El sonido constante de las teclas resonaba en el silencioso estudio de coworking. Elena y Aiden estaban sentados uno frente al otro, rodeados de pilas de documentos, laptops abiertas y tazas de café a medio terminar. La luz suave de las lámparas de escritorio creaba un ambiente de concentración intensa, reflejando la seriedad de la tarea que tenían entre manos.Los últimos días habían sido un torbellino de actividades. Reuniones interminables con abogados, llamadas telefónicas a testigos potenciales y noches en vela recopilando evidencias. Cada detalle era crucial para construir un caso sólido contra TechVizion y, en particular, contra Luis.Javier entró al estudio con un fajo de papeles bajo el brazo y una expresión mezcla de cansancio y determinación.—Acabo de recibir los últimos informes —anunció, dejando los documentos sobre la mesa—. Nuestros abogados están impresionados con la cantidad de pruebas que hemos reunido.Elena levantó la vista, masajeando sus sienes.—Eso es un alivi
La ciudad de México apenas despertaba, pero en el pequeño apartamento de Elena Morales, las primeras luces del amanecer ya se colaban por las persianas, dibujando sombras geométricas sobre las paredes blancas y ordenadas. Todo en su espacio era meticuloso, cuidadosamente organizado, reflejando la mente de su propietaria. Elena, una ingeniera de software de 28 años, se despertaba siempre a la misma hora, sin necesidad de un despertador. Su cabello castaño oscuro, que normalmente llevaba recogido en un moño, caía desordenado sobre sus hombros mientras se desperezaba. Con sus grandes ojos oscuros, observaba el techo por un momento, organizando mentalmente las tareas del día. Hoy era un día importante: la startup en la que trabajaba, TechVizion, presentaría la nueva función de realidad aumentada en la que ella había trabajado meticulosamente durante meses. La presión sobre sus hombros era palpable, pero su mente lógica y estructurada encontraba consuelo en el orden y la rutina. Elena
Aiden Kim se encontraba de pie frente a su última creación, un mural que había terminado esa misma madrugada. El artista de 30 años observaba su obra con una mezcla de satisfacción y cansancio. El arte urbano siempre le había dado un propósito, una forma de comunicarse con el mundo sin necesidad de palabras. Con cabello oscuro desordenado, ojos inquietos y una ropa que llevaba manchas de pintura de proyectos pasados, Aiden era la representación misma del caos creativo. Para él, la vida no era un conjunto de reglas, sino un lienzo en blanco que debía llenarse de color sin plan alguno.Era alto y atlético, con una energía que contrastaba con su actitud relajada. Siempre estaba en movimiento, ya fuera mental o físicamente, incapaz de quedarse quieto por mucho tiempo. En ese momento, su cuerpo reflejaba el cansancio de una noche de trabajo, pero sus ojos brillaban con la emoción del resultado final. Había pintado desde joven, desafiando las expectativas familiares de seguir una carrera t
El café que Elena había elegido para reunirse con Aiden era pequeño, acogedor, y lleno de detalles que, de alguna manera, reflejaban la esencia creativa de ambos. Las paredes estaban decoradas con ilustraciones locales, y los techos altos permitían que la luz se filtrara con suavidad, creando un ambiente cálido. Aiden miró alrededor, observando los pequeños detalles que probablemente no habrían llamado la atención de otras personas. Para él, todo era una fuente de inspiración, y el arte que colgaba de las paredes parecía resonar con su propio estilo.Elena, por su parte, había encontrado una mesa junto a la ventana. Sacó su tablet y comenzó a revisar los datos de la aplicación sin esperar a que Aiden se sentara. Estaba concentrada, sus ojos oscuros analizando cada línea de código en busca de una explicación lógica para lo que había visto en el mural. Pero cuanto más miraba, más confusa se sentía. Todo debería estar en orden, pensaba. El código no miente, pero algo aquí no encaja.Aide
