Meses atrás…
Alessandra manejó a casa de la familia Ferreira, apenas se había enterado del accidente de Patrick, el hijo mayor de la mejor amiga de su padre, salió corriendo de la oficina. No podía imaginar lo angustiado que podía estar Marcelo con lo sucedido con su hermano, pues ellos eran muy unidos. Patrick, siendo el mayor, siempre había estado para sus hermanos y Marcelo no era muy distinto de él.
Era eso lo que le había atraído de Marcelo, lo atento y lo caballeroso, aunque era dos años menor que ella, él tomaba el papel protector cuando se trataba de defender a las mujeres de la familia, hasta ella, que no tenía ningún tipo de relación sanguínea con Marcelo, había sido protegida siempre por él. Fue así, que no se dio cuenta en qué momento terminó enamorada de él.
Las manos de Alessandra se aferraron al volante cuando estacionó frente a la casa de la familia, se mordió el labio ligeramente y bajó del auto, lo bordeó con rapidez para tomar el presente que le había comprado en su viaje a Milán. No era el mejor momento para entregar un obsequio, pero ella quería aprovechar la oportunidad, ya que, debido a su trabajo, era casi imposible verlo, a menos, que fuese una reunión familiar.
Alessandra estuvo a nada de presionar el timbre, pero la figura de Marcelo, caminando hacia el jardín, hizo que se desviara del camino y lo siguiera. Iba a saludarlo primero y luego visitaría a Patrick; sin embargo, sus pasos se detuvieron casi de manera abrupta al escuchar la voz fuerte de Marcelo, que parecía discutir con alguien. Ella se debatió entre hablarle o retirarse y esperarlo en casa, pero no pudo retroceder al escucharlo alterado, así que, se quedó allí, parada.
—¿No puedes o más bien no quieres? —preguntó Marcelo, él se metió la mano al bolsillo, apretó los dientes y esperó una respuesta de su interlocutor.
—No es que no quiera verte, querido, pero el viaje fue agotador. Espero que puedas comprenderme, cariño, te he echado de menos todos estos días.
—No es la primera vez que cancelas a última hora, pero está bien, no tengo ganas de discutir contigo, te veo luego —espetó, y, sin esperar respuesta, colgó la llamada. Estaba enojado y no se molestó en tratar de esconderlo como normalmente lo hacía. Se sentía dolido y decepcionado.
Miranda había regresado de su viaje hace dos días, dudaba mucho de que se tratara de cansancio, lo más seguro era que…
—Marcelo…
Él se giró para ver a Alessandra acercándose, se tensó al pensar que ella pudiera haber escuchado su conversación, hasta ahora su relación con Miranda era secreta debido a lo prohibido de su amor.
—Alessandra… —la saludó, sintiéndose obligado a apartar la molestia de su voz, lo último que deseaba era hacerle pagar los platos que ella no había roto.
—Vine para saber de Patrick, pero antes quise saludarte. ¿Cómo has estado? Ha pasado mucho tiempo —dijo, mordiéndose el interior de su mejilla. La mirada de Marcelo solía ponerla nerviosa.
Marcelo guardó el móvil en su bolsillo y cerró la distancia entre ellos, saludó a Alessandra con un beso en la mejilla, lo cual la sorprendió.
—Demasiado tiempo —comentó con una ligera sonrisa que le aceleró el corazón.
—¿Todo bien? —se obligó ella a preguntar con cierta dificultad.
—Sí, afortunadamente, lo de Patrick solo ha sido una pequeña lesión y el susto.
—Puedo imaginarlo, mis padres te mandan saludos —dijo.
—¿No están en la ciudad?
Alessandra negó.
—No, mi padre invitó a mamá a un fin de semana en Las Vegas.
Marcelo asintió.
—¿Vas para adentro? —le preguntó.
Alessandra asintió y cuando Marcelo pasó por su lado, lo detuvo.
—Espera.
—¿Qué pasa?
