Alessandra bajó del auto en el estacionamiento de la fábrica de chocolate, traía una sonrisa tatuada en el rostro y un sobre blanco en las manos.
No había día más feliz para ella que ese día, su corazón rebozaba de felicidad, pues iba a ser madre. Luego de tres meses de feliz matrimonio con Marcelo Ferreira, ahora iba a darle su primer hijo y no había palabras para describir lo que sentía.
Con ilusión y alegría, subió hasta la última planta del edificio, quería darle una sorpresa a Marcelo, una doble sorpresa, sin imaginar que la sorprendida sería ella. Un frío le recorrió la espalda, su mano se detuvo sobre el pomo de la puerta, mientras descubría la verdad.
—No le mientas más, Marcelo, y dile la verdad. ¡Dile que no la amas! Dile que soy yo la mujer que has amado todo este tiempo, ten el valor de decirle que te casaste con ella por despecho.
—¡Cállate!
—No, Alessandra tiene derecho a saber que solo ha sido mi reemplazo. Si te casaste con ella fue porque yo elegí quedarme con Joseph, no porque la amabas.
Alessandra apretó la mano sobre el pomo de la puerta, sus lágrimas mojaron sus mejillas, mientras el nudo en la garganta amenazaba con asfixiarla. Esto tenía que ser una pesadilla, no podía ser cierto. Marcelo no podía haberle mentido de esa manera. ¡No podía ser tan cruel, tan despiadado!
—Tú y yo sabemos la verdad, Marcelo. Mi esposo era lo único que se interponía entre los dos, pero él ya no está…
—Miranda.
—Sí, Marcelo, Miranda, la única mujer a quien amas. No te niegues más a esta pasión, no te niegues a aceptar esto que nos quema las entrañas.
—Estoy casado.
—Y no me importa, puedo esperar paciente a que te divorcies de ella, no soy celosa, Marcelo. Y ahora soy una mujer libre ya nada puede interponerse entre los dos y nuestro amor.
Alessandra se mordió el labio con fuerza hasta probar el sabor metálico de su propia sangre, aquella conversación le estaba rompiendo el corazón y abriendo los ojos a la realidad.
Marcelo no la amaba, nunca lo hizo.
Su matrimonio era una artimaña, un acto impulsivo motivado por la venganza y el despecho hacia otra mujer. Una mujer que había rechazado sus avances, desatando su ira y su sed de revancha. Y ella, ingenua, había sido el peón perfecto en su juego retorcido de pasiones y resentimiento.
El dolor se apoderó de ella, envolviéndola en un torbellino de emociones encontradas. La ira, la tristeza y el desengaño se entrelazaron en un baile macabro dentro de su alma destrozada e incapaz de continuar escuchado las palabras de aquella mujer, decidió correr, correr tan lejos como le fuera posible, aunque, nada podía cambiar la verdad.
Y, mientras ella corría por los pasillos, su corazón latía desbocado, su mente se nublaba por el dolor que amenazaba con ahogarla. Cada paso que daba era un eco de las dudas que le habían surgido ante la petición de Marcelo, pero había estado tan enamorada, que no le había importado y terminó por relegar a segundo plano sus dudas y sus temores. Las lágrimas empañaron su visión, en su pecho, el peso de la traición la aprisionaba, convirtiendo cada respiración en un susurro de desesperación.
Ella no significaba nada para Marcelo.
Mientras tanto, en la oficina, Marcelo se apartó de Miranda y la enfrentó. La había escuchado y ahora era su turno de dejarle las cosas claras. Él había creído que ella era el amor de su vida, pero ahora, cada palabra era un puñal que cortaba la ilusión en pedazos, dejando al descubierto la realidad que se ocultó tras el velo del engaño.
—Estás equivocada —le dijo—. No eres la mujer que amo, Miranda.
—Mientes —respondió ella, con los ojos llenos de lágrimas
—Lo que sentí por ti jamás fue amor, ahora lo sé.
—¡Eso no es verdad! —gritó Miranda, aferrándose a la esperanza que se desvanecía entre sus dedos—. Dices eso porque no quieres lastimar a Alessandra, pero no puedes negar lo que hay entre nosotros. No pudiste olvidar que…
El sonido estrepitoso del teléfono interrumpió las palabras de Miranda, la mujer frunció el ceño con impaciencia y estuvo a punto de arrebatarle el aparato a Marcelo; sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, él se apartó bruscamente y contestó la llamada.
