El cuerpo de Marcelo se tensó bajo la mano de Alessandra y ella pudo sentirlo.
—¿Estás bien? —le susurró, inclinándose ligeramente en su dirección, dando una idea romántica a quien los observara.
Marcelo asintió, desvió la mirada para no quedar en evidencia y espero a que Miranda y su esposo entraran al restaurante. Su mano se cerró en un fuerte puño dentro de su bolsillo y luchó para no mostrar su molestia, no podía arruinarle la noche a Alessandra.
—Vamos —dijo, soltándose de la mano de ella.
Alessandra no tuvo tiempo de reaccionar, su cuerpo se tensó cuando sintió la cálida mano de Marcelo en la parte baja de su espalda, entre el final de su columna y el inicio de sus nalgas, ese preciso lugar en el que acababa el escote en su espalda. Caminó hasta llegar a una mesa con vistas al jardín. Ella estaba tan sorprendida, que todo su mundo se redujo al hombre delante de ella.
Entretanto, Marcelo luchó para no mirar en dirección de Miranda, pero falló un par de veces. Sentía la bilis subirle a su garganta al darse cuenta de que le había vuelto a mentir. Miranda estaba jugando con él y con sus sentimientos. La ira se dibujó en su rostro y tuvo que contenerse para no maldecir.
—Marcelo.
La voz de Alessandra le hizo recomponerse, él se giró y la miró.
—Ahora vuelo, Alessa, voy a los servicios —se disculpó cuando vio la oportunidad de enfrentar a Miranda.
La mujer se había levantado de su mesa y le había murmurado algo al hombre a su lado, antes de mirar en dirección a Marcelo, invitándolo a seguirla, ella sabía que él no iba a fallarle…
Marcelo caminó detrás de ella con discreción, pero, apenas estuvieron lejos del ojo público, la tomó del brazo y la llevó hasta una parte del jardín, resguardándose detrás de la seguridad de una columna de concreto, que la mantenía a ella segura.
—Me has vuelto a mentir —gruñó, con la ira encendida en su mirada.
Miranda levantó su mano para acariciar el rostro serio de Marcelo.
—No, no quise mentirte, cariño. Estoy cansada, pero Joseph no tiene ningún tipo de consideración hacía mí, él no es como tú. Te lo he mencionado antes.
—No es lo que he visto, parece que estás muy a gusto con él.
Miranda se estiró para buscar los labios de Marcelo, sin embargo, él estaba demasiado molesto como para dejar que ella tratara de quitarle importancia al asunto, con un beso. Estaba cansado de esperar y de recoger las migajas de tiempo que ella le daba.
—No sé lo que me reclamas, pareces muy contento con tu cita, ¿la buscaste por despecho, Marcelo? ¿Quieres verme sufrir por ti? —preguntó, su tono era molesto y su mirada desafiante al ser rechazada.
—No metas a Alessa en esto, no tiene nada que ver.
—Entonces, demuéstrame que esa mujer no significa nada para ti y bésame —insistió, acercándose de nuevo a él.
Marcelo se alejó y retrocedió un paso, haciendo que Alessandra pudiera verlo desde la distancia. Ella frunció el ceño al verlo y se preocupó cuando él agitó las manos, como si estuviera discutiendo con alguien e incapaz de esperarlo, dada la preocupación que sentía, se levantó de la mesa y se dirigió a la salida del jardín para buscarlo.
Marcelo movió los brazos para evitar que Miranda lo abrazara.
—Estoy cansado de todo esto, me pediste tiempo, Miranda, me prometiste que ibas a divorciarte de él y llevo un año esperando a que eso suceda. ¿Me has estado viendo la cara todo este tiempo? —cuestionó.
La mujer negó.
—No es tan fácil, Marcelo, Joseph es el benefactor de mi familia y mientras tenga la empresa de mi padre en sus manos, no podré ser libre. Entiende que esto no es fácil para mí, te amo, Marcelo, te amo con locura. —Miranda trató de acercarse de nuevo y otra vez obtuvo el rechazo de él.
