Tomas.
Siempre había aceptado la soledad. Desde muy pequeño supe que mi vida estaría llena de ella. Algunas veces intenté remediarlo, pero fue inútil, nunca había sido como los demás. Y ellos fueron amables en demostrármelo. Me esforcé mucho por intentar encajar y tuve que salir lastimado más de una vez para darme cuenta de que cada ficha tenía un lugar para encajar, pero parecía que yo no tenía uno dentro del rompecabezas.
Cuando era niño fui juzgado por ser diferente, no me gustaba el ruido, me ponía nervioso con los juegos de pelota y no soportaba ensuciarme la ropa. Poco a poco fui apartado de los demás y comencé a refugiarme en el salón para escuchar.
«Escucha tu alma».
Ella me decía que estaba solo, que era diferente y que a las personas no les gustaba eso.
—Hablemos s
Beatriz y Aknes querían hablar conmigo, no me gustaba la idea de que viniera a Italia, por lo que me ofrecí a ir a Klayten, con la idea de visitar a Tomas y revisar el lugar donde se estaba quedando, antes por video llamada me lo había mostrado, pero quería verlo en persona.No estaba segura sobre como saldría esto, pero estaba dispuesta a escucharlas, sobre todo si querían disculparse conmigo y con Tomas. Pero no podía ocultar mis nervios, ni siquiera en el avión, no había podido pegar el ojo en todo el viaje.Para cuando llegué a Klayten estaba agotada y tenía nauseas.Tomas estaba esperándome con una sonrisa.—Hola —saludé antes de abrazarlo.Pude haberme quedado ahí por siempre, en ese abrazo.—¿Te sientes mal?—Estoy muy cansada.—No debiste venir —riñó.Bes&oacut
Estaba llorando de nuevo, dios, mis emociones eran un desastre, se suponía que debía intentar estar bien para mi bebé, pero no podía dejar de llorar. Me acurruqué en las cobijas de Tomas, quise verlo dormir, a veces eso me tranquilizaba, pero él estaba despierto, mirándome con preocupación.—¿Por qué lloras?Solté en aire en un quejido tembloroso.—Tengo miedo —admití.Tomó mi mano entre las suyas y la besó.—Nada malo va a ocurrirte —dijo—. Tampoco a nuestra bebé.—Nunca planeé esto, no estaba preparada para…quedarme aquí —expresé—. Ni siquiera sé si es lo mejor para ti.Nunca había querido presionar a Tomas o ahogarlo con mi presencia, pero ahora estaba obligada. Después de mi alteración de hace unos días, me hab&i
Todo había pasado tan rápido, las contracciones, el miedo, la desesperación de todos. Tomas casi se había desmayado de la angustia al escucharme tener las primeras contracciones, los guardias entraron con las armas desenfundadas pensando que alguien había logrado entrar, pero al verme sus rostros se pusieron pálidos y corrieron fuera de la habitación para avisar a mi familia, quienes habían llegado en espera del parto. Cuando las contracciones volvieron Tomas se puso en marcha repitiéndose todo lo que tenía que hacer, antes había escrito una lista para no olvidar nada, se la memorizó.Con todo ese remolino de emociones, estuvimos listos en cuatro minutos, algo que puso nervioso a Tomas porque según él, teníamos que estar listos a los tres, claro que el bebé tampoco estaba cumpliendo y decidió querer salir antes de la fecha establecida. Para ese día ten
Tomas.Angelina me reprendía, decía: «Papi, así no». Soltaba bufidos exasperados y me arrebataba su juguete. Era testaruda como su madre y obsesiva con las cosas como yo. Tenía tres años y me perseguía la idea de que fuera como yo. Mi terapeuta decía que no era posible, pero temía que ella estuviera adoptando el comportamiento que yo tenía en casa, porque eso hacían los niños, aprendían de lo que los rodeaba.—Es maravillosa —susurró Verona en mi oído. Me sobresalté, porque no la había escuchado acercarse.Se sentó a mi lado y ambos observamos a nuestra hija guardar sus juguetes en una pequeña maleta, más tarde viajaríamos a Voutere para conocer a los gemelos de Estefany y Denser. Había sido una completa sorpresa para todos, nadie sabía cómo fue
¿Qué era peor que una persona que explotaba?Fácil.Una persona que no lo hacía.—Papá…Ni siquiera me miró, solo observaba con rabia absoluta al hombre a mi lado, mi guardaespaldas, Carlos, con quien me había encontrado en un apasionado beso, mientras que mi novio Travis estaba esperándome en el salón.Sí, estaba muy jodida.—Joseph —su voz era terrorífica—, lleva a Carlos a mi despacho.Joseph, uno de los fieles guardaespaldas de mi padre sujetó con fuerza el brazo de Carlos y lo sacó de la habitación.Demonios.—No significó nada —juré, era verdad, para mí solo había sido un beso.—Verona —suspiró mirando por la ventana—, vas a terminar tu ridícula relación con Travis.Asentí, era justo.<
Hice una pequeña coleta con mi corto cabello y puse unos lentes de sol sobre mis ojos. Sería una total vergüenza que me tomaran una foto en este estado tan desfavorable. Algunos hombres de mi padre me ayudaban a bajar mis maletas, yo llevaba mi pequeño bolso de manos y mi celular entre mis dedos.Aún seguía enviado correo a mis empleados.Afuera el clima estaba divino para ser tan temprano, prometía mucho y papá lucía triste, cuando estuve a su lado besó mi frente.—Me llamaran cuando estén en el avión, cuando aterricen, cuando estén con el señor Galger y cuando finalmente lleguen a su casa. Y contigo, señorita, hablare todas las noches, ¿entendido?—Sí, papá —lo rodeé con mis brazos—. Ya es hora de irnos.—Yo le pago al capitán del avión, puede esperar unos cinco minutos m&aa
La mansión era encantadora, elegante y no tan lujosa como había esperado, pero eso está bien, se sentía como un verdadero hogar. Cálido. Y no algo para vender a los invitados.Sanya era una mujer mayor vestida con un uniforme, bastante amable y muy dulce. Beatriz desapareció con la excusa de “yo-no-sé-qué” y lo agradecí. El español de Sanya no era tan fluido como el de los hermanos Galger, pero ella era tan educada y sonriente que eso dejó de importar. Nos llevó hasta nuestras habitaciones, ambas continuas, Marco ingresó acompañado por la mujer que quería mostrarle cómo funcionaba el termóstato de la habitación.Yo fui hacia la otra puerta, el señor Galger me seguía.—Espero que sea de su agrado.La habitación era como para la realeza, tenía una cama que lucía hecha por los diose
Nadie volvió a abrir la boca hasta después del plato principal, todo el tiempo pudimos sentir la tensión, palpitaba con vida propia alimentada por nuestras miradas cargadas de advertencia la una hacia la otra. Marco y Tomas iniciaron una conversación sobre el gobierno y la forma en la que manejaban la escasez de productos para los animales.La comida estaba deliciosa, pero sería mentira decir que la disfrutaba.—¿Señorita Verona?Parpadeé hacia Tomas.—¿Perdón?Sonrió por mi desconcierto.—¿Qué tal le ha parecido el postre?—De los mejores que he probado —respondí con sinceridad.—Es bueno escucharlo —asintió—. Quería informarle que todas las habitaciones de esta casa quedan a su entera disposición —anunció mirando a su hermana—. Mañana S