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Capítulo 3: Interferencias

El café que Elena había elegido para reunirse con Aiden era pequeño, acogedor, y lleno de detalles que, de alguna manera, reflejaban la esencia creativa de ambos. Las paredes estaban decoradas con ilustraciones locales, y los techos altos permitían que la luz se filtrara con suavidad, creando un ambiente cálido. Aiden miró alrededor, observando los pequeños detalles que probablemente no habrían llamado la atención de otras personas. Para él, todo era una fuente de inspiración, y el arte que colgaba de las paredes parecía resonar con su propio estilo.

Elena, por su parte, había encontrado una mesa junto a la ventana. Sacó su tablet y comenzó a revisar los datos de la aplicación sin esperar a que Aiden se sentara. Estaba concentrada, sus ojos oscuros analizando cada línea de código en busca de una explicación lógica para lo que había visto en el mural. Pero cuanto más miraba, más confusa se sentía. Todo debería estar en orden, pensaba. El código no miente, pero algo aquí no encaja.

Aiden la observó con interés desde el otro lado de la mesa. Había algo fascinante en la forma en que Elena se sumergía en su trabajo, como si todo lo demás a su alrededor desapareciera. Su concentración era absoluta, y Aiden se dio cuenta de que rara vez había conocido a alguien que pudiera igualar su nivel de dedicación.

—Entonces, ¿qué piensas? —preguntó Aiden después de que el mesero les trajera un par de cafés.

Elena no levantó la vista de su tablet de inmediato. Se tomó su tiempo, deslizando los dedos por la pantalla para ampliar los datos y examinar un gráfico.

—No tiene sentido —murmuró finalmente, más para sí misma que para él—. He revisado el código varias veces, y no hay ninguna referencia que pueda explicar lo que sucedió con tu mural.

Aiden tomó un sorbo de su café y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.

—¿Podría haber algún tipo de interferencia? Tal vez hay algo en el entorno que está afectando la aplicación.

Elena finalmente levantó la mirada, considerando su sugerencia. Es posible, pero improbable, pensó. Aún así, sería una explicación lógica, aunque... ¿por qué no lo pensé antes?

—Es posible, pero improbable. La aplicación utiliza un algoritmo de reconocimiento de imágenes para identificar puntos de interés en la ciudad. Tu mural no estaba en nuestra base de datos, y mucho menos programado para mostrar esas imágenes adicionales.

Aiden sonrió, intrigado.

—Parece que mi arte tiene más poder del que pensaba.

El comentario, aunque ligero, hizo que Elena lo mirara con más atención. ¿Realmente está bromeando con algo tan serio? pensó. Para Elena, las bromas no encajaban bien con los problemas que debían resolverse, pero había algo en la manera relajada de Aiden que la descolocaba. Él no parecía afectado por la incertidumbre, algo que la desconcertaba.

"¿Cómo puede estar tan tranquilo?", pensó ella. Todo en él parece tan... libre. Nada parece preocuparle. ¿Es realmente así, o está fingiendo?

—¿Cómo hiciste el mural? —preguntó de repente, interrumpiendo el momento de silencio entre ambos—. ¿Usaste alguna técnica especial, algo que pudiera interferir con la aplicación?

Aiden soltó una leve risa, sorprendido por lo directo de la pregunta.

—No, nada fuera de lo común. Solo aerosoles, pinceles y muchas noches de insomnio. —Su tono era despreocupado, pero sus palabras estaban llenas de pasión por lo que hacía—. No hay tecnología escondida en el mural, te lo aseguro.

Elena frunció el ceño, procesando la información. ¿No tiene ninguna explicación lógica? ¿Por qué esto me desconcierta tanto?

—Entonces, tiene que haber otra explicación.

Aiden, observándola, cambió ligeramente el tono de la conversación, deseando conocer más sobre ella. Siempre había sido curioso sobre cómo la gente tan diferente a él percibía el mundo.

—¿Cómo terminaste haciendo esto? —preguntó, señalando la tablet y los gráficos que ella estudiaba con tanto cuidado—. Trabajar con realidad aumentada suena fascinante, pero parece... complicado.

Elena dudó un segundo antes de responder, poco acostumbrada a hablar de sí misma. Pero algo en la forma relajada de Aiden la hizo sentir menos en guardia. No sé por qué, pero con él me siento diferente. No como con los demás.

—Siempre me gustaron las matemáticas y la programación. Encontré en ellas un orden que no veía en otras áreas de mi vida. Para mí, los números tienen lógica, son predecibles. Y eso es algo que me tranquiliza.

Aiden la miró en silencio, captando algo en esas palabras. Parecía que detrás de su concentración obsesiva, había una lucha por encontrar algo de control en un mundo que a menudo podía ser caótico.

—¿Y eso te incluye a ti? —preguntó él, su voz suave pero inquisitiva—. ¿Eres igual de predecible que los números?

Elena parpadeó, sorprendida por la pregunta. No sabía qué responder de inmediato. ¿Predecible? ¿Soy predecible? Nadie le había preguntado algo así antes. Siempre había sido más fácil hablar de su trabajo que de ella misma.

—No sé si soy predecible —admitió finalmente—, pero prefiero pensar que puedo controlar lo suficiente para que las cosas salgan bien.

Aiden la observó por un largo momento. La intensidad en sus palabras no había pasado desapercibida, y le intrigaba aún más esa necesidad que tenía de mantener todo bajo control.

—Quizás es por eso que te gusta la tecnología —dijo él—. Puedes controlarla. Pero el arte... eso es diferente. No puedes controlar cómo la gente lo verá o lo sentirá. Es una conversación constante con el caos.

Elena se quedó en silencio, reflexionando sobre sus palabras. Caos. Esa palabra siempre había sido su enemiga. La evitaba, la temía. Pero Aiden parecía moverse con comodidad en medio de él, como si lo abrazara en lugar de huir. ¿Cómo puede alguien vivir así?

El café a su alrededor seguía lleno de vida, pero para Elena y Aiden, todo parecía haberse reducido a esa conversación, a ese intercambio de ideas y pensamientos.

Después de un rato, Elena cerró la tablet y la guardó en su bolso. Este problema no tiene una solución inmediata, y eso me frustra. Pero tengo que admitir que la conversación con él ha sido... diferente. Aiden notó el leve fruncir de su frente, el signo de que aún no había resuelto el misterio, pero que no estaba lista para rendirse.

—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó Aiden.

Elena lo miró, y por primera vez desde que se conocieron, sonrió levemente. Es extraño, pero su compañía no es tan incómoda como esperaba.

—Voy a encontrar la respuesta.

Aiden sonrió también, un gesto cálido que hizo que Elena se sintiera un poco más cómoda. Hay algo en su actitud despreocupada que me desconcierta, pero al mismo tiempo, es refrescante. No me siento tan presionada cuando hablo con él.

—Te ayudaré si lo necesitas —dijo él—. Esto es tan extraño para mí como lo es para ti.

Elena asintió, sin decir nada. No suelo aceptar la ayuda de otros. Siempre he sido capaz de resolver las cosas por mí misma... pero esta vez es diferente. Tal vez su ayuda podría ser útil.

Sabía que esto era solo el principio, que lo que había comenzado como una simple anomalía en su aplicación se estaba convirtiendo en algo mucho más grande.

Y por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesta a aceptar la ayuda de alguien más.

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