Mía
Antes de abrir los ojos, me estiro en la cama. Cuando voy a levantar uno de mis brazos un sonido metálico suena por encima de mi cabeza.
Todos los recuerdos de la noche anterior vienen de pronto a mi mente. Oh Dios mío, no puede ser. Marcus me encontró y me trajo de vuelta a Verona. Si mi padre se entera estoy muerta.
Miro las esposas que agarran mi muñeca. Muevo la otra mano frenéticamente entre mi pelo. En cuanto toco la horquilla vuelvo a respirar. Se como abrirlas y en cuanto lo haga, volveré a huir.
La habitación es grande. Está adornada en tonos grises de distinta intensidad. Elegante y frío igual que Marcus. Una puerta a mi derecha llama mi atención, algo me dice que es el baño y una urgente necesidad de usarlo nace en mi. ¿Dónde está Marcus?
- ¿Hola? Necesito ir al baño - Digo levantando un poco la voz.
Unos segundos después la puerta se abre. Uno de sus hombres asoma la cabeza.
- Señora Carusso, Marcus vendrá en un minuto - Cierra la puerta antes de que pueda gritarle un monton de cosas ofensivas.
Unos minutos después abre la puerta y camina hacia mi con paso decidido. Parece un Dios. Ahora entiendo como me enamoré tan pronto de él. Todo el aura que lo rodea, toda la oscuridad que desprende y el poder, me atraía como una polilla a la luz. Nunca fuí un problema para él. Estuve pérdida desde el mismo momento que Marcus decidió enamorarme.
- Ya has despertado - Afirma con las manos en los bolsillos.
- Marcus -susurro con voz cansada - Necesito ir al baño, necesito ducharme y la muñeca me duele, por favor...
Levanta las cejas insinuando que no le importa lo más mínimo. Lo que él no sabe es que escuché como amenazaba a sus hombres cuando salté del maletero. Así que esa pose de tio duro a mi no me engaña. He cambiado el prisma con el que lo miro, ahora ya no puede engañarme.
- Antes tengo algunas preguntas. Me metiste, me hiciste creer que te habías suicidado ¿por qué? - Su mirada fría me atraviesa y un escalofrío se me escapa.
Suelto una risa seca y llena de ironía.
- Eres muy gracioso, Marcus. Vamos a recopilar - Digo entre risas como si todo fuera realmente gracioso - Me engañaste para que me casara contigo cuando sabías que mi padre me había prometido a un amigo suyo Ruso, me soltaste en la puerta de mi casa para que me mataran - He ido levantando la voz poco a poco. Incluso me levanto de la cama para encararlo - y por algún extraño motivo has creído que puedes pedirme explicaciones.
Algo de lo que he dicho ha debido afectarle. Da un paso hacia atrás e inclina ligeramente la cabeza analizando mis palabras.
- Nadie iba a hacerte daño - Afirma.
Los recuerdos de la voz de mi padre encargando que me asesinaran me desinfla como un globo. La rabia, el coraje, todo desaparece tal y como vino.
- Pues lo hizo - Susurro mirando mis dedos - Ordenó que me mataran - Marcus no dice nada así que continúo - incluso me cortó en el brazo.
Se acerca violentamente y tira de mi brazo. Mira el corte en mi muñeca. Levanto la cabeza para exigirle que me suelte, pero lo que veo, me corta la respiración. Tiene los diente apretados con fuerza y el odio se refleja en sus ojos.
La herida es fea porque no tenía en ese momento tiempo para coserla y curarla bien, así que tengo una cicatriz de diez centímetros abultada y mal cicatrizada.
- Te ha marcado - Gruñe.
Ahora soy yo la que no entiende nada.
-¿Qué...? ¿Qué significa eso?
Sea lo que sea si ha provocado esa reacción en Marcus, no puede ser nada bueno.
- Te ha marcado como traidora. Todo el que vea esa cicatriz sabrá que eres una traidora.
En algún momento había pensado algo así, pero en el fondo quería creer que no era capaz de hacerme eso. Mi padre era cariñoso y atento. Siempre pendiente de mi y de lo que necesitaba, el dolor que siento por la traición de mi padre lo guardo en lo más profundo de mi corazón, porque siempre que lo dejo salir me duele el pecho y me cuesta respirar.
- Mayor motivo para que me sueltes, tienes que dejar que me vaya - coloco mis dedos sobre su antebrazo para darle más efusividad a mis palabras - Mi padre cree que estoy muerta, por favor.
Niega imperceptiblemente.
- Eres mi mujer y no te vas a ir.
Saca una llave de su bolsillo y me quita las esposas de la muñeca.
Lo empujo con desprecio y camino con toda la decencia que puedo hacia el cuarto de baño. Después de una larga ducha, me envuelvo en la toalla. Dudo antes de abrir la puerta. No tengo ropa limpia y ponerme el modelito sexy del bar no es una opción.
Encima de la cama hay una bolsas. Las voy abriendo una a una para descubrir una camiseta básica negra, unos vaqueros y una sudadera. Abro la bolsa más pequeña, dentro hay ropa interior de encaje blanca. Las mejillas se me tiñen de rojo intenso al momento.
