CharlotteA pesar de que estaba sumida en un mar de sentimientos, cada día que pasaba sin saber nada de Federick me hacía sentir más inquieta. Sin embargo, con Jordan, empezaba a vislumbrar una nueva oportunidad. —Preciosa, muero de ganas por verte, Charlotte, me estás volviendo loco —me dijo Jordan durante una llamada. —Bueno, Jordan, como te he mencionado, debemos ir despacio. Hasta ahora llevamos un mes conociéndonos, y… —enredé mis dedos en el cable del teléfono— solo espero que las cosas vayan bien entre nosotros. Esa última parte se la dije con sinceridad, anhelando el día en que pudiera dejar de sentir algo por Federick. —¡Claro que sí! Tengo muy claro lo que me has dicho, pero eso no significa que no me vuelvas loco. Espérame en la salida de la compañía; a las cinco de la tarde estaré allí. —Está bien, ¡nos vemos más tarde! Colgó la llamada y suspiré. Aunque no sentía nada específico por él, al menos Jordan lograba alegrar mis días. La tarde pasó rápidamente, y ya faltaba
Charlotte—¡Levántate! Nos vamos —me dijo Dorian, agarrándome del brazo. —¿¿Para dónde nos vamos, Dorian?? —me levanté del suelo llorando. —Vamos a tu mansión. Ahora viviremos allí, todos juntos con tu madre. Y mucho cuidado con mentir o hacer algo que la haga sospechar de mí, porque te juro que con las dos acabo. ¿Me entendiste? —¡Eres un maldito miserable! —me lancé sobre Dorian y comencé a golpearlo, pero él, en medio de su burla, solo me agarraba los brazos con fuerza, haciéndome daño. —Así luches, ya no tienes nada que hacer, preciosa. ¡Eres mía! —me dejé caer, sintiéndome impotente y culpable en medio de mi llanto. Finalmente, sin más sentimiento que la resignación, me levanté y caminé a su lado. Él nunca dejó de amenazarme, y lo peor era que parecía haber planeado todo esto durante mucho tiempo; cada uno de sus movimientos estaba fríamente calculado. Cuando llegamos a la mansión Feldman, aunque tenía los ojos hinchados y no lucía bien, mi madre, al verme, pensó que estaba
NarradorMientras tanto, al otro lado de California, Federick no tenía idea de lo que estaba ocurriendo, hasta que recibió una llamada inesperada de su hermana.—¡Diane! ¡Qué alegría escucharte! ¿Cómo estás? —Yo bien, pero las cosas por aquí están un poco complicadas. ¿Ya te enteraste de lo que pasó en estos últimos días? Federick sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, imaginando lo peor. —No, ¿qué sucedió? ¿La familia está bien? —Nuestra familia, sí, por suerte están bien. Pero Jordan... Jordan está muerto, Federick. Estaba cerca de la empresa de Charlotte cuando un hombre lo atacó a quemarropa. Lo mató en el acto.Federick se quedó paralizado, entendiendo al instante que la muerte de Jordan no era una simple coincidencia. Charlotte tenía que estar involucrada de alguna forma.—¿Cuándo pasó? No he sabido nada por parte de Helen. —Fue muy reciente, pero por favor, no pienses en venir. Tengo un mal presentimiento, hermanito, podrías ser el próximo.—¿Qué estás diciendo, Diane? ¿
CharlotteSentí que el mundo se me venía encima cuando vi a Frederick irse de la mano con Helen. Tragando saliva, respiré profundo.—Quiero que regresemos a casa, Dorian. Necesito saber cómo está mi madre.Dorian se giró hacia mí. Era mucho más alto y apenas podía verle la cara por encima de su hombro.—Si Dora se porta bien, mis chicos la tratarán muy bien.—Mi padre debe estar por llegar, Dorian. No quiero que le pase nada por tus malditos caprichos.—Es tu obligación decirle que no venga. Toma mi teléfono y llámalo, dile que no venga a la mansión, que ustedes no están.—¡No voy a hacer eso, cabrón! —le respondí desafiante.Dorian se acercó y me apretó el brazo con fuerza, logrando que sintiera dolor.—Mira, Charlotte, no quiero que me sigas tratando como se te dé la gana. A partir de ahora, para ti soy tu amor. Si no me tratas así, tu vida se volverá una tortura. El simple hecho de respirar será costoso. ¿Me escuchaste?—Es que no quiero, maldita sea, ¡No quiero! —comencé a llorar.
