Alessandra notó la preocupación en el rostro de Marcelo y la tensión en sus hombros fue evidente y por mucho que ella no hubiese deseado dejarlo ir, tenía que hacerlo. Lo malo era no poder estar a su lado en esos momentos, debido al estatus de su relación delante de la familia.—Ve con cuidado y, por favor, llámame —le pidió dándole un beso en los labios para despedirse.Marcelo empezaba a odiar tener que dejar a Alessandra de esa manera, pero no podía hacer caso omiso, ni oídos sordos a una llamada de su padre. Su familia era muy unida y siempre estaban para ayudar a cualquiera de sus miembros.—Perdóname —le susurró, dejó un beso sobre su frente y volvió al auto con prisa.Alessandra suspiró y entró a casa luego de verlo partir. Se sentía agotada, el día había sido…—¡Mis compras! —gritó al darse cuenta de que se había olvidado de bajarlas del auto, pero no podía pedirle a Marcelo volver en esas circunstancias, así que, entró a su casa.—¿Todo bien, cariño? —preguntó Michael al verl
—Te he extrañado —confesó Marcelo, mientras liberaba los labios femeninos.—No eres el único, he sentido estos días, como una verdadera eternidad —musitó ella, tomando ambas mejillas entre sus manos.Marcelo la dejó en el piso y le besó la frente.—¿Estás lista? —le preguntó, apartándole los rizos del rostro.Ella asintió.—Nací lista —bromeó, guiñándole un ojo.Marcelo sonrió y le abrió la puerta del auto, ella se subió y dejó que le ayudara con el cinturón de seguridad, mientras echaba una mirada a la parte de atrás por el retrovisor, mirando sus compras.—No había tenido oportunidad de pasártelas a dejar —habló Marcelo, subiendo al lado del piloto.—Está bien, has estado muy ocupado. De todas maneras, hoy me las quedaré, a menos que, quieras que vaya desnuda a la boda de Kiara —dijo.Marcelo negó—¡Jamás permitiré que alguien que no sea yo te vea de esa manera! —exclamó con pasión.Alessandra buscó su mano y enredó sus dedos con los suyos.—Me hacía falta verte, sin ti mis días no
Alessandra se estremeció al sentir los dedos de Marcelo, buscando su pezón, su intimidad se contrajo y humedeció como si fuese una fuente.—Llegaremos tarde, Marcelo —susurró, mordiéndose el labio, cuando el dedo travieso se coló entre la tela del vestido y frotó su pezón hasta endurecerlo.—Podemos darnos ese pequeño lujo —murmuró con voz ronca.Alessandra negó y se apartó de su calor. Si no lo hacía, era posible que terminaran haciendo el amor en la sala de su casa, arriesgándose a que Caridad los descubriera o se infartara si la veía de esa manera.—Ale…—Esta noche, te prometí que esta noche podíamos perdernos por completo en nuestro nidito, solo ten un poco de paciencia, cariño.Marcelo gruñó, pero no insistió, apretó sus manos en dos puños para contenerse y no tocarla.—Es mejor que empecemos a irnos, es tu melliza quien se casa y no quiero que me culpe si llegas tarde —le dijo, tomando su bolso de mano.Marcelo suspiró.—Bien, tú ganas, pero te prometo que esta noche no tendrás
«Te prometo que nosotros seremos los siguientes».Alessandra se quedó sin palabras ante aquella promesa. No se la esperaba, menos, cuando su relación aún no era anunciada a la familia, pero, ¿qué importaba? Conocía a Marcelo y sabía que no iba a dejar pasar los detalles.—¿Te comieron la lengua los ratones, mi amor? —le preguntó, sosteniéndole la mano, buscando su mirada.Alessandra tenía los ojos llenos de lágrimas, pero era de felicidad.—No me lo esperaba, no esperaba que me dijeras esto —sollozó, moviendo el ramo entre sus manos.—Hoy Kiara se ha casado y ya no existen razones para seguir manteniendo lo nuestro en secreto. Deseo gritar y que el mundo se entere de que encontré a la mujer perfecta. La mujer con la que cualquier hombre sueña, pero que es mía —le dijo con vehemencia.El nudo que subió por la garganta de Alessandra casi la asfixió, sentía como si miles de mariposas aletearan en su estómago.—Dios, Marcelo, ¿cómo me dices esto sin anestesia? —le preguntó, abrazándolo, c
