Capitulo 4

Alexa

Me voy hacia mi recámara y lo primero que hago es mirarme al espejo. Ya soy una mujer adulta, pero no soy fea. Veo mi cabello castaño, algo largo, y lo empiezo a acomodar cuando escucho que alguien abre la puerta. Suspiro, pero antes de que pueda decir cualquier cosa, él lo hace primero.

—No sé qué te sucede, pero mírate muy bien. Eres una mujer hermosa e inteligente. Que nadie te diga lo contrario, y menos escuches al estúpido de tu ex. Ese hombre es un cavernícola, no sabe apreciar una obra de arte como tú.

Yo solo me volteo y le sonrío. Me acerco a la cama y me tiro en ella, viendo el techo. Él hace lo mismo y se acuesta a mi lado. Nos mantenemos en silencio por un momento hasta que yo lo rompo.

—Ay, Tommy, tú que sabes, a ti no te gustan las mujeres, así que tu opinión no vale. Además, tú me amas, siempre me verás hermosa.

Él de inmediato se levanta y se sienta en la cama, pone la mano en su pecho como si de verdad estuviera ofendido. Yo solo cierro los ojos y suspiro.

—Deja de decir estupideces. No dejo de ser hombre, y puede que tengas razón, no me gustan las mujeres, nena, pero créeme que si me gustaran, tú estarías en mi cama gritando como una loca.

Yo abro los ojos sorprendida y me siento, quedando frente a él en la cama. Lo veo a los ojos y suelto una carcajada. Él hace lo mismo. Después de parar de reír por sus pendejadas, toma mis manos entre las suyas.

—Ahora sí me vas a decir qué diablos te pasa. Eres una mujer muy fuerte, así que no creo que lo que diga el cavernícola de tu ex te afecte. Habla, que me intrigas. A ver, ¿quién te ha puesto de esa manera?

Yo me pongo de pie y empiezo a negar. Voy hacia el vestidor y retiro mi ropa; solamente coloco mi pijama. Regreso hacia él y suspiro.

—No es nada, simplemente ahora me dieron un nuevo trabajo. Es un chico, pero me mira como si quisiera comerme, como si fuera el plato más delicioso que existe. No lo entiendo.

Él sonríe de lado. Yo solo vuelvo los ojos con fastidio; sé lo que me empezará a decir.

—No, toma, ese chico podría ser mi hijo.

—Sí, y para fortuna de él, no lo es. Dime, ¿quién es el tipo? Tiene que ser alguien famoso para que tú vayas a trabajar para él. ¡Anda, dime, dime quién es!

Yo solo suspiro y me acerco a mi pequeño tocador y empiezo a desmaquillarme. Si no le digo de quién se trata, no me dejará en paz.

—Te lo diré, pero igual no creo que lo conozcas, pues es un jugador de béisbol y a ti no te gustan los deportes.

Él empieza a caminar muy sexy hacia mí, se para detrás de mí y me toma por los hombros.

—Oh, nena, por supuesto que conozco a hombres atléticos. ¿Has visto qué tan hermosos tienen esos traseros y esas piernas tan definidas? No, tú qué vas a saber de hombres deportistas y sexys, pero no me puedes dejar con la duda, así que habla.

Yo lo miro a través del espejo y niego. Este hombre no tiene remedio.

—Está bien, está bien, pero es un chico problema. Por eso es que me dieron el trabajo. Se llama Rosbaldo, es un jugador de béisbol.

Él abre sus ojos como si se fueran a salir. Su boca se abre y se cierra como un pez fuera del agua. Yo lo miro con una ceja alzada hasta que pega un grito que me espanta.

—¡Ahahaha! ¡Me estás mintiendo! Esto tiene que ser una broma tuya. No, no puede ser en serio. Dios, estás diciendo que el buenorro culo lindo de Rosbaldo es tu nuevo trabajo y que él te mira como una deliciosa chuleta. En pocas palabras, te quiere follar delicioso y tú no quieres.

Ahora la que lo mira con la boca abierta soy yo.

—Deja de gritar, que mis hijos te pueden escuchar. ¡Ay, Dios! ¿Por qué eres tan escandaloso?

Yo suspiro y me pongo de pie, derrotada. Voy hacia mi cama, acomodo la colcha y me dispongo a dormir. Es una muy buena señal para Tommy de que salga de mi habitación, pero al parecer él no piensa lo mismo, así que se acuesta a mi lado, recargado en mi mano, mirándome al rostro con una sonrisa en sus labios. Yo solo cierro mis ojos sin decir nada hasta que él vuelve a hablar, al parecer más emocionado que yo.

—Vamos, Alex, cuéntame todo, por favor. Necesito saber cómo es que tan bueno está. Dios, ese hombre... ¿sabes cuántos sueños húmedos he tenido con él? Y tú teniendo la posibilidad de comerte semejante manjar. Dios, yo daría todo porque el hombre me volteara a ver.

Yo abro los ojos y me pongo de pie, camino hacia la puerta sin decir nada, pues sé que tiene razón, pero está completamente loco. Es tan joven que no me puedo permitir ni siquiera pensar en él de esa manera. Cuando él me lo dice, se cruza de brazos, sentado en la cama.

—Sal.

Él niega y yo solo vuelvo los ojos con fastidio.

—Tommy, sal de la habitación ahora. Necesito descansar.

—No, no lo haré hasta que me digas que trabajar con él y te lo comerás completito.

Yo me acerco a él y lo tomo del brazo.

—Mierda, Tommy, sal. No voy a hacer lo que me pides. No voy a trabajar con él y mucho menos voy a pensar en él de esa manera. Olvídalo, así que sal.

