Capitulo 5

Alexa

Cuando me levanté de la cama y caminé a la ducha, juro que aún me sentía dormida. M****a, ese estúpido sueño no me dejó volver a cerrar los ojos. Juro que sentía sus caricias, pero esto es culpa de Tommy por estar diciendo esa sarta de tonterías. Abro la ducha con agua muy helada y de inmediato me meto bajo el chorro de agua. Al sentir el agua helada en mi espalda, m****a, empiezo a temblar, pero estoy segura de que es la única manera de bajar mi m*****a calentura que hace años no sentía. Cuando por fin salgo de la regadera, voy hacia el vestidor y empiezo a buscar qué ponerme, que no enseñe tanto, si no Roxi me mirará como si fuera un delicioso bistec.

—¿Qué haces?

Yo salto en mi lugar. Dios, ¿por qué hace eso?

—Mierda, Tommy, no vuelvas a hacer eso. Además, ¿qué haces en mi recámara a esta hora?

Yo sigo en mi tarea y lo ignoro completamente, pues no estoy muy contenta con él.

—Pues digamos que alguien cumplió mis sueños húmedos y no pude dormir. Asi, que me levanté temprano. Deberías de ser menos ruidosa y ahora respóndeme, ¿qué haces?

Yo lo miro con ganas de matarlo. Si no fuera por sus tonterías, nada de esto estuviera pasando. Por fin me rindo y me siento en una pequeña silla que hay en el vestidor, tapo mi rostro algo frustrada. Él se acerca y quita mis manos de mi rostro.

—Hey, cariño, ¿qué pasa? ¿Por qué estás así? Vamos, que sabes que es una broma. ¿Por qué no me dices mejor qué sucede?

—Ay, es que, Dios, es frustrante. ¿Ves mi guardarropa? No tengo nada que ponerme que me cubra, como si fuera una monja. Con todas mis blusas se ven mis senos, y con mis malditas faldas se ven mis piernas. Dios, no sé qué mierdas ponerme.

Él me sonríe de lado y empieza a negar.

—Nena, ¿desde cuándo te importa cómo te ves o cómo te vistes? A ver, déjame buscarte algo súper lindo.

Yo me pongo de pie y empiezo a negar.

—No, Tommy, eso es lo que no quiero. Algo lindo. Necesito estar relajada en el trabajo y estoy segura de que, por más que yo renuncie a trabajar para Roxy, estaré cerca de él y me pone nerviosa. Me intimida. Sabes, yo jamás me había sentido intimidada al lado de un hombre.

Él me ve con la boca abierta y de pronto la tapa porque está a punto de gritar. Yo lo miro con los ojos entrecerrados y lo señalo.

—Ni se te ocurra hacer un escándalo, que los chicos aún están dormidos.

—Es que no lo puedo creer. En serio, ese hombre te mueve algo y no lo quieres reconocer. Dios, fantástico, mi amiga por fin quitará todas sus telarañas de aquellito. Ahaha, no lo puedo creer.

Yo golpeo su brazo molesta para que guarde silencio, pero él no lo hace.

—Cállate, deja de decir estupideces. Si estuvieras en mi lugar, sentirías lo mismo.

Él empieza a negar con una sonrisa coqueta.

—Por supuesto que no, nena. Si yo estuviera en tu lugar, ya me hubiera comido ese manjar y no estaría como tú, tratando de vestirme como una monja para que no me vea, que de igual manera no va a resultar. El chico ya te echó el ojo y estoy seguro de que no va a descansar hasta tenerte gritando en su cama como una loca. Dios, me encantaría ver eso.

Yo lo miro con una ceja alzada y él borra su sonrisa, empieza a negar y a caminar fuera del vestidor.

—No es verdad, no me gustaría ver eso, pero la verdad es que me alegraría mucho por ti que eso sucediera. Ahora vístete linda y sexy y déjate de tonterías, que tú eres hermosa. Y aunque te vistas como un monja, de igual manera te va a querer comer.

Yo veo que él sale del vestidor y yo busco un pantalón tiro alto, una blusa que me encanta, de cuello alto y un blazer. Sí, dirán que exagero, pero no es así. Me acerco a mi tocador y me maquillo un poco, recojo mi cabello en una cola alta. Cuando estoy lista, me miro una vez más en el espejo. Solo espero que Fernando me escuche y busque a alguien más para que trabaje con Roxy. Cuando bajo las escaleras, mis hijos ya están en la cocina desayunando. Yo me acerco a ellos y beso su frente. Voy hacia la cafetera y me sirvo una taza. Cuando estoy a punto de dar el primer trago, mi hijo me interrumpe.

—Ma, lo siento, no te lo quería decir aún, pero papá no nos quiso dar el dinero de la colegiatura y hay que pagarlo la otra semana.

Yo suspiro y dejo mi taza de café en la encimera de la cocina y me volteo con una sonrisa en mi rostro, aunque por dentro quiera matar a mi exmarido. Para mis hijos no tiene suficiente dinero, pero para su linda esposa sí lo tiene, maldito idiota.

—No te preocupes, hijo. El fin de semana te doy el dinero para que cubran las dos colegiaturas. Y sé que no les debería de pedir esto porque tu padre se comporta como un idiota, pero deberían ir a verlo.

Antes de que pueda decir algo más, veo cómo mis hijos fruncen el ceño y Tommy empieza a decir mil improperios de él.

—Te has vuelto loca. Ese maldito cavernícola ni siquiera quiere pagar la escuela de los chicos. ¿Por qué deberían de ir a verlo si es un mal nacido de m****a?

Yo volteo a ver a Tommy molesta.