Un cosquilleo recorrió el cuerpo de Alessandra, cuando la mano de Marcelo le acarició la columna con la yema de sus dedos y pegó sus caderas a la perfecta curva de sus nalgas.—Buenos días, mi dulce de maní —la saludó, rozando su oreja, mordiendo su lóbulo, haciendo que ella se estremeciera.—Buenos días, cielo —susurró ella con voz temblorosa. Alessandra tenía el cuerpo dolorido, pero satisfecho. —¿Estás lista para un nuevo round? —preguntó él, girando para colocarse sobre ella, atrapándola entre su cuerpo y la cama.—¿No tienes hambre? —Gimió ella cuando la lengua de Marcelo le acarició el mentón y los labios.—Sí, tengo hambre de ti —respondió, haciendo que Alessandra se derritiera con sus palabras y caricias.Marcelo la había preparado mientras la despertaba, por lo que, se enterró en su interior y volvió a hacerla suya. Se entregaron una vez más a la pasión, perdiéndose en el tiempo… Mientras tanto, en la casa Ferreira, Kate observó en silencio a su esposo mientras se tom
Kate miró a Marcelo, su hijo había estado inusualmente sonriente toda la tarde, incluso no había borrado su sonrisa un solo momento mientras los invitaba a cenar esa noche. Marcelo era el más serio de sus cuatro hijos, pero hoy parecía otro hombre.—Me he estado preguntado a dónde nos llevas —dijo, cuando dejaron por el camino varios restaurantes, incluso, el favorito de Marcelo.—Es una sorpresa —dijo él.—Últimamente, nuestros hijos están llenos de sorpresas —murmuró Ricardo.Marcelo sonrió, pues su padre ya sabía el estatus de su relación con Alessandra, pero fiel a su palabra, no le había mencionado nada a su madre. Lo cual agradecía, aunque, conociendo como conocía a su mamá, era probable, que ya lo sospechara. —¿Por qué tengo la impresión de que sabes algo? —cuestionó Kate a Ricardo al ver el intercambio de miradas entre padre e hijo por el retrovisor.—No desesperes, mamá, ya lo sabrás, falta poco —le aseguró Marcelo, entrando al estacionamiento del lujoso edificio.Kate frunc
Las siguientes semanas que le siguieron al anuncio de su relación, fueron una montaña rusa. Entre la mudanza y los pendientes de la oficina, Alessandra llegaba cansada al apartamento, pero siempre era recibida por los cálidos brazos de Marcelo, quien la consentía y le hacía el amor hasta quedarse dormida.Alessandra movió el cuello para liberarse un poco del estrés y sonrió ante el recuerdo de la noche anterior. Marcelo le había hecho el amor en la bañera, en la cocina y en todos los rincones de su nidito de amor. No había para ella más felicidad de la que ahora experimentaba, pese a sus ocupaciones, ambos encontraban el punto de equilibrio; cuando no era él quien la recibía, era ella quien lo esperaba…El sonido estrepitoso de la puerta al abrirse y cerrarse, seguido por el sonido inconfundible de un par de tacones que pisaban con fuerza, la sacaron de sus pensamientos. Alessandra abrió los ojos y miró a Nicole, se veía… ¿enojada, dolida?—¿Cuándo pensabas contarme que tú y Marcelo s
Marcelo estiró la mano, buscando el cuerpo cálido de Alessandra, pero el lugar donde debía estar estaba vacío. Él abrió los ojos y la buscó con la mirada, sin embargo, se encontraba solo en la habitación.Se levantó y se dirigió al cuarto de baño, se duchó y estaba por afeitarse, cuando recordó la petición de Alessa, sonrió y decidió complacerla. Sería extraño para él, puesto que no estaba acostumbrado a tener la barba espesa. Cuando terminó de arreglarse, caminó a la cocina, de donde provenía un delicioso aroma a café recién hecho y panecillos. Él se detuvo en el umbral de la puerta y observó a Alessandra.Ajena a su presencia, ella siguió moviendo las caderas, mostrando una parte de sus redondas y bien formadas nalgas. Su entusiasmo era sinónimo de que se había recuperado por completo y también le quedaba claro, que Alessandra tenía una debilidad por sus camisas, lo mejor era, que le quedaban perfectas.Con paso discreto caminó hasta ella, la tomó de la cintura con una de sus manos