NarradorCharlotte abrió la puerta de su mansión y se encontró con su madre, Dora, quien la esperaba en la sala con una mirada enojada. —¡Charlotte! Hija, sé que ya eres adulta, pero debiste avisarme que no dormirías en casa. Me preocupé mucho por ti. Además, llamé a tu teléfono y estaba apagado. ¡Me asustaste! —Mamá, tienes razón. Perdóname, salí a tomar unas copas con Dorian y perdí la noción del tiempo. Mi teléfono se quedó sin batería. Iba a regresar directo a casa, pero él insistió en que me quedara con él —respondió Charlotte con un tono apagado. —¿Estás bien, hija? —Dora se levantó y se acercó lentamente a su hija. A pesar de la independencia de Charlotte, su madre podía notar cuando algo no andaba bien. —Sí —dijo Charlotte, con la voz entrecortada. —¿Qué te pasó, Charlotte? ¡Dímelo! Charlotte frunció el ceño y, de repente, estalló en llanto. Dora no tuvo más opción que abrazarla con fuerza, mientras su hija lloraba desconsoladamente, como si fuera una niña pequeña. Se se
FederickLa imagen de Charlotte con Jordan entrelazados me afectó profundamente. No puedo negar la sensación amarga que me produjo; desearía ser yo el que estuviera en su lugar. Sin embargo, aquí estoy, enfrentando las peores consecuencias de mis decisiones erróneas.En ese momento, mi teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo. Era un mensaje de Helen. ¡Qué oportuno! “Muero de hambre. ¿Salimos a almorzar?” Ese mensaje fue un respiro ante el karma que me acechaba. Tecleé rápidamente: “Sí, ¿dónde te recojo?” Ella respondió: “Yo te recojo frente a tu oficina en unos veinte minutos. No me gusta que vengas a recogerme en Uber.”Sentí un poco de vergüenza por lo que había dicho, pero conocía las verdaderas intenciones de Helen. No era su objetivo hacerme sentir mal, sino que su comentario era una forma juguetona de lidiar con mis desgracias.La esperé en la entrada del edificio de Industrias Feldman y aproveché para observarlo detenidamente, algo que nunca había hecho antes. Era un lugar imp
Federick—Federick, estás muy callado. ¿Qué te sucede? —preguntó Helen.Bajé la mirada, incapaz de articular palabra, al menos no sobre lo que realmente me atormentaba. Helen tomó mi mano y la acarició con ternura.—Si no te sientes cómodo contándome lo que te pasa, está bien. No te voy a presionar, pero no hace falta ser adivino ni científico para saber que lo que te tiene así tiene nombre propio y es rubiaSuspiré, tragando entero para reunir valor y responder.—Sí, has aprendido a conocerme, Helen. La verdad es que me estoy muriendo por Charlotte, pero soy consciente de que en la posición en la que estoy, ni siquiera podría luchar por ella. Esa mujer está rodeada de pretendientes, y son bastante buenos, para ser honesto.Helen soltó mi mano y se giró para mirarme.—¿Te crees menos que los demás? ¿Acaso crees que una mujer solo podría fijarse en ti por lo que tienes y no por lo que eres? —afirmó, irónica.—Para una mujer como Charlotte, sí. Mírame, ¿quién soy yo ahora? Ni siquiera t
CharlotteNo supe cuánto tiempo estuve llorando, pero después de desahogar toda mi frustración, levanté la cabeza y miré mi reflejo en el espejo. Me di cuenta de que mi maquillaje estaba corrido por todo el rostro, y las bolsas debajo de mis ojos se marcaban con grandes manchas oscuras. Arreglé mi cabello y tomé un paño húmedo para intentar restaurar mi imagen. Mi nariz estaba roja y mis pupilas dilatadas; la sensación que estaba experimentando en ese momento me resultaba familiar. Era la misma que había sentido cinco años atrás, cuando dejé la mansión de los Maclovin por primera vez, el día de aquella acalorada discusión con Magdalena.5 años atrásFederick salió hacia la oficina sin despedirse de mí. Las noches anteriores, la comunicación entre nosotros se había vuelto casi inexistente. Teníamos tanto que decirnos como pareja, pero ninguno de los dos se sentía preparado para abrirse. Esa mañana, la mansión estaba más desordenada de lo habitual. La sequía había llenado el aire de pol
FederickCuando llegué a mi departamento, vi que Helen ya había dejado todo listo para mi viaje. Solo faltaba que recogiera las pocas cosas que quedaban. Al cruzar el umbral, ahí estaba Magdalena, tomando una copa de vino frente a la ventana. Apenas sintió mi presencia, se giró y me miró con desdén.—¡Hijo mío! Cariño, ¿qué haces en casa tan temprano?—Mamá, vengo a recoger mis cosas porque he cambiado de trabajo. Justamente quería hablar con ustedes.—Entonces, ¿esa mujer pudo contigo? No lograste recuperarla, y ella hizo lo que quiso contigo, ¡como siempre! —dijo mientras le daba un sorbo a su copa.—Mamá, Charlotte ya no me ama. No siente nada por mí, y no la voy a obligar. No tiene sentido quedarme en esa compañía, solo para destruirme la cabeza y soportar sus humillaciones.De repente, con furia, mi madre arrojó la copa al suelo. Se rompió al instante, y los pedazos de cristal volaron por todas partes mientras el vino manchaba todo a su paso.—¡Eres igual de idiota que tu padre!
