Capitulo 2: Códigos

Aiden Kim se encontraba de pie frente a su última creación, un mural que había terminado esa misma madrugada. El artista de 30 años observaba su obra con una mezcla de satisfacción y cansancio. El arte urbano siempre le había dado un propósito, una forma de comunicarse con el mundo sin necesidad de palabras. Con cabello oscuro desordenado, ojos inquietos y una ropa que llevaba manchas de pintura de proyectos pasados,

Aiden era la representación misma del caos creativo. Para él, la vida no era un conjunto de reglas, sino un lienzo en blanco que debía llenarse de color sin plan alguno.

Era alto y atlético, con una energía que contrastaba con su actitud relajada. Siempre estaba en movimiento, ya fuera mental o físicamente, incapaz de quedarse quieto por mucho tiempo. En ese momento, su cuerpo reflejaba el cansancio de una noche de trabajo, pero sus ojos brillaban con la emoción del resultado final. Había pintado desde joven, desafiando las expectativas familiares de seguir una carrera tradicional. Su padre, un exitoso empresario coreano, nunca comprendió por qué su hijo había decidido dedicarse al arte callejero en lugar de continuar el legado familiar. Aunque la presión de cumplir con esas expectativas nunca había desaparecido, Aiden había encontrado la manera de hacer las paces con ello, o al menos, eso le gustaba creer.

Aiden se alejó unos pasos del mural, tomando un respiro mientras admiraba cómo los colores se entrelazaban, creando una sensación de movimiento y vida. Las formas abstractas parecían vibrar bajo la luz del sol que apenas comenzaba a iluminar las calles de la Ciudad de México. Sus murales eran su manera de devolver algo a la ciudad que le había dado tanto. "Arte para todos," pensaba a menudo. No se trataba solo de él, sino de cómo los demás interactuaban con su obra. El arte debía ser compartido.

Mientras recogía sus pinceles y botes de pintura, notó a una mujer que se detuvo frente a su mural. Tenía el cabello oscuro, recogido en un moño, y una expresión concentrada mientras enfocaba su teléfono hacia la pared. Aiden se quedó observándola un momento. No era raro que la gente se detuviera a admirar sus murales, pero había algo en la forma en que ella observaba, como si intentara descifrar algo más allá de la pintura. No parecía una simple espectadora.

Se acercó con cautela, intrigado por su reacción.

—¿Te gusta el mural? —preguntó con una sonrisa amistosa, aunque su tono mostraba una ligera curiosidad.

La mujer se sobresaltó, claramente inmersa en lo que veía a través de la pantalla de su teléfono. Alzó la vista hacia él, frunciendo el ceño como si no entendiera del todo su presencia.

—Oh... —murmuró—. No te vi llegar.

Aiden sonrió. Había algo en su manera de hablar, directa y sin preámbulos, que lo intrigó.

—Es interesante lo que pasa aquí —dijo ella, mirando de nuevo el mural y luego la pantalla—. Mi aplicación está mostrando imágenes adicionales cuando enfoco tu mural, pero eso no estaba programado.

Aiden frunció el ceño, sin entender del todo lo que quería decir.

—¿Imágenes adicionales? —preguntó, inclinándose para mirar la pantalla de su teléfono.

Ella se lo tendió con cierta cautela, y Aiden observó la pantalla. Allí estaba su mural, pero también había aves luminosas que salían de la pintura y se transformaban en constelaciones. Era algo hermoso, pero claramente no formaba parte de su diseño.

—Vaya... —murmuró Aiden, visiblemente sorprendido—. Eso no es mío.

Elena lo miró, como si tratara de descifrar si estaba diciendo la verdad o no. Finalmente, guardó su teléfono y extendió su mano.

—Soy Elena Morales. Trabajo en TechVizion, soy ingeniera de software. La aplicación que desarrollamos es de realidad aumentada, y lo que apareció no debería estar ahí.

Aiden estrechó su mano, sintiendo la firmeza de su apretón, un gesto directo que coincidía con la forma en que ella lo miraba, como si intentara analizar cada una de sus palabras.

—Aiden Kim. Soy el artista de este mural. Pero te aseguro que no usé ningún tipo de tecnología en él, solo pintura y creatividad.

Elena asintió, aunque su expresión seguía siendo de duda. Aiden la observó con más detenimiento. Su rostro reflejaba concentración, pero también cierta tensión, como si estuviera siempre pensando en algo que no podía controlar. "Interesante," pensó, "una mujer tan enfocada en los detalles, y sin embargo, hay algo en ella que parece fuera de lugar."

—Tal vez podamos averiguar qué está causando esta... anomalía —sugirió Aiden—. Parece que tanto tu tecnología como mi arte están interactuando de alguna manera.

Elena dudó por un momento, y Aiden notó un leve fruncir de sus labios, como si no estuviera acostumbrada a colaborar con desconocidos. Finalmente, asintió.

—Podría ser útil hablar más sobre esto. Quizás podamos encontrar una explicación lógica.

—Me encantaría —respondió Aiden, sorprendido de su propio interés—. ¿Te parece si nos sentamos a discutirlo en algún lugar más tranquilo?

Elena miró su reloj, claramente evaluando si tenía tiempo para algo así. Después de un segundo, guardó su teléfono en su bolso.

—Conozco un café cerca. Será más fácil revisar todo allí.

Aiden sonrió. Este encuentro no había sido planeado, pero algo le decía que era el comienzo de algo mucho más grande.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo