Michael
Amanezco la mañana siguiente con el sonido de mi celular reventándome los oídos. Estoy a punto de apagarlo, pero al ver el número contesto de inmediato.
—Axel, ¿tienes la información que te pedí?
—Por supuesto, pero a tu padre no le gustó nada que dieras señales de vida después de todos estos meses.
Chasqueo la lengua, no tengo tiempo para preocuparme por mi padre ahora mismo.
—Solo dímelo.
—Está bien. El nombre que me diste es de un tipo condenado a muerte, se encuentra en la prisión estatal esperando el día de la ejecución. Al parecer cometió un asesinato por omisión contra la hija de un fiscal importante de California.
—¿Asesinato? ¿Y qué relación tiene con los Dupont?
—Eso no lo sé, no se esclarece muy bien, pero todo este asunto está muy raro. El hombre no tiene ningún antecedente, simplemente de pronto apareció en el sistema.
—¿Sabes cómo fue el homicidio?
—Sobredosis.
—Bien, iré hoy mismo a la prisión a darle una visita al tal Cristhian Carter, prepara todo para mi llegada.
—Como ordene, señor.
Cuelgo la llamada y me apresuro a cambiarme por una ropa más formal. Hoy parece que será un día interesante. Me doy una ducha rápida, luego corro a vestirme con una camisa de cuello color blanco. Las mangas largas cubren mis tatuajes y me hacen parecer un importante hombre de negocios, una visión muy diferente de la que suelo mostrar en la oficina.
Una vez listo, salgo a toda prisa de mi pequeño departamento y tomo el auto que solo está agarrando polvo en el estacionamiento del edificio. Tenía la esperanza de no usarlo durante un buen tiempo, pero esto lo requiere.
Mientras conduzco de pronto recibo una notificación del banco. Los cinco millones se han depositado a mi cuenta a pesar de que ella ya me había dado un cheque. Acto seguido recibo un mensaje de Natalie.
“No hace falta que cobres el cheque, tu dinero ya está disponible”.
Una sonrisa se forma en mis labios. Mi adorada jefa debe estar muy desesperada si se atrevió a depositarme aun sabiendo que pude haber cobrado ese cheque en el mismo instante en que me lo dio.
Marco su número y dejo que repique en el altavoz. Ella contesta enseguida.
—Mi querida boss —le digo con un dejo burlón—, hoy no podré asistir, me siento un poco mal, ¿puede excusarme?
—¡¿Te sientes mal?! ¡¿Me crees idiota?! —grita. La verdad no me esperaba esa reacción explosiva.
—Es la verdad, me he enfermado —miento descaradamente.
—¡¿Enfermo?! ¡Sí, seguro! Por gastarte los cinco millones, ¡Arg! Eres un… ¡imbécil! —grita otra vez. De inmediato me cuelga la llamada sin siquiera dejarme argumentar algo.
Bueno, sabe que le estoy mintiendo, pero al menos no es para lo que está pensando. Ya después veré qué excusa me invento para justificarme. Acelero hasta el límite permitido de velocidad y unas cuantas horas después estoy llegando a la prisión.
Estaciono donde me indican y me bajo del auto. Un minuto después, una limusina negra se detiene frente a mí. De ella baja un hombre de traje y edad marcada. Su cabeza semi calva está surcada a los lados por cabello tan blanco como la nieve. A pesar de ese aspecto, el hombre está lejos de verse como un indefenso anciano. Se quita los lentes negros y sus ojos verdes me observan con intensidad.
—Señor Reid, qué gusto volver a verlo.
—Ahórrate las presentaciones John, necesito entrar a la prisión y hablar con ese hombre.
—Por supuesto, señor Reid. Ya hice todos los arreglos para usted.
—¿Y las cámaras?
—Estarán apagadas en ese momento. Venga por aquí.
John me guía por la entrada principal del recinto, donde algunos guardias nos observan con recelo y curiosidad. No obstante, nadie dice nada al respecto de lo que sucede; y más les vale que sea así. Ninguno aquí es inocente.
Atravieso varias compuertas y rejas que me hacen sentir claustrofóbico hasta que nos detenemos en una habitación cuadrada, gris y lúgubre. No me gustaría estar en el pellejo de los pobres diablos que terminan aquí.
—Espere aquí un momento —me indica un guardia.
John se queda afuera esperándome en caso de que sea necesario; lo dudo.
Otro par de minutos transcurren y entonces el sujeto entra a la sala. Un hombre que no parece muy mayor, de hecho, estoy seguro de que es menor que yo. Lleva un traje típico de prisión color anaranjado y las manos y pies esposados a cadenas. Su mirada está cargada de tristeza, arrepentimiento, pero sobre todo, a mí no me parece que este sujeto sea capaz de asesinar a nadie.
