«¿Me tienes miedo, Marcelo?»Él elevó una ceja al escucharla y le sonrió.—Eres demasiado atrevida, Alessa —le murmuró al oído, inclinándose lo suficiente como si le contara un secreto y aprovechó para rozar el lóbulo de su oreja.Un escalofrió recorrió la espalda de Alessandra ante el roce sutil y caliente de Marcelo, se estremeció sin poder evitarlo.—¿Tienes frío, Alessa? —le preguntó complacido, él también sabía jugar y no iba a darle ventajas.—No —susurró con voz temblorosa.Alessandra no creía que era capaz de excitarse en medio de tanta gente. ¡Estaban en el aeropuerto! Y no en el patio de su casa.—Te he sentido temblar, Alessa.Ella casi gimió al escuchar la voz ronca con la que pronunciaba su nombre, ella trató de intimidarlo y ahora Marcelo la llevaba a su terno y la estaba desarmando.—¿Y eso te molesta? —preguntó con voz temblorosa.—No eres agua, Alessa, más bien, eres como un volcán a punto de hacer erupción y no sé, exactamente, cómo reaccionar ante eso. No, pero no a
Marcelo podía sentir el hormigueo en sus labios, el beso que Alessandra le dio le aceleró el corazón, el deseo de tumbarla sobre el sillón y hacerla suya fue abrumador, tanto, que tuvo que alejarse de ella y tomar el volante con fuerza, hasta que sus nudillos cambiaron de color.Esto era más que una tentación, era un infierno personal del cual empezaba a dudar que saldría victorioso. No era el afán de mantenerse caballeroso, tampoco quería demostrarse nada, personalmente, estaba dándose su tiempo, pero, como estaban las cosas, iba a caer más rápido que un ciego. Alessandra se mordió el labio para no frenar su deseo y la pasión que le atravesaron el cuerpo, dejó que Marcelo la llevara a casa y entonces, ya vería lo que era bueno…. El trayecto fue silencioso, sin embargo, las palabras no eran necesarias, la tensión sexual en el auto podía cortarse con el filo de una tijera y la mantenía al borde. Ella giró el rostro y vio complacida que estaban a unas cuantas calles de la mansión Fer
Alessandra se movió entre las sábanas, su cuerpo estaba deliciosamente dolorido después de hacer el amor con Marcelo, sonrió, y sin abrir los ojos lo buscó en la cama, pero no lo encontró.—¿Marcelo? —lo llamó, no quería abrir los ojos, pero el silencio de la habitación la obligó a hacerlo.Sin embargo, no había rastro de él, se levantó sin preocuparse de su desnudez y buscó su ropa, pero tampoco estaba donde recordaba haberla dejado tirada la noche anterior, la prisa por perseguir y acorralar a Marcelo en la ducha fue más urgente, que ser ordenada.Alessandra le echó un vistazo a la habitación, ni siquiera había una bata a la vista, por lo que, se atrevió a hurgar entre el closet de Marcelo, tomó una camisa, se la colocó sobre el cuerpo y salió de la habitación, para buscar a su chico fugitivo.Marcelo bebió un sorbo de su vaso de jugo y sonrió, mientras los recuerdos de la noche anterior acudían a su memoria. Si tenía que ponerle un nombre a lo vivido, solo era uno, “explosivo”. Su
Marcelo la miró con seriedad, mientras ella sonreía y se ponía de pie, se acercó a él e intentó darle un beso en la boca, pero él se apartó para evitarla.—¿Qué significa esto, Miranda? ¿Qué es lo que haces aquí? —preguntó. Marcelo no esperaba encontrarse con ella, la llamada había sido de Joseph Graves, ¿no?Miranda trató de ignorar el sentimiento de humillación que le provocó el rechazo de Marcelo.—¿Esto es otro de tus juegos, Miranda? —le cuestionó con una frialdad capaz de congelar el mismo infierno.Ella se encogió como si la hubiese abofeteado, él jamás la había mirado de esa manera.—No, pero era la única manera de que vinieras —respondió.—Debí imaginar que esto era obra tuya, no hay manera de que Josep sepa lo que sucedió entre nosotros.—Te equivocas, Marcelo, es por eso que quería verte, creo que Joseph sospecha de nosotros. El otro día… cuando nos encontramos en el restaurante me lo insinuó. Me preguntó si eras tú —dijo.Marcelo apretó los puños y presionó los
