Estábamos todos arreglados para la reunión de Eduardo José. —Estas tres semanas se había pasado muy rápido: los niños, el evento del cumpleaños, el trabajo, el colegio, la construcción, que se tardó una semana más porque los dos arquitectos debieron viajar de urgencia con César y Fernanda a ver algo que se presentó de última hora en el hotel que estaban construyendo en Jamaica y David lideraba.Llegaron hace unos días y retomaron lo que fuera que estuvieran haciendo. Por eso se atrasó la entrega, pero a mi parecer ya debieron de haber terminado, porque no hay trabajadores. Luego se unió con el cumpleaños de nuestro hijo y nos enfocamos en la celebración del primer año. —miré a los invitados—. Nuestra casa se encontraba llena, los niños corrían en el patio, la organizadora hizo lo que deseaba; sencillo y hermoso. Mientras supervisaba la entrega de helados. Recordé cuando ingresamos en el concesionario.Sí, una de las sorpresas de José Eduardo era regalarme un carro, su camioneta volvió
En la vida había tenido tanto susto a la espera de una respuesta para que aceptara de mi propuesta, ni cuando le pedí que fuera mi esposa la primera vez. No me atrevía ni a tocarla, permanecí a una considerable distancia, para no presionarla, sin embargo, ella lloraba y ya me estaba preocupando. Apenas logró calmarse miró una vez más el invernadero. Luego pasó por mi lado…No fue suficiente. Veo que debía seguir intentándolo, suspiré frustrado. No se sintió nada bien, yo tenía la esperanza… hasta traje una colchoneta y cobijas. Dilia no demora en irse con los niños a donde mis padres. La idea era quedarnos solos…—José Eduardo, acepto. —Me giré apenas la escuché—. La puerta estaba abierta y ahora tenemos niños en la casa.Patricia se quitó su pijama, la misma que le había puesto anoche y ante mí quedó con esa increíble ropa interior, mi pene reaccionó en automático. Verla caminar hacia mí, derrochando esa sensualidad que me volvía mierda.» Acepto, te amo.Mi boca se apoderó de la suy
Estaba muerta del hambre, pero el deseo ganaba la partida, ya que descansábamos unos segundos y volvíamos al rin. El deseo ganaba, la necesidad de tenerlo dentro de mi cuerpo venció el cansancio y el hambre. No obstante, ya estaba agotada. Lo abracé contra mi pecho mientras descansamos de una larga y deliciosa sesión de sexo anal, acariciaba mi espalda, mientras yo quería meterme dentro de su piel para fundirme en su pecho.—Tengo hambre, Diosa, —solté una carcajada—. Mucha hambre, si no como voy a desmayarme. —Estaba igual.Habíamos pasado cuatro horas en donde solo nos poníamos al día de la abstinencia. Nos pedíamos perdón y reiniciábamos el placer. —Ingresemos a la casa. Yo también tengo hambre.—No quiero alejarte, —volví a reír—. No entiendo qué me pasa.—Esta clase de comida, —señalé nuestros cuerpos desnudos—. No quita el hambre. Al contrario, ocasiona más. Y al ritmo que vamos, quedaremos embarazados muy pronto, aún sigo asimilando el tener cinco hijos. —No tengo problemas
José Eduardo, después de nuestro matrimonio por lo civil me dejó en la casa, él trabajaría todo el día, yo quedé de pasar por Emmanuel. Después de un largo beso pude salir del auto. Mis princesas me esperaban, corrieron a mi encuentro, también le di un beso a Eduardo José que gateaba feliz al verme. Era una sensación de regocijo tremendo.Me cambié de ropa y con mis tres hijos me fui al invernadero, las niñas pintaban; al verlas vi a Eugenia María acomodándose la pulsera que le había dado su padre una vez regresamos de Coveñas. Por primera vez me sentía realmente feliz; ya no tenía ese temor de que descubriera algo, o el miedo de que un hombre por hacer la maldad le dijera cosas inapropiadas a mi marido. Sin duda lo que tanto suele decir el padre, él siempre pregonaba una de las tantas frases que dijo el hijo de Dios. «La verdad os hará libres». Y ahora lo experimentaba en carne propia, ese refrán lo afirmaba con creces. Es cierto, el pasado no debe importar, siempre que no interfier
