«¿Iba a besarla…?»
Alessandra tembló al sentir el cálido aliento de Marcelo acariciarle los labios, era una combinación de whisky y menta. La combinación perfecta para desear perderse en su boca y que, entre ellos pasara de todo, era el sueño secreto de Alessandra, tanto, que cerró los ojos y entreabrió los labios cuando Marcelo se acercó.
El ambiente dentro del auto cambió y se calentó, por lo menos, Alessandra sentía que hervía, su corazón latía fuerte y acelerado, esperando ese momento tan deseado por ella…
Marcelo tragó y se inclinó un poco más, hasta casi rozar sus labios con los de Alessandra, iba a besarla y que el cielo lo perdonara, sin embargo, el sonido de una notificación llegando a su móvil les interrumpió y él se apartó tan rápido como pudo, rompiendo la magia del momento.
Alessandra abrió los ojos de manera abrupta al sentir la pérdida del calor de Marcelo, se sonrojó al verlo en su asiento, con las manos apretadas al volante. Ella abrió la puerta y trató de que su voz sonara clara.
—Gracias por esta noche, ha sido muy divertido. No te pierdas tanto —dijo y sin esperar respuesta de Marcelo, bajó del auto.
Él se sintió terriblemente mal, pero tampoco hizo ademán de bajarse y hablarle, era mejor dejar las cosas como estaban y volver a casa. Con un movimiento de mano, se despidió de Alessandra y se marchó. Ella no entró a casa hasta ver el auto de Marcelo desaparecer, tenía una sensación agridulce en el pecho, pero prefirió quedarse con lo bueno de esa noche.
Entretanto, Marcelo estacionó a la orilla de la carretera y se dispuso a ver el mensaje, debería ignorarlo, pues sabía quien era el remitente, tenía un tono especial para Miranda, pero su m*****a curiosidad y sus copas de más, le hicieron abrir el mensaje y verla en un traje sexi.
Miranda: Todo esto es tuyo, cariño, no puedes dejarme.
Marcelo la dejó en visto, no quería saber nada de Miranda en ese momento y quizá nunca más.
Miranda: Dame un poco más de tiempo, Marcelo, por favor. Te amo.
Él volvió a dejarla en visto, puso el auto en marcha y volvió a casa, mientras que las notificaciones siguieron llegando de manera insistente.
Miranda miró el móvil y al verse ignorada, lanzó el teléfono a la cama con rabia. Esa noche no tenían por qué encontrarse, se suponía que, al cancelar la cita con Marcelo, él iba a quedarse en casa, cuidando de su hermano accidentado. Había confiado en que así fuera, pero se había equivocado.
—¿Qué haces despierta a esta hora?
Miranda se tensó al escuchar la voz de su marido desde la cama.
—No podía dormir y quise tomar un poco de aire —mintió.
Joseph la observó con detenimiento y luego desvió los ojos al teléfono a los pies de la cama.
—Quizá sea el peso de tu conciencia —musitó él.
—¿Qué quieres decir? —preguntó ella asustada, temerosa de que su esposo descubriera su infidelidad.
—Nada, vuelve a la cama y duérmete.
Ella asintió sumisa y volvió a la cama, mientras que por dentro maldecía a Marcelo y a Alessandra Lowell, pero esa muñequita brasileña, no iba a robarle la atención de Marcelo, él era suyo y lo sería hasta que le diera la puta gana…
«Espera, querido, no hay manera de que te liberes de mí», pensó cerrando los ojos, maquinando la manera de atraer a Marcelo y retenerlo a su lado…
Al día siguiente, Alessandra seguía sintiéndose en una nube, la noche con Marcelo había sido increíble y, aunque no hubo beso, ella estaba segura, que, de continuar frecuentándose, podía suceder. Solo esperaba no darse con la pared, pero mientras Marcelo fuese un hombre libre, ella iba a aprovechar para que se fijara en ella.
—Y ¿a qué se debe tanta felicidad?
Alessandra levantó la mirada, para encontrarse con Adriano, recargado en el marco de la puerta del comedor.
