Eres prohibido
Eres prohibido
Por: Maconi
Capitulo 1

Alexa

Cuando salí de casa, pintaba para ser un día genial, pero apenas cerré la puerta de la entrada, ahí estaba de pie, cruzado de brazos y con su rostro furioso: mi exesposo, mi dolor de cabeza, que después de cinco años de divorciado sigue molestando como un grano en el culo. Yo abro el coche y subo todos los documentos, pues el hombre piensa que porque él es millonario, todos tenemos la misma suerte. Les resumo un poco acerca de él: su nombre es Ramiro Cardozo, un importante arquitecto y experto en bienes raíces. Su edad: cuarenta y cinco años. Hace cinco años decidió que yo ya estaba vieja para él y me pidió el divorcio, y al poco tiempo se casó con su secretaria, veinte años más joven. Obviamente, ella ahora vive la gran vida y él es un... ¿cómo podría nombrarlo? Pendejo, si esa es la palabra indicada.

—Ahora, ¿qué ha pasado? —Ramiro habla rápido—. Se me ha hecho tarde para el trabajo.

Él bufa y niega. Yo solo vuelvo los ojos, pues ya vienen pasando desde hace un tiempo.

—¿Todavía preguntas qué ha pasado, Alexa? Por Dios, sabes perfectamente por qué estoy aquí. Tu hijo me llamó y me ha pedido dinero. Ya sé que tus intenciones son verme, pero ¿por qué utilizar a nuestros hijos?

Yo suelto una carcajada y niego. Este tipo está completamente loco. Querer verlo... yo lo que más deseo es que se mantenga alejado lo más que pueda.

—Ramiro, estás muy equivocado. Si mi hijo te ha llamado y yo no estaba enterada, es porque tiene que pagar la universidad. Solo hazlo y deja de hacer tanto drama, por Dios. Si yo quisiera verte, te llamaría, pero créeme que es lo último que deseo. Así que, si me permites, yo sí trabajo.

Él me detiene cuando me doy la vuelta y me sonríe, pero eso parece más una mueca que una estúpida sonrisa.

—Pero si acabo de pagar la universidad, le he regalado un coche y aun así se niega a verme, y supongo que porque tú se lo pides.

—Estás muy equivocado. El coche se lo regalaste en su cumpleaños veinte y él no te lo pidió. Yo pensaba hacerlo, y la colegiatura la pagaste el año pasado. Si se te ha olvidado, se paga cada seis meses, y hace seis meses la pagué yo. Así que esta vez te toca a ti. Pero si no puedes hacerlo, no importa, yo lo hago. Y respecto a que los chicos no te quieran ver, no tiene nada que ver conmigo. Jamás se los he prohibido, por el contrario, pero ellos no terminan de perdonarte, y ahí sí que yo no puedo hacer nada. Así que no te vuelvas a parar en mi casa.

Camino hacia mi coche y él empieza a gritar.

—Eres una mujer amargada y estoy seguro de que tú eres la culpable de todo, pero ahora no te daré ni un peso, ¿escuchaste?

Yo enciendo el coche y subo el volumen de la radio para no escuchar todas sus estupideces. Me dirijo hacia la oficina. Cuando me he alejado de la casa, bajo el volumen y escucho mi teléfono. M****a, es demasiado tarde. Fernando se debe de estar volviendo loco. Cuando contesto, me doy cuenta de que no me he equivocado.

—Alexa, ¿dónde diablos estás? Tengo a la prensa encima de mí. M****a, deberías de estar aquí para controlarla.

Yo frunzo el ceño, entrecejo, pues no sé de qué está hablando, pero luego recuerdo que tenía que empezar ahora con un nuevo cliente. M****a, si no fuera la mejor en lo que hago, creo que ya me habrían despedido.

—Fernando, tranquilo, que ya estoy por llegar.

No lo dejo contestar y cuelgo la llamada. Piso el acelerador para llegar lo más rápido que puedo. Cuando llego a la agencia, él tenía razón: hay un montón de periodistas alrededor del edificio. Pero, ¿qué diablos? De inmediato me estaciono y corren hacia mí. Con dificultad, logro colocarme frente a ellos y poner una mano frente a mí y les sonrío para tranquilizarlos.

—Señores, por favor, guarden un poco la distancia. Responderé las preguntas, pero todo con educación, por favor.

El primero en atacar es un chico. Se ve joven, así que le sonrío.

—Señora Alexa, buenas tardes. Creo que Roxi puede resolver el problema en el que se ha metido, pues es algo muy grande: es agresión.

Yo no lo dejo continuar porque no sé de qué diablos está hablando, pero no borro mi sonrisa.

—Bien, cariño, lamento informarles que no sé de qué me hablan, porque no me dejan llegar a la oficina y ver qué es lo que está pasando, y les informo.