—¿Qué sucede, Kelsi? —le preguntó a la recepcionista.
—Es la señora Alessandra… ella salió corriendo del elevador, me parecía que lloraba.
El cuerpo de Marcelo tembló y se tambaleó, por lo que se agarró al escritorio.
—¿Estuvo aquí?
—Sí, pero eso no es lo peor, señor.
Marcelo sintió el corazón zumbarle en los oídos.
—¿Qué ha sucedido?
—La señora sufrió un accidente saliendo del estacionamiento y está siendo llevada al hospital…
Meses atrás… Alessandra manejó a casa de la familia Ferreira, apenas se había enterado del accidente de Patrick, el hijo mayor de la mejor amiga de su padre, salió corriendo de la oficina. No podía imaginar lo angustiado que podía estar Marcelo con lo sucedido con su hermano, pues ellos eran muy unidos. Patrick, siendo el mayor, siempre había estado para sus hermanos y Marcelo no era muy distinto de él.Era eso lo que le había atraído de Marcelo, lo atento y lo caballeroso, aunque era dos años menor que ella, él tomaba el papel protector cuando se trataba de defender a las mujeres de la familia, hasta ella, que no tenía ningún tipo de relación sanguínea con Marcelo, había sido protegida siempre por él. Fue así, que no se dio cuenta en qué momento terminó enamorada de él.Las manos de Alessandra se aferraron al volante cuando estacionó frente a la casa de la familia, se mordió el labio ligeramente y bajó del auto, lo bordeó con rapidez para tomar el presente que le había comprado en s
El cuerpo de Marcelo se tensó bajo la mano de Alessandra y ella pudo sentirlo.—¿Estás bien? —le susurró, inclinándose ligeramente en su dirección, dando una idea romántica a quien los observara.Marcelo asintió, desvió la mirada para no quedar en evidencia y espero a que Miranda y su esposo entraran al restaurante. Su mano se cerró en un fuerte puño dentro de su bolsillo y luchó para no mostrar su molestia, no podía arruinarle la noche a Alessandra.—Vamos —dijo, soltándose de la mano de ella.Alessandra no tuvo tiempo de reaccionar, su cuerpo se tensó cuando sintió la cálida mano de Marcelo en la parte baja de su espalda, entre el final de su columna y el inicio de sus nalgas, ese preciso lugar en el que acababa el escote en su espalda. Caminó hasta llegar a una mesa con vistas al jardín. Ella estaba tan sorprendida, que todo su mundo se redujo al hombre delante de ella.Entretanto, Marcelo luchó para no mirar en dirección de Miranda, pero falló un par de veces. Sentía la bilis sub
«¿Iba a besarla…?»Alessandra tembló al sentir el cálido aliento de Marcelo acariciarle los labios, era una combinación de whisky y menta. La combinación perfecta para desear perderse en su boca y que, entre ellos pasara de todo, era el sueño secreto de Alessandra, tanto, que cerró los ojos y entreabrió los labios cuando Marcelo se acercó.El ambiente dentro del auto cambió y se calentó, por lo menos, Alessandra sentía que hervía, su corazón latía fuerte y acelerado, esperando ese momento tan deseado por ella…Marcelo tragó y se inclinó un poco más, hasta casi rozar sus labios con los de Alessandra, iba a besarla y que el cielo lo perdonara, sin embargo, el sonido de una notificación llegando a su móvil les interrumpió y él se apartó tan rápido como pudo, rompiendo la magia del momento.Alessandra abrió los ojos de manera abrupta al sentir la pérdida del calor de Marcelo, se sonrojó al verlo en su asiento, con las manos apretadas al volante. Ella abrió la puerta y trató de que su voz
Luego de aceptar la invitación de Marcelo, Alessandra se vio gratamente sorprendida de nuevo, pues él la invitó a cenar esa noche y así ultimar los detalles del viaje. Alessandra no cabía en su cuerpo de tanta felicidad, aunque trataba de mantenerse serena, teniendo a Marcelo cerca era una misión imposible.Alessandra preparó sus maletas tan pronto como volvió a casa y Marcelo se hubiese marchado con la promesa de pasar a recogerla al día siguiente. Esa noche no pudo pegar el ojo, las emociones estaban a flor de piel y el deseo de que su amor fuese correspondido era cada vez más fuerte. Ella no pudo evitar que su mente jugara con diversos escenarios en los que se confesaran su amor.El lunes, muy temprano por la mañana, Marcelo pasó por ella, tal y como le había prometido. El trayecto al aeropuerto fue una charla trivial, ella le habló sobre sus proyectos y sobre la semana de moda que tendría lugar en seis meses, pero para los que se tenía que preparar con tiempo, pues “Glamourdaucy”,