—¡Adriano! —gritó, levantándose de la mesa para saludarlo—. Qué sorpresa verte, había escuchado a mi tío decir que estabas en la ciudad —dijo, dándole un beso a su primo en ambas mejillas.
—Estoy de paso, pero no quería irme sin saber de ti.
—Pues ya me ves —respondió ella, con una sonrisa sincera.
—Ya lo veo, te ves… distinta —mencionó él, sentándose en la silla contigua a la de Alessandra.
—Y tú, ¿has dejado por fin de estudiar?
Adriano negó.
—Estoy en una Maestría en Gestión y Calidad, sabes que tarde o temprano ocuparé el lugar de mi padre en la fábrica de chocolate y no quiero estar por debajo de sus capacidades. Él y Ricardo confían en mí.
Alessandra asintió mientras le servía un café.
—Pero pasas todo el tiempo con las narices entre libros y si no estás estudiando, estar ocupándote del trabajo de la agencia.
—Bueno, no puedo quejarme, estamos expandiéndonos y mientras esté estudiando, también puedo ocuparme de los negocios.
Alessandra negó.
—¿Y cuándo te darás tiempo para el amor?
Adriano bebió un sorbo de su taza y la dejó sobre la mesa.
—Es la misma pregunta que te hago yo —dijo en respuesta—. Te la pasas todo el tiempo de tu casa a la oficina y viajes constantes, ¿en qué momento vas a detenerte?
Alessandra se mordió el labio.
—Quizá ese día llegue pronto —musitó…
Marcelo miró desde su ventana a su hermanita, Mía y a Meghan, su niñera; no quería bajar, deseaba meterse en la cama y dormir hasta el día siguiente, pero… su hermano lo necesitaba, así que, se dio una rápida ducha y bajó al jardín, para unirse a Patrick.
—¿Qué haces aquí parado? —preguntó, viendo a su hermano con reprobación, pues debido a la fractura, Patrick debía estar reposando dentro de casa.
—Nada —respondió él, girándose para verlo llegar a su lado.
—¿Estás vigilando a Mía?
Marcelo estaba seguro que no era a Mía a quien su hermano vigilaba, no era la primera vez que sorprendía a Patrick mirando a Meghan con demasiado interés.
—Estoy dándome cuenta de lo mucho que nos hemos apartado de ella —respondió—. Ella disfruta de las atenciones de Meghan.
—¿Y quién en su sano juicio no las disfrutaría, Pat? Meghan es una chica amable, cariñosa, dedicada. No hay día que Mía no sonría estando a su lado y no, no me salgas con que para eso se le paga, porque no tiene nada que ver —aclaró cuando vio las intenciones de Patrick de refutarle.
—No estaba pensando en eso, Marcelo.
—¿No?
Patrick negó.
—¿Entonces?
—Quizá deberíamos llevar a Mía de vacaciones.
—¿Qué? —Marcelo se vio sorprendido por la repentina propuesta de su hermano y no se molestó en ocultarlo.
—Hace tiempo que no salimos en familia, nos hemos entregado por completo al trabajo, y si no es por este accidente, no me habría tomado un respiro.
—¿Hablas en serio? —preguntó de repente, viendo que la idea era muy tentadora. Alejarse de Nueva York era lo mejor por el momento.
—Totalmente en serio.
—¿Estás seguro de que solo te has fracturado la pierna? —le preguntó un tanto divertido.
—Estoy seguro, Marcelo. ¿Qué te parece la Isla de Kauai?
Marcelo le sonrió.
—¿No fue en esa isla donde nuestros padres te encargaron a la cigüeña?
Patrick miró a su hermano con deseos de golpearlo, aunque era verdad, todos habían sido engendrados en distintas partes del mundo, así que, decidió ignorarlo.
—¿Quieres venir con nosotros?
Marcelo asintió y la imagen de Alessandra se coló en sus pensamientos. Ella había estado trabajando arduamente desde que Nicole y Fabio habían viajado a Brasil, así que, pensó que invitarla era el regalo perfecto.