—Te he traído algo de Milán, pero no había tenido oportunidad de dártelo. Espero que te guste —dijo, tendiendo una pequeña bolsa en su dirección.
Marcelo se sorprendió, aunque Alessandra siempre había sido atenta y detallista con él. De hecho, aún conservaba la cadena que ella le había regalado en su cumpleaños número dieciocho, desde entonces la llevaba bajo su traje hecho a medida, le quedaba corta debido a que su altura y complexión habían cambiado, no obstante, por alguna razón, se negó a dejarla guardada.
—Gracias, no tenías que molestarte —dijo, recibiendo la pequeña bolsa.
Alessandra le sonrió.
—No es ninguna molestia, Marcelo.
—Siempre que vas de viaje traes algo para mí y no he sabido corresponderte. ¿Tienes libre esta noche?
Alessandra lo miró sorprendida, estaba segura de que su boca se abría y cerraba como un pez fuera del agua; aun así, asintió. Ir con Marcelo sin duda era terminar su noche con broche de oro. Apostaba a que sería la envidia de muchas mujeres.
—¿Te parece si primero vamos a cenar y luego a bailar? —preguntó él con un entusiasmo que no sentía, la llamada recibida lo había dejado mal, pero ya no estaba dispuesto a quedarse en casa y esperar como un idiota a que Miranda tuviese tiempo para estar con él.
Por otro lado, Alessandra no era una mujer desconocida y conversar con ella siempre era agradable, ya fuera un tema casual o de negocios. Siempre tenía algo interesante que contarle. Estaba seguro de que con ella su mal humor iba a disiparse.
—Pasaré por ti a las siete, ¿te parece bien? —preguntó.
Alessandra asintió encantada, le parecía más que bien. ¡Era perfecto!
—Ahora, vamos adentro.
Alessandra caminó al lado de Marcelo, su corazón latía acelerado. Había compartido con él tantas veces, de hecho, la relación entre ellos existía desde antes de que él naciera, pero en todos esos años, Marcelo nunca la había invitado a salir, al menos, no lo habían hecho solos. Cuando eran estudiantes, lo hacían todos juntos. Esa noche, solo serían los dos…
Alessandra saludó a Kiara, Harrison, a sus tíos y por último a Patrick, para unirse a la conversación.
—Me alegra que estés bien y que todo haya sido un susto, Patrick, ¿le has llamado a Astrid? —preguntó ella, sin tener idea de que la relación de sus amigos había llegado a su fin.
—No.
—Deberías llamarla, si se entera de la misma manera que lo hemos hecho nosotros, se volverá loca.
—Tienes razón, la llamaré más tarde, ahora debe estar ocupada —musitó un tanto incómodo.
Alessandra asintió, iba a decirle algo más, pero su atención fue atraída por la mujer que caminaba al lado de Mía.
—¡Alessandra! —saludó la niña, tan efusiva como siempre.
Ella le sonrió.
—Hola, pequeña, ¿cómo has estado? —preguntó, dándole un beso en ambas mejillas.
—Echando de menos a mis padres, llevándome sustos de muerte con mis hermanos, pero estoy bien —respondió con cierto dramatismo.
—Me alegro de que todo esté bien, cariño —le susurró, apartando el mechón del rostro de la niña.
—Sip, deja que te presente a Meghan. Es mi niñera y, a partir de hoy, hasta que Patrick esté recuperado, será su enfermera.
Alessandra se puso de pie y la observó con curiosidad, era muy bella.
—Soy Alessandra Lowell, encantada de conocerte, Meghan —dijo, sin apartar la mirada de los ojos de la joven.
—Es un placer, señorita.
—Ale es una vieja, vieja amiga —dijo Mía, conoce a mis hermanos desde que andaban en pañales.
Alessandra se sonrojó con violencia ante las palabras de Mía, la pequeña tenía una manera muy sutil para recordarle que era la mayor.