Se sienta en la silla frente a mí y deja que el guardia lo espose a la mesa con tranquilidad. ¿Este es un hombre que aceptó la muerte? No lo entiendo.
—¿Eres Cristopher Carter? —pregunto.
—¿No se supone que debería saber eso? Es usted quien ha solicitado verme —contesta con frialdad.
—Solo quería comprobarlo.
—Ellos lo enviaron, ¿no es así? —cuestiona de pronto.
—¿A quiénes te refieres con “ellos”?
—Los Dupont. Ellos lo enviaron aquí, ¿no es así?
Esto se pone cada vez más interesante. Entonces los Dupont sí que tienen que ver con este hombre. Es como un rompecabezas que tengo que armar, y a mí me encantan los desafíos.
—No Cristopher, ellos no me enviaron, pero quizá yo pueda ayudarte si me cuentas todo.
Él me mira con recelo, como una pequeña presa a la que le han hecho demasiado daño. De pronto se quiebra, comienza a llorar desconsolado, agacha la cabeza para no mirarme y se queda así por un buen rato. Espero con paciencia, si algo sé es esperar.
Cuando acaba, levanta el rostro y me mira con determinación.
—Primero dígame quién es usted.
—Soy tu ángel de la guardia, Cristopher.
CAPÍTULO 5: CASATE CONMIGO, JEFA Michael —E-está bien, le contaré todo señor Reid —me dice el hombre luego de saber quién soy—. Pe-pero, prométame que me sacará de aquí. Niego lentamente con la cabeza y chasqueo la lengua repetidas veces. —Eso dependerá de la información que me des. Él traga en seco y suspira profundo. —Bien, empezaré. ¿Usted conoce al hermano de la señorita Natalie Dupont? —No. —Maddox Dupont, es un pequeño ricachón hijo de mami. Él sabía de la condición de mi familia porque nos conocimos en el bar donde yo trabajaba. Parecía buen chico al principio, pero me di cuenta pronto de que solo era un dr0gadicto. —Bien, pero ¿qué tiene que ver el hermano de la señorita Dupont con esto? —pregunto apoyando mis codos sobre la mesa. —Él fue quien mató a esa chica, a la hija del fiscal. Su nombre era Tatiana West. También fue una chica muy dulce, pero se juntó con la gente equivocada. La confesión me deja realmente sorprendido. No puede ser que este hombre esté diciendo
Natalie¿Qué me case con él? ¿Pero qué clase de insolente se cree que es? Claro, como me tiene entre sus manos cree que voy a ceder a cualquier petición absurda que me diga.Hace tan solo un mes y medio que Michael Reid trabaja para mí, pero tengo que admitir que me pareció atractivo desde la primera vez que lo vi. Sin embargo, eso quedó hasta ahí. Nunca en mi vida me he relacionado con nadie del trabajo y no pienso empezar a hacerlo ahora.No voy a negar que sus ojos negros y profundos me hipnotizan y su sola cercanía logra ponerme nerviosa de formas que no me gustan. A veces siento que me mira como si yo fuese un pequeño corderito y él, el lobo dispuesto a devorarme en la primera oportunidad. Pero ningún hombre va a intimidarme y si él piensa que puede chantajearme está muy equivocado.Lo empujo con fuerza lejos de mí y rápidamente me arreglo el vestido.—¿Quién crees que eres? —vuelvo a preguntar.—Esa es mi condición, princesa.—¡Insolente! ¡¿Cómo te atreves a traspasar la relació
Natalie —Quiero informar al público en general que hoy se llevó a cabo la ejecución del señor Cristhian Carter, quien fue encontrado culpable del asesinato por omisión de Tatiana West, hija única del fiscal Norman West. Como recordarán, Tatiana se encontró sin vida después de una sobredosis en el bar del señor Carter, donde se determinó que él le suministró una excesiva y variada cantidad de drogas que habrían causado su muerte. La ejecución se llevó a cabo sin incidentes y en cumplimiento con la ley estatal. Esperamos que esta ejecución brinde un poco de paz y justicia a la familia West en este momento tan difícil.Mis manos tiemblan al escuchar las palabras del fiscal. Por un lado, siento un alivio al saber que todo salió como debía salir, sin embargo, no puedo dejar de preguntarme cómo demonios fue que Michael logró convencer a ese hombre de continuar con su ejecución.Aquel día en que esa mujer vino a verme, me rogó que dejara ir a su novio, que no sabía cómo iba a poder seguir a
