«¿Tienes algún arrepentimiento, Marcelo? ¿Quieres hablarlo?»Él la miró, intentó hablar, pero sintió la lengua pesada, como si se hubiese convertido en roca. Quería hablar con Alessa, pero no tenía el valor para confesarle que fue el amante de una mujer casada. Se odiaba a sí mismo por no poder hablar.—Marcelo… —lo llamó Alessa, acariciando su mejilla, sacándolo de su debate mental—. Está bien, supongo que todos tenemos algún tipo de arrepentimiento —añadió.Marcelo tomó la mano que lo acariciaba y le besó los dedos.—Y tú, ¿te has arrepentido de algo? —preguntó él.Ella asintió y sonrió.—¿De verdad?—Sí, me arrepentí de robarme la torta de chocolate que la abuela Janne había preparado para nosotros, no quería compartirla y me la terminé solita.Marcelo sonrió, aunque la pesadez en el pecho no se borró.—¿Te regañaron?Alessandra negó.—No tuvieron oportunidad, comí demasiado y terminé en el hospital —se rio, atrayendo a Marcelo al sillón.—¿Te enfermaste?—Me indigesté, ha sido lo
Marcelo abrió los ojos y respiró el aroma del cabello de Alessandra, se había quedado dormido entre sus brazos y por primera vez desde que se quedaron en la misma habitación y en la misma cama, no hicieron el amor; sin embargo, se sentía bien así. No todo era sexo, con Alessandra conectaba con una simple mirada o una sonrisa.Él estiró la mano y con la yema de sus dedos acarició el rostro prefecto de Alessandra, dibujó sus pómulos, sus ojos y por último sus labios, arrancando un gemido bajo de ella.Marcelo sonrió.—Eres tan perfecta, tan única y especial —susurró.Alessandra se movió y acomodó mejor en los brazos de Marcelo, enterró la mejilla contra el pecho desnudo y atrapó su pierna entre las suyas.Marcelo suspiró, miró la hora en el reloj de la mesa de noche, era de madrugada.—Tengo que irme, cariño —le susurró en tono bajo.—¿Ahora? —musitó ella medio dormida.—Sí, tengo que pasar por casa antes de ir a la oficina. Tengo una reunión antes del mediodía, ¿te parece si comemos ju
Marcelo llevó a Alessandra a su restaurante favorito, había hecho la reservación en el área VIP, quería disfrutar de su compañía sin interrupciones.—¿Cómo le fue a tu madre en su cita? —le preguntó mientras comían.—Nada de qué preocuparse, se trata de un virus estomacal. Debió comer algo contaminado, pero ya la doctora le ha recetado medicamentos.—Me alegra que esté bien, aún tengo que disculparme con tus padres, ¿crees que pueda ser está noche?Alessandra dejó su cubierto y lo miró.—¿Vas a decirles que somos novios? —preguntó.Marcelo colocó la mano sobre la mano de ella y la acarició.—No, no es así como espero darles la noticia. Me gustaría que fuese algo especial, además, quiero hacerlo con nuestros padres reunidos y entre el enojo de mi madre por lo de Patrick y los preparativos de la boda de Kiara, es mejor esperar. Quiero que la atención esté sobre nosotros, Alessandra.—Bueno, en eso sí tienes razón. Tu madre debe estar volviéndose loca con los preparativos de la boda, la
«Te haré el amor, aquí y ahora»Alessandra abrió los ojos, mientras observaba a Marcelo dejar un sendero de besos por su hombro y espalda, un gemido subió por su garganta y tuvo que morderse el labio para evitar que se le escapara. ¡Estaban en el vestidor de una de las tiendas más prestigiosas de la ciudad! Sin embargo, eso no parecía frenar los deseos y la pasión de Marcelo.—No-no po-podemos —tartamudeó ella, sintiendo un escalofrío recorrer su piel y erizar los vellos de su nuca.—¿Quién lo dice? —preguntó Marcelo, deslizando la punta de su lengua por la columna vertebral de Alessandra, mientras sus dedos abrían y dejaban caer el vestido a sus pies.Ella gimió cuando se quedó únicamente con su braga, pues se había quitado el brasier para probarse los vestidos. Alessandra vio con fascinación cómo sus pezones estaban duros y el peso de sus pechos le indicaba que estaba irremediablemente excitada.—Estamos en el vestidor, Marcelo, alguien puede vernos —musitó, al tiempo que un pequeño
