Mila:
Sentada en la barra del bar, pedí unos chupitos de tequila, ya no sentía ninguna gana de regresar a la habitación y menos a enfrascarme en el trabajo.
—Aquí tiene su chupito, bella dama—exclamó el bar tender, tratando de ligar conmigo, mientras yo, estaba aprovechando el servicio deluxe.
En el bar sonaba la canción del momento, “Provenza” de una cantante latina muy famosa, el ritmo era muy pegajoso y mi cuerpo con un buen cargamento de alcohol, necesitaba ponerse en actividad.
Me encamine hacia la pista de baile y empecé a mecerme al ritmo de la buena música, sacudiendo las caderas en un vaivén meramente provocador, si bien dicen que el alcohol te ayuda a desinhibirse, hoy me consideraba una alcohólica declarada. Empezaron los chicos del lugar a hacerme una rueda y empezar a gritar y a ocasionar me por los movimientos que estaba tomando, un movimiento de manos haciendo como que atraía al hombre guapo que me había ayudado hoy por la tarde a no caer de bruces al piso, solo el hecho de recordar sus ojos cielo, me hacían sentir elevada al mismísimo infierno regresarme de un tirón al éxtasis que provocaba el solo recuerdo de haber estado entre sus brazos, y no de la manera que quería, pero si de la que en ese momento necesite.
Por un momento me sentí valiente, relajada y empecé a sentirme verdaderamente yo, ya superada la etapa de Travis y dar entrada a algo nuevo, no caería mal un lío de una noche.
Unos enormes brazos fuertes y musculosos se resbalaba por mis caderas, pegándole más a ese torso muy bien esculpido y trabajado, seguía haciendo mis movimientos sensuales; mi mentora, Britney Britney.
—Me tienes bajo tu encanto desde que te vi en la recepción de este hotel—exclamó una voz ronca y gruesa.
De inmediato me gire hacia el lado en donde esa voz se escucho, todo mi mundo cambió al ver que era ese hombre al que estaba imaginando, no se si existe la telepatía, pero en ese momento, mis deseos se habían cumplido.
Respire profundo y sonreí, seguí bailando y los chicos seguían moviéndose a ese ritmo tan perfecto, haciendo la rueda ahora a la pareja de cachondos que bailaban tan bien.
—Yo creo que ambos estamos destinados a estar juntos—exprese.
El sonrió arrogantemente; y eso, había sido el detonante para perderme en la locura que, con él quería dejar atrás ese pasado tormentoso. Esa rutina odiosa que llevaba y proponerle una noche alocada, no salía hace tiempo y eso me puso con el valor que necesitaba para tomar decisiones que debía de tomar con el cuerpo y ya no con la razón ni el corazón.
No más sentimientos.
—¡Quiero conocerte mejor! —exclamó ese hombre que parecía un auténtico Dios griego.
Me sonroje como un tomate, no creía que levantará suspiros ante alguien tan imponente y dominante, un hombre que, para mí yo pasada, hubiese sido imposible topar.
—¡Claro, me encantaría!—acote casi en un jadeo.
El calor del lugar, los cuerpos sudados de tanto baile y el reseco de garganta por no ingerir más bebida, me estaban pasando factura.
—Vamos a la barra y luego a caminar por la playa, ¿quieres?—dije, tomando la iniciativa, total, si pasaba algo de una sola noche obviamente quedaría así; como el perfecto enredo de una noche.
Caminamos tomados de la mano, directo a la barra, el bar tender inmediatamente me dio un tequila sunrise, y a él un vodka frío doble, cuando el chico de las bebidas lo vio, frunció el ceño y me ignoro, saque mi billetera del mino bolso que tenía entrecruzado, sacando el efectivo para pagar mi cuenta.
—Esta noche invito yo—Dijo el ojiceleste que me tenía en vilo.
