El aroma a café recién molido impregnaba el pequeño local en el centro de la ciudad, donde Elena y Aiden habían elegido reunirse. Las luces cálidas y la suave melodía de jazz creaban un ambiente íntimo, alejado del bullicio y, más importante aún, de las miradas curiosas de TechVizion. Cada rincón del café parecía susurrar secretos, ofreciéndoles el refugio perfecto para trazar su próximo movimiento.Elena jugueteaba nerviosamente con la cucharilla de su taza, observando cómo las ondulaciones del café reflejaban sus propias inquietudes. Sus ojos, normalmente llenos de determinación, mostraban ahora una mezcla de ansiedad y anticipación.—Luis no se quedará de brazos cruzados —murmuró, rompiendo el silencio mientras se cruzaba de brazos—. Conoce cada paso que damos. Intentará bloquear cualquier salida que tengamos del proyecto.Aiden la observó con atención, notando la tensión en sus hombros. Extendió su mano y la colocó suavemente sobre la de ella, transmitiéndole una calma que solo él
El aire dentro de TechVizion se sentía denso, cargado de tensión y miradas furtivas. Elena caminaba por los pasillos con la cabeza en alto, pero cada paso la acercaba más a un abismo desconocido. Las luces blancas y brillantes reflejaban en los cristales de las oficinas, creando destellos que le recordaban las múltiples facetas de la situación en la que se encontraba.Al llegar a su escritorio, encontró un sobre cerrado con su nombre escrito en una caligrafía precisa. Frunció el ceño, tomando el sobre con cautela. Al abrirlo, descubrió una nota breve:"Necesitamos hablar. Sala de conferencias 3. —Luis"Un escalofrío recorrió su espalda. Sabía que este momento llegaría, pero no esperaba que fuera tan pronto. Miró a su alrededor, buscando a Aiden, pero no lo vio por ninguna parte. Respiró hondo, intentando calmar el tumulto de emociones que se agitaba en su interior.La sala de conferencias 3 estaba al final del pasillo, alejada del bullicio habitual. Al entrar, encontró a Luis sentado
El sol apenas asomaba en el horizonte cuando Elena despertó. Los primeros rayos de luz pintaban su habitación con tonos cálidos, pero no lograban disipar la inquietud que sentía en su interior. Se giró en la cama y encontró a Aiden profundamente dormido a su lado. Su cabello oscuro caía suavemente sobre su frente, y una expresión serena reposaba en su rostro. Sonrió al recordar cómo, en medio de la tormenta que azotaba sus vidas, habían encontrado un remanso de paz el uno en el otro.La noche anterior volvía a su mente como un susurro. Habían regresado exhaustos después de un día lleno de reuniones y decisiones difíciles. Sin embargo, al cruzar la puerta de su apartamento, algo cambió. Las preocupaciones quedaron atrás cuando sus miradas se encontraron, cargadas de complicidad y anhelos no dichos.—Necesitaba este respiro —había dicho Elena, dejándose caer en el sofá.Aiden se sentó a su lado, observándola con ternura.—Mereces mucho más que eso —respondió, apartando un mechón de cabe
El sonido constante de las teclas resonaba en el silencioso estudio de coworking. Elena y Aiden estaban sentados uno frente al otro, rodeados de pilas de documentos, laptops abiertas y tazas de café a medio terminar. La luz suave de las lámparas de escritorio creaba un ambiente de concentración intensa, reflejando la seriedad de la tarea que tenían entre manos.Los últimos días habían sido un torbellino de actividades. Reuniones interminables con abogados, llamadas telefónicas a testigos potenciales y noches en vela recopilando evidencias. Cada detalle era crucial para construir un caso sólido contra TechVizion y, en particular, contra Luis.Javier entró al estudio con un fajo de papeles bajo el brazo y una expresión mezcla de cansancio y determinación.—Acabo de recibir los últimos informes —anunció, dejando los documentos sobre la mesa—. Nuestros abogados están impresionados con la cantidad de pruebas que hemos reunido.Elena levantó la vista, masajeando sus sienes.—Eso es un alivi