Marcelo se tensó al encontrarse de frente con Joseph Graves y un halo frío le recorrió el cuerpo cuando él desvió la mirada para fijarse en Alessandra. El miedo volvió a instalarse en su corazón, ¿qué sucedía si a Joseph se le ocurría mencionar a Miranda? Aunque él había prometido no hacer público el asunto, eso no borraba el hecho de que pudiera sentir algún tipo de resentimiento hacia su persona. Le gustara o no, había sido el amante de su esposa, algo de lo que se arrepentía.—¿Señor Graves? —interrogó Alessandra, luego del silencio que se instaló tras el saludo de Joseph.—Alessandra, qué gusto volver a verla —dijo él, con un tono amistoso y caballeroso, que llamó la atención de Marcelo.—No esperaba encontrármelo y, menos aquí, estuve llamando hace poco a su oficina para concertar una cita, pero me dijeron que se había tomado unos días libres —dijo ella.—Así fue, Alessandra, pero estoy de nuevo en el trabajo. He arreglado los problemas que tenía pendientes —respondió, mirando a
Alessandra notó la preocupación en el rostro de Marcelo y la tensión en sus hombros fue evidente y por mucho que ella no hubiese deseado dejarlo ir, tenía que hacerlo. Lo malo era no poder estar a su lado en esos momentos, debido al estatus de su relación delante de la familia.—Ve con cuidado y, por favor, llámame —le pidió dándole un beso en los labios para despedirse.Marcelo empezaba a odiar tener que dejar a Alessandra de esa manera, pero no podía hacer caso omiso, ni oídos sordos a una llamada de su padre. Su familia era muy unida y siempre estaban para ayudar a cualquiera de sus miembros.—Perdóname —le susurró, dejó un beso sobre su frente y volvió al auto con prisa.Alessandra suspiró y entró a casa luego de verlo partir. Se sentía agotada, el día había sido…—¡Mis compras! —gritó al darse cuenta de que se había olvidado de bajarlas del auto, pero no podía pedirle a Marcelo volver en esas circunstancias, así que, entró a su casa.—¿Todo bien, cariño? —preguntó Michael al verl
—Te he extrañado —confesó Marcelo, mientras liberaba los labios femeninos.—No eres el único, he sentido estos días, como una verdadera eternidad —musitó ella, tomando ambas mejillas entre sus manos.Marcelo la dejó en el piso y le besó la frente.—¿Estás lista? —le preguntó, apartándole los rizos del rostro.Ella asintió.—Nací lista —bromeó, guiñándole un ojo.Marcelo sonrió y le abrió la puerta del auto, ella se subió y dejó que le ayudara con el cinturón de seguridad, mientras echaba una mirada a la parte de atrás por el retrovisor, mirando sus compras.—No había tenido oportunidad de pasártelas a dejar —habló Marcelo, subiendo al lado del piloto.—Está bien, has estado muy ocupado. De todas maneras, hoy me las quedaré, a menos que, quieras que vaya desnuda a la boda de Kiara —dijo.Marcelo negó—¡Jamás permitiré que alguien que no sea yo te vea de esa manera! —exclamó con pasión.Alessandra buscó su mano y enredó sus dedos con los suyos.—Me hacía falta verte, sin ti mis días no
Alessandra se estremeció al sentir los dedos de Marcelo, buscando su pezón, su intimidad se contrajo y humedeció como si fuese una fuente.—Llegaremos tarde, Marcelo —susurró, mordiéndose el labio, cuando el dedo travieso se coló entre la tela del vestido y frotó su pezón hasta endurecerlo.—Podemos darnos ese pequeño lujo —murmuró con voz ronca.Alessandra negó y se apartó de su calor. Si no lo hacía, era posible que terminaran haciendo el amor en la sala de su casa, arriesgándose a que Caridad los descubriera o se infartara si la veía de esa manera.—Ale…—Esta noche, te prometí que esta noche podíamos perdernos por completo en nuestro nidito, solo ten un poco de paciencia, cariño.Marcelo gruñó, pero no insistió, apretó sus manos en dos puños para contenerse y no tocarla.—Es mejor que empecemos a irnos, es tu melliza quien se casa y no quiero que me culpe si llegas tarde —le dijo, tomando su bolso de mano.Marcelo suspiró.—Bien, tú ganas, pero te prometo que esta noche no tendrás