«El novio de Alessa».La primera sorprendida con aquella afirmación fue, precisamente, Alessandra, pues no habían puesto nombre a lo que había entre ellos. Marcelo se había dado una oportunidad con ella; sin embargo, no hubo declaración de status en su relación. Estaba sorprendida, muy sorprendida por la actitud de Marcelo, pero también complacida al darse cuenta de que se estaba ganando el corazón del hombre al que amaba desde hace un largo tiempo.—Encantado, Marcelo. Ya Alessandra nos ha presentado, soy un amigo especial —expresó Samuel.Marcelo apretó los dientes al escucharlo, el tipo se complacía de ser llamado “especial”, aunque no podía negar que era atractivo, pero no era el tipo de hombre con el que Alessandra saldría, quizá, porque se veía unos años mayor que ella o solo era, porque no deseaba imaginárselos en un plan romántico. Ya con encontrarlos abrazados había sido suficiente para disparar sus celos, por lo que, no deseaba en su cabeza una imagen de ellos dos haciendo c
«Sí, soy tu novio y tu esclavo».Alessandra no pudo evitar estremecerse ante la confesión y la manera como Marcelo le había susurrado aquellas palabras. Su corazón se agitó y un cosquilleo le corrió y se instaló en su estómago, como si cientos de mariposas aletearan en su interior.—Te amo, Marcelo —dijo, antes de apoderarse de sus labios y dejar que la pasión tomara las riendas esa noche.Con una mano él la tomó de la cintura y la pegó a su cuerpo, mientras la otra se aferraba a su nuca, profundizando el beso. Sus lenguas se enredaron y danzaron a un mismo ritmo. Un ronco gemido salió de los labios de Alessandra cuando los dedos de Marcelo abandonaron su cuello y fueron deslizándose por su columna vertebral y la otra mano le acariciaba la cintura, subiendo a su omóplato. Marcelo sentía lo acelerado de su corazón, su cuerpo experimentaba cosas, emociones y sentimientos que le asustaban y excitaban en igual medida. El calor del cuerpo de Alessandra era irresistible para él y, saborea
Alessandra abrió los ojos cuando los rayos del sol se colaron entre las cortinas, se cubrió el rostro y sonrió. Su noche había sido… maravillosa, pues hicieron el amor hasta al amanecer.Su cuerpo estaba dolorido, pero era una sensación placentera, ella suspiró y estiró la mano para buscar el calor de Marcelo, pero, tal como la mañana anterior, ya no estaba a su lado. Ella giró el rostro y se encontró con una rosa roja y una pequeña nota en su lugar.“Buenos días, mi Dulce de maní, lamento no estar a tu lado para cuando despiertes, pero tengo un buen motivo. Te espero en la cocina, prometo no quemar el desayuno, ni causar un desastre en ella, mientras tanto, puedes darte un baño.Atentamente:Tu esclavo.”Alessandra sonrío y se mordió el labio, apartó las sábanas de su cuerpo y salió de la cama. No se molestó en cubrirse, estaba sola y no tenía problema con que Marcelo la viera de esa manera si llegaba a entrar, cosa que no iba a suceder, pues él estaba muy ocupado en la cocina. Moría
«Anoche».Marcelo abrió los ojos y se ahogó con el nudo que se le formó en la garganta al escuchar las palabras de su padre, Alessandra se apresuró para alcanzarle un vaso de agua, mientras Ricardo bebía de su taza de café con tranquilidad.—No llegaste anoche, ¿verdad? —preguntó, una vez recuperado. Marcelo no quería imaginarse a su padre escuchando lo que sucedía en su habitación, ¡era impensable! Iba a morirse de vergüenza si fuera el caso. Además, luego de la conversación que tuvieron, quedaría como un tonto, pues había negado su relación con Alessa.Ricardo se rio.—Haces un café muy rico, Alessandra, gracias, lo necesitaba luego de una noche de desvelo —dijo.Ella le sonrió, pues sabía muy bien que Ricardo no había llegado la noche anterior, sino esa misma mañana, muy temprano. De hecho, estuvo a punto de descubrirla vestida solo con la camisa de Marcelo, por suerte, ella se detuvo a tiempo en lo alto de la escalera cuando lo vio cerrar la puerta y volvió a la habitación para ve