«Te haré el amor, aquí y ahora»Alessandra abrió los ojos, mientras observaba a Marcelo dejar un sendero de besos por su hombro y espalda, un gemido subió por su garganta y tuvo que morderse el labio para evitar que se le escapara. ¡Estaban en el vestidor de una de las tiendas más prestigiosas de la ciudad! Sin embargo, eso no parecía frenar los deseos y la pasión de Marcelo.—No-no po-podemos —tartamudeó ella, sintiendo un escalofrío recorrer su piel y erizar los vellos de su nuca.—¿Quién lo dice? —preguntó Marcelo, deslizando la punta de su lengua por la columna vertebral de Alessandra, mientras sus dedos abrían y dejaban caer el vestido a sus pies.Ella gimió cuando se quedó únicamente con su braga, pues se había quitado el brasier para probarse los vestidos. Alessandra vio con fascinación cómo sus pezones estaban duros y el peso de sus pechos le indicaba que estaba irremediablemente excitada.—Estamos en el vestidor, Marcelo, alguien puede vernos —musitó, al tiempo que un pequeño
Marcelo se tensó al encontrarse de frente con Joseph Graves y un halo frío le recorrió el cuerpo cuando él desvió la mirada para fijarse en Alessandra. El miedo volvió a instalarse en su corazón, ¿qué sucedía si a Joseph se le ocurría mencionar a Miranda? Aunque él había prometido no hacer público el asunto, eso no borraba el hecho de que pudiera sentir algún tipo de resentimiento hacia su persona. Le gustara o no, había sido el amante de su esposa, algo de lo que se arrepentía.—¿Señor Graves? —interrogó Alessandra, luego del silencio que se instaló tras el saludo de Joseph.—Alessandra, qué gusto volver a verla —dijo él, con un tono amistoso y caballeroso, que llamó la atención de Marcelo.—No esperaba encontrármelo y, menos aquí, estuve llamando hace poco a su oficina para concertar una cita, pero me dijeron que se había tomado unos días libres —dijo ella.—Así fue, Alessandra, pero estoy de nuevo en el trabajo. He arreglado los problemas que tenía pendientes —respondió, mirando a
Alessandra notó la preocupación en el rostro de Marcelo y la tensión en sus hombros fue evidente y por mucho que ella no hubiese deseado dejarlo ir, tenía que hacerlo. Lo malo era no poder estar a su lado en esos momentos, debido al estatus de su relación delante de la familia.—Ve con cuidado y, por favor, llámame —le pidió dándole un beso en los labios para despedirse.Marcelo empezaba a odiar tener que dejar a Alessandra de esa manera, pero no podía hacer caso omiso, ni oídos sordos a una llamada de su padre. Su familia era muy unida y siempre estaban para ayudar a cualquiera de sus miembros.—Perdóname —le susurró, dejó un beso sobre su frente y volvió al auto con prisa.Alessandra suspiró y entró a casa luego de verlo partir. Se sentía agotada, el día había sido…—¡Mis compras! —gritó al darse cuenta de que se había olvidado de bajarlas del auto, pero no podía pedirle a Marcelo volver en esas circunstancias, así que, entró a su casa.—¿Todo bien, cariño? —preguntó Michael al verl
—Te he extrañado —confesó Marcelo, mientras liberaba los labios femeninos.—No eres el único, he sentido estos días, como una verdadera eternidad —musitó ella, tomando ambas mejillas entre sus manos.Marcelo la dejó en el piso y le besó la frente.—¿Estás lista? —le preguntó, apartándole los rizos del rostro.Ella asintió.—Nací lista —bromeó, guiñándole un ojo.Marcelo sonrió y le abrió la puerta del auto, ella se subió y dejó que le ayudara con el cinturón de seguridad, mientras echaba una mirada a la parte de atrás por el retrovisor, mirando sus compras.—No había tenido oportunidad de pasártelas a dejar —habló Marcelo, subiendo al lado del piloto.—Está bien, has estado muy ocupado. De todas maneras, hoy me las quedaré, a menos que, quieras que vaya desnuda a la boda de Kiara —dijo.Marcelo negó—¡Jamás permitiré que alguien que no sea yo te vea de esa manera! —exclamó con pasión.Alessandra buscó su mano y enredó sus dedos con los suyos.—Me hacía falta verte, sin ti mis días no