La ciudad de México apenas despertaba, pero en el pequeño apartamento de Elena Morales, las primeras luces del amanecer ya se colaban por las persianas, dibujando sombras geométricas sobre las paredes blancas y ordenadas. Todo en su espacio era meticuloso, cuidadosamente organizado, reflejando la mente de su propietaria. Elena, una ingeniera de software de 28 años, se despertaba siempre a la misma hora, sin necesidad de un despertador. Su cabello castaño oscuro, que normalmente llevaba recogido en un moño, caía desordenado sobre sus hombros mientras se desperezaba. Con sus grandes ojos oscuros, observaba el techo por un momento, organizando mentalmente las tareas del día. Hoy era un día importante: la startup en la que trabajaba, TechVizion, presentaría la nueva función de realidad aumentada en la que ella había trabajado meticulosamente durante meses. La presión sobre sus hombros era palpable, pero su mente lógica y estructurada encontraba consuelo en el orden y la rutina. Elena
Aiden Kim se encontraba de pie frente a su última creación, un mural que había terminado esa misma madrugada. El artista de 30 años observaba su obra con una mezcla de satisfacción y cansancio. El arte urbano siempre le había dado un propósito, una forma de comunicarse con el mundo sin necesidad de palabras. Con cabello oscuro desordenado, ojos inquietos y una ropa que llevaba manchas de pintura de proyectos pasados, Aiden era la representación misma del caos creativo. Para él, la vida no era un conjunto de reglas, sino un lienzo en blanco que debía llenarse de color sin plan alguno.Era alto y atlético, con una energía que contrastaba con su actitud relajada. Siempre estaba en movimiento, ya fuera mental o físicamente, incapaz de quedarse quieto por mucho tiempo. En ese momento, su cuerpo reflejaba el cansancio de una noche de trabajo, pero sus ojos brillaban con la emoción del resultado final. Había pintado desde joven, desafiando las expectativas familiares de seguir una carrera t
El café que Elena había elegido para reunirse con Aiden era pequeño, acogedor, y lleno de detalles que, de alguna manera, reflejaban la esencia creativa de ambos. Las paredes estaban decoradas con ilustraciones locales, y los techos altos permitían que la luz se filtrara con suavidad, creando un ambiente cálido. Aiden miró alrededor, observando los pequeños detalles que probablemente no habrían llamado la atención de otras personas. Para él, todo era una fuente de inspiración, y el arte que colgaba de las paredes parecía resonar con su propio estilo.Elena, por su parte, había encontrado una mesa junto a la ventana. Sacó su tablet y comenzó a revisar los datos de la aplicación sin esperar a que Aiden se sentara. Estaba concentrada, sus ojos oscuros analizando cada línea de código en busca de una explicación lógica para lo que había visto en el mural. Pero cuanto más miraba, más confusa se sentía. Todo debería estar en orden, pensaba. El código no miente, pero algo aquí no encaja.Aide
Los días siguientes pasaron más rápido de lo que Elena habría imaginado. Había quedado en encontrarse nuevamente con Aiden, esta vez para intentar entender cómo su arte y la tecnología de la aplicación se estaban entrelazando de una manera que desafiaba toda lógica. Aiden le había propuesto reunirse en un espacio de coworking que él conocía, un lugar que, según él, estaba lleno de energía creativa.Cuando Elena llegó, no pudo evitar sentir un leve malestar ante el caos del lugar. Las paredes estaban cubiertas de lienzos inacabados, mesas llenas de herramientas de arte, y personas conversando animadamente mientras trabajaban en sus proyectos. Caótico, pensó. Todo aquí parece un desorden, pero Aiden parece moverse cómodamente en este entorno. ¿Cómo puede alguien funcionar así?Aiden ya estaba allí, inclinado sobre una mesa grande donde había dejado esparcidos varios bocetos de murales y estudios de color. Se enderezó cuando la vio entrar, sonriéndole con esa despreocupación que tanto la