Capítulo 32

Tomas.

Me enloquecía. En todos los sentidos.

Ella era tan desgarradoramente única. Sus juegos me volvían loco, sabía que nunca podría decirle que “no” a nada de lo que ella me pidiera. A nada. Me tenía envuelto y sin siquiera intentarlo. No me molestaba, lo disfrutaba, tanto como esa indecente y lujuriosa llamada telefónica. No podía creer que me hubiera hecho eso, ahora mi mente se la pasaba reviviendo su voz, el sonido de su respiración, sus gemidos…lo que seguramente se había estado haciendo a sí misma. Esa escena no me dejaba dormir y cuando lograba hacerlo, soñaba con ello y despertaba frustrado.

Todo en lo que pensaba era en su ausencia. Ella me había hecho caer redondito a sus pies y la extrañaba. Cada día. Desde que se había ido la casa se sentía vacía, solitaria, silenciosa. Verona es un verano cálido, sin ella esta casa parecía sumergida en un eterno invierno.

Mi hermoso verano.

Creía que me había vuelto adicto a mi

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