—¡Mía! —gritaron los hermanos, mientras Renato y Grace, sus tíos, rompían en risas con las ocurrencias de la pequeña.
—No exageres, Mía, solo soy unos pocos meses mayor.
La niña se encogió de hombros.
—No es ninguna mentira, ¿verdad, Grace?
—Pues no, de hecho, pensé en Alessandra y Patrick como pareja.
Ella se sonrojó como una manzana, jamás se había fijado en Patrick de esa manera, pero no podía decir lo mismo de Marcelo, él la traía como un imán, como una llama a la polilla.
Alessandra guardó silencio, lo suyo por Marcelo era un secreto, aunque su madre parecía estar a punto de descubrirlo, se lo había hecho saber en Milán cuando había preguntado por él. Los pensamientos de Alessandra fueron interrumpidos cuando Harrison, el mejor amigo de Patrick, reclamó a Kiara para sí, ella se sorprendió, pues la pareja parecía llevarse como perros y gatos. Eso también le dio un aire de esperanzas, quizá solo necesitaba una pequeña oportunidad para conquistar el corazón de Marcelo Ferreira y hacer que se enamorara de ella.
Alessandra se despidió de la familia y de sus tíos para volver a la oficina, era sábado, pero había dejado algunos pendientes, así que, una vez terminado, se reunió con Joy, una de sus modelos y quien ocupaba el lugar de Astrid, luego de que ella aceptara quedarse en Brasil.
—Entonces, ¿te veo el lunes? —preguntó la joven.
—Sí, vamos a continuar los ensayos, quiero que el desfile dé mucho de qué hablar —dijo. Tener en sus manos el próximo desfile era un reto para ella y era la primera vez que lo haría sola. Con Fabio fuera del país y sus padres de luna de miel constante, era ella la cara de la agencia.
Alessandra se despidió de Joy en el estacionamiento y se dirigió a casa. Estaba nerviosa, su corazón latía agitado por la emoción, tanto, que le fue difícil decidirse por un vestuario adecuado. Al final optó por un vestido corto, no era elegante, pero era justo lo que necesitaba. Cuando el reloj marcó las siete en punto de la noche, ella esperaba afuera de su casa.
Marcelo estacionó el auto y bajó para saludar a Alessandra, él no pudo evitar que sus ojos la recorrieran de cuerpo entero.
—Hola, lamento llegar tarde —se disculpó él.
—Está bien, tampoco es que llegas una hora tarde, han sido minutos —musitó, aceptando el brazo de Marcelo para ayudarla a subir al auto.
El viaje fue una tranquila conversación, Marcelo le preguntó sobre la agencia y ella disfrutó compartir ese tiempo con él.
Marcelo la llevó a Clover Hill, era un lugar muy elegante en Brooklyn, esperaba que Alessandra disfrutara de la noche, era lo menos que podía hacer para agradecerle por el obsequio que le había traído de Italia, era un precioso Rolex y no era la marca o el reloj, él tenía varios, lo que hacía especial ese regalo era la inicial de su nombre incrustado en el fondo. Ella lo mandó a hacer, especialmente, para él…
Marcelo, como todo caballero, le ofreció su brazo para entrar juntos al restaurante. Lo que no se esperó fue encontrarse con Miranda Graves en la entrada…
El cuerpo de Marcelo se tensó bajo la mano de Alessandra y ella pudo sentirlo.—¿Estás bien? —le susurró, inclinándose ligeramente en su dirección, dando una idea romántica a quien los observara.Marcelo asintió, desvió la mirada para no quedar en evidencia y espero a que Miranda y su esposo entraran al restaurante. Su mano se cerró en un fuerte puño dentro de su bolsillo y luchó para no mostrar su molestia, no podía arruinarle la noche a Alessandra.—Vamos —dijo, soltándose de la mano de ella.Alessandra no tuvo tiempo de reaccionar, su cuerpo se tensó cuando sintió la cálida mano de Marcelo en la parte baja de su espalda, entre el final de su columna y el inicio de sus nalgas, ese preciso lugar en el que acababa el escote en su espalda. Caminó hasta llegar a una mesa con vistas al jardín. Ella estaba tan sorprendida, que todo su mundo se redujo al hombre delante de ella.Entretanto, Marcelo luchó para no mirar en dirección de Miranda, pero falló un par de veces. Sentía la bilis sub
