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No puedo volver a perderla

Marcus

Hoy tengo que viajar más de mil kilómetros. No recordaba que tenía una reunión con dos hermanos que se dedican a abrir prostíbulos. No tengo problema con ello, todo lo que sea implementar seguridad para que las chicas no trabajen en la calle y corran peligro me parece bien.

Antes de aceptar este trato tengo que estar totalmente seguro de que estos hermanos no son los típicos hijos de puta que se dedican a secuestrar o a obligar a las mujeres a que trabajen para ellos. No sería la primer vez que intentan engañarme haciéndome creer que todo es consentido, pero una vez que descubro el engaño, es la última vez para ellos.

Por la noche llegamos a un bar cutre que quiere hacerse pasar por glamuroso, pero la realidad es que es una m****a. Luces a media intensidad, paredes pintadas en tonos negros y dorados, las camareras son mujeres medio denudas que se pasean delante de nosotros moviendo el culo exageradamente.

-Marcus - saluda Fento, el hermano mayor sentándose enfrente de Dante y mía - Me alegra que hayas venido.

Aprieto los labios. Solo oir su voz me cabrea.

- Vamos al grano ¿dónde está tu hermano?

- En la barra. Pidiendo unas bebidas - explica - Cómo dije en el correo todo es consentido, tienes nuestra palabra.

Chasqueo la lengua. No hay forma de saber si mienten o no, pero cuando alguien me dice " Tienes mi palabra" al instante dudo.

Me tiro sobre mi hombro para buscar al hermano de Fento. No se porque cojones no ha vuelto todavía si ha visto que la reunión ya ha empezado.

Lo que veo me deja congelado. La sensación de tirarte al vacío desde lo alto de un ancantilado, cuando notas la presión en el estómago, ese vuelco, lo siento cuando lo veo en la barra, agarrando del brazo a una chica que si no es Mía, es su doble.

Me levanto con una furia imparable, tiro la silla por la fuerza. Sin duda es ella y este tío está muerto desde el mismo momento que sus dedos la han tocado.

Camino dando grandes zancadas. Cuando llego a él escucho parte de la conversación y me quedan varias cosas claras.

- No señor, no tengo ningún problema de oídos, pero yo solo sirvo copas, soy camarera - Dice con un leve temblor en esa voz que creía que jamás volvería a escuchar.

- Tu serás lo que yo quiera.

Le agarro por la cabeza y se la estampo contra la barra. Quiero hacerle daño, quiero matarlo lenta y dolorosamente, así que lo separo de la barra y vuelvo a estrellarlo contra ella sin apartar los ojos de Mía.

Tarda unos segundos en reaccionar. Su mirado sube desde mis manos hasta mis hombros, para terminar en mi cara. Después de tantos días vuelvo a ver sus enormes ojos verdes. Se le corta la respiración y antes de que pueda reaccionar y pedirle explicaciones, Salta por encima de la barra y corre hacia un puerta.

Esta no va a escapar. Creía que había muerto y yo morí con ella, pero ahora todo ha cambiado, tengo una segunda oportunidad y no pienso desperdiciarla.

Dante llega a mi lado viendo lo mismo que yo.

- Sal y cortale el paso.

Salto la barra y sigo el mismo camino que Mía hace un momento.

Abro de un empujón la puerta que da a un callejón sin luces, pero la veo a medio camino entre la calle principal y yo. Corro como si se me fuese la vida en ello. Después de sentir su pérdida de forma brutal como jamás antes, creo que es literal que si ella desaparece, voy a entrar de nuevo en el letargo de sentimientos.

Dante aparece al final y corre hacia ella. Por fin veo un poco de luz. Ella es mía y nunca va a volver a separarse de mi. Cuando Dante estira la mano para sujetarla, ella agarra su brazo, hace un quiebro y con la fuera de su cadera tira de él hasta que lo tira al suelo ¿pero que cojones acaba de ocurrir?

Ella es bajita y delgada y acaba de tumbar a un tío que mide más de un metro ochenta. Corro con todas mis fuerzas. No puede escapar. JODER.

Llego hasta ella. La encierro entre mis brazos y la levanto. Sabiendo que ha aprendido a defenderse no quiero que use al jueguito y me tumbe a mi también.

