Marcelo condujo hasta el centro comercial, bajó del auto y se apresuró para abrirle la puerta a Alessandra.—Dejaré esto acá, solo espero que no se me olvide, como pasó con la maleta —bromeó ella, dejando el libro sobre el sillón.—Si lo olvidas, tendré una excusa para volver —respondió Marcelo, con otra broma, mientras cerraba la puerta.Alessandra le sonrió.—Todo esto me parece tan irreal, sé que no debo hacerme ilusiones tan pronto, pero siento que somos dos piezas que encajamos en un mismo rompecabezas —musitó.Marcelo tragó el nudo en su garganta y no respondió. No sabía qué responder ante esas palabras y no deseaba equivocarse.—Vamos —le dijo.No se tomaron de las manos, tampoco les hizo falta, los dos caminaban muy cerca, uno del otro, dirigiéndose al área reservada para las salas de cine. Marcelo se dio cuenta de que no se había tomado el tiempo para revisar la cartelera ni los horarios.—¿Qué película te gustaría ver? —preguntó cuando estaban delante de las carteleras que c
«Tenemos que vernos».Marcelo apretó el móvil y la dejó en visto, no quería saber nada de Miranda Graves, ni lo que ella tenía que decirle. Su relación terminó y no pensaba volver a caer en sus enredos. Había tomado una decisión e iba a mantenerse firme, costara lo que le costara.El sonido de un nuevo mensaje lo distrajo y miró la pantalla de nuevo.Miranda: Es importante, Marcelo, no me hagas suplicarte.Miranda: ¡Marcelo! No te atrevas a ignorarme. ¿Es ese el amor que dices tenerme? Demuéstrame que vale la pena arriesgarme tanto para verte.Él apretó los dientes ante las palabras de Miranda, ¿cómo se atrevía a cuestionar lo que había sentido por ella? ¡Se convirtió en su amante! arriesgó su nombre, su vida y su orgullo de hombre. ¿Qué más quería de él? Con rabia deslizó sus dedos por la pantalla y escribió un rápido mensaje.Marcelo: No te arriesgues tanto, no quiero verte, no tenemos nada de qué hablar. Las cosas quedaron claras entre los dos, la última vez que nos vimos.Miranda
«—Eres… ¿Alessandra Lowell?»Alessandra miró a la mujer con cierta desconfianza mientras trataba de recordar si la había visto en algún evento o tal vez si tuvieron alguna charla casual, ella parecía complacida de verla, lo que era raro.—¿Nos conocemos? —preguntó, justo cuando Nicole llegaba a su lado.Miranda miró a las dos mujeres y amplió su sonrisa, su intención no era encontrarse con Alessandra, no tan rápido, pero el destino parecía empeñado en complacer sus caprichos y ella no iba a perder la oportunidad para fastidiar a la “amiguita” de Marcelo, sobre todo, por el desaire que le había hecho la noche anterior al dejarla en visto.—No creo que tengamos el placer de conocernos, Alessandra, permítame presentarme, soy…—¡Alessandra! —el grito de Marcelo interrumpió las palabras de Miranda, la mujer se giró y se complació al verlo llegar, le había dejado un ultimátum luego de veinte mensajes ignorados, lo conocía bastante bien como para saber que no iba a arriesgarse a dejarla plan
Alessandra entreabrió los labios y recibió la lengua de Marcelo en su interior, sus manos le acariciaban el cuerpo, podía sentir el calor atravesar su ropa, sus bragas se mojaron de inmediato y un jadeo de protesta nació desde lo más profundo de su garganta cuando él se alejó. Sus ojos brillaban con deseo y una corriente la recorrió.—Marcelo —susurró, mientras él la tomaba de la mano y la sacaba de la pista de baile.—Ven. —Él tenía la voz ronca por el deseo, tenía la mente nublada y solo podía pensar en volver a tomar a Alessandra y besarla hasta desfallecer.El deseo que sentía era como un fuego que lo consumía, sus venas ardían y su entrepierna dolía. Cuando estuvieron lejos, ninguno podía saber exactamente en qué parte de la discoteca estaban, y a ninguno de los dos le importaba.Marcelo atrapó a Alessandra entre la pared y su cuerpo, su mano le acarició el mentón y la yema de sus dedos le acarició los labios rojos e hinchados por su reciente beso. Ella sacó la lengua y humedeció
