, «En mente ocupada no tienes tiempo para pensar en tonterías». Ese día era el cumpleaños de Julián y tenía el tiempo justo para ir a la casa, bañarme y arreglarme. La celebración era en la casa de Maju.El amor a primera vista solo existe con tus hijos, eso lo descubrí desde que vi a María Paula, pero la atracción y ese extraño llamado a tu alma inexplicable si existe apenas ves a una persona y cuando Alejo me presentó a su primo recién llegado de Chile quedé atraída a él.Virginia en ese entonces estaba feliz porqu
Maju permaneció callada por unos minutos.—Patri, papá es otro tema y sabes qué mamá… a ellos les va a costar un poco más.—Lo sé.—Papá canceló la franquicia de ellos en el club. —Me tapé la cara con la mano—. Sabes cómo es él de anticuado, también sabes lo mucho que nos aman, es solo cuestión de tiempo. Ahora, ¿cómo te sientes siendo mamá?—Apenas cuelgue te mando fotos, María Paula es preciosa. Y tengo dos meses de embarazo.—De eso me enteré el domingo, Fernanda lo dijo. César se encuentra acostando a los niños, y te juro que, si por mí fuera, no hubiera viajado, pero ellos estaban ilusionados y nos tocó reducir el tiempo y aplazarlo por lo de papá. Él ya se encuentra bien. Perdóname hermanita, perdóname por haberte dejado sola en ese momento. Fue más hermana Fernanda para ti que yo y eso me está carcomiendo el alma.—No te sientas mal, no has hecho nada que un helado viendo «Posdata te amo», no pueda arreglar. —La escuché llorar más fuerte y reír al mismo tiempo, esa era nuestra
Tres meses, ya habían pasado tres eternos meses desde que firmé los papeles de divorcio, tiempo en el que había trabajado como loco. La vendimia fue un éxito para Viña los Juglares y hoy me tocó arreglarme la barba, cortarme el cabello y ponerme traje de nuevo, no sé por qué le dije a mi tío que lo acompañaría a estas vainas. Era la cata de vinos en una de las viñas con gran prestigio en Chile.Terminé de poner los gemelos en mi camisa, el reloj, salí de la habitación que era mía cuando vivía aquí, mi tío me esperaba en la sala de igual manera, enfundado en su traje azul oscuro, mientras que yo iba de gris oscuro… la soledad se estaba convirtiendo en mi amada tortura.—¿Hoy si estarás presente y prestable?Solo sonreí, durante semanas había sido bastante insistente para que dejara la actitud ermitaña, fue él quien le pidió a mi padre para que viniera; hace un mes vino solo por un fin de semana a ver cómo me encontraba, se quedó conmigo esos días en la casa del capataz como la bautizar
—Hola, Bárbara. —saludó mi tío—. Con permiso, —lo miré—. Lo siento hijo, acabo de degustar un aceptable vino, no quiero que se convierta en un dolor de estómago por no tolerar la compañía.—Siempre tan sutil, Efraín.—Señor Villalobos o señor Efraín, no eres de mis amistades, Bárbara. —sonreí, un mesero pasó y tomé una copa. Vi alejarse al viejo.—Sigue siendo igual de viperino.—Algo debiste hacerle. —desvió la mirada.—No le he hecho nada, no me has contestado, ¿tu esposa?—En Colombia. —Me quedó mirando, llevé la copa a mi boca, ella alzó una de sus cejas.—¿Te separaste? —Los ojos le brillaron, a su lado llegó un señor unos cinco años menor que mi tío.—¿Preciosa nos vamos?—Yo no voy contigo a ningún lado. Ni ahora, ni nunca.El señor se la quedó mirando, fue tan revelador para mí ese momento y sentí tanta repulsión por esa mujer, el señor se fue enojando.—Debiste irte con él, Bárbara.—Ya no me interesa.Sonreí. Parece que a mí solo me rodean las arpías, aunque a Patricia no me