Empiezo a caminar entre la multitud, pero parece que no me dejarán pasar. Así que cuando volteo hacia atrás para pedirles que no me detengan, alguien está demasiado cerca y su micrófono va a dar a mi cabeza. M****a, eso dolió. Me mareo un poco y es la única manera en que todos retroceden. Yo solo toco el lugar donde tengo el golpe y sale un poco de sangre. Miro mal al mismo chico al que le había contestado y él solo dice "lo siento". Yo empiezo a caminar muy molesta, pero ¿qué diablos está pasando? M****a, cuando ingreso a recepción, la chica me sonríe, pero al ver mi frente sangrando, de inmediato se pone de pie y se acerca a mí.

—¡Dios! Alexa, ¿estás bien?

Yo la miro con una ceja alzada.

—Lo sé, ¿qué pregunta más estúpida? No, no estoy bien. Ven acá, te curaré.

Yo niego. Necesito llegar con Fernando y saber qué está pasando.

—No, nena, está bien. Solo es un golpe insignificante. Tengo que hablar con Fernando. No ha salido, ¿verdad?

Ella niega y suspira.

—Pero Alexa, está furioso. Creo que esto se le salió de las manos.

Yo vuelvo los ojos y camino hacia su oficina. Lo que sucede es que es un inepto y siempre le gusta que le arreglen los problemas. Cuando llego a su oficina, se escucha que está en una llamada, pero los gritos se oyen en todo el piso. Veo a su secretaria y me mira de arriba a abajo. Si no me soporta, ni yo a ella. Esto es mutuo, pero cuando ve mi golpe en la frente, ella sonríe y yo solo vuelvo los ojos y me dirijo hacia la oficina, pero ella me detiene.

—¿Qué, no escuchas que Fernando está ocupado?

Yo suspiro y sonrío.

—Gina, Fernando me está esperando. Deja tus celos en paz. Ese hombre no es ni para mí y mucho menos para ti. Está casado. Repítelo hasta que entiendas, de acuerdo. Así tú y yo nos llevaremos bien, ¿vale?

Ella se pone de pie y yo de inmediato abro la puerta. Esa mujer se derrite por Fernando Solórzano, pero el hombre es caso. Y por más que ella le tira todos los perros, como diría mi madre, el hombre ni la mira. En cambio, yo tengo muy mala suerte, pues justo él me ve de arriba a abajo, queriéndome devorar. Pero yo jamás me metería con un hombre así. Además, su esposa es la mujer más dulce que existe en el mundo. No merece a un tipo como él, pero creo que ella jamás se ha dado cuenta. Fernando me sonríe y cuelga su llamada.

—Vaya, hasta que llegas. Pero, ¿qué mierdas te pasó?

Él trata de acercarse y yo me alejo y niego.

—Nada, no pasa nada. Mejor dime qué es este problema.

Él toma asiento y suspira, toma el puente de su nariz y lo presiona.

—Roxi se metió en problemas y ahora no sé qué hacer. Justo te iba a nombrar su agente. Creo que solo tú podrías ayudarle.

Yo lo interrumpo y niego.

—Estás loco. Esa chica debe de ser un maldito fastidio. Ya con los chicos que manejo es suficiente.

—No es eso. Olvídalo, igual lo harás. Está esperando en la sala de juntas, así que, ¡andando!

Él se pone de pie y empieza a caminar fuera de la oficina. Cuando paso por su lado, lo miro mal, pero él sonríe y me ofrece un pañuelo. Yo lo tomo de mala gana y empiezo a limpiar mi frente. Cuando llego a la sala de juntas, él abre la puerta y yo ingreso. Todo está completamente a oscuras. Yo volteo a verlo, algo confundida, y él suspira y enciende la luz. Cuando de pronto escucho una voz ronca tras de la puerta.

—¡Apaguen la m*****a luz! ¿No ven que estoy durmiendo?

Fernando cierra la puerta y sí, justo lo que dijo: está tirado en el suelo, dormido, con su gorra en la cara. Yo volteo a ver a Fernando. Él solo suspira y me dice:

—Alexa, te presento a Rosbaldo, o como todos lo conocen, Roxi, el mejor jugador de béisbol, pero que está llevando a la m****a su carrera. Roxi, ponte de pie, pues vas a conocer a Alexa, tu nueva agente. Y así como la ves, con esa cara angelical, va a ser un gran grano en tu culo.

Él se quita la gorra y puedo ver unos lindos ojos azules, su nariz llena de pecas, pero voltea los ojos con fastidio y yo me cruzo de brazos.

—Olvídalo, Fernando. Yo no trabajaré con un niño mimado, sin educación. Con permiso, gusto en conocerte, Roxi.

Me doy la vuelta y él se pone de pie y suspira.

—Espera, Alexa. ¿A ti quién te dijo que era un niño mimado?

Yo volteo y lo miro sorprendida, pues es alto y su cuerpo está muy bien trabajado. Yo carraspeo para dejar de verlo, pues podría ser mi hijo, pero para mi desgracia no lo es. Solo espero que este trabajo termine pronto, pues no sé si pueda soportarlo.

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