FederickEl rayo de sol se coló con fuerza a través de la ventana de la habitación de huéspedes de Helen, y la resaca me azotaba con tal intensidad que mi cabeza parecía a punto de estallar. Todo daba vueltas. Entreabrí los ojos y me estiré, tratando de juntar los fragmentos de la noche anterior. Apenas lograba una imagen confusa de Charlotte debajo de mí. No tenía claro dónde me encontraba, pero cuando estiré el brazo y sentí el cuerpo de una mujer junto a mí, una breve sensación de satisfacción me atravesó, como si estuviera en la cima de una caída inevitable.—¡Buenos días, Charlotte! —me giré para mirarla, sin comprender por qué mi subconsciente había decidido traicionarme de esa manera.Helen ya estaba despierta, observándome en silencio. Al oírme llamarla de esa forma, se levantó de la cama de un salto y me lanzó una mirada penetrante.—¿Charlotte? ¿De verdad piensas que me parezco a Charlotte? —reclamó, con las manos en la cintura y no oculto absolutamente nada,Apreté los ojos
CharlotteEn la mansión, solo sentía un aura de desolación. Estaba tan triste con todo lo que estaba sucediendo que comenzaba a resignarme al sufrimiento. Recostada en mi cama, miraba al vacío mientras las lágrimas escurrían por mis mejillas. A mi madre la tenían en otra habitación vigilada; ambas éramos víctimas de un secuestro en nuestra propia casa.—Quiero que dejes de llorar, Charlotte. Odio verte todo el día así; quiero que estés feliz a mi lado —Dorian se sentó a mi lado en la cama y comenzó a acariciar mi mejilla.—Si realmente quieres verme feliz, lo mejor que puedes hacer ahora es largarte de mi casa, devolverme el poder de mi compañía y dejarme en paz. Te juro que en un instante sería la mujer más feliz.—¡Ay, Charlotte! Por supuesto que no. Eres mi mujer a partir de este momento. Solo me gustaría que mostraras un poco más de felicidad, aunque sea fingida. Estar todo el día haciendo malos gestos es agotador.Me enderecé en la cama y sequé mis lágrimas.—¿Qué quieres? ¿Que
Charlotte Busqué entre todas las cosas en mi habitación las copias de las llaves de la puerta, algo que me ayudara a salir de la mansión. La única opción que tenía disponible era la ventana, pero sabía que la caída sería fría y seca; podía morir en el intento. Si no me mataba el golpe, tal vez lo harían algunos de los guardaespaldas de Dorian, ya que, a donde quiera que me asomara, había uno de ellos acechando.Sin embargo, ninguna de esas posibilidades me disuadió de la idea de hacerlo. Sentía mi corazón agitado por los nervios mientras abría la ventana de par en par, colocaba una silla y me asomaba. Mis manos apenas sudaban, así que tuve que frotarlas con mi ropa para secarlas.Miré a mi alrededor, observando hacia abajo para ver dónde podía apoyarme para no caer. Saqué una pierna, elevé todas mis oraciones, porque necesitaba escapar.De repente, la puerta de la habitación se abrió de un golpe y Dorian entró, mirándome con enojo.—¡Hija de la gran pu**! ¿Ibas a saltar? ¿Estás loca
FederickMientras tanto, en occidente, me quedé de una sola pieza, acostumbrado a leer el periódico de la mañana. En la página principal, los anuncios de farándula me hicieron querer desfallecer; un gran letrero proclamaba el fin de mi existencia.“El gran empresario Dorian Evans anuncia su compromiso con la magnate Charlotte Feldman; esta será la boda del año”.Tomé el periódico y lo arrugué, desmenuzándolo de la misma manera en que sentía que mi corazón también se quebraba.Tomé mi teléfono y marqué el número de Charlotte, pero estaba apagado. Necesitaba hablar con ella una última vez, decirle cuánto la amaba y preguntarle si de verdad estaba lista para dar ese paso con Dorian; esto no podía quedarse así.Al notar que Charlotte no respondía mis llamadas, pensé en la única persona en quien podía confiar: Diane, su hermana, que trabajaba en la empresa de ella y me daría información precisa sobre su paradero. Afortunadamente, seguía en Industrias Feldman.—¡Federick! Hermanito, ¿a qué