«—Eres… ¿Alessandra Lowell?»Alessandra miró a la mujer con cierta desconfianza mientras trataba de recordar si la había visto en algún evento o tal vez si tuvieron alguna charla casual, ella parecía complacida de verla, lo que era raro.—¿Nos conocemos? —preguntó, justo cuando Nicole llegaba a su lado.Miranda miró a las dos mujeres y amplió su sonrisa, su intención no era encontrarse con Alessandra, no tan rápido, pero el destino parecía empeñado en complacer sus caprichos y ella no iba a perder la oportunidad para fastidiar a la “amiguita” de Marcelo, sobre todo, por el desaire que le había hecho la noche anterior al dejarla en visto.—No creo que tengamos el placer de conocernos, Alessandra, permítame presentarme, soy…—¡Alessandra! —el grito de Marcelo interrumpió las palabras de Miranda, la mujer se giró y se complació al verlo llegar, le había dejado un ultimátum luego de veinte mensajes ignorados, lo conocía bastante bien como para saber que no iba a arriesgarse a dejarla plan
Alessandra entreabrió los labios y recibió la lengua de Marcelo en su interior, sus manos le acariciaban el cuerpo, podía sentir el calor atravesar su ropa, sus bragas se mojaron de inmediato y un jadeo de protesta nació desde lo más profundo de su garganta cuando él se alejó. Sus ojos brillaban con deseo y una corriente la recorrió.—Marcelo —susurró, mientras él la tomaba de la mano y la sacaba de la pista de baile.—Ven. —Él tenía la voz ronca por el deseo, tenía la mente nublada y solo podía pensar en volver a tomar a Alessandra y besarla hasta desfallecer.El deseo que sentía era como un fuego que lo consumía, sus venas ardían y su entrepierna dolía. Cuando estuvieron lejos, ninguno podía saber exactamente en qué parte de la discoteca estaban, y a ninguno de los dos le importaba.Marcelo atrapó a Alessandra entre la pared y su cuerpo, su mano le acarició el mentón y la yema de sus dedos le acarició los labios rojos e hinchados por su reciente beso. Ella sacó la lengua y humedeció
«¿Estás saliendo con Alessandra?»La pregunta sorprendió a Marcelo, no se lo esperaba.—¿Qué? —preguntó, saliendo de su estupor al darse cuenta de que no se trataba de Miranda.—Ten. —Ricardo le tendió la tableta, él la tomó y se vio la razón de la pregunta de su padre, eran Alessandra y él besándose en la discoteca.—Eso no quiere decir que estemos saliendo en modo romántico, papá. Alessa y yo nos conocemos de toda la vida, somos amigos —respondió.Ricardo elevó una ceja.—¿Y desde cuándo los amigos se besan? —cuestionó.Marcelo se mordió el labio, no estaba listo para tener esa conversación con su padre, tal como se lo dijo a Alessa, él quería intentarlo y deseaba hacer las cosas bien, por esa misma razón se detuvo cuando todo lo que deseaba esa noche era enterrarse en su calor.—¿Estás seguro?Marcelo asintió, saliendo de sus recuerdos, se estremeció, necesitaba una ducha fría, de nuevo.—No soy hombre de advertencias, Marcelo, pero como padre, tengo la responsabilidad de hacerlo,
Marcelo tomó la flor con mucho cuidado, parecía frágil, pero sabía que era engañosa, tenía espinas y podían hacerle sangrar.—Una rosa—susurró, giró el rostro y vio a Alessandra, ella tenía las manos atrás de su espalda y lo miraba con expectación.—¿Sabes lo que significa? —le preguntó, acercándose y colocando la mano sobre su brazo.Él sabía el significado, pero quería escucharlo de sus labios, mientras sentía un hormigueo recorrer su piel.—Una rosa roja transmite el deseo de vivir un romance intenso —dijo, acariciando la piel de Marcelo con la yema de sus dedos—. También representa el deseo y la pasión —susurró, acercando el rostro lenta y seductoramente.Él cerró los ojos, los dedos de Alessandra le acariciaron le mejilla, el tacto fue suave y sedoso, como la caricia de un pétalo.—Representan el amor —murmuró ella, besando sus labios.Marcelo no era un hombre de acero, más bien, era un hombre que luchaba constantemente contra el deseo y la pasión que su cuerpo experimentaba por
