Capítulo 44

La expresión de mi padre se volvió blanca, observó entre Tomas y yo, confundido de que nos presentáramos juntos cuando yo había estado de viaje y Tomas regresando a su hogar.

—Buenas noches, señor Robinson —saludó Tomas, siempre educado.

Papá siempre había sido bueno ocultando sus emociones, pero cuando una se desbordaba en su mirada podía resultar peligroso. Creía que ya lo había averiguado, la furiosa incredulidad en sus ojos era tenebrosa.

 —Déjame hablar con él un momento —le pedí a Tomas, sin dejar de mirar a papá.

—No, tú y yo debemos…—lo detuve.

Cuando había dicho “tú y yo” el musculo de la mandíbula de mi padre sufrió un espasmo.  

—Por favor, Tomas —insistí—. Tengo que decirle algo en privado.

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