—Claro, pero no iré solo.
—¿Cómo que no irás solo?
Marcelo se dejó seducir por la emoción y habló sin meditar un poco más su decisión, pero ya no podía echarse atrás.
—Invitaré a Alessandra —dijo y, sin más explicaciones, giró sobre sus pies, alejándose de Patrick, encontrándose a Kiara en el camino, a quien saludó con un beso.
—¿A dónde va Marcelo con tanta prisa? —le escuchó preguntar a su hermana, pero no se quedó a esperar la respuesta de Patrick, se dirigió al garaje, subió a su auto y por tercera vez en menos de veinticuatro horas, se dirigió a casa de Alessandra…
Ella no espera verlo de nuevo, por lo menos, no tan pronto, pero apenas Ximena, su muchacha de servicio le avisó que Marcelo estaba en la sala de su casa, salió corriendo para recibirlo.
—Marcelo —lo llamó, deteniéndose al final de las gradas, tratando de no demostrar la emoción que sentía de verlo parado delante de ella.
—Hola, ¿te interrumpo? —preguntó él, viéndola por primera vez en “fachas”. Alessandra vestía un short que dejaba ver sus firmes y tersas piernas y un crop top que dejaba una vista maravillosa de su plano y tonificado vientre. Su rostro no tenía una sola gota de maquillaje y se veía hermosa.
La sorpresa sacudió a Marcelo, pues fue como verla por primera vez, por lo que, apartó la mirada y esas ideas locas de su cabeza.
—No, para nada —dijo, cerrando la distancia entre ellos e invitando a Marcelo a sentarse en el cómodo sillón—. ¿Quieres algo de beber? —preguntó con amabilidad.
Marcelo asintió, de repente, sintió la garganta seca.
Alessandra no se molestó en llamar a Ximena, se puso de pie y fue personalmente por las bebidas, ella no demoró.
—He preparado jugo de mango, recuerdo que era tu favorito de niños —comentó.
Marcelo le sonrió.
—¿Aún lo recuerdas? —preguntó, mirando su vaso.
—Claro, pero no quiero que pienses que lo hice pensando en ti —bromeó ella, cuando en realidad era exactamente lo que había sucedido. Antes de subir a su habitación, había preparado la bebida y la había dejado en el refrigerador.
Marcelo bebió un sorbo y dejó el vaso en la mesa de centro.
—Y bien, ¿te ha gustado? —preguntó.
—Me sigue encantado como cuando niño —admitió él.
Alessandra no pudo evitar que su corazón se sacudiera, ¿qué era esto que sucedía? ¿Cómo era que Marcelo le estaba prestando atención? ¿Sería posible que él estuviera interesado en ella? ¡Dios! No quería hacerse una película, no era una niña ingenua, pero tenía que admitir que la emoción le hacía desear que sus sueños más profundos, se hicieran realidad.
Marcelo carraspeó, llamando la atención de Alessandra.
—¿Qué pasa? —preguntó ella al verlo dudar.
—Patrick y el resto de la familia vamos a tomarnos una semana de vacaciones, nos vamos a Hawái y…
—¿Vienes a despedirte?
Marcelo negó.
—Quiero que vengas conmigo, Alessandra.
—¿Quieres que vaya contigo de viaje?
—Sí.