- ¡Suéltame! - grita dando patadas en todas direcciones - ¡MARCUS! ¡SUÉLTAME!

Un coche dirigido por uno de mis hombres corta nuestro paso. Sin pensarlo demasiado abrimos el maletero y los cerramos con ella dentro.

Me cago en la puta. Me falta el aire y estoy sudando como cuando hago hora y media de deporte, pero por primera vez en más de un mes, respiro sin el peso que oprimia mi pecho.

- Volvemos a Verona - Informo al conductor.

Dante se ha subido en el coche que va detrás nuestra. Lo conduce con cara de pocos amigos. Ni los mejores hombres han logrado nunca tumbarlo, llega Mía y en un momento ha podido con él. Niego con la cabeza con una sonrisa condescendiente.

Media hora después un ruido sordo llama mi atención. Hemos estado muy tranquilos, creía que Mía iria todo el camino gritando y llorando, pero no, ha estado silenciosa. Cuando veo por el retrovisor como se abre el maletero y su cuerpo cae en medio de la carretera lo entiendo todo de pronto. Ha estado en silencio porque estaba trabajando en escapar ¿dónde está mi Ángel? Mi inocente y dulce Mía...

- Frena, joder - Amenazo al conductor.

Para en seco al igual que el coche que va detrás de nosotros.

Uno de mis hombres llega primero a ella. La levanta del suelo y la estrella con fuerza sobre la fría calzada. Tardo un segundo en llegar, pero ya es tarde.

Le doy una patada en el costado y sale volando un par de metros.

- No vuelvas a tocarla en tu puta vida - Siseo acercandome - Da igual lo que haga o diga -  giro sobre mis pies para que los demás me vean y me oigan - ¡hay una bala esperando al próximo que se atreva a tocarla!

Dicho esto, camino hasta Mía que sigue luchando por ponerse de pie, pero se ve claramente que esta mareada y no logra levantarse.

- ¿Cómo estas? - Coloco mis manos sobre sus mejillas.

Ella levanta la cabeza hasta encarar mis ojos. No los aparta. No me teme como todos los que me conocen.

- Me duele la cabeza - susurra pasando los dedos por encima del cabello - Marcus, deja que me vaya, por favor.

- No puedo hacer eso y lo sabes.

Y aunque pudiera no lo haría, pero eso no hace falta que ella lo sepa.

-¿Dónde me llevas?

- A casa - Sus ojos se abren comprendiendo a lo que me refiero - a Verona.

Me empuja con sus pequeñas manos, sin fuerza y con movimientos erráticos.

- No, no, no puedo volver. Si vuelvo estoy muerta, por favor.

Su voz va perdiendo fuerza poco a poco junto con los empujones que me da. De pronto su cuerpo se desploma, pero antes de que toque el suelo consigo sujetarla entre mis brazos.

No tengo corazón para volver a meterla en el maletero. Me siento en la parte trasera del coche con Mía en mi regazo. Ese pánico que se ha reflejado en sus ojos solo puede ser por su padre o por mi. Si yo le hubiera querido hacer daño, lo habría hecho en el bar donde la vi. Si la intención de hacerle daño a Mía es del padre, entonces estamos a las puertas de una guerra, porque eso no lo voy a permitir.

Después de nuestro vuelo privado en el que conseguimos de última hora que un médico volará con nosotros para controlar el estado de Mía, llegamos por fin a mi casa.

- Dante, encargate de todo - informo - llama a Fento y dile que no haremos negocios con ellos.

- Muy bien, señor.

Abro la puerta de mi cuarto y camino despacio, escuchando la rítmica respiración de Mía. La dejo con cuidado sobre la cama.

Haberme dado cuenta de mis sentimientos no me ha convertido en un gilipollas, así que saco las esposas y cierro un extremo alrededor de la muñeca de Mía y el otro extremo en el cabecero.

No puedo permitir que escape. Tenemos una conversación pendiente y ella tiene que darme muchas explicaciones. Es la primera persona que logra engañarme y escapar de mi radar. Si el tema se difunde puede que los demás me vean débil. Ahora va a conocer al Marcus profesional, al mafioso.

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