Gracias por la espera, por sus colecciones y por todo el cariño que me están manifestando. Un abrazo gigante 💕
Mila: He pasado estresada desde que regrese del viaje en Asturias, y no logro concentrarme en lo que debería, mientras que el señor Ford no pierde el tiempo en esta coqueteándome y pidiendo más de tres veces al día salir a comer o tomar algún coctel en un bar de estrato social alto, aunque conozca ese tipo de lugares, no me gusta ir mucho qué digamos, mas bien, adoro comer waffle todo el tiempo, no me culpen por eso. —Querida, necesitas urgentemente una terapia de seducción y acción—espeto Lorain, bebiendo la cuarta taza de café con vodka. Mi amiga tenía un serio problema de alcohol, pero era lo único que la mantenía a flote, después de un divorcio y tres relaciones fallidas, era normal en ella refugiarse en el alcohol, y nadie, absolutamente nadie, había podido sacarla de ese cuadro destructivo. —Hey, deja de beber tan temprano, en serio—acote, mientras pensé que mi vida no era tan perfecta. Me levante del asiento, agarrando su vaso y cambiándolo por café con dulce, para bajarle
Mila: ¿Ángel o demonio? No lo sé, lo único que sabía era que él, había robado mi alma y mi corazón y que nada ni nadie borraría su huella. Fui por mi auto luego de recomponerme del enojo que tuve con mi familia, llegué a mi loft y me empecé a desvestir, quedándome en tanga y brasier, mis tacones volaron a otra dimensión, abrí una cena de esas para microondas y la cocine por 2 minutos, teniendo así una cena conmigo misma. Comí con hambre, comí tranquila y sin disgustos, ya me sentía mejor, así que iba a empezar a adelantar trabajo. Una llamada de un número desconocido me quito el aliento, al contestar, era el señor Ford, hablándome ebrio, sin sentido y quitando la poca paz que estaba rescatando. —No entiendo porque te hiciste para atrás con este caso, Mila Callaghan… esto te haría millonaria—Dijo molesto y con distorsión. Respire profundo y colgué la llamada, ese señor, en esa fachada de buena persona, solo escondía la escoria que era y obviamente no quería tener nada que ver con
Harry: Me encontraba ya en Washington, debía de cerrar esos acuerdos con el presidente de los Estados Unidos, en lugar de mi padre, ya debía yo ejercer ciertos títulos y compromisos, por eso, habían decidido que al momento de coronarme, debía estar ya casado y eso era lo que más me pesaba. —Su majestad, el presidente lo recibirá en breves instantes, mientras tanto, puede dar con nosotros un recorrido por la casa Blanca—espeto una hermosa secretaria, que tenía un culo perfecto, y mi lívido estaba más alterada que de costumbre. Empezamos con el recorrido, pero una opresión en el pecho me hizo detenerme de repente, mientras los demás se adelantaron un poco, Giorgio me vio y llegó de dos zancadas hacia mí, monitoreando que yo estuviese bien. —Su majestad ¿se encuentra bien? —Si, Giorgio, solamente fue una presión en el pecho, nada grave. —¿Necesita aire fresco? La sexy secretaría se giro y llegó hasta donde yo estaba con Giorgio e inmediatamente el gabinete de representantes de Wind
Harry: Ver a esa mujer que me había encandilado en Asturias, había sido sin duda mi día de suerte y que mejor, querer recordar como la hice mujer a mi gusto y mi antojo, aunque lo que estaba por venir era algo abismal, algo divino pero, que a las reglas de mi hogar y al compromiso de boda que tenía con la mujer que mis padres querían, se vería afectado en un abrir y cerrar de ojos. Ella me dio una cachetada, era evidente y me la tenía bien merecida, no lo reprochó. —¿Es eso cierto Mila?—dije en cuanto me enteré que estaba esperando un hijo mío. No dudo de ella, sé que no había conocido hombre más que sólo yo, y tenía la fe en que ella sería la madre del futuro príncipe de Windertrov, ya había empezado un linaje, pero él problema era, ¿cómo explicarle a mis padres y al consejo real sobre la llegada de un hijo? Un hijo que no era totalmente de sangre azul, que yacía en el vientre de una plebeya que había elegido como cuna de mi semilla… ¡Dios mío! —Vámonos—dije, tomándole de la mano