«¿Iba a besarla…?»Alessandra tembló al sentir el cálido aliento de Marcelo acariciarle los labios, era una combinación de whisky y menta. La combinación perfecta para desear perderse en su boca y que, entre ellos pasara de todo, era el sueño secreto de Alessandra, tanto, que cerró los ojos y entreabrió los labios cuando Marcelo se acercó.El ambiente dentro del auto cambió y se calentó, por lo menos, Alessandra sentía que hervía, su corazón latía fuerte y acelerado, esperando ese momento tan deseado por ella…Marcelo tragó y se inclinó un poco más, hasta casi rozar sus labios con los de Alessandra, iba a besarla y que el cielo lo perdonara, sin embargo, el sonido de una notificación llegando a su móvil les interrumpió y él se apartó tan rápido como pudo, rompiendo la magia del momento.Alessandra abrió los ojos de manera abrupta al sentir la pérdida del calor de Marcelo, se sonrojó al verlo en su asiento, con las manos apretadas al volante. Ella abrió la puerta y trató de que su voz
Luego de aceptar la invitación de Marcelo, Alessandra se vio gratamente sorprendida de nuevo, pues él la invitó a cenar esa noche y así ultimar los detalles del viaje. Alessandra no cabía en su cuerpo de tanta felicidad, aunque trataba de mantenerse serena, teniendo a Marcelo cerca era una misión imposible.Alessandra preparó sus maletas tan pronto como volvió a casa y Marcelo se hubiese marchado con la promesa de pasar a recogerla al día siguiente. Esa noche no pudo pegar el ojo, las emociones estaban a flor de piel y el deseo de que su amor fuese correspondido era cada vez más fuerte. Ella no pudo evitar que su mente jugara con diversos escenarios en los que se confesaran su amor.El lunes, muy temprano por la mañana, Marcelo pasó por ella, tal y como le había prometido. El trayecto al aeropuerto fue una charla trivial, ella le habló sobre sus proyectos y sobre la semana de moda que tendría lugar en seis meses, pero para los que se tenía que preparar con tiempo, pues “Glamourdaucy”,
«¿Estás enamorado de alguien?»Marcelo se tensó al escuchar la pregunta de Alessandra, ella lo había tomado por sorpresa, no esperó que se interesara en su vida amorosa; sin embargo, no podía confesarle de su interés por Miranda, no deseaba que se sintiera decepcionada de él, no quería que pensara que era un idiota que se conformaba con ser el otro en una historia de amor a la que llegó tarde.Él apartó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta, volvió su atención a Kiara, quien sonría feliz y radiante, sus pensamientos no pudieron ir a Miranda, la mujer con quien creyó que tendría una feliz historia de amor.Marcelo apretó los puños, no deseaba pensar más en ella y, mucho menos, hablar de los sentimientos que albergaba por Miranda desde hace un año, todo lo que quería era olvidarse de ella y continuar con su vida; no obstante, olvidarse de los sentimientos no era fácil y sabía que todo llevaba su tiempo.—Marcelo…—Será mejor que vayamos a nuestras habitaciones y nos preparemos par
