Capítulo 39

El viento cálido nos acariciaba mientras nos mecíamos en la hamaca, el sol estaba ocultándose, pero tan lentamente que me pregunté si su tardanza se debía a nosotros, no quería dejar de vernos, no quería dejar de sentirnos y calentarnos. Sentía que éramos el centro de atención de muchas cosas.

Tomas paseaba sus dedos por mis brazos, por mis hombros, por mi cuello, por donde fuera que hubiera piel descubierta. Sus caricias no tenían una intención sexual, era todo lo contrario, tan cariñosa e inocente que me hacía aferrarme a él con fuerza. Era como un sueño, me sentía en uno.

Y en lo único que puedo pensar es en: «Quiero esto. Y lo quiero para siempre».

A él. A esta sensación que embarga mi cuerpo cuando él está cerca. Lo quiero todo, pero con él.

—Tomas —me tembl&o

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