Mila:
Pérdida en el calor de su cuerpo, el sabor a vodka con menta de su boca, acariciar su tonificado cuerpo, sin duda era un elixir que no podía dejar pasar, total; sólo está noche lo vería.
—¡Vamos, aquí no es lugar para esto!—espeto, tomando la ropa y poniéndosela, igualmente hice lo mismo.
Le tomé de la mano, caminamos unos cuantos metros de donde estábamos, más sin embargo había algo que no me tenía tranquila del todo, y es que, los gorilas que estaban en el bar y pagaron la cuenta cuando el hizo la señal, venían a una distancia prudencial, sin quitarle la vista a ese hombre hermoso que me llevaba de la mano, ansioso por probarme.
—Harry, creo que nos están siguiendo—acote nerviosa.
Nos detuvimos abruptamente, me miró a los ojos y acuno mi rostro en sus manos grandes, me plantó un beso en la frente y vio directo hacia atrás de mí, hizo una señal con su mano nuevamente y volvió a verme.
—Deja que nos miren, son sólo seguridad, no te preocupes que ahora estarán un poco más alejados—Dijo con seguridad.
Al fin llegamos a donde quería llegar, una cabaña de playa, hermosa y ostentosa, entramos por fin, mientras yo cerraba la puerta, me tomo por la cintura, reclamando cada centímetro de mi piel.
—Me he enamorado, nunca lo olvides, me haz atrapado, deja que te bese ahora… eres una mujer hermosa… —Dijo con sed de querer mas de lo que habíamos practicado en la arena.
Nuevamente quede expuesta ante sus ojos, mi desnudez por completo había quedado sin filtros, solo ante su mirada de hambre, de ansiedad por probar los carnes.
—Eres bellísima—Dijo, acercándose a mí y dejando atrás la caballerosidad que había demostrado hace unos instantes atrás.
Nuestros cuerpos se unieron, el sabor de sus besos, la fragancia de su piel eran un deleite, me agazapo de los glúteos, haciendo a que mis piernas temblorosas quedarán enganchadas a su cadera, contemplando esa firmeza y la v que se dibujaba en su abdomen. Justo me empotro en la cama, colocándose arriba de mí, mordiendo suavemente cada centímetro de mi piel, esa piel que hervía por sentirlo.
—Hazme tuya ahora, por favor—dije sin pensar, mientras que el se posó debajo de mi abdomen, haciéndome ver luces obscenas, jadeando del placer que me estaba haciendo sentir.
Vi juegos artificiales explotar por doquier, esta sensación única de compaginar de cierto modo con alguien, era fabuloso. De otro planeta.
—Sabes delicioso, Mila—Dijo ronco de la excitación.
Abrió mis piernas y dio paso a su miembro imponente, así como él. Acarició ese punto dulce una vez más y dos de sus dígitos entraron en mi humedad, haciéndome retorcer de dolor, y ese dolor se transformó en placer.
Libere un pequeño gemido, él levantó su mirada, conectaron mis ojos con los suyos y se adentro con su miembro, de una estocada haciéndome ver las estrellas, cada embestida era más fuerte y profunda, el vaivén de su pelvis chocando con la mía, era una locura… mi primera vez estaba siendo ruda, pero jodidamente deliciosa.
Entre gemidos compartidos, la habitación nos quedaba pequeña, clave mis uñas en su espalda, mientras que el mordía mis hombros, besaba y succiona a partes de mi cuello, una experiencia única, dos cuerpos perlados del sudor compartido, grititos de placer y gruñidos guturales de su parte, fueron el detonante perfecto para querer más.
Pasamos toda la madrugada haciéndonos uno solo, el dolor que sentía se convertía en placer y eso era lo más genial que había experimentado en la vida y, con semejante prospecto de hombre.
Dormimos después de la faena, yo sobre su pecho y él con sus piernas entrelazadas con las mías… quien me viera así no lo creería.
Me desenrede como pude, sin hacer ruido, tome mis cosas y medio me vestí, no quería involucrar sentimientos y menos, despertar ilusionada y terminar desechada como lo que había sido; el enredo de una noche de un millonario.
Porque era obvio, tenía toda la pinta de ser un millonario arrogante.
Plasme un último beso en sus labios, despidiendo me de él, quien hasta dormido se veía guapísimo. Saqué mi teléfono del bolso y le tomé una foto, ese sería el único recuerdo que me quedaría de esa noche. Una noche de marzo, perfecta.
Salí de la cabaña, mientras que los guardaespaldas de ese hombre guapo se quedaron viendo entre sí, mientras me enfile hacia el hotel que no quedaba tan lejos de la cabaña en la que estuve hace unos instantes, apretujada en esos fornidos brazos y sentir esa barba cerca de mi piel… había sido toda una faena para recordar.