Alessandra no dudó en aceptar, sin tener idea de que se estaba convirtiendo en una vía de escape para Marcelo, tras su decisión de terminar con su amante…
Luego de aceptar la invitación de Marcelo, Alessandra se vio gratamente sorprendida de nuevo, pues él la invitó a cenar esa noche y así ultimar los detalles del viaje. Alessandra no cabía en su cuerpo de tanta felicidad, aunque trataba de mantenerse serena, teniendo a Marcelo cerca era una misión imposible.Alessandra preparó sus maletas tan pronto como volvió a casa y Marcelo se hubiese marchado con la promesa de pasar a recogerla al día siguiente. Esa noche no pudo pegar el ojo, las emociones estaban a flor de piel y el deseo de que su amor fuese correspondido era cada vez más fuerte. Ella no pudo evitar que su mente jugara con diversos escenarios en los que se confesaran su amor.El lunes, muy temprano por la mañana, Marcelo pasó por ella, tal y como le había prometido. El trayecto al aeropuerto fue una charla trivial, ella le habló sobre sus proyectos y sobre la semana de moda que tendría lugar en seis meses, pero para los que se tenía que preparar con tiempo, pues “Glamourdaucy”,
«¿Estás enamorado de alguien?»Marcelo se tensó al escuchar la pregunta de Alessandra, ella lo había tomado por sorpresa, no esperó que se interesara en su vida amorosa; sin embargo, no podía confesarle de su interés por Miranda, no deseaba que se sintiera decepcionada de él, no quería que pensara que era un idiota que se conformaba con ser el otro en una historia de amor a la que llegó tarde.Él apartó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta, volvió su atención a Kiara, quien sonría feliz y radiante, sus pensamientos no pudieron ir a Miranda, la mujer con quien creyó que tendría una feliz historia de amor.Marcelo apretó los puños, no deseaba pensar más en ella y, mucho menos, hablar de los sentimientos que albergaba por Miranda desde hace un año, todo lo que quería era olvidarse de ella y continuar con su vida; no obstante, olvidarse de los sentimientos no era fácil y sabía que todo llevaba su tiempo.—Marcelo…—Será mejor que vayamos a nuestras habitaciones y nos preparemos par
«Me gustas, Marcelo, me gustas y no como amigo».Marcelo se tensó al escuchar la confesión de Alessandra, nada lo preparó para esto, ni siquiera podía haberlo imaginado. La sorpresa fue tal, que se quedó callado y sus ojos fijos sobre las olas del mar…, buscando una respuesta buena para no herirla, pues en su corazón solo estaba Miranda.—Lo siento, tenía que decírtelo —dijo ella, rompiendo el silencio que se instaló entre ellos, lamentándose por el paso dado y no medir las consecuencias que podría traer para su relación con Marcelo.Sin embargo, ver a Kiara y a Harrison muy felices, le dio el impulso para atreverse a confesar sus sentimientos, luego de conocer su historia, ilusamente, esperó correr con la misma suerte, pero nada de eso importaba ahora, el silencio de Marcelo y la incertidumbre, le estaban carcomiendo el corazón y llenándola de arrepentimientos.—Alessandra, yo… Me has tomado por sorpresa, no sé qué decirte —respondió Marcelo con sinceridad.—No digas nada. —Alessandr
Toda razón se borró de la cabeza de Alessandra al sentir los suaves y cálidos labios de Marcelo sobre su boca, ella pensó que se trataba de un sueño, de una mala jugada de su conciencia debido a los sentimientos que albergaba por él, pero no era así, lo supo cuando la lengua de Marcelo pidió permiso para entrar. Un sueño no podía ser tan genial, no debía sentirse tan real.Marcelo sintió las manos de Alessandra sobre su cuello, provocando que un cosquilleo le recorriera de pies a cabeza, pegó sus cuerpos de manera involuntaria mientras profundizaba el beso que calentó cada rincón de sus cuerpos. Él no había estado preparado para esa ráfaga de deseo que se encendió en su interior, los labios de Alessandra eran suaves y cálidos, tanto, que él podía perderse en ellos sin ningún problema.Marcelo hizo a un lado el grito de su conciencia, su lengua se deleitó y saboreó cada rincón de la boca de Alessandra, mientras ella se sentía en una nube, estaba extasiada y la humedad mojó sus bragas d