—Te ofrecí todo lo que tengo y todo lo que soy.
—¡No es suficiente! —gritó exasperada al ver que no podía dominar a Marcelo como otras tantas veces—. Entiende que Joseph es un hombre con su propia fortuna, dueño de su destino y del mío, mientras que tú sigues dependiendo del dinero de tu familia.
Marcelo apretó los dientes con fuerza.
—No es lo mismo, así que, que no pretendas que rompa mi matrimonio y ponga en riesgo la seguridad económica de mi familia y la mía, por ti, lo siento, pero no puedo hacerlo, Marcelo. Y si no estás dispuesto a seguir de esta manera y esperarme, será mejor que dejemos pasar un tiempo —pronunció Miranda, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, tratando de hacer sentir culpable a Marcelo. Orillando la situación a tal punto, que él se echara atrás y le dijera que seguía estando dispuesto a todo por ella, sin embargo…
—Me parece bien, porque no pienso seguir esperando por las migajas de tu tiempo.
Miranda abrió los ojos, no esperaba esa reacción de Marcelo.
—No puedes hablar en serio.
—Es lo que tú quieres, Miranda, y yo estoy de acuerdo. A partir de ahora, seremos dos extraños.
—Marcelo…
—Te estoy dando lo que has pedido, Miranda, y no daré marcha atrás.
—Eres un tonto, sabes presionarme, pero no quieres esperarme. Me haces daño —se quejó, echándose a llorar.
—No quiero hacerte daño, así que, es mejor romper ahora o terminaremos mal.
Miranda le dio una mirada furiosa, lo empujó y se fue en dirección contraria a la que llegó, mientras Marcelo sentía que algo dentro de él se rompía…
—¿Estás bien?
Marcelo apretó los puños, respiró profundo para controlar su mal genio y solo entonces asintió.
—Lamento hacerte esperar, Alessa.
—Te vi desde la mesa y me pareció que discutías con alguien —dijo, haciendo que Marcelo se tensara de nuevo—. ¿Estás seguro de que todo está bien?
Marcelo la tomó de la mano y se la llevó de allí, no quería arriesgarse a que Miranda apareciera y todo quedará al descubierto. Él no era un hombre que se sintiera orgulloso de estar con una mujer casada, simplemente, se había enamorado de Miranda sin saber que era una mujer prohibida, y, cuando lo supo, no tuvo el valor de dejarla, pues ella le había asegurado que su matrimonio con Joseph era una farsa y que pronto iba a dejarlo…, todo había sido una mentira y él se había cansado de esperar.
Alessandra podía notar la tensión en el cuerpo de Marcelo, le pareció extraño el cambio drástico de sus ojos y su mirada estaba nublada por un halo de enojo y decepción; sin embargo, no tuvo el valor de preguntarle, no quería echar a perder aquella noche, metiéndose en asuntos que no le concernían, por mucho que estuviera enamorada de Marcelo.
Mientras tanto, él no quiso permanecer más en el restaurante y con la excusa perfecta para ir a bailar, se llevó a Alessandra del sitio. Todo bajo la atenta mirada de Miranda, que echaba chispas debido al rechazo de Marcelo y la aceptación como si nada de su ruptura. Su enojo pasó de él hacía Alessandra, pensando que ella era la causante de todo…
Marcelo llevó a Alessandra hasta El Inframundo, era uno de sus lugares favoritos para bailar. El ambiente era de primera, no había lugar más adecuado para ahogar su decepción.
—Estás bebiendo demasiado, Marcelo, si has tenido algún altercado en el restaurante, puedes contarme —le pidió Alessandra al verlo beber su cuarta copa en menos de veinte minutos.
—No pasa nada, Alessa, es solo que ha pasado mucho tiempo desde que vine a divertirme y con el susto de Patrick, un trago me hará bien.
—Uno, pero llevas cuatro —le hizo ver ella.
