Toda razón se borró de la cabeza de Alessandra al sentir los suaves y cálidos labios de Marcelo sobre su boca, ella pensó que se trataba de un sueño, de una mala jugada de su conciencia debido a los sentimientos que albergaba por él, pero no era así, lo supo cuando la lengua de Marcelo pidió permiso para entrar. Un sueño no podía ser tan genial, no debía sentirse tan real.Marcelo sintió las manos de Alessandra sobre su cuello, provocando que un cosquilleo le recorriera de pies a cabeza, pegó sus cuerpos de manera involuntaria mientras profundizaba el beso que calentó cada rincón de sus cuerpos. Él no había estado preparado para esa ráfaga de deseo que se encendió en su interior, los labios de Alessandra eran suaves y cálidos, tanto, que él podía perderse en ellos sin ningún problema.Marcelo hizo a un lado el grito de su conciencia, su lengua se deleitó y saboreó cada rincón de la boca de Alessandra, mientras ella se sentía en una nube, estaba extasiada y la humedad mojó sus bragas d
Todo desapareció de la mente de Alessandra cuando la lengua de Marcelo invadió su boca por segunda vez ese día, con sus manos acarició los hombros de Marcelo y subió hasta su cuello, enredó los dedos en los cortos cabellos, presionando, atrayéndolo más a sus labios.Marcelo apretó la cintura de Alessandra con fuerza, mientras sus cuerpos se movían al compás de la música, él sabía que no podía quedarse dentro de la pista de baile y tampoco en el salón, aunque la tenue luz del lugar los protegía, él aún no quería hacerlo público, no hasta tener la seguridad de que podía corresponder los sentimientos de la joven.—Acompáñame —le susurró sobre los labios, acariciándolos con el calor de su aliento.Alessandra abrió los ojos, saliendo de su pequeña burbuja y le dedicó una mirada cargada de deseo, su cuerpo reaccionaba con un simple roce de él.—Marcelo…—Vamos, ven —le insistió, soltando su cintura y tomando su mano para sacarla del salón por el lado que daba al mar.Alessandra no opuso res
Entretanto, Marcelo disfrutó del desayuno en familia, luego de dos meses, finalmente, estaban reunidos de nuevo.—Entonces, ¿qué tal han estado esas vacaciones? —preguntó Marcelo, dejando el cubierto a un lado y bebiendo un poco de jugo de manzana.—Estuvieron divertidas, hasta el accidente de Patrick —comentó Kate, mirando al susodicho.—Lo siento, no era mi intención arruinarles el viaje —se disculpó Patrick de inmediato.—Sé que no fue tu culpa y, mucho menos, tu intención, hijo, pero no pude evitar sentirme preocupada e impotente por no estar a tu lado. Eres mi primer tesoro —le dijo, colocando su mano sobre la de Patrick.—Aun así, no pudiste disfrutar a gusto los últimos días —refutó él.—Ni siquiera debí mencionarlo —se quejó Kate, haciendo un puchero y mirando a Ricardo, pidiéndole ayuda silenciosa.—Disfrutamos muchos las vacaciones y, aunque ustedes ya sean mayores, siempre echamos en falta su presencia, tendremos que organizar unas vacaciones en familia —expresó Ricardo, tr
Marcelo condujo hasta el centro comercial, bajó del auto y se apresuró para abrirle la puerta a Alessandra.—Dejaré esto acá, solo espero que no se me olvide, como pasó con la maleta —bromeó ella, dejando el libro sobre el sillón.—Si lo olvidas, tendré una excusa para volver —respondió Marcelo, con otra broma, mientras cerraba la puerta.Alessandra le sonrió.—Todo esto me parece tan irreal, sé que no debo hacerme ilusiones tan pronto, pero siento que somos dos piezas que encajamos en un mismo rompecabezas —musitó.Marcelo tragó el nudo en su garganta y no respondió. No sabía qué responder ante esas palabras y no deseaba equivocarse.—Vamos —le dijo.No se tomaron de las manos, tampoco les hizo falta, los dos caminaban muy cerca, uno del otro, dirigiéndose al área reservada para las salas de cine. Marcelo se dio cuenta de que no se había tomado el tiempo para revisar la cartelera ni los horarios.—¿Qué película te gustaría ver? —preguntó cuando estaban delante de las carteleras que c