NarradorMientras Charlotte, inconsciente de la situación, continuaba su camino tratando de aliviar su propio sufrimiento.—Aprecio que hayas aceptado la invitación —dijo Jordan, tomando su mano para ayudarla a entrar en su coche. —Gracias a ti. La verdad es que no leí tus mensajes a tiempo y por eso no pude confirmarte. Se me pasó por completo la convención de agricultores; ya sabes, mi familia tiene un buen terreno en esa área, así que es imposible no asistir. —Sé que apenas estamos conociéndonos, pero me encantaría, después de la convención, cuando te sientas lista, salir a comer algo, platicar o tal vez tomar una copa. Me muero por conocerte mejor. —Gracias, Jordan. Estoy segura de que ese momento llegará. —Charlotte se subió al auto de Jordan y se fueron. Sin embargo, no solo Federick se daba cuenta de que ella estaba en compañía; un oscuro personaje se ocultaba tras los grandes arbustos del jardín, encendió un cigarrillo y observó cómo el coche se alejaba. Él era quien debía
CharlotteA pesar de que estaba sumida en un mar de sentimientos, cada día que pasaba sin saber nada de Federick me hacía sentir más inquieta. Sin embargo, con Jordan, empezaba a vislumbrar una nueva oportunidad. —Preciosa, muero de ganas por verte, Charlotte, me estás volviendo loco —me dijo Jordan durante una llamada. —Bueno, Jordan, como te he mencionado, debemos ir despacio. Hasta ahora llevamos un mes conociéndonos, y… —enredé mis dedos en el cable del teléfono— solo espero que las cosas vayan bien entre nosotros. Esa última parte se la dije con sinceridad, anhelando el día en que pudiera dejar de sentir algo por Federick. —¡Claro que sí! Tengo muy claro lo que me has dicho, pero eso no significa que no me vuelvas loco. Espérame en la salida de la compañía; a las cinco de la tarde estaré allí. —Está bien, ¡nos vemos más tarde! Colgó la llamada y suspiré. Aunque no sentía nada específico por él, al menos Jordan lograba alegrar mis días. La tarde pasó rápidamente, y ya faltaba
Charlotte—¡Levántate! Nos vamos —me dijo Dorian, agarrándome del brazo. —¿¿Para dónde nos vamos, Dorian?? —me levanté del suelo llorando. —Vamos a tu mansión. Ahora viviremos allí, todos juntos con tu madre. Y mucho cuidado con mentir o hacer algo que la haga sospechar de mí, porque te juro que con las dos acabo. ¿Me entendiste? —¡Eres un maldito miserable! —me lancé sobre Dorian y comencé a golpearlo, pero él, en medio de su burla, solo me agarraba los brazos con fuerza, haciéndome daño. —Así luches, ya no tienes nada que hacer, preciosa. ¡Eres mía! —me dejé caer, sintiéndome impotente y culpable en medio de mi llanto. Finalmente, sin más sentimiento que la resignación, me levanté y caminé a su lado. Él nunca dejó de amenazarme, y lo peor era que parecía haber planeado todo esto durante mucho tiempo; cada uno de sus movimientos estaba fríamente calculado. Cuando llegamos a la mansión Feldman, aunque tenía los ojos hinchados y no lucía bien, mi madre, al verme, pensó que estaba