Mila: Estoy aquí, sentada en mi computadora, redactando un contrato prenupcial y otro de confidencia, legalizando mi propio destino. ¿Cuántas veces soñé con casarme con un príncipe? Muchas veces, sin duda, pero está vez era diferente, está vez no sería por amor, si este bebé no viniera en camino, no estuviera aquí redactando esto, pero, más sin embargo, aquí me encuentro, comiendo manzana en rodajas y escribiendo conforme a las bases legales de Washington y Windertrov, Inglaterra. Mi teléfono estallaba en notificaciones, pero por alguna razón, no quise responder ni verlo, tenía muchos sentimientos encontrados, el temor era el que embargaba todo mi ser, y no me permitía pensar en más, menos, en algo positivo por ahora más que solo el mi prueba de embarazo y en el enojo de un hombre que, no dudaba de la paternidad de su hijo, y tampoco de mi. —¡Por fin, terminé!—dije en voz alta. Me levante de la silla, apague la computadora y encamine hacia mi habitación, para todo esto ya eran las
Harry: Amanecí con una doncella en mi pecho, con las piernas enredadas en mi cuerpo y con mis manos en su cintura, sus ronquidos retumbaban en mi pecho, este momento era algo que no podía explicar, me gustaba pero tenía miedo, yo era un alma fría, un corazón demasiado congelado, pero sus labios y su cuerpo eran un deleite, un vicio… me había robado el alma, el corazón y arrancado los suspiros de lo más profundo de mi ser, quería llevarla conmigo a todas partes y ahora el sentimiento era más grande al saber que estaba embarazada de mí. ¿Quién diría que en las primeras noches iba a terminar apuntando a un heredero en un vientre humilde? Una llamada me sacó de mis pensamientos, como pide me escurrí de entre sus brazos y enrolle una toalla en mi cintura, salí de la habitación y me enfile hacia el pequeño balcón que tenía la castaña en el pequeño lugar al que llamaba apartamento. —¿Cómo pudiste hacernos esto Harry?—acota mi madre al otro lado del teléfono. —Madre, buen día. —¿es buen
Mila: Aterrizamos hace tres horas, el viaje fue largo y cansado, aunque divertido a su vez ya que debía practicar un discurso para las personas que esperaban mi llegada, o en verdad, la llegada del bebé que esperaba. —¿Si te lo aprendiste? —¡Claro! No soy tonta Harry, por Dios. —No lo decía por eso, es porque no estas acostumbrada a estas cosas. —Soy abogada, ¿lo recuerdas? —Eras, mi amor, ahora te dedicarás a las obras sociales en el reino, el palacio necesita que mantengas las buenas costumbres y enseñanzas en la nación. —¿Es en serio? Eso no está en el contra… —Beso mis labios con rapidez, y mordió un poco el de abajo. —¡Oye! Contrólate amigo, estamos solos, no es necesario que me beses y menos así. —Nadie sabe lo de ese documento Mila, así que más cuidado con ese tema. —Ah, es eso… ok, ok, perdón, su “majestad”. Él rodó los ojos y empezó a preparar algunos documentos que debía enviar de nuevo a Washington, ya que la cita con el presidente no se realizó. —¿Necesitas ayud
Mila: Harry se traslado a su habitación de soltero, esto según Grettel, una de las empleadas que estaba a mi servicio, le encantaba el cotilleo, así que para entretenerme empezamos a hablar de temas comunes, aunque así pasaría durante casi cinco meses por el tema del embarazo de alto riesgo. Y es que era demasiado estrés el que tenía encima, mi teléfono no paraba de sonar, desde que me enteré que estaba embarazada, solamente a Lorain le había contado de lo que pasaba pero menos la parte en que él heredero al trono había sido mi lío de una noche, con el que perdí la virginidad y en cierta parte, también mi libertad. —Grettel, ¿podrías traerme alguna fruta? Tengo hambre—ella inmediatamente hizo una reverencia y salió como alma que lleva el diablo para traerme algo para picar. Tome mi teléfono y llame a Lorain, a nadie le había comentado que había salido del país para vivir en el de mi futuro… esposo. Harry no quería casarse, recuerdo cuando me lo dijo en esa primera noche en Asturias