«¿Estás saliendo con Alessandra?»La pregunta sorprendió a Marcelo, no se lo esperaba.—¿Qué? —preguntó, saliendo de su estupor al darse cuenta de que no se trataba de Miranda.—Ten. —Ricardo le tendió la tableta, él la tomó y se vio la razón de la pregunta de su padre, eran Alessandra y él besándose en la discoteca.—Eso no quiere decir que estemos saliendo en modo romántico, papá. Alessa y yo nos conocemos de toda la vida, somos amigos —respondió.Ricardo elevó una ceja.—¿Y desde cuándo los amigos se besan? —cuestionó.Marcelo se mordió el labio, no estaba listo para tener esa conversación con su padre, tal como se lo dijo a Alessa, él quería intentarlo y deseaba hacer las cosas bien, por esa misma razón se detuvo cuando todo lo que deseaba esa noche era enterrarse en su calor.—¿Estás seguro?Marcelo asintió, saliendo de sus recuerdos, se estremeció, necesitaba una ducha fría, de nuevo.—No soy hombre de advertencias, Marcelo, pero como padre, tengo la responsabilidad de hacerlo,
Marcelo tomó la flor con mucho cuidado, parecía frágil, pero sabía que era engañosa, tenía espinas y podían hacerle sangrar.—Una rosa—susurró, giró el rostro y vio a Alessandra, ella tenía las manos atrás de su espalda y lo miraba con expectación.—¿Sabes lo que significa? —le preguntó, acercándose y colocando la mano sobre su brazo.Él sabía el significado, pero quería escucharlo de sus labios, mientras sentía un hormigueo recorrer su piel.—Una rosa roja transmite el deseo de vivir un romance intenso —dijo, acariciando la piel de Marcelo con la yema de sus dedos—. También representa el deseo y la pasión —susurró, acercando el rostro lenta y seductoramente.Él cerró los ojos, los dedos de Alessandra le acariciaron le mejilla, el tacto fue suave y sedoso, como la caricia de un pétalo.—Representan el amor —murmuró ella, besando sus labios.Marcelo no era un hombre de acero, más bien, era un hombre que luchaba constantemente contra el deseo y la pasión que su cuerpo experimentaba por
«¿Me tienes miedo, Marcelo?»Él elevó una ceja al escucharla y le sonrió.—Eres demasiado atrevida, Alessa —le murmuró al oído, inclinándose lo suficiente como si le contara un secreto y aprovechó para rozar el lóbulo de su oreja.Un escalofrió recorrió la espalda de Alessandra ante el roce sutil y caliente de Marcelo, se estremeció sin poder evitarlo.—¿Tienes frío, Alessa? —le preguntó complacido, él también sabía jugar y no iba a darle ventajas.—No —susurró con voz temblorosa.Alessandra no creía que era capaz de excitarse en medio de tanta gente. ¡Estaban en el aeropuerto! Y no en el patio de su casa.—Te he sentido temblar, Alessa.Ella casi gimió al escuchar la voz ronca con la que pronunciaba su nombre, ella trató de intimidarlo y ahora Marcelo la llevaba a su terno y la estaba desarmando.—¿Y eso te molesta? —preguntó con voz temblorosa.—No eres agua, Alessa, más bien, eres como un volcán a punto de hacer erupción y no sé, exactamente, cómo reaccionar ante eso. No, pero no a
Marcelo podía sentir el hormigueo en sus labios, el beso que Alessandra le dio le aceleró el corazón, el deseo de tumbarla sobre el sillón y hacerla suya fue abrumador, tanto, que tuvo que alejarse de ella y tomar el volante con fuerza, hasta que sus nudillos cambiaron de color.Esto era más que una tentación, era un infierno personal del cual empezaba a dudar que saldría victorioso. No era el afán de mantenerse caballeroso, tampoco quería demostrarse nada, personalmente, estaba dándose su tiempo, pero, como estaban las cosas, iba a caer más rápido que un ciego. Alessandra se mordió el labio para no frenar su deseo y la pasión que le atravesaron el cuerpo, dejó que Marcelo la llevara a casa y entonces, ya vería lo que era bueno…. El trayecto fue silencioso, sin embargo, las palabras no eran necesarias, la tensión sexual en el auto podía cortarse con el filo de una tijera y la mantenía al borde. Ella giró el rostro y vio complacida que estaban a unas cuantas calles de la mansión Fer