Llegué a mi habitación, me encerré y empecé a reír como una loca de remate, me sentía diferente, algo había cambiado en mi definitivamente. Tomé mi laptop, la encendí y escribí lo que había vivido, para mí eso era algo inolvidable. Luego de eso me metí a la ducha, empecé a lavarme y recordando cada parte donde pasó sus labios, haciéndome sentir libre con todo lo que había vivido.
Me acosté en la cama en pijama y un poco de dolor, era obvio, él no había sido un caballero sino todo un animal salvaje, y había perdido mi virginidad a un estilo diferente a lo que había leído en cuentos, y visto también en películas de romance.
(***)
Los rayos del sol empezaron a colarse por las cortinas del balcón, golpeando mi rostro y haciendo a que me levantará de la cama, pero no tenía fuerzas, estaba muy agotada, feliz pero agotada.
Una llamada de mi hermana Hillary terminó de despertarme y preguntarme con preocupación que había sido de mi toda la noche.
Obviamente no le contaría nada entonces, para no levantar sospechas, me levante, tome una ducha, me arregle poniéndome un bikini sexy, un vestido largo de playa y la fui a buscar para tomar el sol juntas, luego así, compensar lo que no pude y sacarme de la cabeza a ese hombre con nombre de príncipe… Harry.
Mila:—Y entonces esa fue tu noche, vaya aburrida—exclamó Hillary, al contarle que anoche fui a mi habitación a terminar trabajo que ya tenía y que me había enfrascado tanto y decidí dormir.—Sí, así fue…—Te escapaste de Kevin, hoy tendremos un almuerzo todos y así que acabado el fin de semana, nos veremos hasta dentro de tres meses hermana, así que deberías aprovechar para conectar con Kev—expresó mi hermana, quien quería que yo fuera la próxima que me casara.Eso no pasaba por mi cabeza, no desde lo que viví anoche con ese hombre que no salía de mi mente, porque si su cuerpo fuese un mapa, segura lo recorrería hasta aprendérmelo.—Estas muy distraída, voy a caminar por la orilla del mar, ¿Vienes?—pregunto.Me dolía todo el cuerpo, de verdad.—No gracias, iré al bar a ver si encuentro algo para la resaca del sueño—exclame, mientras ella se alejaba un poco más.Me levante de la tumbona y camine hacia el bar, mientras que pensaba en que pedir, pero el destino y la vida me ponían el pe
Mila: Esta vez si hubo despedida, un beso largo que me hizo seguir soñando y atesorando el recuerdo de su pasión, de su seducción y de esas dos noches en las que me hizo sentir mujer. Nadie iba a poder borrar eso, y sí, si moría mañana no me arrepentiría de lo que había hecho. Flashback —Debo irme—espere, levantándome de su cálida cama. —Espérate un poco más, por favor… apenas son las cuatro de la madrugada—rodeo mi cintura con sus fuertes brazos. Me di la media vuelta, rodando en la cama y me pose arriba de su firme y sensual torso, atacando a besos su boca, mientras él no desaprovechaba la situación y palpaba mi desnudo cuerpo que había sido suyo toda la noche. —Te dejaré ir solo con una condición—entre mis labios había susurrado. —¿Qué condición?—dije a secas, acomodándome en su enorme pecho, acariciándolo. —Qué siempre me recuerdes como tu primer hombre, que recuerdes estas dos noches como yo lo haré… aparte, ¿Cuál es tu lugar favorito en Washington?—. Pensé y pensé en lo
Harry: Cuando desperté en esa cabaña solo, me sentí un poco desanimado. Había palpado el cuerpo desnudo de una mujer que no sabía nada de mí, más que sólo el nombre y sabía que quería tenerla así, prometimos no hablarnos de amor, repetir la faena de una noche anterior y estar totalmente desligados con sentimientos. Era la segunda vez que amanecía solo y ahí me demostró que era perfecta, sin complicaciones y ajustada a mi ritmo. —Señor, la chica salió hace unas horas de Asturias, rumbo a Washington—Espeto Giorgio, uno de los guardaespaldas que había sacado al tipo asqueroso de la escena en la noche. —Gracias Giorgio, ¿Alguna novedad del mequetrefe de anoche?–acote levantándome con elegancia de la cama, poniéndome el albornoz y dirigiéndome a la ducha. —Lo sacaron del hotel dejándolo en otra sede y salió con que demandaría al hotel y a su persona, señor. —¡Ja!, pobre iluso. Gracias Giorgio, me daré un baño, y nos iremos nuevamente a Windertrov. Hoy debo llegar a hacer trabajo pesad