—No, no te molestes, yo puedo pagarlo—exprese, mientras que el hizo una seña a unos hombres altos, fornidos y de color, mientras ellos asintieron en forma de correspondencia.
Con ese detalle ya sabía más o menos que, este hombre, obviamente era alguien importante.
¿Sería un empresario importante? ¿Un ladrón de cuello blanco? ¿Un político?
No lo sé, pero era intrigante y a la vez excitante… llámenme loca o perversa, pero quería salir de mi zona de confort.
No dejo que pagará nada en la barra, mientras el me llevaba de la mano hacia la salida trasera del bar-disco que daba para la playa.
Estaba un poco mareada, pero sentía la ventisca fría y fresca del lugar y de la preciosa moche que hacía, nos perdimos caminando por toda la arena blanca de Asturias, una playa bellísima y en una compañía excitante y perfecta.
—Cuéntame de ti—espeto.
Verlo más de cerca, me tenia más que embobada, sería un buen recuerdo de la boda de mi hermano.
¿Qué de malo podía pasar?
Esta noche era una de encantó, una de esas que jamás en la vida se iba a poder repetir.
—Dime que es lo que deseas saber —acote en tono coqueto, aunque tampoco quería sonar exagerada.
El empezó a quitarse el pantalón, los zapatos y la camisa, quedando al descubierto su perfección, un cuerpo de Dioses, ya lo dije.
—¿Cómo te llamas? ¿A qué te dedicas? ¿De dónde vienes? Porque de seguro… no eres de este planeta—concordó.
—Soy Mila Callaghan, una abogada no tan reconocida en Washington… y sí, si soy de este planeta—dije sonriendo, nerviosa de porqué se había desnudado.
El sonrió y se presentó como todo un caballero.
—Soy Harry, vengo de una pequeña parte cerca de Inglaterra, y es un placer conocerte, bella doncella—que él dijera eso último, me había transportado a lo que tanto amaba, una noche de cuentos de príncipes y hadas.
—Tienes nombre y modales de príncipe—dije riendo.
—No soy un príncipe, menos un caballero, y esta noche, esta noche no lo seré, quítate el vestido… y sumerjámonos en el mar—Dijo, regalándome una sonrisa maravillosa.
Esto era un ensueño, así que obedecí y me quede en ropa interior. La ventaja de que Lorain empacar a ropa para mí, había sido este conjunto de tanga de encaje, así como el brasier con pedrería y del mismo material y un color bellísimo… blanco perfecto.
Nos adentramos al mar, dejando las prendas en el lado más arriba de la arena para que no se mojara.
El mar estaba helado, pero con su sola presencia esto era un quilombo de calor intenso, el se aventuró a nadar un poco más profundo del mar, mientras que yo estaba con miedo y no era profundo. Tomó mi mano y me guio hasta la profundidad mínima del agua, estaba nerviosa pero, me pego a su perfecto y delicioso pecho, uno duro y perfecto, el contacto de piel con piel era electrizante, delicioso y perverso.
—Voy a besarte y no me haré cargo de lo que pueda pasar esta noche—espeto decidido y con los ojos llenos de lujuria.
Esta noche era sin duda, una de encanto.