Marcelo apartó el vaso de sus labios y lo dejó sobre la mesa, miró a su alrededor, el lugar estaba a reventar y la música era una invitación a la pista de baile. Era justo lo que necesitaba para olvidarse de Miranda, necesitaba volver a sentirse dueño de sí mismo, así que, no lo pensó más y se puso de pie.
—Vamos, vamos a bailar, Alessa, necesito sentir que vivo —dijo.
Ella aceptó, era mejor estar en la pista de baile, que verlo beber de aquella manera, por lo que, se dejó arrastrar por Marcelo y no protestó cuando él pegó el cuerpo al suyo. El calor la invadió, las manos de Marceo se aferraron a su cintura, moviéndose a un mismo compás. Ambos traían la música en la sangre. Aunque Marcelo era un tanto distinto a ellos, había heredado el color de los ojos de su padre, Ricardo, pero el resto era herencia de su madre, Kate, una rubia preciosa; sin embargo, ninguno de los dos podía negar sus raíces brasileñas.
Eso hizo que Alessandra recordara el regalo que le había hecho a Marcelo cuando cumplió los dieciocho años, le había obsequiado una cadena y una preciosa medalla de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil, la tierra de sus padres.
Ajeno a los pensamientos de Alessandra, Marcelo disfrutó del momento hasta que el cansancio lo obligó a tomar un descanso.
—Estás empapado de sudor —musitó Alessandra el ver cómo la tela se pegaba al pecho de Marcelo, ella sacó un pañuelo de su pequeña bolsa de mano y le limpió la frente.
—Estamos en una discoteca y hemos bailado, no puedes esperar otra cosa —expresó Marcelo un tanto divertido.
Alessandra no prestó atención a sus palabras y le secó el cuello, mientras humedecía sus labios con la punta de su lengua, deseando poner las manos sobre el pecho de Marcelo y…
—Alessa, Alessandra —la llamó Marcelo, ella se había detenido y parecía petrificada en su sitio.
—¿Eh?
—Te preguntaba si quieres volver a la pista o si prefieres que te lleva a casa.
Alessandra bebió el contenido de su vaso y sin responder, tomó la mano de Marcelo, arrastrándolo a la pista de baile, perdiéndose de nuevo entre sus brazos…
Varias horas después y con el cuerpo agotado, salieron de El Inframundo. Marcelo se internó en las calles de Nueva York y se dirigió a casa de la familia Lowell, para llevar a Alessandra a casa.
—Gracias por esta noche, Marcelo —expresó Alessandra, cuando el auto tomó la recta de su hogar.
—Ha sido divertido, gracias por aceptar —musitó él.
Marcelo se sentía mareado debido a la cantidad de alcohol que había bebido, aun así, apenas estacionó, quiso bajarse del auto.
—No, no es necesario que te bajes, Marcelo, puedo hacerlo sola —dijo Alessandra al ver su intención de bajarse.
—Deja que me comporte como el caballero que soy —musitó él, insistiendo en abrir la puerta.
Alessandra lo tomó del brazo y le hizo mirarla.
—No es necesario, estás mareado y me temo, que si bajas, no te dejaré ir —susurró ella, un poco achispada por la bebida.
Marcelo no alcanzó a entender lo último que Alessandra dijo, por lo que, se estiró tanto como le fue posible para quitarle el cinturón de seguridad, haciendo que sus rostros quedaran muy cerca. Alessandra casi dejó de respirar cuando sus ojos se encontraron con los de Marcelo. Él acercó el rostro un poco más a ella, ¿iba a besarla…?