Los días siguientes pasaron más rápido de lo que Elena habría imaginado. Había quedado en encontrarse nuevamente con Aiden, esta vez para intentar entender cómo su arte y la tecnología de la aplicación se estaban entrelazando de una manera que desafiaba toda lógica. Aiden le había propuesto reunirse en un espacio de coworking que él conocía, un lugar que, según él, estaba lleno de energía creativa.Cuando Elena llegó, no pudo evitar sentir un leve malestar ante el caos del lugar. Las paredes estaban cubiertas de lienzos inacabados, mesas llenas de herramientas de arte, y personas conversando animadamente mientras trabajaban en sus proyectos. Caótico, pensó. Todo aquí parece un desorden, pero Aiden parece moverse cómodamente en este entorno. ¿Cómo puede alguien funcionar así?Aiden ya estaba allí, inclinado sobre una mesa grande donde había dejado esparcidos varios bocetos de murales y estudios de color. Se enderezó cuando la vio entrar, sonriéndole con esa despreocupación que tanto la
La oficina de TechVizion era un hervidero de actividad. Los nuevos plazos impuestos por Luis, el jefe de Elena, habían puesto a todo el equipo bajo una presión intensa. Elena sabía que necesitaba concentrarse más que nunca, pero su mente volvía constantemente al proyecto paralelo que estaba desarrollando con Aiden. Cada vez que intentaba centrarse en una tarea, un pensamiento sobre el mural y las imágenes adicionales aparecía como una distracción persistente. Esa mañana, Luis la llamó a su oficina. Él, siempre tan pragmático y directo, no perdió tiempo en ir al grano. —Elena, necesito que el equipo acelere el desarrollo de la próxima versión de la aplicación. Tenemos un inversor que está interesado, pero quiere resultados rápidamente. No podemos darnos el lujo de fallar —dijo Luis, cruzando los brazos frente a su pecho, su rostro tenso por la presión. Elena asintió, aunque sintió una punzada de ansiedad en su estómago. Luis no va a entender si propongo una idea nueva y arriesgada c
El amanecer en Ciudad de México siempre traía consigo una sensación de renovación, pero para Elena, la mañana siguiente se sentía diferente. Se despertó más temprano de lo habitual, con la luz del sol filtrándose suavemente por las persianas de su apartamento. Por un momento, su mente, siempre tan llena de gráficos, códigos y plazos, estaba en blanco. Aiden. Él estaba ahí. Aún podía sentir el peso de su abrazo, la calidez de su cercanía. Mientras estaba recostada en su cama, repasaba los eventos de la noche anterior en su mente. ¿Cómo fue que llegamos aquí?. La respuesta era simple, pero complicada al mismo tiempo. Lo que había comenzado como una colaboración profesional se había transformado en algo que no esperaba. Y por primera vez en mucho tiempo, no estaba segura de cómo debía sentirse al respecto. Elena se levantó y caminó hacia la cocina para prepararse un café. Esto no puede complicarse más. Tengo que mantenerme concentrada en el trabajo. Pero, aunque sus pensamientos intent
Las reuniones entre Elena y Aiden en el estudio de coworking se habían vuelto más frecuentes. Cada tarde, después de que Elena terminaba su trabajo en TechVizion, ambos se sumergían en el proyecto, ajustando detalles, discutiendo nuevas ideas y, en el fondo, fortaleciéndose en su complicidad. Pero, aunque avanzaban, las tensiones seguían presentes. Los plazos se acortaban, y las expectativas aumentaban.Una tarde, mientras revisaban los últimos avances en el diseño de la aplicación, Mariana apareció en el estudio sin previo aviso. Elena se sorprendió al verla allí, pues no le había contado mucho sobre su colaboración con Aiden. ¿Qué está haciendo aquí? pensó Elena, sintiendo un leve nudo de incomodidad en el estómago.—¡Elena! —exclamó Mariana, entrando con su energía habitual—. Luis me pidió que te recordara que tenemos una revisión importante mañana con los inversores. ¿Has terminado los ajustes que necesitamos para la presentación?Elena asintió, aunque sabía que aún le quedaban al