Mila:Pérdida en el calor de su cuerpo, el sabor a vodka con menta de su boca, acariciar su tonificado cuerpo, sin duda era un elixir que no podía dejar pasar, total; sólo está noche lo vería.—¡Vamos, aquí no es lugar para esto!—espeto, tomando la ropa y poniéndosela, igualmente hice lo mismo.Le tomé de la mano, caminamos unos cuantos metros de donde estábamos, más sin embargo había algo que no me tenía tranquila del todo, y es que, los gorilas que estaban en el bar y pagaron la cuenta cuando el hizo la señal, venían a una distancia prudencial, sin quitarle la vista a ese hombre hermoso que me llevaba de la mano, ansioso por probarme.—Harry, creo que nos están siguiendo—acote nerviosa.Nos detuvimos abruptamente, me miró a los ojos y acuno mi rostro en sus manos grandes, me plantó un beso en la frente y vio directo hacia atrás de mí, hizo una señal con su mano nuevamente y volvió a verme.—Deja que nos miren, son sólo seguridad, no te preocupes que ahora estarán un poco más alejado
Mila:—Y entonces esa fue tu noche, vaya aburrida—exclamó Hillary, al contarle que anoche fui a mi habitación a terminar trabajo que ya tenía y que me había enfrascado tanto y decidí dormir.—Sí, así fue…—Te escapaste de Kevin, hoy tendremos un almuerzo todos y así que acabado el fin de semana, nos veremos hasta dentro de tres meses hermana, así que deberías aprovechar para conectar con Kev—expresó mi hermana, quien quería que yo fuera la próxima que me casara.Eso no pasaba por mi cabeza, no desde lo que viví anoche con ese hombre que no salía de mi mente, porque si su cuerpo fuese un mapa, segura lo recorrería hasta aprendérmelo.—Estas muy distraída, voy a caminar por la orilla del mar, ¿Vienes?—pregunto.Me dolía todo el cuerpo, de verdad.—No gracias, iré al bar a ver si encuentro algo para la resaca del sueño—exclame, mientras ella se alejaba un poco más.Me levante de la tumbona y camine hacia el bar, mientras que pensaba en que pedir, pero el destino y la vida me ponían el pe
Mila: Esta vez si hubo despedida, un beso largo que me hizo seguir soñando y atesorando el recuerdo de su pasión, de su seducción y de esas dos noches en las que me hizo sentir mujer. Nadie iba a poder borrar eso, y sí, si moría mañana no me arrepentiría de lo que había hecho. Flashback —Debo irme—espere, levantándome de su cálida cama. —Espérate un poco más, por favor… apenas son las cuatro de la madrugada—rodeo mi cintura con sus fuertes brazos. Me di la media vuelta, rodando en la cama y me pose arriba de su firme y sensual torso, atacando a besos su boca, mientras él no desaprovechaba la situación y palpaba mi desnudo cuerpo que había sido suyo toda la noche. —Te dejaré ir solo con una condición—entre mis labios había susurrado. —¿Qué condición?—dije a secas, acomodándome en su enorme pecho, acariciándolo. —Qué siempre me recuerdes como tu primer hombre, que recuerdes estas dos noches como yo lo haré… aparte, ¿Cuál es tu lugar favorito en Washington?—. Pensé y pensé en lo
Harry: Cuando desperté en esa cabaña solo, me sentí un poco desanimado. Había palpado el cuerpo desnudo de una mujer que no sabía nada de mí, más que sólo el nombre y sabía que quería tenerla así, prometimos no hablarnos de amor, repetir la faena de una noche anterior y estar totalmente desligados con sentimientos. Era la segunda vez que amanecía solo y ahí me demostró que era perfecta, sin complicaciones y ajustada a mi ritmo. —Señor, la chica salió hace unas horas de Asturias, rumbo a Washington—Espeto Giorgio, uno de los guardaespaldas que había sacado al tipo asqueroso de la escena en la noche. —Gracias Giorgio, ¿Alguna novedad del mequetrefe de anoche?–acote levantándome con elegancia de la cama, poniéndome el albornoz y dirigiéndome a la ducha. —Lo sacaron del hotel dejándolo en otra sede y salió con que demandaría al hotel y a su persona, señor. —¡Ja!, pobre iluso. Gracias Giorgio, me daré un baño, y nos iremos nuevamente a Windertrov. Hoy debo llegar a hacer trabajo pesad