«Tenemos que vernos».Marcelo apretó el móvil y la dejó en visto, no quería saber nada de Miranda Graves, ni lo que ella tenía que decirle. Su relación terminó y no pensaba volver a caer en sus enredos. Había tomado una decisión e iba a mantenerse firme, costara lo que le costara.El sonido de un nuevo mensaje lo distrajo y miró la pantalla de nuevo.Miranda: Es importante, Marcelo, no me hagas suplicarte.Miranda: ¡Marcelo! No te atrevas a ignorarme. ¿Es ese el amor que dices tenerme? Demuéstrame que vale la pena arriesgarme tanto para verte.Él apretó los dientes ante las palabras de Miranda, ¿cómo se atrevía a cuestionar lo que había sentido por ella? ¡Se convirtió en su amante! arriesgó su nombre, su vida y su orgullo de hombre. ¿Qué más quería de él? Con rabia deslizó sus dedos por la pantalla y escribió un rápido mensaje.Marcelo: No te arriesgues tanto, no quiero verte, no tenemos nada de qué hablar. Las cosas quedaron claras entre los dos, la última vez que nos vimos.Miranda
«—Eres… ¿Alessandra Lowell?»Alessandra miró a la mujer con cierta desconfianza mientras trataba de recordar si la había visto en algún evento o tal vez si tuvieron alguna charla casual, ella parecía complacida de verla, lo que era raro.—¿Nos conocemos? —preguntó, justo cuando Nicole llegaba a su lado.Miranda miró a las dos mujeres y amplió su sonrisa, su intención no era encontrarse con Alessandra, no tan rápido, pero el destino parecía empeñado en complacer sus caprichos y ella no iba a perder la oportunidad para fastidiar a la “amiguita” de Marcelo, sobre todo, por el desaire que le había hecho la noche anterior al dejarla en visto.—No creo que tengamos el placer de conocernos, Alessandra, permítame presentarme, soy…—¡Alessandra! —el grito de Marcelo interrumpió las palabras de Miranda, la mujer se giró y se complació al verlo llegar, le había dejado un ultimátum luego de veinte mensajes ignorados, lo conocía bastante bien como para saber que no iba a arriesgarse a dejarla plan
Alessandra entreabrió los labios y recibió la lengua de Marcelo en su interior, sus manos le acariciaban el cuerpo, podía sentir el calor atravesar su ropa, sus bragas se mojaron de inmediato y un jadeo de protesta nació desde lo más profundo de su garganta cuando él se alejó. Sus ojos brillaban con deseo y una corriente la recorrió.—Marcelo —susurró, mientras él la tomaba de la mano y la sacaba de la pista de baile.—Ven. —Él tenía la voz ronca por el deseo, tenía la mente nublada y solo podía pensar en volver a tomar a Alessandra y besarla hasta desfallecer.El deseo que sentía era como un fuego que lo consumía, sus venas ardían y su entrepierna dolía. Cuando estuvieron lejos, ninguno podía saber exactamente en qué parte de la discoteca estaban, y a ninguno de los dos le importaba.Marcelo atrapó a Alessandra entre la pared y su cuerpo, su mano le acarició el mentón y la yema de sus dedos le acarició los labios rojos e hinchados por su reciente beso. Ella sacó la lengua y humedeció
«¿Estás saliendo con Alessandra?»La pregunta sorprendió a Marcelo, no se lo esperaba.—¿Qué? —preguntó, saliendo de su estupor al darse cuenta de que no se trataba de Miranda.—Ten. —Ricardo le tendió la tableta, él la tomó y se vio la razón de la pregunta de su padre, eran Alessandra y él besándose en la discoteca.—Eso no quiere decir que estemos saliendo en modo romántico, papá. Alessa y yo nos conocemos de toda la vida, somos amigos —respondió.Ricardo elevó una ceja.—¿Y desde cuándo los amigos se besan? —cuestionó.Marcelo se mordió el labio, no estaba listo para tener esa conversación con su padre, tal como se lo dijo a Alessa, él quería intentarlo y deseaba hacer las cosas bien, por esa misma razón se detuvo cuando todo lo que deseaba esa noche era enterrarse en su calor.—¿Estás seguro?Marcelo asintió, saliendo de sus recuerdos, se estremeció, necesitaba una ducha fría, de nuevo.—No soy hombre de advertencias, Marcelo, pero como padre, tengo la responsabilidad de hacerlo,