Eres verano, Verona
Eres verano, Verona
Por: AngelDeLosLibros
Prólogo

¿Qué era peor que una persona que explotaba?

Fácil.

Una persona que no lo hacía.

—Papá…

Ni siquiera me miró, solo observaba con rabia absoluta al hombre a mi lado, mi guardaespaldas, Carlos, con quien me había encontrado en un apasionado beso, mientras que mi novio Travis estaba esperándome en el salón.

Sí, estaba muy jodida.

—Joseph —su voz era terrorífica—, lleva a Carlos a mi despacho.

Joseph, uno de los fieles guardaespaldas de mi padre sujetó con fuerza el brazo de Carlos y lo sacó de la habitación.

Demonios.

—No significó nada —juré, era verdad, para mí solo había sido un beso.

—Verona —suspiró mirando por la ventana—, vas a terminar tu ridícula relación con Travis.

Asentí, era justo.

—Está bien —su tranquilidad me exasperaba, quería que me gritara y no lo hacía, nunca lo hacía.

—Luego quiero que hagas tus maletas —mi corazón comenzó a latir con fuerza—. Te iras con tu hermano al viaje de negocios, siento que necesitas eso. Enfocarte en el trabajo, sí, tal vez eso te ayudé a reflexionar sobre tu comportamiento.

—Pero, papá…

—Verona.

Guardé silencio, cuando él utilizaba ese tono sabía que iba en serio, que debía cerrar la boca y obedecer.

—Está bien.

Suspiró y se fue, dejándome sola con la vergüenza. Perfecto.

Aceptaba que me lo merecía, lo había decepcionado y eso se sentía terrible. Por lo menos el castigo no era tan horrible, mi hermano y él habían estado hablando sobre este viaje durante semanas. Era importante. No era la primera vez que papá me obligaba a ir a una de estas reuniones con socios o posibles aliados, él me había enseñado bien cuando se trataba de negocios, era tan buena en ello.

Pero en las relaciones era terrible.

Tuve que dirigirme al salón para enfrentar a Travis, el chico me esperaba sonriente, era un buen chico, cariñoso y atento. La que estaba mal era yo y tendría que jugar esa carta otra vez para terminar con él.

—¿Sucede algo, querida? —interrogó al ver mi expresión.

Me resultó más difícil de lo que esperaba, mis palabras vacilaron y perdí la seguridad en mis palabras al decirle que teníamos que terminar nuestra relación, que era yo y no él y más sobre eso. Dioses, me merecía esto, sus insistencias para no hacerlo, sus lloriqueos, sus propuestas de matrimonio desesperadas.

Uno de los hombres de seguridad tuvo que acompañarlo a la salida.  

No era como si él me amara de verdad, no, lo que amaba era mi posición en el mundo. Sabía lo felices que eran sus padres al saber sobre nuestra relación, ellos esperaban que las empresas Robinson les brindaran algunos favores. Bueno, eso se había acabado.

Volví a quedarme sola sopesando en el siguiente paso que debía dar, era tan molesto como lo que acababa de presenciar.

Tenía que hablar con mi hermano.

Sabía que estaría en su habitación, había pasado toda la tarde arreglado su equipaje.

Frente a su puerta tomé una respiración profunda y toqué tres veces.

Marco se asomó un segundo después, sostenía su celular con su hombro y su cabeza, tenía sus manos ocupadas y estaba murmurando varias cosas a la otra persona con la que conversaba.

—Pasa, cariño —hizo un además con su cabeza y siguió con su acalorada discusión en el teléfono.

Una de las mucamas se encontraba metiendo ropa en una de las dos maletas sobre la cama mientras que Marco guardaba papeles y su laptop en la otra. Me recosté del lado vacío de la cama y mordí mis uñas largas de acrílico.

No me interesa, vas a mantener todo en orden mientras no estoy —mascullaba mi hermano—. Klayten. Tengo asuntos importantes con Tomas Galger. No, si rechazo la invitación sería una total falta de respeto y… ¡Basta! Tengo que hablar con mi hermana —dicho esto colgó. Me miró con esos impresionantes ojos color avellana que había heredado de nuestro padre—. ¿Qué sucede?

Saqué mis uñas de la boca y suspiré.

—¿Qué debería empacar para Klayten? —pregunté con inocencia.

Rotundo silencio llenó la habitación.

Incluso la mucama se quedó quieta.

Marco bufó.