Entro al baño de nuevo para vestirme y secarme el pelo. Cuando salgo, Marcus está esperándome con las esposas en la mano.
- Tengo que resolver unos asuntos. Espero que no des problemas mientras tanto.
Voy a darte tantos problemas como pueda. ¿Qué se ha creído? ¿Cree que voy a hacer lo que quiera? ¿Sigue pensando que soy la tonta dócil y obediente que conoció? Pues está muy equivocado.
- Muy bien - Me siento en la cama y extiendo el brazo.
Después de colocarme los grilletes, se pone en pie para irse. Antes de cerrar la puerta se vuelve para mirarme. Lo ignoro deliberadamente. Tengo la sensación de que si me mira a los ojos adivinará lo que estoy pensando hacer.
- No tardaré - Afirma justo antes de salir y dejarme sola.
Levanto mi mano libre y busco en mi cabello la horquilla. Me la quito con cuidado y con paciencia, la meto en la pequeña cerradura de las esposas.
No pude aprender a defenderme mucho en las clases porque he ido poco tiempo, pero abrir puertas y liberarme en distintas situaciones fue lo primero que le pedí a mi profesor. Después de lanzarme una mirada inquisitiva, accedió a enseñarme todo lo rápido que pudo.
No mucho después deslizo mi muñeca por los grilletes que se quedan colgando del cabecero de la cama. Me acerco a la puerta y pego la oreja. No escucho a nadie.
Puede que la soberbia de Marcus sea su perdición porque mi intención es largarme lo más lejos posible de mi padre y de sus malas intenciones.
Abro la puerta despacio. No hay nadie vigilando. Me asomo a las escaleras y tampoco veo a nadie. Al bajarlas llego a un salón enorme adornado en los mismos tonos fríos que la habitación de Marcus. Camino decidida hasta la puerta que me dará la libertad. Tiene una mirilla que uso antes de arriesgarme a salir. Todo está vacío y en silencio y eso me da escalofríos.
Salgo del dúplex de Marcus sintiéndome victoriosa por segunda vez. Cuando dejo el edificio detrás de mi no puedo evitar sonreír aunque la situación es muy difícil. Los hombres de mi vida siempre se han creído que yo era un pajarito desvalido y que podían hacer conmigo lo que querían. PUES NO.
Camino a lo largo de la calle para salir de la vía principal lo antes posible y llegar a la estación de autobuses.
Con un poco de suerte, esta vez desapareceré para siempre.
MíaAntes de ir a la estación de autobuses, cambio de dirección. Quiero ver a mi familia por última vez. Se que es arriesgado y que podrían pillarme, pero mi padre ha sido mi única familia junto con mi hermano desde que mi madre murió.Tal vez lo que quiero es comprobar si está arrepentido de la decisión que tomó, o puede que solo lo corrobore y me sirva para desaparecer para siempre.Tardo unas pocas horas en llegar. Intento ocultarme caminando por pequeñas calles para evitar las cámaras de seguridad de los bancos o de algunas tiendas. No se hasta donde llega el poder de mi padre y Marcus, pero voy a tener todo el cuidado que pueda.Cuando comienza a anochecer llego a la urbanización donde me he criado. Me he escondido entre los arbustos mirando fijamente la entrada de mi casa, Grande y señorial. Siento los tentáculos de las tristeza aprentándome el corazón. Era tan ignorante...
MíaNo estoy segura de cuánto tiempo ha pasado, creo que unas cuantas horas. La puerta se abre golpeando la pared, me sobresalta la violencia con la que aparece Marcus. La luz entra tras él dándole el aspecto de un Dios.Inconscientemente me arrastro para retroceder y alejarme todo lo posible de él. Si Beni seguía sus órdenes y solo era un aviso, seguro que lo que tiene preparado el propio Marcus es terrible.Da dos grandes zancadas y se agacha a mi lado. No quiere tocarme aunque sus manos flotan unos centímetros por encima de mi cuerpo.- Por favor, no me hagas daño - Suplico encogiéndome sobre mi misma.Marcus suelta el aire de los pulmones haciendo demasiado ruido. No se si está intentando controlarse o sigue igual de enfadado que cuando lo vi en casa de mi padre.- No voy a hacerte nada - Pasa su brazo por debajo de mi espalda y el otro bajo mis pierna.<
MarcusEl cuerpo de Mía cae inconsciente. La sostengo antes de que se golpee contra el suelo. No se lo que le ha hecho Beni, pero no quiero arriesgarme a que le haya producido algún tipo de daño interno. Por fuera soy una máscara impasible y muy cabreada, pero por dentro estoy de los putos nervios.- Vamos al hospital, Dante.La llevo en mis brazos una vez más. El inútil de mi hombre se creía que tenía licencia para tocarla, ese error le ha costado la vida y me la suda lo que piensen los demás, el que se atreva a tocarla está muerto, sea uno de mis hombres o su hermano.El único motivo por el que ese hijo de puta está vivo es porque el trato que me ha ofrecido Mía es demasiado jugoso. Tenerla a mi lado obediente y sumisa es lo que quiero desde que la dejé en casa de su padre antes de que desapareciera.Dante conduce más rápido de lo normal. Entiendo que le afecte, su her
