«Anoche».Marcelo abrió los ojos y se ahogó con el nudo que se le formó en la garganta al escuchar las palabras de su padre, Alessandra se apresuró para alcanzarle un vaso de agua, mientras Ricardo bebía de su taza de café con tranquilidad.—No llegaste anoche, ¿verdad? —preguntó, una vez recuperado. Marcelo no quería imaginarse a su padre escuchando lo que sucedía en su habitación, ¡era impensable! Iba a morirse de vergüenza si fuera el caso. Además, luego de la conversación que tuvieron, quedaría como un tonto, pues había negado su relación con Alessa.Ricardo se rio.—Haces un café muy rico, Alessandra, gracias, lo necesitaba luego de una noche de desvelo —dijo.Ella le sonrió, pues sabía muy bien que Ricardo no había llegado la noche anterior, sino esa misma mañana, muy temprano. De hecho, estuvo a punto de descubrirla vestida solo con la camisa de Marcelo, por suerte, ella se detuvo a tiempo en lo alto de la escalera cuando lo vio cerrar la puerta y volvió a la habitación para ve
Marcelo lo tomó del brazo, lo sostuvo con la ayuda de Ricardo y lo alejaron de Ray para evitar un espectáculo que pudiera ser captado por las cámaras. Lo último que necesitaban en ese momento era empañar la felicidad de Kiara.—Nos vamos —le escuchó gruñir a su padre, llevándolo a la salida, necesitaban llegar a los autos y marcharse a casa.Marcelo podía sentir el enfado de su padre, pero sabía que se estaba conteniendo por su madre y hermanas.Mientras tanto, Alessandra caminó unos pasos más atrás, todo el revuelo causado por Ray le había impedido saludar a Kate y no se atrevía a hacerlo en ese momento que se veía bastante afectada, por lo que, decidió esperar a Marcelo junto al auto que estaba a varios coches de distancia.—Lamento esto —dijo Marcelo acercándose a ella, acariciándole el hombro.—Estoy bien, ¿cómo está Pat? —preguntó con preocupación.—Nada bien, Alessa. Mamá no debió enterarse de esto, y menos, de esta manera. Está furiosa y dudo mucho que se le pase con una simple
El viaje hasta la empresa fue tenso, Marcelo podía imaginarse los motivos que llevaron a Joseph a buscarlo, era obvio que conocía la verdad. ¿Iba a reclamarle por haber sido el amante de Miranda? ¿Realmente era ese hombre peligroso y agresivo que ella le describió? Lo dudaba, creía, firmemente, que todo era una mentira de Miranda, para mantenerlo a su lado, siendo su segunda opción en caso de que su matrimonio fallara. Cosa que no creía posible ahora que ella esperaba un hijo. Marcelo entró al estacionamiento, bajó del auto y se dirigió a la entrada desde el subterráneo, saludó al guardia y subió hasta el último piso, donde Joseph esperaba. Un nudo se instaló en su garganta mientras el ascensor subía; sin embargo, era un hombre capaz de aceptar su culpa y de ofrecer una disculpa de ser necesaria.—Señor Ferreira —saludó el vigilante al verlo llegar.—¿Dónde está? —preguntó él, no quería perder el tiempo, pues sabía que Alessandra lo esperaba.—El señor Graves lo espera en su ofic
«¿Tienes algún arrepentimiento, Marcelo? ¿Quieres hablarlo?»Él la miró, intentó hablar, pero sintió la lengua pesada, como si se hubiese convertido en roca. Quería hablar con Alessa, pero no tenía el valor para confesarle que fue el amante de una mujer casada. Se odiaba a sí mismo por no poder hablar.—Marcelo… —lo llamó Alessa, acariciando su mejilla, sacándolo de su debate mental—. Está bien, supongo que todos tenemos algún tipo de arrepentimiento —añadió.Marcelo tomó la mano que lo acariciaba y le besó los dedos.—Y tú, ¿te has arrepentido de algo? —preguntó él.Ella asintió y sonrió.—¿De verdad?—Sí, me arrepentí de robarme la torta de chocolate que la abuela Janne había preparado para nosotros, no quería compartirla y me la terminé solita.Marcelo sonrió, aunque la pesadez en el pecho no se borró.—¿Te regañaron?Alessandra negó.—No tuvieron oportunidad, comí demasiado y terminé en el hospital —se rio, atrayendo a Marcelo al sillón.—¿Te enfermaste?—Me indigesté, ha sido lo