Mila: He pasado estresada desde que regrese del viaje en Asturias, y no logro concentrarme en lo que debería, mientras que el señor Ford no pierde el tiempo en esta coqueteándome y pidiendo más de tres veces al día salir a comer o tomar algún coctel en un bar de estrato social alto, aunque conozca ese tipo de lugares, no me gusta ir mucho qué digamos, mas bien, adoro comer waffle todo el tiempo, no me culpen por eso. —Querida, necesitas urgentemente una terapia de seducción y acción—espeto Lorain, bebiendo la cuarta taza de café con vodka. Mi amiga tenía un serio problema de alcohol, pero era lo único que la mantenía a flote, después de un divorcio y tres relaciones fallidas, era normal en ella refugiarse en el alcohol, y nadie, absolutamente nadie, había podido sacarla de ese cuadro destructivo. —Hey, deja de beber tan temprano, en serio—acote, mientras pensé que mi vida no era tan perfecta. Me levante del asiento, agarrando su vaso y cambiándolo por café con dulce, para bajarle
Mila: ¿Ángel o demonio? No lo sé, lo único que sabía era que él, había robado mi alma y mi corazón y que nada ni nadie borraría su huella. Fui por mi auto luego de recomponerme del enojo que tuve con mi familia, llegué a mi loft y me empecé a desvestir, quedándome en tanga y brasier, mis tacones volaron a otra dimensión, abrí una cena de esas para microondas y la cocine por 2 minutos, teniendo así una cena conmigo misma. Comí con hambre, comí tranquila y sin disgustos, ya me sentía mejor, así que iba a empezar a adelantar trabajo. Una llamada de un número desconocido me quito el aliento, al contestar, era el señor Ford, hablándome ebrio, sin sentido y quitando la poca paz que estaba rescatando. —No entiendo porque te hiciste para atrás con este caso, Mila Callaghan… esto te haría millonaria—Dijo molesto y con distorsión. Respire profundo y colgué la llamada, ese señor, en esa fachada de buena persona, solo escondía la escoria que era y obviamente no quería tener nada que ver con
Harry: Me encontraba ya en Washington, debía de cerrar esos acuerdos con el presidente de los Estados Unidos, en lugar de mi padre, ya debía yo ejercer ciertos títulos y compromisos, por eso, habían decidido que al momento de coronarme, debía estar ya casado y eso era lo que más me pesaba. —Su majestad, el presidente lo recibirá en breves instantes, mientras tanto, puede dar con nosotros un recorrido por la casa Blanca—espeto una hermosa secretaria, que tenía un culo perfecto, y mi lívido estaba más alterada que de costumbre. Empezamos con el recorrido, pero una opresión en el pecho me hizo detenerme de repente, mientras los demás se adelantaron un poco, Giorgio me vio y llegó de dos zancadas hacia mí, monitoreando que yo estuviese bien. —Su majestad ¿se encuentra bien? —Si, Giorgio, solamente fue una presión en el pecho, nada grave. —¿Necesita aire fresco? La sexy secretaría se giro y llegó hasta donde yo estaba con Giorgio e inmediatamente el gabinete de representantes de Wind
Harry: Ver a esa mujer que me había encandilado en Asturias, había sido sin duda mi día de suerte y que mejor, querer recordar como la hice mujer a mi gusto y mi antojo, aunque lo que estaba por venir era algo abismal, algo divino pero, que a las reglas de mi hogar y al compromiso de boda que tenía con la mujer que mis padres querían, se vería afectado en un abrir y cerrar de ojos. Ella me dio una cachetada, era evidente y me la tenía bien merecida, no lo reprochó. —¿Es eso cierto Mila?—dije en cuanto me enteré que estaba esperando un hijo mío. No dudo de ella, sé que no había conocido hombre más que sólo yo, y tenía la fe en que ella sería la madre del futuro príncipe de Windertrov, ya había empezado un linaje, pero él problema era, ¿cómo explicarle a mis padres y al consejo real sobre la llegada de un hijo? Un hijo que no era totalmente de sangre azul, que yacía en el vientre de una plebeya que había elegido como cuna de mi semilla… ¡Dios mío! —Vámonos—dije, tomándole de la mano
Mila: Estoy aquí, sentada en mi computadora, redactando un contrato prenupcial y otro de confidencia, legalizando mi propio destino. ¿Cuántas veces soñé con casarme con un príncipe? Muchas veces, sin duda, pero está vez era diferente, está vez no sería por amor, si este bebé no viniera en camino, no estuviera aquí redactando esto, pero, más sin embargo, aquí me encuentro, comiendo manzana en rodajas y escribiendo conforme a las bases legales de Washington y Windertrov, Inglaterra. Mi teléfono estallaba en notificaciones, pero por alguna razón, no quise responder ni verlo, tenía muchos sentimientos encontrados, el temor era el que embargaba todo mi ser, y no me permitía pensar en más, menos, en algo positivo por ahora más que solo el mi prueba de embarazo y en el enojo de un hombre que, no dudaba de la paternidad de su hijo, y tampoco de mi. —¡Por fin, terminé!—dije en voz alta. Me levante de la silla, apague la computadora y encamine hacia mi habitación, para todo esto ya eran las