Mila: He pasado estresada desde que regrese del viaje en Asturias, y no logro concentrarme en lo que debería, mientras que el señor Ford no pierde el tiempo en esta coqueteándome y pidiendo más de tres veces al día salir a comer o tomar algún coctel en un bar de estrato social alto, aunque conozca ese tipo de lugares, no me gusta ir mucho qué digamos, mas bien, adoro comer waffle todo el tiempo, no me culpen por eso. —Querida, necesitas urgentemente una terapia de seducción y acción—espeto Lorain, bebiendo la cuarta taza de café con vodka. Mi amiga tenía un serio problema de alcohol, pero era lo único que la mantenía a flote, después de un divorcio y tres relaciones fallidas, era normal en ella refugiarse en el alcohol, y nadie, absolutamente nadie, había podido sacarla de ese cuadro destructivo. —Hey, deja de beber tan temprano, en serio—acote, mientras pensé que mi vida no era tan perfecta. Me levante del asiento, agarrando su vaso y cambiándolo por café con dulce, para bajarle
Mila: ¿Ángel o demonio? No lo sé, lo único que sabía era que él, había robado mi alma y mi corazón y que nada ni nadie borraría su huella. Fui por mi auto luego de recomponerme del enojo que tuve con mi familia, llegué a mi loft y me empecé a desvestir, quedándome en tanga y brasier, mis tacones volaron a otra dimensión, abrí una cena de esas para microondas y la cocine por 2 minutos, teniendo así una cena conmigo misma. Comí con hambre, comí tranquila y sin disgustos, ya me sentía mejor, así que iba a empezar a adelantar trabajo. Una llamada de un número desconocido me quito el aliento, al contestar, era el señor Ford, hablándome ebrio, sin sentido y quitando la poca paz que estaba rescatando. —No entiendo porque te hiciste para atrás con este caso, Mila Callaghan… esto te haría millonaria—Dijo molesto y con distorsión. Respire profundo y colgué la llamada, ese señor, en esa fachada de buena persona, solo escondía la escoria que era y obviamente no quería tener nada que ver con
Harry: Me encontraba ya en Washington, debía de cerrar esos acuerdos con el presidente de los Estados Unidos, en lugar de mi padre, ya debía yo ejercer ciertos títulos y compromisos, por eso, habían decidido que al momento de coronarme, debía estar ya casado y eso era lo que más me pesaba. —Su majestad, el presidente lo recibirá en breves instantes, mientras tanto, puede dar con nosotros un recorrido por la casa Blanca—espeto una hermosa secretaria, que tenía un culo perfecto, y mi lívido estaba más alterada que de costumbre. Empezamos con el recorrido, pero una opresión en el pecho me hizo detenerme de repente, mientras los demás se adelantaron un poco, Giorgio me vio y llegó de dos zancadas hacia mí, monitoreando que yo estuviese bien. —Su majestad ¿se encuentra bien? —Si, Giorgio, solamente fue una presión en el pecho, nada grave. —¿Necesita aire fresco? La sexy secretaría se giro y llegó hasta donde yo estaba con Giorgio e inmediatamente el gabinete de representantes de Wind
Harry: Ver a esa mujer que me había encandilado en Asturias, había sido sin duda mi día de suerte y que mejor, querer recordar como la hice mujer a mi gusto y mi antojo, aunque lo que estaba por venir era algo abismal, algo divino pero, que a las reglas de mi hogar y al compromiso de boda que tenía con la mujer que mis padres querían, se vería afectado en un abrir y cerrar de ojos. Ella me dio una cachetada, era evidente y me la tenía bien merecida, no lo reprochó. —¿Es eso cierto Mila?—dije en cuanto me enteré que estaba esperando un hijo mío. No dudo de ella, sé que no había conocido hombre más que sólo yo, y tenía la fe en que ella sería la madre del futuro príncipe de Windertrov, ya había empezado un linaje, pero él problema era, ¿cómo explicarle a mis padres y al consejo real sobre la llegada de un hijo? Un hijo que no era totalmente de sangre azul, que yacía en el vientre de una plebeya que había elegido como cuna de mi semilla… ¡Dios mío! —Vámonos—dije, tomándole de la mano