Él se levanta molesto y golpea con su pie el piso como si estuviera haciendo un berrinche.

—Sabes que eres una egoísta. ¿Qué te cuesta contarme lo que te ha pasado con él? Pero no, parece que no soy tu mejor amigo. Está bien, pero algún día vendrás a mí y querrás mis consejos, y no te los daré.

Yo suelto una carcajada y él empieza a caminar fuera de la recámara. Cuando está en la puerta, yo me paro frente a él y sonrío.

—Dios me libre de andar pidiendo tus consejos. Sería la zorra de todos los lugares.

Él abre muy grandes los ojos y yo cierro la puerta y me recargo en ella, pues él empieza a gritar.

—Ya verás, Alexa, te lo voy a recordar. Me has dicho zorra. Bueno, si lo soy, pero nadie tiene por qué saberlo. ¡Mala agradecida!

Yo suelto una risita. Mi amigo está loco, pero lo amo. Me separo de la puerta y empiezo a caminar hacia mi cama. Cuando me acuesto, miro al techo. No, él está loco. Sí, tengo que reconocer que el hombre está más que bueno, pero es solamente un chico confundido y yo soy una mujer adulta, madre de dos hijos. M****a, ¿por qué me estoy dando explicaciones a mí misma? Es una m*****a locura. Mejor me duermo. Cuando cierro mis ojos, su rostro aparece, sus hermosos ojos azules, ese cuerpo tan tonificado, él como me veía, su hermosa sonrisa. Dios, tengo que tratar de pensar en otra cosa.

Estoy sentada en el sillón de su estudio y él no deja de verme. Mantiene un vaso de whisky en su mano. Cuando levanto mi rostro y nuestra mirada hace contacto, él me sonríe, pero yo solo vuelvo los ojos con fastidio y vuelvo a mi computadora. Estoy tan metida en ella que cuando me doy cuenta, está frente a mí sin camisa. Yo abro los ojos, sorprendida. M****a, ¿y este a qué horas se ha quitado la camisa? Él sonríe y yo paso el nudo de mi garganta. Cuando estoy a punto de hablar, él toma mi mano y la pasa por su abdomen plano y duro, muy duro. La recorre hasta llegar a su pelvis. Cuando planea bajar un poco más, yo la retiro y trato de levantarme. Tengo que salir de aquí, pero él de inmediato me aprisiona entre sus dos musculosos brazos, se acerca a mi rostro con esa estúpida sonrisa y lame un poco el lóbulo de mi oído.

—¿Qué pasa, Alex? ¿Tienes miedo de que este puberto te haga gritar como jamás nadie lo ha hecho?

Yo abro los ojos, sorprendida, y coloco mis manos en su pecho para tratar de separarlo, pero gran error, pues puedo sentir cada músculo tonificado de él. Trato de hablar, pero sale más como un susurro.

—Roxy, sabes que no está bien lo que estás haciendo. Por favor, déjame ir.

Él se separa un poco de mí y yo suspiro más tranquila, pero mi tranquilidad se borra cuando me pongo de pie y él, sin previo aviso, me toma del trasero y me levanta como si yo no pesara nada. Me guía hasta su escritorio y empieza a besar mi cuello. Yo trato de resistir, pero realmente no puedo, pues no voy a negar que el chico está como quiere. Él se mete entre mis piernas y sube mi falda. Puedo sentir lo frío de la madera en mi trasero, que hace que erice mi piel. Él mete su mano entre mis piernas hasta llegar a mis bragas y, sin más, las jala hasta romperlas. Yo suelto un grito, pues la tela me lastima un poco, pero él estampa sus labios en los míos y empieza a acariciar mi vagina. M****a, este chico tiene razón y sabe lo que hace, pues mientras ingresa dos dedos en mi vagina, estimula mi clítoris, que estoy segura hará que me venga en cualquier momento. Él se separa de mí y echo mi cabeza hacia atrás. Hace tanto tiempo que no me sentía de esta manera. Con su mano libre baja un poco las tiras de mi blusa y libera mis senos. Mete uno en su boca y, Dios, esto es la m*****a gloria. Chupa y muerde como si estuviera sediento, y a mí me encanta. Empieza a mover sus dedos de adentro hacia afuera, cada vez más rápido. Sus mamadas en mis senos también son cada vez más fuertes y yo estoy por llegar al maldito orgasmo cuando, de pronto, para. Yo abro mis ojos y lo miro al rostro, un poco molesta, pero veo cómo desabrocha su pantalón y lo baja un poco.

—Pensé que no querías esto. Parece que este puberto te encanta.

Yo estoy por acomodar mi blusa cuando siento que coloca su miembro en mi entrada. Me toma de la cintura y me penetra tan fuerte que pego un grito. De sus labios solo sale un:

—¡Ahaha! M****a, estás tan apretada. Definitivamente es mejor de lo que imaginé.

Sus embestidas cada vez son más rápidas y más deliciosas. Estoy a punto de llegar. ¡Dios!

De pronto, escucho que tocan a la puerta y de inmediato me siento en la cama. Mi mano está en mi vagina. M****a, en serio, me estaba masturbando dormida y, peor aún, soñando con el idiota de Roxy.

—Mamá, ¿estás bien? Se escucha que te estás quejando. ¿Te has golpeado?

Yo carraspeo y trato de sonar normal, pero mi pecho sube y baja tan rápido que no sé si lo consiga.

—Sí, sí, hijo, estoy bien. Solo un mal sueño. Lo siento, descansa.

Él se queda un momento en silencio y yo solo espero que me crea.

—Está bien, ma, descansa.

Me tiro en la cama de nuevo y suspiro. Todo esto es por culpa de él, estúpido de Tommy, pero ya me lo pagará.

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