«¿Iba a besarla…?»Alessandra tembló al sentir el cálido aliento de Marcelo acariciarle los labios, era una combinación de whisky y menta. La combinación perfecta para desear perderse en su boca y que, entre ellos pasara de todo, era el sueño secreto de Alessandra, tanto, que cerró los ojos y entreabrió los labios cuando Marcelo se acercó.El ambiente dentro del auto cambió y se calentó, por lo menos, Alessandra sentía que hervía, su corazón latía fuerte y acelerado, esperando ese momento tan deseado por ella…Marcelo tragó y se inclinó un poco más, hasta casi rozar sus labios con los de Alessandra, iba a besarla y que el cielo lo perdonara, sin embargo, el sonido de una notificación llegando a su móvil les interrumpió y él se apartó tan rápido como pudo, rompiendo la magia del momento.Alessandra abrió los ojos de manera abrupta al sentir la pérdida del calor de Marcelo, se sonrojó al verlo en su asiento, con las manos apretadas al volante. Ella abrió la puerta y trató de que su voz
Luego de aceptar la invitación de Marcelo, Alessandra se vio gratamente sorprendida de nuevo, pues él la invitó a cenar esa noche y así ultimar los detalles del viaje. Alessandra no cabía en su cuerpo de tanta felicidad, aunque trataba de mantenerse serena, teniendo a Marcelo cerca era una misión imposible.Alessandra preparó sus maletas tan pronto como volvió a casa y Marcelo se hubiese marchado con la promesa de pasar a recogerla al día siguiente. Esa noche no pudo pegar el ojo, las emociones estaban a flor de piel y el deseo de que su amor fuese correspondido era cada vez más fuerte. Ella no pudo evitar que su mente jugara con diversos escenarios en los que se confesaran su amor.El lunes, muy temprano por la mañana, Marcelo pasó por ella, tal y como le había prometido. El trayecto al aeropuerto fue una charla trivial, ella le habló sobre sus proyectos y sobre la semana de moda que tendría lugar en seis meses, pero para los que se tenía que preparar con tiempo, pues “Glamourdaucy”,
«¿Estás enamorado de alguien?»Marcelo se tensó al escuchar la pregunta de Alessandra, ella lo había tomado por sorpresa, no esperó que se interesara en su vida amorosa; sin embargo, no podía confesarle de su interés por Miranda, no deseaba que se sintiera decepcionada de él, no quería que pensara que era un idiota que se conformaba con ser el otro en una historia de amor a la que llegó tarde.Él apartó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta, volvió su atención a Kiara, quien sonría feliz y radiante, sus pensamientos no pudieron ir a Miranda, la mujer con quien creyó que tendría una feliz historia de amor.Marcelo apretó los puños, no deseaba pensar más en ella y, mucho menos, hablar de los sentimientos que albergaba por Miranda desde hace un año, todo lo que quería era olvidarse de ella y continuar con su vida; no obstante, olvidarse de los sentimientos no era fácil y sabía que todo llevaba su tiempo.—Marcelo…—Será mejor que vayamos a nuestras habitaciones y nos preparemos par
«Me gustas, Marcelo, me gustas y no como amigo».Marcelo se tensó al escuchar la confesión de Alessandra, nada lo preparó para esto, ni siquiera podía haberlo imaginado. La sorpresa fue tal, que se quedó callado y sus ojos fijos sobre las olas del mar…, buscando una respuesta buena para no herirla, pues en su corazón solo estaba Miranda.—Lo siento, tenía que decírtelo —dijo ella, rompiendo el silencio que se instaló entre ellos, lamentándose por el paso dado y no medir las consecuencias que podría traer para su relación con Marcelo.Sin embargo, ver a Kiara y a Harrison muy felices, le dio el impulso para atreverse a confesar sus sentimientos, luego de conocer su historia, ilusamente, esperó correr con la misma suerte, pero nada de eso importaba ahora, el silencio de Marcelo y la incertidumbre, le estaban carcomiendo el corazón y llenándola de arrepentimientos.—Alessandra, yo… Me has tomado por sorpresa, no sé qué decirte —respondió Marcelo con sinceridad.—No digas nada. —Alessandr