—Tommy, no me gusta que hables de esa manera, pero él es su padre y deben de verlo.

—Valiente padre les diste. Deberías mejor darles un padrastro que te trate como una reina y a ellos les ayude con todo.

—Tommy, basta.

Volteo a ver a mis hijos y Luis es el que voltea y me ve con una sonrisa en sus labios.

—Está bien, mamá. El tío Tommy tiene razón. Mi padre, si así se le puede llamar, no merece que lo veamos. Y después de todo, tú aún eres muy joven y hermosa. Puedes encontrar un buen hombre que te ame y te cuide.

Yo solo suspiro y niego. M****a, ya no estoy para eso. Yo me despido sin hablar más del tema, pues no me interesa volver a encontrar a alguien que me haga la vida más complicada de lo que ya es. Manejo hasta la oficina pensando en cómo haré para conseguir el dinero. Gano muy bien, pero no como para cubrir las dos colegiaturas. Dios, solo ayúdame. Y como si mis ruegos se hubieran escuchado, veo a toda la prensa fuera de la oficina y eso solo significa una cosa: Roxy está aquí. Y así fue cuando entro a mi oficina. Está sentado en mi silla con unas gafas oscuras que puedo adivinar que tuvo muy mala noche. Cuando me ve, me sonríe, y es de esas estúpidas sonrisas que mojan bragas. Si no soy ciega, su coqueteo conmigo se puede ver a kilómetros. Yo solo me cruzo de brazos y lo miro con una ceja alzada.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Él se baja un poco sus lentes y me mira de arriba abajo y niega.

—Sabes, esa ropa que traes no me gusta. No me deja disfrutarte como deseo.

Yo niego y camino hacia él para que se ponga de pie y se marche de mi oficina, pero cuando llego hacia él, le da la vuelta a la silla y se acomoda en la silla, viéndome como si me quisiera arrancar la ropa. Yo extiendo mi mano y le señalo la puerta.

—Roxy, fuera de mi oficina, ahora.

Él no deja de sonreír y de inmediato toma mi mano y me jala hacia él para no caer en sus piernas. De inmediato me suelto y coloco mis manos en su pecho, pero su rostro y el mío quedan demasiado cerca, que puedo sentir su respiración en mi rostro, un aroma a menta mezclado con su colonia. Cuando estoy a punto de levantarme, él me toma por la cintura y se pone de pie, me acerca a su cuerpo, pero yo mantengo mis manos en su pecho para alejarlo un poco. Cuando estoy a punto de decir algo, la puerta de mi oficina se abre y yo de inmediato me alejo de él. Fernando viene peleando con alguien en el teléfono que no se dio cuenta.

—Sí, ya te lo dije. Alexa estará encantada de trabajar con él, pero sería fantástico que te reunieras con los dos. Sí, claro que Alexa está encantada con Roxy, no tienes de qué preocuparte.

Yo volteo a ver a Roxy, que su sonrisa se ha hecho aún más grande con lo que acaba de escuchar, pero cuando ve mi rostro, su sonrisa se borra y muerde su labio. M****a, este chico jamás va a dejar de hacer eso, así que lo ignoro y me recargo en mi escritorio con los brazos cruzados hasta que Fernando se despide y me ve como si le hubieran dado la mejor noticia del mundo.

—Bien, chicos. Roxy, hablé con tu madre y Alexa te ayudará en todo. No te preocupes por nada, ella resolverá cualquier problema que tengas, ¿cierto, Alexa?

Yo me encojo de hombros y lo miro con los ojos entrecerrados.

—No lo sé, dímelo tú. Me vas a pagar lo que acordamos. Si no, no pienso trabajar con Roxy.

Fernando me ve como si quisiera matarme, pero no me importa, así que se rinde y asiente.

—Está bien, Alexa, tú ganas. Te pagaré lo que quedamos, pero no quiero ningún error. Tienes que limpiar la carrera de este muchacho, cueste lo que cueste. ¿Escuchaste?

Yo solo asiento. Él se da la vuelta y sale de mi oficina. Me volteo hacia Roxy y se ve muy molesto, pero no entiendo por qué. Y la verdad es que no me interesa averiguarlo.

—Muy bien, ya que estaremos trabajando juntos, mañana te veré en tu casa. Por favor, trata de que no llegue ninguna amiguita a interrumpirnos.

Él aún está en silencio, pero me ve con una ceja alzada. Su mirada no ha cambiado.

—Así que te llegó el precio, ¿cierto?

Yo lo miro confundida, pues no sé a qué se refiere.

—¿De qué estás hablando?

—Sí, sabes a lo que me refiero. Te va a pagar todo el dinero que estás pidiendo solamente por trabajar conmigo, o me equivoco.

Yo suspiro y pellizco el puente de mi nariz. Me siento frente a él y entrelazo mis manos.

—Roxy, a mí me pagan por esto. Tú necesitas mis servicios y yo te los voy a dar. Simplemente, trabajar contigo es mucho más complicado que con cualquier persona, y no tendría por qué explicarte esto, pero tengo dos hijos en la universidad que mantener, así que deja el drama. Es solo trabajo.

Él da la vuelta al escritorio, llega hasta mí y acerca su rostro al mío.

—Perfecto, así que harás lo que yo te pida. Tal vez tus servicios, después de todo, sí me gusten.

Mi boca se abre como un pez fuera del agua, pero este idiota, ¿qué está tratando de decir? Cuando por fin mi cerebro conecta con mi boca, él sale de mi oficina dando un gran golpe a la puerta. Yo suspiro y miro al techo. Dios, solo ayúdame a mantenerlo lejos.

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