MíaEn el fondo sé que tiene razón. Paul no se merece nada, no le debo absolutamente nada, pero no podía dejarlo morir.Camino despacio, paso a paso. Aunque no quiera admitirlo, cada movimiento me duele.La cara sin vida de Beni aparece de pronto en mi mente. Tampoco quería que el muriese. No entiendo este mundo, es demasiado cruel. Vivir en la fina línea de la vida y la muerte no es vivir. ¿Quién en su sano juicio elegiría este camino?Subo las escalera agarrandome fuertemente a la barandilla. Pequeñas gotas de sudor adornan mi frente. Decido descansar a mitad de camino. La doctora ha dicho que no tengo nada roto, pero madre mía como duele.Marcus sale de la habitación con un pantalón de pijama negro, el pecho descubierto lleno de tatuajes capta mi atención al momento. Se que es ridículo pero lo primero en lo que pienso es en el "six Pack" que marca sus abdominale
MíaTodo el peso de anoche cae sobre mi, antes incluso de que abra los ojos. Miro despacio a mi lado, procurando no hacer ningún ruido. Marcus duerme con la sábana sobre su cintura.No puedo creerme que me acostara con él. Te traiciona, te secuestra y tu te lo tiras. Que lista eres Mía. No tengo ni una pizca de amor propio.Cierro fuerte los ojos para borrar esos pensamientos, lamentarse no sirve de nada.Me levanto despacio, busco los bóxer y la camiseta de Marcus y me lo pongo. Voy al baño para adecentarme un poco. El pelo parece un nido para pájaros. Lo peino lo mejor que puedo, pero sigue siendo un desastre, así que me hago una coleta.Me pellizco la mejilla mirando mi reflejo en el espejo " No la cagues más Mía" Digo para auto convencerme.Al salir, Marcus ya se ha levantado. Abre el armario para buscar la ropa que se va a poner. De pronto me siento
MíaVeo como pasa los dedos por encima de su incipiente barba, pensando que decir para que ceda y me convierta en mujer florero. Ya lo intentó mi padre en su momento y estudié enfermería.- Tu familia quiere matarte, no puedes andar por ahí como si nada.Lo suelta y se queda tan tranquilo. No entiende que sus palabras duelen, que rasgan mi corazón.- Tu tienes el poder de protegerme... Si quiere claro - Insinúo con malicia - además, has dicho que querías que hiciéramos un trato.Me mira fijamente sin vacilar. Asiente ligeramente con la cabeza. Espero que sea dándome la razon. Cuando se pone en modo misterioso, como si fuera el mismísimo Lucifer me dan ganas de salir corriendo. Pero no lo voy a hacer, porque eso es lo que le da la fuerza a la gente como Marcus o mi padre.- Cierto, puedo protegerte... Si quiero hacerlo - Termina con una media sonrisa - Está
MíaTodo es mentira desde el principio. Me creí la segunda parte de la historia, en la que de pronto descubre que me ama y somo felices y comemos perdices...- Mentira - Susurro sin aliento.Cierro los ojos. Necesito asimilar todo lo que he oído. Coloco las manos sobre mi pecho en un vano intento de que mi corazón deje de golpear como si quisiera salirse.Camino de vuelta al baño. Necesito esconderme y recomponerme. ¿Qué hago ahora? ¿Cómo he podido ser tan ridícula? Me avergüenzo de mi misma. Me educaron para que me diera a valer, para que no me rebajara y ahora mismo siento la bota de Marcus pisándome el cuello, impidiéndome respirar, riéndose de mi y de toda mi familia.La puerta se abre y veo a Marcus.- Es el baño de mujeres.Reúno las fuerzas suficientes para colocar las manos sobre su pecho y empujarlo para hacer que salga y me vuelv
MarcusDejo que tenga la última palabra porque está muy alterada, y porque el médico nos dijo que lo mejor era reposo y tranquilidad, pero que no se crea que esto de acaba aquí.Salgo de la habitación escuchando sus sollozos. Ahora mismo me sería imposible dormir. No se porque todo se tiene que complicar tanto.Bajo las escaleras para trabajar un poco en mi despacho ¿cómo cojones voy a dormir con Mía llorando en la habitación de al lado? Ni siquiera se porque le dije eso a su padre, quería cabrearle y hacerle daño. Esto va así, nos pasamos la vida viendo a ver quién mea más lejos.No puedo culpar a Mía, me casé con ella y al día siguiente la abandoné ¿cómo va a confiar en mi?Me sirvo un whisky. Dejo que el hielo lo envuelva. Lo muevo haciendo círculos para escuchar el tintineo que hace al chocar contra el cristal. Tengo que hacer que confíe en mi, pero ¿cómo? Se que es casi im