Parte cinco

Llamaron a la puerta, extrañado por el modo en que recordaba, solo Fermina, molesta, lo hacía, se dirigió a la misma, al darse cuenta de que era Violet, no le dio importancia al modo en que estaba.

Abrió la puerta con una amplia sonrisa, Violet quien tenía listo el insulto, se detuvo al ver el torso desnudo, su marcado abdomen, su cabello húmedo.

—Hola, qué linda, me trajiste flores, me siento alagado —cerró un poco la puerta para asomar su rostro—. Violet hola, hola.

Concentrada en su marcado abdomen y lo que la toalla le permitía apreciar, Violet reaccionó cuando el hombre le zarandeó su mano frente al rostro, Ignacio se apoyó al marco de la puerta mientras la miraba.

—¿No vas a decirme nada, Violet, me trajiste flores?

—Tú… ¿Tú estás con alguien?

Para mortificarla, Ignacio miró al interior y sonrió con malicia al volver a mirarla.

—Que te diviertas —le dejó los cuatro arreglos que había conseguido subir—. Baja por el resto de tus flores.

Violet pretendía marcharse y este la alcanzó, la cargó y metió a su casa.

—No estoy con nadie, solo me duchaba, creí que no eras celosa.

—No me importa, solo vine a dejar tus flores y reclamarte por exagerado, no debiste enviarme todos esos ramos.

—Ok, enviaré menos, para la próxima, pensé que me llamarías, pero el que hayas venido es mucho mejor. ¿Cómo está nuestra hija?

—Bien, tengo que irme, te dejo tus flores —dijo al verlo acercarse.

La sujetó y esta lo empujó, pisó en falso y se cayó, Ignacio se fingió desmayado cuando su cabeza golpeó la mesa de centro.

Violet tragó grueso y se acercó, empezó a llamarlo y al ver que no reaccionaba se agobió.

—Ignacio despierta, por favor, no me hagas esto, lo siento, no quise empujarte, por favor despierta, Ignacio despierta.

Lo tocaba desesperada, sin comprobar su pulso.

—Despierta por favor, Ignacio despierta, prometo que te daré una oportunidad, pero no te mueras.

—¿De verdad me la darás?

Abrió los ojos con una sonrisita que la hizo comprender que fingía.

—Qué tonto, me voy, ya estás bien.

—No te vayas —le sujetó la mano—. Me golpeé la cabeza, podría tener una contusión cerebral y morir más tarde.

—¿De verdad te duele Ignacio?

Negó con la cabeza.

—No, solo es una excusa para que te quedes, Violet.

Se sentó y se acercó a ella, acarició su mejilla para después besarla.

—Tienes un abdomen sexi, Ignacio —mordió sus labios después del beso.

—Podrías si quieres descubrir que más te puede gustar —se puso de pies y le extendió la mano a la mujer aún sentada—. No tienes idea de cuanto te deseo, Violet.

Violet lo miró y mordió su labio inferior, se acercó y acunando sus mejillas en sus manos la besó. Violet lo empujó hasta lograr que cayera sentado en el sofá, para proceder a sentarse en su regazo.

Con besos errantes, Ignacio le dejaba saber lo que deseaba volver a tenerla, dejó sus labios, para besar su cuello mientras quitaba su sostén. Los recuerdos de aquella noche llegaron a Ignacio y este se detuvo.

—¿Qué sucede? ¿Ya no quieres? —inquirió Violet cuando este dejó de besarla y acariciarla.

—Lo recuerdo, Violet, acabo de recordar esa noche y… —le acarició la mejilla—. Lo siento, fui muy rudo. Lo remediaré.

Logró quitarle el sostén, empezó a besarla. Violet se puso de pies, se retiró el abrigo, del mismo modo en que Ignacio quitó su toalla, logrando que Violet mordiera de nuevo su labio al ver su miembro y lo erecto que el hombre ya estaba.

Ignacio se recostó al sofá y mientras la miraba con perversión, disfrutaba del modo lento en que Violet se retiraba el resto de sus prendas, se acarició el miembro.

Violet retiró su panti y se acercó al hombre, quien se acomodó y la jaló contra él, empezó a besar su vientre, subir su mano con lentitud hasta terminar agarrando sus pechos.

Parada en medio de las piernas de Ignacio, Violet inclinó la cabeza hacia atrás al sentir los besos en su monte de venus, le apretó los glúteos y le ayudó a subir una pierna sobre el sofá, Violet le agarró con fuerza el cabello al sentir su lengua moverse en círculos.

Se puso de pies para tumbarla en el sofá y continuar deleitándose con su humedad. Violet evitaba gemir, pero cuando él miraba no podía evitarlo. Cerró sus ojos y los recuerdos empezaron a llegar, recordó el modo en que las drogas la habían llevado a seducir al extraño ebrio, saliendo del baño en poca ropa.

Violet empezó a acariciar sus pechos mientras apoyaba sus piernas sobre los hombros del rubio que la miraba con morbo mientras le demostraba su destreza al usar su lengua.

Ella abrió los ojos cuando dejó de sentir la lengua, para descubrir al hombre preparándose para entrar en ella.

—¿Te estás cuidando? —preguntó con voz cachonda y frotando su miembro con saliva.

Violet, asintió y este se acercó para empezar a masajear sin entrar en ella, lo dejó sobre su monte de venus, para acercarse, la besó, para después concentrarse en sus pechos, en sus pezones duros.

—Me vuelves loco, señorita Williams —susurró con voz excitada y la recorrió con sus manos y mirada, adorando su belleza.

Violet le sonrió y él devolvió la sonrisa, volvió sobre sus rodillas y escupió en su miembro, empezó a frotarla, Violet apretó sus pechos y mordió sus labios de nuevo, deseando sentirlo. Ignacio estaba a punto de penetrarla, cuando su móvil sonó.

Violet lo atrapó con sus piernas y negó con la cabeza, indicándole no responder, él sonrió y estaba volviendo a su posición, cuando el móvil volvió a sonar.

—Por favor no…

—Está bien, será solo para descartar que se trate de mi padre o Salomé, nos divertiremos mucho, lo prometo hermoso pecado —le dejó un beso en su monte de venus antes de levantarse.

Violet lo vio alejarse con dirección a la habitación, suspiró al ver su tatuaje y recordar esa noche.

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