«Me gustas, Marcelo, me gustas y no como amigo».Marcelo se tensó al escuchar la confesión de Alessandra, nada lo preparó para esto, ni siquiera podía haberlo imaginado. La sorpresa fue tal, que se quedó callado y sus ojos fijos sobre las olas del mar…, buscando una respuesta buena para no herirla, pues en su corazón solo estaba Miranda.—Lo siento, tenía que decírtelo —dijo ella, rompiendo el silencio que se instaló entre ellos, lamentándose por el paso dado y no medir las consecuencias que podría traer para su relación con Marcelo.Sin embargo, ver a Kiara y a Harrison muy felices, le dio el impulso para atreverse a confesar sus sentimientos, luego de conocer su historia, ilusamente, esperó correr con la misma suerte, pero nada de eso importaba ahora, el silencio de Marcelo y la incertidumbre, le estaban carcomiendo el corazón y llenándola de arrepentimientos.—Alessandra, yo… Me has tomado por sorpresa, no sé qué decirte —respondió Marcelo con sinceridad.—No digas nada. —Alessandr
Toda razón se borró de la cabeza de Alessandra al sentir los suaves y cálidos labios de Marcelo sobre su boca, ella pensó que se trataba de un sueño, de una mala jugada de su conciencia debido a los sentimientos que albergaba por él, pero no era así, lo supo cuando la lengua de Marcelo pidió permiso para entrar. Un sueño no podía ser tan genial, no debía sentirse tan real.Marcelo sintió las manos de Alessandra sobre su cuello, provocando que un cosquilleo le recorriera de pies a cabeza, pegó sus cuerpos de manera involuntaria mientras profundizaba el beso que calentó cada rincón de sus cuerpos. Él no había estado preparado para esa ráfaga de deseo que se encendió en su interior, los labios de Alessandra eran suaves y cálidos, tanto, que él podía perderse en ellos sin ningún problema.Marcelo hizo a un lado el grito de su conciencia, su lengua se deleitó y saboreó cada rincón de la boca de Alessandra, mientras ella se sentía en una nube, estaba extasiada y la humedad mojó sus bragas d
Todo desapareció de la mente de Alessandra cuando la lengua de Marcelo invadió su boca por segunda vez ese día, con sus manos acarició los hombros de Marcelo y subió hasta su cuello, enredó los dedos en los cortos cabellos, presionando, atrayéndolo más a sus labios.Marcelo apretó la cintura de Alessandra con fuerza, mientras sus cuerpos se movían al compás de la música, él sabía que no podía quedarse dentro de la pista de baile y tampoco en el salón, aunque la tenue luz del lugar los protegía, él aún no quería hacerlo público, no hasta tener la seguridad de que podía corresponder los sentimientos de la joven.—Acompáñame —le susurró sobre los labios, acariciándolos con el calor de su aliento.Alessandra abrió los ojos, saliendo de su pequeña burbuja y le dedicó una mirada cargada de deseo, su cuerpo reaccionaba con un simple roce de él.—Marcelo…—Vamos, ven —le insistió, soltando su cintura y tomando su mano para sacarla del salón por el lado que daba al mar.Alessandra no opuso res
Entretanto, Marcelo disfrutó del desayuno en familia, luego de dos meses, finalmente, estaban reunidos de nuevo.—Entonces, ¿qué tal han estado esas vacaciones? —preguntó Marcelo, dejando el cubierto a un lado y bebiendo un poco de jugo de manzana.—Estuvieron divertidas, hasta el accidente de Patrick —comentó Kate, mirando al susodicho.—Lo siento, no era mi intención arruinarles el viaje —se disculpó Patrick de inmediato.—Sé que no fue tu culpa y, mucho menos, tu intención, hijo, pero no pude evitar sentirme preocupada e impotente por no estar a tu lado. Eres mi primer tesoro —le dijo, colocando su mano sobre la de Patrick.—Aun así, no pudiste disfrutar a gusto los últimos días —refutó él.—Ni siquiera debí mencionarlo —se quejó Kate, haciendo un puchero y mirando a Ricardo, pidiéndole ayuda silenciosa.—Disfrutamos muchos las vacaciones y, aunque ustedes ya sean mayores, siempre echamos en falta su presencia, tendremos que organizar unas vacaciones en familia —expresó Ricardo, tr