Vamos rumbo a la finca de mis suegros. Si antes era feliz con Patricia, ¡Dios! Ahora lo que vivíamos y experimentamos era plenitud. Salimos muy temprano, Emmanuel iba profundo con sus hermanos, y yo conducía con la mano de mi mujer entre las mías. Miré por el retrovisor, ver al niño dormido me gustó mucho.—Lo has notado, ¿verdad? —afirmé.—Ya no anda tan precavido, ahora está confiando en nosotros.—Se siente seguro. Eso es gracias a ti José Eduardo. —Le di un beso en la mano.—No voy a negarte que me gusta mucho cuando Emmanuel ingresa al despacho a realizar las tareas a mi lado. O cuando mis hijas gritan en dúo ¡Eh papá! Y ¿dónde me dejas cuando Eduardo sale gateando a mi encuentro? Ahora no solo quiero llegar temprano a casa a besar a mi mujer, sino a estar con ellos. No concibo la vida sin ellos en este momento, se siente increíblemente, me siento pleno, Diosa.—Yo sí que menos, tres no nacieron de mí, pero los adoro de igual manera. —miró hacia atrás—. Me alegra tanto ver a Emma
Nos habíamos quedado callados por varios minutos, mi hijo se había quedado dormido, luego de un gran suspiro hablé.—Es que las palabras, si hubiera, no existe. Por experiencia te lo digo primo, no existe, pero cuando eres el único culpable de haber perdido lo que amabas, se enraíza en tu ser la culpa hasta el punto de que jode el presente.—Entonces… ¿Lo de David es un mal de amor? No me salgan ahora que es por mi Bonita. —saltaron los celos de César y más de uno sonreímos.—¡No empieces!, sabes perfectamente la connotación de ese supuesto beso en ese entonces, ya fue aclarado que era para darte celos por lo que le hiciste. ¡Fin del tema! —Lo amonestó Alejandro—. Juré no decirlo, así como les tengo confesiones a cada uno de ustedes, tampoco faltaré a la que le hice a David.» Virginia también se compadece ante el tema, a mi Belleza le cuesta ver solo a un caballero, un poco menos atractivo que yo, siga solo. Sabemos que su pasado es un lugar grande, pero no le quita lo caballero que
Abracé el cuerpo de mi esposa enfundado en una exquisita mini bata de seda. Ya no dormíamos desnudos, porque en cualquier momento se nos camuflaban dos princesas y trepaban por la cama para meterse en medio de los dos. Con mi nariz le acaricié su cuello, debía levantarme para ir a trabajar, —después de la celebración del matrimonio de mi tío. Esa parrada fue increíble, Alejandro terminó ronco de tanto cantar, la comida y en sí el estar en familia fue suficiente para hacer de la reunión una magnífica velada—. Nos concentramos en el trabajo, la familia y nosotros.El aroma de mi mujer era un hipnotizador llamado, jamás me cansaré de ella, nunca tenía suficiente… —hace dos días nos reunimos con Virginia para decirles cómo deseábamos la nueva casa, la cual será bastante grande, la vi feliz, aunque aún no sabemos qué hacer con la actual vivienda, pero algo estaba claro. Patricia no quería venderla. Por eso la conservaremos—. Besé su cuello, mis manos se acercaban a mi perdición… Pero salió
Nos saludamos entre todos. —Bueno, ya estamos todos. —comentó César, después de darnos la mano con los recién llegados. —¿Ustedes les pasaron los agradecimientos a Alejo? —Sí. Respondimos más de uno. Mi primo salió de su oficina, no tenía idea con lo que saldrá, pero vamos a quedar sorprendido con lo que este loco hizo. —Tengo la leve sensación, que nos vamos a arrepentir por haberte delegado el regalo de Fernanda. —Más de uno soltó la carcajada ante el comentario de César. —No será así. Por favor caballeros, vamos a la sala de juntas. Nos miramos entre sí, esto parecía prometer. Nos enfilamos a seguirlo y la secretaria contenía las ganas de reírse. ¡Carajos! —Creo que, si nos vamos a arrepentir, —habló David. Al ingresar no había nada. Salvo un atril con una manta negra. —¿Orjuela? —dijo Carlos—. No veo nada. —Qué poca fe me tienen. Se acercó al atril, quitó la manta y vimos un cuadro en alto relieve con una chancleta… Literalmente una chancleta en bronce, muy bien hecha, i