La hacienda de la familia era uno de mis lugares favoritos, nunca había mal tiempo aquí, todo era verde, había aire fresco y el sonido de las cigarras era una canción que parecían no tener final.
Dentro de la enorme casa todo era rustico y del estilo antiguo, pero tenía sus toques modernos, como el aire acondicionado, ¡bendito sea!
Llevé mis cosas a la habitación principal, todo estaba muy limpio y cuidado gracias a los trabajadores que cuidaban la casa mientras no estábamos ocupándola. Me acomodé rápidamente para poder ir a ver a mis caballos, estaba emocionada.
Suspiré ansiosa por el silencio, todo era tan pacifico aquí. Salí por la puerta trasera, siguiendo un largo pasillo y de allí me dirigí a los establos.
Había extrañado este lugar, lo sentía tan mío que me provocaba escalofrío
Cuando entramos a la cocina ambos murmuramos algo sobre tener que usar el baño y quitarnos el sudor. Estábamos nerviosos y casi ausentes, nuestras mentes en otra realidad. Dentro de mi habitación sentí que mi corazón estaba a punto de salírseme del pecho. Corrí al baño para comenzar a prepararme, tenía muchas cosas que pulir y perfeccionar.Arreglé el conjunto que me iba a poner esta noche, era lencería y la había comprado pensando en Tomas, mis entrañas hervían de excitación al imaginármelo admirando la tela, repasándola con sus dedos, trazándolo todo con besos.Me alisté lo más rápido que pude, quería ir a la habitación de Tomas y no tener que ir a buscarlo en alguna otra parte de la casa.Crucé el pasillo hacia y me deslicé adentro sin tocar. Cuando lo vi de espaldas vistiendo solo unos
Abrí mis ojos lentamente sin desearlo. La luz entraba por la ventana directamente hacia ellos. Me giré en busca del calor familiar de un cuerpo, pero no lo hallé. Estaba sola. Por un pequeño instante me pregunté si lo había soñado todo. Un segundo después, cuando fui consciente de mi propio cuerpo, me di cuenta de que había sido real.Estaba desnuda y todavía sentía los rastros de Tomas en mi entrepierna.Estiré mi cuerpo desnudo y con una sonrisa recordé todas las nuevas sensaciones que había descubierto ayer. Tomas había estado tan… perfecto. Sus caricias, besos, gemidos, todo vino a mi mente y me despertó por completo. Sentí mi cuerpo llenándose de calor y de anhelo.Me levanté y fui al baño, una sonrisa me saludó desde el espejo. Noté que tenía un par de marcas rojas en mi cuello y la sombra d
El viento cálido nos acariciaba mientras nos mecíamos en la hamaca, el sol estaba ocultándose, pero tan lentamente que me pregunté si su tardanza se debía a nosotros, no quería dejar de vernos, no quería dejar de sentirnos y calentarnos. Sentía que éramos el centro de atención de muchas cosas.Tomas paseaba sus dedos por mis brazos, por mis hombros, por mi cuello, por donde fuera que hubiera piel descubierta. Sus caricias no tenían una intención sexual, era todo lo contrario, tan cariñosa e inocente que me hacía aferrarme a él con fuerza. Era como un sueño, me sentía en uno.Y en lo único que puedo pensar es en: «Quiero esto. Y lo quiero para siempre».A él. A esta sensación que embarga mi cuerpo cuando él está cerca. Lo quiero todo, pero con él.—Tomas —me tembl&o
—Sí —barboteé.Tomas contuvo la respiración.—Hablo en serio, Verona —dijo un momento después.Lo sabía, sabía que alguien como él nunca jugaría con algo como eso. Sabía que él…realmente me estaba ofreciendo eso como una posibilidad y que fuera cual fuera mi respuesta, él la aceptaría.Tomas quería…casarse conmigo. Sin dudarlo.Era una locura, pero…¿realmente lo era?Él y yo habíamos compartido mucho tiempo juntos, estaba segura de que no quería dejarlo, porque la forma en la que me hacía sentir no se igualaría nunca a nada, esto era irremplazable. Pensaba en “estar casada”, esa idea nunca había sido atractiva para mí, pero con Tomas, el pensamiento que venía a mí era: ¿Por qué no?Él era &l
Tomas. Quizás estaba más nervioso de lo que lo había estado la primera vez. Había querido desnudarla allí mismo en la terraza, pero me detuve, indeciso. Estaba nervioso y quería que esto fuera especial para ella. Le pedí con dulzura que bajáramos a la habitación, que quería hacerle cosas que tal vez no deberían ser vistas por el cielo. Mi mente estaba rugiendo, pensaba en la mejor forma de complacerla esta noche. Cuando llegamos a la habitación Verona me susurró que iba a ponerse algo para mí, sirvió dos copas de vino antes de meterse al baño con un pequeño bolso. Desabotoné mi camisa, creyendo que eso distraería mis manos, no podía dejarlas quieta. Bebí de la copa de vino, casi acabando con el líquido. La anticipación iba a acabar conmigo. Escuché sus pasos en el baño y luego el picaporte de la puerta cediendo ante la suave presión de su mano. La primera vez que estuvimos juntos ella había utilizado un c
Tomas.Percibí su aroma mezclado con aceites dulces, me resultaba afrodisiaco.Tenía su cuerpo desnudo tendido frente a mí, conseguí los aceites en el baño y había pensado en algo que leí una vez. Sobre unos masajes. Quise hacerlo con Verona.Así que le pedí que se recostara boca abajo y comencé a masajearla, los ruiditos placenteros que ella hacía me tenían con una tremenda erección que rogaba por un poco de contacto. Lo ignoré tanto como pude, concentrándome solo en ella. Nunca había admirado el cuerpo de una mujer desnuda con tanto…empeño. Quería tener cada detalle grabado, cada curva, cada punto débil.Le gustaba que tocara sus glúteos. Yo no había conocido el placer de eso hasta ahora.Una imagen se metió en mi cabeza, yo le levantaba las caderas y me hundía en
«Que él siempre me ame». Es lo que escribí. No pedía nada más. Solo quería eso.Toman puso el auto en marcha, el viento me azotó el rostro con fuerza, saqué el papel donde había escrito mi deseo por la ventana y lo dejé ir siguiendo las instrucciones de Tomas.Después de eso los vidrios del auto fueron cerrados y el agradable aire acondicionado nos besó la piel. Nos envolvió una atmosfera de tranquilidad que me gustó, me sentía cómoda y segura. Mis ojos se fijaron en Tomas, no perdía de vista el camino.No podía creer que ahora podía decir que ese hombre era mío.Como mi esposo. Dios, la palabra me producía escalofríos y no era desagradable. —Esto me gusta —comenté—. Tú y yo, en el auto. Me gusta cómo se siente.
La expresión de mi padre se volvió blanca, observó entre Tomas y yo, confundido de que nos presentáramos juntos cuando yo había estado de viaje y Tomas regresando a su hogar.—Buenas noches, señor Robinson —saludó Tomas, siempre educado.Papá siempre había sido bueno ocultando sus emociones, pero cuando una se desbordaba en su mirada podía resultar peligroso. Creía que ya lo había averiguado, la furiosa incredulidad en sus ojos era tenebrosa.—Déjame hablar con él un momento —le pedí a Tomas, sin dejar de mirar a papá.—No, tú y yo debemos…—lo detuve.Cuando había dicho “tú y yo” el musculo de la mandíbula de mi padre sufrió un espasmo. —Por favor, Tomas —insistí—. Tengo que decirle algo en privado.