—¿Qué hiciste ahora, Verona? —cuestionó soltando lo que tenía en sus manos

Se lo conté todo. Era mi hermano mayor, él lo sabía todo de mí.

—Voy a matar a ese malnacido de Carlos por tocarte —juró.

—Solo fue un beso —rodé mis ojos—. Yo lo besé y él solo respondió.

Gruñó.

—No te entiendo, Verona, pensé que ese tal Travis te gustaba y ahora resulta que te metes con tu jodido guardaespaldas, ¿Qué rayos estabas pensando? —estaba furioso.

Veía mis manos para no tener que verlo, él no lo entendía, nadie lo hacía. Caminó hacia mí para sujetarme la barbilla y hacer que lo mirara.

—No sé qué pensaba —respondí—, solo paso.

Marco negó.

—¿Qué haremos contigo? —suspiró—. Diablos, Ginger me matara cuando se entere que vendrás conmigo.

Ginger era su adorable novia, no me la podía imaginar intentando matar a mi hermano. Se amaban demasiado.

—¿Por qué?

—Se supone que nadie puede venir conmigo, es un viaje de negocios, además, Tomas Galger me ofreció su casa durante toda mi estadía. Tendré que hablar con él y decirle que me quedare en un hotel contigo.

Arrugué mi rostro.

—Suena como la peor cosa del mundo cuando lo dices así.

Marco se sentó a mi lado y buscó mi mano.

—Me ofreció su casa, allá en Klayten se considera como una muestra de confianza absolutamente grande, ya que estas dejando entrar a un extraño a tu “fortaleza”. Rechazarla sería tomado como un insulto.

Vaya.

—No quiero arruinar los negocios.

Las empresas Robinson eran nuestro imperio, hacer algo contra ellas me producía un malestar que no podía explicar.

—Tú no arruinas nada. Hablaré con él, quizás papá también lo haga para hacerlo entender.

Tanto protocolo me hacía creer en que esta reunión era más importante de lo que pensaba.

—Yo misma puedo hablar con él —ofrecí.

—No, no es necesario —aseguró Marco—. Señorita —llamó a la mucama—, por favor dile a Karla que ayude a mi hermana con su equipaje, explícale lo que te dije sobre el clima —la muchacha obediente asintió antes de marcharse—. Tienes que arreglar tus temas de trabajo aquí, Verona, no será un viaje corto.

—¿No?

Por lo general formar una alianza no nos tomaba más que un par de días.

—No, por lo menos dos meses.

Me congelé.

¿Dos meses?¿Qué demonios se supone que haría allá en un mes? Mi vida estaba aquí. Mi trabajo. Todo.

—Marco —jadeé.

—Lo siento, pero no intervendré por ti esta vez, si fue decisión de mi padre estoy de acuerdo con él.

—Pero la campaña y la estúpida sesión de fotos…

—Lo de la campaña puedes hacerlo desde tu laptop —se movió por la habitación buscando algo—. Y sobre las fotos, ¿realmente te sigue interesando modelar con fines estéticos? Siempre he notado que prefieres utilizar tu imagen para otros temas más controversiales.

Tenía razón, las fotos para publicitar marcas de belleza ya no me interesaba tanto, pero no podía renunciar por completo a ellas, ese tipo de publicaciones me daban público y esas personas se unían a las campañas que yo iniciaba, las peleas, las protesta. Prefería usar mi rostro para ese tipo de cosas, las que cambiaban el mundo, pero si quería seguir llevando gente a mis perfiles debía aferrarme a las fotos estéticas y el modelaje.

Me levanté de la cama pensando en mi trabajo.

—Tengo cosas que hacer —admití, mucho por hacer, reprogramar y organizar—, ¿Cuándo nos vamos?

—Mañana.

Llevé una mano a mi pecho ahogada.

Salí de su habitación quejándome internamente, me dirigí a la mía y tropecé con una de las fotos más hermosa, era mi madre, hermosa, angelical. Me parecía mucho a ella, era por eso que mi papá y Marco me cuidaban tanto, no soportarían perderme también.

Sonreí triste observando sus ojos azules, exactamente como los míos. Me despedí de ella acariciando con cuidado la foto y finalmente entré a mi habitación, tenía que poner muchas cosas en orden y no sabía por dónde comenzar.

Fui hacia mi escritorio para encender mi computadora y comencé a marcar el primer número en mi teléfono, era mi asistente de la fundación.

Iba a ser una larga noche.

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