Marcelo abrió los ojos y respiró el aroma del cabello de Alessandra, se había quedado dormido entre sus brazos y por primera vez desde que se quedaron en la misma habitación y en la misma cama, no hicieron el amor; sin embargo, se sentía bien así. No todo era sexo, con Alessandra conectaba con una simple mirada o una sonrisa.Él estiró la mano y con la yema de sus dedos acarició el rostro prefecto de Alessandra, dibujó sus pómulos, sus ojos y por último sus labios, arrancando un gemido bajo de ella.Marcelo sonrió.—Eres tan perfecta, tan única y especial —susurró.Alessandra se movió y acomodó mejor en los brazos de Marcelo, enterró la mejilla contra el pecho desnudo y atrapó su pierna entre las suyas.Marcelo suspiró, miró la hora en el reloj de la mesa de noche, era de madrugada.—Tengo que irme, cariño —le susurró en tono bajo.—¿Ahora? —musitó ella medio dormida.—Sí, tengo que pasar por casa antes de ir a la oficina. Tengo una reunión antes del mediodía, ¿te parece si comemos ju
Marcelo llevó a Alessandra a su restaurante favorito, había hecho la reservación en el área VIP, quería disfrutar de su compañía sin interrupciones.—¿Cómo le fue a tu madre en su cita? —le preguntó mientras comían.—Nada de qué preocuparse, se trata de un virus estomacal. Debió comer algo contaminado, pero ya la doctora le ha recetado medicamentos.—Me alegra que esté bien, aún tengo que disculparme con tus padres, ¿crees que pueda ser está noche?Alessandra dejó su cubierto y lo miró.—¿Vas a decirles que somos novios? —preguntó.Marcelo colocó la mano sobre la mano de ella y la acarició.—No, no es así como espero darles la noticia. Me gustaría que fuese algo especial, además, quiero hacerlo con nuestros padres reunidos y entre el enojo de mi madre por lo de Patrick y los preparativos de la boda de Kiara, es mejor esperar. Quiero que la atención esté sobre nosotros, Alessandra.—Bueno, en eso sí tienes razón. Tu madre debe estar volviéndose loca con los preparativos de la boda, la
«Te haré el amor, aquí y ahora»Alessandra abrió los ojos, mientras observaba a Marcelo dejar un sendero de besos por su hombro y espalda, un gemido subió por su garganta y tuvo que morderse el labio para evitar que se le escapara. ¡Estaban en el vestidor de una de las tiendas más prestigiosas de la ciudad! Sin embargo, eso no parecía frenar los deseos y la pasión de Marcelo.—No-no po-podemos —tartamudeó ella, sintiendo un escalofrío recorrer su piel y erizar los vellos de su nuca.—¿Quién lo dice? —preguntó Marcelo, deslizando la punta de su lengua por la columna vertebral de Alessandra, mientras sus dedos abrían y dejaban caer el vestido a sus pies.Ella gimió cuando se quedó únicamente con su braga, pues se había quitado el brasier para probarse los vestidos. Alessandra vio con fascinación cómo sus pezones estaban duros y el peso de sus pechos le indicaba que estaba irremediablemente excitada.—Estamos en el vestidor, Marcelo, alguien puede vernos —musitó, al tiempo que un pequeño
Marcelo se tensó al encontrarse de frente con Joseph Graves y un halo frío le recorrió el cuerpo cuando él desvió la mirada para fijarse en Alessandra. El miedo volvió a instalarse en su corazón, ¿qué sucedía si a Joseph se le ocurría mencionar a Miranda? Aunque él había prometido no hacer público el asunto, eso no borraba el hecho de que pudiera sentir algún tipo de resentimiento hacia su persona. Le gustara o no, había sido el amante de su esposa, algo de lo que se arrepentía.—¿Señor Graves? —interrogó Alessandra, luego del silencio que se instaló tras el saludo de Joseph.—Alessandra, qué gusto volver a verla —dijo él, con un tono amistoso y caballeroso, que llamó la atención de Marcelo.—No esperaba encontrármelo y, menos aquí, estuve llamando hace poco a su oficina para concertar una cita, pero me dijeron que se había tomado unos días libres —dijo ella.—Así fue, Alessandra, pero estoy de nuevo en el trabajo. He arreglado los problemas que tenía pendientes —respondió, mirando a