Todo desapareció de la mente de Alessandra cuando la lengua de Marcelo invadió su boca por segunda vez ese día, con sus manos acarició los hombros de Marcelo y subió hasta su cuello, enredó los dedos en los cortos cabellos, presionando, atrayéndolo más a sus labios.Marcelo apretó la cintura de Alessandra con fuerza, mientras sus cuerpos se movían al compás de la música, él sabía que no podía quedarse dentro de la pista de baile y tampoco en el salón, aunque la tenue luz del lugar los protegía, él aún no quería hacerlo público, no hasta tener la seguridad de que podía corresponder los sentimientos de la joven.—Acompáñame —le susurró sobre los labios, acariciándolos con el calor de su aliento.Alessandra abrió los ojos, saliendo de su pequeña burbuja y le dedicó una mirada cargada de deseo, su cuerpo reaccionaba con un simple roce de él.—Marcelo…—Vamos, ven —le insistió, soltando su cintura y tomando su mano para sacarla del salón por el lado que daba al mar.Alessandra no opuso res
Entretanto, Marcelo disfrutó del desayuno en familia, luego de dos meses, finalmente, estaban reunidos de nuevo.—Entonces, ¿qué tal han estado esas vacaciones? —preguntó Marcelo, dejando el cubierto a un lado y bebiendo un poco de jugo de manzana.—Estuvieron divertidas, hasta el accidente de Patrick —comentó Kate, mirando al susodicho.—Lo siento, no era mi intención arruinarles el viaje —se disculpó Patrick de inmediato.—Sé que no fue tu culpa y, mucho menos, tu intención, hijo, pero no pude evitar sentirme preocupada e impotente por no estar a tu lado. Eres mi primer tesoro —le dijo, colocando su mano sobre la de Patrick.—Aun así, no pudiste disfrutar a gusto los últimos días —refutó él.—Ni siquiera debí mencionarlo —se quejó Kate, haciendo un puchero y mirando a Ricardo, pidiéndole ayuda silenciosa.—Disfrutamos muchos las vacaciones y, aunque ustedes ya sean mayores, siempre echamos en falta su presencia, tendremos que organizar unas vacaciones en familia —expresó Ricardo, tr
Marcelo condujo hasta el centro comercial, bajó del auto y se apresuró para abrirle la puerta a Alessandra.—Dejaré esto acá, solo espero que no se me olvide, como pasó con la maleta —bromeó ella, dejando el libro sobre el sillón.—Si lo olvidas, tendré una excusa para volver —respondió Marcelo, con otra broma, mientras cerraba la puerta.Alessandra le sonrió.—Todo esto me parece tan irreal, sé que no debo hacerme ilusiones tan pronto, pero siento que somos dos piezas que encajamos en un mismo rompecabezas —musitó.Marcelo tragó el nudo en su garganta y no respondió. No sabía qué responder ante esas palabras y no deseaba equivocarse.—Vamos —le dijo.No se tomaron de las manos, tampoco les hizo falta, los dos caminaban muy cerca, uno del otro, dirigiéndose al área reservada para las salas de cine. Marcelo se dio cuenta de que no se había tomado el tiempo para revisar la cartelera ni los horarios.—¿Qué película te gustaría ver? —preguntó cuando estaban delante de las carteleras que c
«Tenemos que vernos».Marcelo apretó el móvil y la dejó en visto, no quería saber nada de Miranda Graves, ni lo que ella tenía que decirle. Su relación terminó y no pensaba volver a caer en sus enredos. Había tomado una decisión e iba a mantenerse firme, costara lo que le costara.El sonido de un nuevo mensaje lo distrajo y miró la pantalla de nuevo.Miranda: Es importante, Marcelo, no me hagas suplicarte.Miranda: ¡Marcelo! No te atrevas a ignorarme. ¿Es ese el amor que dices tenerme? Demuéstrame que vale la pena arriesgarme tanto para verte.Él apretó los dientes ante las palabras de Miranda, ¿cómo se atrevía a cuestionar lo que había sentido por ella? ¡Se convirtió en su amante! arriesgó su nombre, su vida y su orgullo de hombre. ¿Qué más quería de él? Con rabia deslizó sus dedos por la pantalla y escribió un rápido mensaje.Marcelo: No te arriesgues tanto, no quiero verte, no tenemos nada de qué hablar. Las cosas quedaron claras entre los dos, la última vez que nos vimos.Miranda