Toda razón se borró de la cabeza de Alessandra al sentir los suaves y cálidos labios de Marcelo sobre su boca, ella pensó que se trataba de un sueño, de una mala jugada de su conciencia debido a los sentimientos que albergaba por él, pero no era así, lo supo cuando la lengua de Marcelo pidió permiso para entrar. Un sueño no podía ser tan genial, no debía sentirse tan real.Marcelo sintió las manos de Alessandra sobre su cuello, provocando que un cosquilleo le recorriera de pies a cabeza, pegó sus cuerpos de manera involuntaria mientras profundizaba el beso que calentó cada rincón de sus cuerpos. Él no había estado preparado para esa ráfaga de deseo que se encendió en su interior, los labios de Alessandra eran suaves y cálidos, tanto, que él podía perderse en ellos sin ningún problema.Marcelo hizo a un lado el grito de su conciencia, su lengua se deleitó y saboreó cada rincón de la boca de Alessandra, mientras ella se sentía en una nube, estaba extasiada y la humedad mojó sus bragas d
Todo desapareció de la mente de Alessandra cuando la lengua de Marcelo invadió su boca por segunda vez ese día, con sus manos acarició los hombros de Marcelo y subió hasta su cuello, enredó los dedos en los cortos cabellos, presionando, atrayéndolo más a sus labios.Marcelo apretó la cintura de Alessandra con fuerza, mientras sus cuerpos se movían al compás de la música, él sabía que no podía quedarse dentro de la pista de baile y tampoco en el salón, aunque la tenue luz del lugar los protegía, él aún no quería hacerlo público, no hasta tener la seguridad de que podía corresponder los sentimientos de la joven.—Acompáñame —le susurró sobre los labios, acariciándolos con el calor de su aliento.Alessandra abrió los ojos, saliendo de su pequeña burbuja y le dedicó una mirada cargada de deseo, su cuerpo reaccionaba con un simple roce de él.—Marcelo…—Vamos, ven —le insistió, soltando su cintura y tomando su mano para sacarla del salón por el lado que daba al mar.Alessandra no opuso res
Entretanto, Marcelo disfrutó del desayuno en familia, luego de dos meses, finalmente, estaban reunidos de nuevo.—Entonces, ¿qué tal han estado esas vacaciones? —preguntó Marcelo, dejando el cubierto a un lado y bebiendo un poco de jugo de manzana.—Estuvieron divertidas, hasta el accidente de Patrick —comentó Kate, mirando al susodicho.—Lo siento, no era mi intención arruinarles el viaje —se disculpó Patrick de inmediato.—Sé que no fue tu culpa y, mucho menos, tu intención, hijo, pero no pude evitar sentirme preocupada e impotente por no estar a tu lado. Eres mi primer tesoro —le dijo, colocando su mano sobre la de Patrick.—Aun así, no pudiste disfrutar a gusto los últimos días —refutó él.—Ni siquiera debí mencionarlo —se quejó Kate, haciendo un puchero y mirando a Ricardo, pidiéndole ayuda silenciosa.—Disfrutamos muchos las vacaciones y, aunque ustedes ya sean mayores, siempre echamos en falta su presencia, tendremos que organizar unas vacaciones en familia —expresó Ricardo, tr
Marcelo condujo hasta el centro comercial, bajó del auto y se apresuró para abrirle la puerta a Alessandra.—Dejaré esto acá, solo espero que no se me olvide, como pasó con la maleta —bromeó ella, dejando el libro sobre el sillón.—Si lo olvidas, tendré una excusa para volver —respondió Marcelo, con otra broma, mientras cerraba la puerta.Alessandra le sonrió.—Todo esto me parece tan irreal, sé que no debo hacerme ilusiones tan pronto, pero siento que somos dos piezas que encajamos en un mismo rompecabezas —musitó.Marcelo tragó el nudo en su garganta y no respondió. No sabía qué responder ante esas palabras y no deseaba equivocarse.—Vamos —le dijo.No se tomaron de las manos, tampoco les hizo falta, los dos caminaban muy cerca, uno del otro, dirigiéndose al área reservada para las salas de cine. Marcelo se dio cuenta de que no se había tomado el tiempo para revisar la cartelera ni los horarios.—¿Qué película te gustaría ver? —preguntó cuando estaban delante de las carteleras que c