Tomas.
Angelina me reprendía, decía: «Papi, así no». Soltaba bufidos exasperados y me arrebataba su juguete. Era testaruda como su madre y obsesiva con las cosas como yo. Tenía tres años y me perseguía la idea de que fuera como yo. Mi terapeuta decía que no era posible, pero temía que ella estuviera adoptando el comportamiento que yo tenía en casa, porque eso hacían los niños, aprendían de lo que los rodeaba.
—Es maravillosa —susurró Verona en mi oído. Me sobresalté, porque no la había escuchado acercarse.
Se sentó a mi lado y ambos observamos a nuestra hija guardar sus juguetes en una pequeña maleta, más tarde viajaríamos a Voutere para conocer a los gemelos de Estefany y Denser. Había sido una completa sorpresa para todos, nadie sabía cómo fue
¿Qué era peor que una persona que explotaba?Fácil.Una persona que no lo hacía.—Papá…Ni siquiera me miró, solo observaba con rabia absoluta al hombre a mi lado, mi guardaespaldas, Carlos, con quien me había encontrado en un apasionado beso, mientras que mi novio Travis estaba esperándome en el salón.Sí, estaba muy jodida.—Joseph —su voz era terrorífica—, lleva a Carlos a mi despacho.Joseph, uno de los fieles guardaespaldas de mi padre sujetó con fuerza el brazo de Carlos y lo sacó de la habitación.Demonios.—No significó nada —juré, era verdad, para mí solo había sido un beso.—Verona —suspiró mirando por la ventana—, vas a terminar tu ridícula relación con Travis.Asentí, era justo.<
Hice una pequeña coleta con mi corto cabello y puse unos lentes de sol sobre mis ojos. Sería una total vergüenza que me tomaran una foto en este estado tan desfavorable. Algunos hombres de mi padre me ayudaban a bajar mis maletas, yo llevaba mi pequeño bolso de manos y mi celular entre mis dedos.Aún seguía enviado correo a mis empleados.Afuera el clima estaba divino para ser tan temprano, prometía mucho y papá lucía triste, cuando estuve a su lado besó mi frente.—Me llamaran cuando estén en el avión, cuando aterricen, cuando estén con el señor Galger y cuando finalmente lleguen a su casa. Y contigo, señorita, hablare todas las noches, ¿entendido?—Sí, papá —lo rodeé con mis brazos—. Ya es hora de irnos.—Yo le pago al capitán del avión, puede esperar unos cinco minutos m&aa
La mansión era encantadora, elegante y no tan lujosa como había esperado, pero eso está bien, se sentía como un verdadero hogar. Cálido. Y no algo para vender a los invitados.Sanya era una mujer mayor vestida con un uniforme, bastante amable y muy dulce. Beatriz desapareció con la excusa de “yo-no-sé-qué” y lo agradecí. El español de Sanya no era tan fluido como el de los hermanos Galger, pero ella era tan educada y sonriente que eso dejó de importar. Nos llevó hasta nuestras habitaciones, ambas continuas, Marco ingresó acompañado por la mujer que quería mostrarle cómo funcionaba el termóstato de la habitación.Yo fui hacia la otra puerta, el señor Galger me seguía.—Espero que sea de su agrado.La habitación era como para la realeza, tenía una cama que lucía hecha por los diose
Nadie volvió a abrir la boca hasta después del plato principal, todo el tiempo pudimos sentir la tensión, palpitaba con vida propia alimentada por nuestras miradas cargadas de advertencia la una hacia la otra. Marco y Tomas iniciaron una conversación sobre el gobierno y la forma en la que manejaban la escasez de productos para los animales.La comida estaba deliciosa, pero sería mentira decir que la disfrutaba.—¿Señorita Verona?Parpadeé hacia Tomas.—¿Perdón?Sonrió por mi desconcierto.—¿Qué tal le ha parecido el postre?—De los mejores que he probado —respondí con sinceridad.—Es bueno escucharlo —asintió—. Quería informarle que todas las habitaciones de esta casa quedan a su entera disposición —anunció mirando a su hermana—. Mañana S
Había estado despierta por lo menos unos treinta minutos antes de que sonara la alarma, un parpadeo después la apagué, me había despertado antes y solo esperaba que se activara. Había estado mirando el techo todo el rato, mi mente reproducía los hechos absurdos de ayer.Con mucha pereza me levanté de la cama y me dirigí al magnifico baño, la cerámica y los azulejos eran una combinación entre blancos, grises y plateados, todo lo contrario al oro de la habitación. Sobre el lavabo había un espejo rectangular que me ofreció una imagen nítida de mí, parecía algo peor que un zombie. Fui hacia el retrete de porcelana blanca y vacié mi vejiga, me sentía cansada y estropeada, pero no podía ceder a esa sensación.Regresé a la habitación para buscar ropa deportiva, tenía planeado buscar un espacio donde pudiera cor
Estaba saliendo del baño envuelta en una toalla, Sanya estaba en la habitación sosteniendo una bandeja con mi desayuno.—Señorita, el señor me pidió que le trajera esto —informó colocando la bandeja sobre el escritorio, me sonrió—. ¿Necesita algo?—Por ahora no, gracias, Sanya.Sanya se fue dándome privacidad, comencé a vestirme pensando en el trabajo que tenía que hacer, mientras me ponía unos jeans me distraje viendo la bandeja que había traído Sanya. Había una flor extraña, al principio pensé que era de plástico, pero no, era natural. Era hermosa y no la conocía, tenía un color amarillo pastel y un aroma delicioso.Coloqué la flor sobre el jarrón lleno de rosas y la dejé allí, resaltando entre el rojo, como una chispa de luz. Estaba sonriendo sin evitarlo, tom&eac
Podría acostumbrarme a esto. Los terrenos montañosos, el clima extremo y los paisajes magníficos. Mis dientes tiritaban y me abrazaba a mí misma, el viento por alguna razón lograba colarse por mi grueso y peludo abrigo. El frío me estaba comiendo, pero estaba demasiado entretenida mirando las montañas que tenía frente a mí como para darle mayor importancia. Había mucho lodo por todos lados, cada vez que alguien caminaba se producía un sonido de chapoteo.Maldije en voz baja cuando mi pie terminó en un charco de lodo que casi se traga mi pierna hasta la rodilla. Ahora entendía porque el señor Galger nos había dado un par de botas de plástico para este recorrido.Marco tiró de mi brazo para ayudarme a salir del charco sin resbalar y caerme.—Acérquense —bramó Tomas desde lo alto de una colina.Sonreía y no v
—¡Por dios! Solo estaba conversando con un chico —me defendí. No entendía su exasperación.—Desde la mesa se vio como si estuvieran coqueteando abiertamente, Tomas temió que estuvieras siendo timada por ese chico, por eso tuvo que intervenir.Tomé una almohada y se la arrojé.—Yo no estaba coqueteando —resoplé.Marco me señaló.—Se supone que viniste por un cambio de aires, no voy a permitir que lo eches por la borda volviendo a tus comportamientos de antes. El cuchillo se clavó en mi pecho, profundo.—¿Qué comportamientos? —inquirí, aunque no necesitaba escucharlo.Lo sabía, lo sabía porque todo el mundo se molestaba en comentarlo.—Sabes a lo que me refiero —dijo con cuidado.La cama estaba entre el medio de ambos, nos mir&