Alessandra se estremeció al sentir los dedos de Marcelo, buscando su pezón, su intimidad se contrajo y humedeció como si fuese una fuente.—Llegaremos tarde, Marcelo —susurró, mordiéndose el labio, cuando el dedo travieso se coló entre la tela del vestido y frotó su pezón hasta endurecerlo.—Podemos darnos ese pequeño lujo —murmuró con voz ronca.Alessandra negó y se apartó de su calor. Si no lo hacía, era posible que terminaran haciendo el amor en la sala de su casa, arriesgándose a que Caridad los descubriera o se infartara si la veía de esa manera.—Ale…—Esta noche, te prometí que esta noche podíamos perdernos por completo en nuestro nidito, solo ten un poco de paciencia, cariño.Marcelo gruñó, pero no insistió, apretó sus manos en dos puños para contenerse y no tocarla.—Es mejor que empecemos a irnos, es tu melliza quien se casa y no quiero que me culpe si llegas tarde —le dijo, tomando su bolso de mano.Marcelo suspiró.—Bien, tú ganas, pero te prometo que esta noche no tendrás
«Te prometo que nosotros seremos los siguientes».Alessandra se quedó sin palabras ante aquella promesa. No se la esperaba, menos, cuando su relación aún no era anunciada a la familia, pero, ¿qué importaba? Conocía a Marcelo y sabía que no iba a dejar pasar los detalles.—¿Te comieron la lengua los ratones, mi amor? —le preguntó, sosteniéndole la mano, buscando su mirada.Alessandra tenía los ojos llenos de lágrimas, pero era de felicidad.—No me lo esperaba, no esperaba que me dijeras esto —sollozó, moviendo el ramo entre sus manos.—Hoy Kiara se ha casado y ya no existen razones para seguir manteniendo lo nuestro en secreto. Deseo gritar y que el mundo se entere de que encontré a la mujer perfecta. La mujer con la que cualquier hombre sueña, pero que es mía —le dijo con vehemencia.El nudo que subió por la garganta de Alessandra casi la asfixió, sentía como si miles de mariposas aletearan en su estómago.—Dios, Marcelo, ¿cómo me dices esto sin anestesia? —le preguntó, abrazándolo, c
Un cosquilleo recorrió el cuerpo de Alessandra, cuando la mano de Marcelo le acarició la columna con la yema de sus dedos y pegó sus caderas a la perfecta curva de sus nalgas.—Buenos días, mi dulce de maní —la saludó, rozando su oreja, mordiendo su lóbulo, haciendo que ella se estremeciera.—Buenos días, cielo —susurró ella con voz temblorosa. Alessandra tenía el cuerpo dolorido, pero satisfecho. —¿Estás lista para un nuevo round? —preguntó él, girando para colocarse sobre ella, atrapándola entre su cuerpo y la cama.—¿No tienes hambre? —Gimió ella cuando la lengua de Marcelo le acarició el mentón y los labios.—Sí, tengo hambre de ti —respondió, haciendo que Alessandra se derritiera con sus palabras y caricias.Marcelo la había preparado mientras la despertaba, por lo que, se enterró en su interior y volvió a hacerla suya. Se entregaron una vez más a la pasión, perdiéndose en el tiempo… Mientras tanto, en la casa Ferreira, Kate observó en silencio a su esposo mientras se tom
Kate miró a Marcelo, su hijo había estado inusualmente sonriente toda la tarde, incluso no había borrado su sonrisa un solo momento mientras los invitaba a cenar esa noche. Marcelo era el más serio de sus cuatro hijos, pero hoy parecía otro hombre.—Me he estado preguntado a dónde nos llevas —dijo, cuando dejaron por el camino varios restaurantes, incluso, el favorito de Marcelo.—Es una sorpresa —dijo él.—Últimamente, nuestros hijos están llenos de sorpresas —murmuró Ricardo.Marcelo sonrió, pues su padre ya sabía el estatus de su relación con Alessandra, pero fiel a su palabra, no le había mencionado nada a su madre. Lo cual agradecía, aunque, conociendo como conocía a su mamá, era probable, que ya lo sospechara. —¿Por qué tengo la impresión de que sabes algo? —cuestionó Kate a Ricardo al ver el intercambio de miradas entre padre e hijo por el retrovisor.—No desesperes, mamá, ya lo sabrás, falta poco —le aseguró Marcelo, entrando al estacionamiento del lujoso edificio.Kate frunc