«¿Estás enamorado de alguien?»Marcelo se tensó al escuchar la pregunta de Alessandra, ella lo había tomado por sorpresa, no esperó que se interesara en su vida amorosa; sin embargo, no podía confesarle de su interés por Miranda, no deseaba que se sintiera decepcionada de él, no quería que pensara que era un idiota que se conformaba con ser el otro en una historia de amor a la que llegó tarde.Él apartó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta, volvió su atención a Kiara, quien sonría feliz y radiante, sus pensamientos no pudieron ir a Miranda, la mujer con quien creyó que tendría una feliz historia de amor.Marcelo apretó los puños, no deseaba pensar más en ella y, mucho menos, hablar de los sentimientos que albergaba por Miranda desde hace un año, todo lo que quería era olvidarse de ella y continuar con su vida; no obstante, olvidarse de los sentimientos no era fácil y sabía que todo llevaba su tiempo.—Marcelo…—Será mejor que vayamos a nuestras habitaciones y nos preparemos par
«Me gustas, Marcelo, me gustas y no como amigo».Marcelo se tensó al escuchar la confesión de Alessandra, nada lo preparó para esto, ni siquiera podía haberlo imaginado. La sorpresa fue tal, que se quedó callado y sus ojos fijos sobre las olas del mar…, buscando una respuesta buena para no herirla, pues en su corazón solo estaba Miranda.—Lo siento, tenía que decírtelo —dijo ella, rompiendo el silencio que se instaló entre ellos, lamentándose por el paso dado y no medir las consecuencias que podría traer para su relación con Marcelo.Sin embargo, ver a Kiara y a Harrison muy felices, le dio el impulso para atreverse a confesar sus sentimientos, luego de conocer su historia, ilusamente, esperó correr con la misma suerte, pero nada de eso importaba ahora, el silencio de Marcelo y la incertidumbre, le estaban carcomiendo el corazón y llenándola de arrepentimientos.—Alessandra, yo… Me has tomado por sorpresa, no sé qué decirte —respondió Marcelo con sinceridad.—No digas nada. —Alessandr
Toda razón se borró de la cabeza de Alessandra al sentir los suaves y cálidos labios de Marcelo sobre su boca, ella pensó que se trataba de un sueño, de una mala jugada de su conciencia debido a los sentimientos que albergaba por él, pero no era así, lo supo cuando la lengua de Marcelo pidió permiso para entrar. Un sueño no podía ser tan genial, no debía sentirse tan real.Marcelo sintió las manos de Alessandra sobre su cuello, provocando que un cosquilleo le recorriera de pies a cabeza, pegó sus cuerpos de manera involuntaria mientras profundizaba el beso que calentó cada rincón de sus cuerpos. Él no había estado preparado para esa ráfaga de deseo que se encendió en su interior, los labios de Alessandra eran suaves y cálidos, tanto, que él podía perderse en ellos sin ningún problema.Marcelo hizo a un lado el grito de su conciencia, su lengua se deleitó y saboreó cada rincón de la boca de Alessandra, mientras ella se sentía en una nube, estaba extasiada y la humedad mojó sus bragas d
Todo desapareció de la mente de Alessandra cuando la lengua de Marcelo invadió su boca por segunda vez ese día, con sus manos acarició los hombros de Marcelo y subió hasta su cuello, enredó los dedos en los cortos cabellos, presionando, atrayéndolo más a sus labios.Marcelo apretó la cintura de Alessandra con fuerza, mientras sus cuerpos se movían al compás de la música, él sabía que no podía quedarse dentro de la pista de baile y tampoco en el salón, aunque la tenue luz del lugar los protegía, él aún no quería hacerlo público, no hasta tener la seguridad de que podía corresponder los sentimientos de la joven.—Acompáñame —le susurró sobre los labios, acariciándolos con el calor de su aliento.Alessandra abrió los ojos, saliendo de su pequeña burbuja y le dedicó una mirada cargada de deseo, su cuerpo reaccionaba con un simple roce de él.—Marcelo…—Vamos, ven —le insistió, soltando su cintura y tomando su mano para sacarla del salón por el lado que daba al mar.Alessandra no opuso res