«¿Me tienes miedo, Marcelo?»Él elevó una ceja al escucharla y le sonrió.—Eres demasiado atrevida, Alessa —le murmuró al oído, inclinándose lo suficiente como si le contara un secreto y aprovechó para rozar el lóbulo de su oreja.Un escalofrió recorrió la espalda de Alessandra ante el roce sutil y caliente de Marcelo, se estremeció sin poder evitarlo.—¿Tienes frío, Alessa? —le preguntó complacido, él también sabía jugar y no iba a darle ventajas.—No —susurró con voz temblorosa.Alessandra no creía que era capaz de excitarse en medio de tanta gente. ¡Estaban en el aeropuerto! Y no en el patio de su casa.—Te he sentido temblar, Alessa.Ella casi gimió al escuchar la voz ronca con la que pronunciaba su nombre, ella trató de intimidarlo y ahora Marcelo la llevaba a su terno y la estaba desarmando.—¿Y eso te molesta? —preguntó con voz temblorosa.—No eres agua, Alessa, más bien, eres como un volcán a punto de hacer erupción y no sé, exactamente, cómo reaccionar ante eso. No, pero no a
Marcelo podía sentir el hormigueo en sus labios, el beso que Alessandra le dio le aceleró el corazón, el deseo de tumbarla sobre el sillón y hacerla suya fue abrumador, tanto, que tuvo que alejarse de ella y tomar el volante con fuerza, hasta que sus nudillos cambiaron de color.Esto era más que una tentación, era un infierno personal del cual empezaba a dudar que saldría victorioso. No era el afán de mantenerse caballeroso, tampoco quería demostrarse nada, personalmente, estaba dándose su tiempo, pero, como estaban las cosas, iba a caer más rápido que un ciego. Alessandra se mordió el labio para no frenar su deseo y la pasión que le atravesaron el cuerpo, dejó que Marcelo la llevara a casa y entonces, ya vería lo que era bueno…. El trayecto fue silencioso, sin embargo, las palabras no eran necesarias, la tensión sexual en el auto podía cortarse con el filo de una tijera y la mantenía al borde. Ella giró el rostro y vio complacida que estaban a unas cuantas calles de la mansión Fer
Alessandra se movió entre las sábanas, su cuerpo estaba deliciosamente dolorido después de hacer el amor con Marcelo, sonrió, y sin abrir los ojos lo buscó en la cama, pero no lo encontró.—¿Marcelo? —lo llamó, no quería abrir los ojos, pero el silencio de la habitación la obligó a hacerlo.Sin embargo, no había rastro de él, se levantó sin preocuparse de su desnudez y buscó su ropa, pero tampoco estaba donde recordaba haberla dejado tirada la noche anterior, la prisa por perseguir y acorralar a Marcelo en la ducha fue más urgente, que ser ordenada.Alessandra le echó un vistazo a la habitación, ni siquiera había una bata a la vista, por lo que, se atrevió a hurgar entre el closet de Marcelo, tomó una camisa, se la colocó sobre el cuerpo y salió de la habitación, para buscar a su chico fugitivo.Marcelo bebió un sorbo de su vaso de jugo y sonrió, mientras los recuerdos de la noche anterior acudían a su memoria. Si tenía que ponerle un nombre a lo vivido, solo era uno, “explosivo”. Su
Marcelo la miró con seriedad, mientras ella sonreía y se ponía de pie, se acercó a él e intentó darle un beso en la boca, pero él se apartó para evitarla.—¿Qué significa esto, Miranda? ¿Qué es lo que haces aquí? —preguntó. Marcelo no esperaba encontrarse con ella, la llamada había sido de Joseph Graves, ¿no?Miranda trató de ignorar el sentimiento de humillación que le provocó el rechazo de Marcelo.—¿Esto es otro de tus juegos, Miranda? —le cuestionó con una frialdad capaz de congelar el mismo infierno.Ella se encogió como si la hubiese abofeteado, él jamás la había mirado de esa manera.—No, pero era la única manera de que vinieras —respondió.—Debí imaginar que esto era obra tuya, no hay manera de que Josep sepa lo que sucedió entre nosotros.—Te equivocas, Marcelo, es por eso que quería verte, creo que Joseph sospecha de nosotros. El otro día… cuando nos encontramos en el restaurante me lo insinuó. Me preguntó si eras tú —dijo.Marcelo apretó los puños y presionó los