MichaelAbro la puerta de mi oficina en la mañana como cualquier otro día, sin embargo, las cosas no están como siempre. Una caja negra y grande se encuentra sobre el escritorio. Cierro la puerta con cuidado y me acerco lentamente hasta poder verla bien.Un listón negro en la esquina me hace pensar que se trata de un regalo, pero ¿de quién?—¿Será que mi pequeña jefa ha decidido al fin su respuesta? —digo para mí mismo.Es eso, o los hijos de puta que me están buscando me han encontrado.Abrir una caja así en este lugar podría ser un error garrafal, pero me tomo el riesgo y acabo levantando la tapa con sumo cuidado. No me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración hasta que termino de sacarla por completo y descubro que no hay nada de qué temer. No a menos de que seas alérgico al gabán y el buen gusto.Un traje negro y muy elegante se encuentra dentro. Solo de tocar la tela siento como si estuviera rozando algo divino. Esto es evidentemente muy costoso. Con el sueldo que gano
MichaelLas horas se pasan volando. El trabajo que me ha mandado a hacer es pesado. Cotejar datos, revisar documentos y que estén en orden, acomodar los errores que haya en los contratos o ver que todos los miembros de la junta hayan firmado acerca del negocio con Japón. Mi padre debería aprender un poco de esta empresa, estoy seguro de que las cosas le irían mucho mejor.Acabo el trabajo todavía con veinte minutos de sobra para alistarme con el traje que me ha regalado. Me miro al espejo y me ajusto la corbata, tratando de lucir lo mejor posible para ella. Quiero que esta noche Natalie Dupont caiga rendida a mis pies.Salgo del baño y me dirijo a su oficina. Con delicadeza toco la puerta para anunciarme; no me conviene que se enoje conmigo ahora mismo. Escucho su delicada voz decirme que pase y así lo hago.Es entonces cuando, por un momento, el único que se queda estupefacto soy yo. Si su objetivo era darme un infarto lo está consiguiendo, porque mi corazón no para de palpitar acele
NatalieMi hermano me mira con suspicacia y por supuesto que Keiden también me mira raro. Él es el mejor amigo de Maddox y, además de mí, el único que ha tratado de llevarlo por un mejor camino, pero controlar a Maddox es como tratar de controlar un huracán. Simplemente no se puede.—¿Qué quieres decir, hermana? —pregunta sin apartar sus ojos de Michael.—Ya lo sabrás, primero entremos, ¿sí? Quiero saludar al abuelo.—Y a nuestra madre —añade él.—Sí, claro, a ella también.Cierro los ojos y suspiro aspirando el aire frío de la noche para prepararme a lo que sigue. Ver a mi madre no es precisamente algo que se encuentre dentro de mis actividades favoritas. Le hago un amago a Michael para que avance junto a mí. Se ve demasiado bien en ese traje que le regalé, pero eso no es garantía de que mi madre lo vaya a aceptar.De todos modos no me importa, llevarle la contraria es algo a lo que ya estoy acostumbrada. No sería la primera vez que su hija la decepcione.Entramos a la casa y ensegui
Natalie —¿Qué hace aquí entonces? Con un traje que evidentemente está acabando de estrenar. Dudo mucho que con lo que le pagas haya podido costeárselo. —La forma burlona en la que lo dice me hace hervir la sangre de la furia. Le da un sorbo a su copa y muy en el fondo desearía que se atragante con el líquido. —Michael está aquí porque es mi prometido. Suelto la bomba sin más. Mi madre, en efecto, se ahoga levemente con el vino. Tose con ahínco, Maddox tiene que darle golpecitos en la espalda para que recupere el aliento. —¿Qué? —cuestiona. Todos los demás se quedan callados. —Lo que escuchaste, me casaré con este hombre. —¿Es en serio hermanita? —pregunta Maddox. Me doy cuenta de la mirada de Kaiden, tampoco parece muy animado por la noticia. Mi abuelo es el único que se ve impasible. —Muy en serio. Mi madre suelta una gran carcajada que nos deja a todos atónitos. —Muy buena broma Natalie, pero no me gustó. —No es una broma, madre. De improvisto, se pone de pie empujando la
MichaelSabía que la familia de Natalie no me daría una gran bienvenida. Ahora con más motivo sé que debo quedarme a su lado sea como sea. Que se haya detenido a considerar que nos casemos hace saltar todas las alarmas en mi interior.Es evidente que esta mujer no quiere a su propia hija, y sobreprotege demasiado al malcriado criminal de Maddox. Y yo que pensaba que mi familia era tóxica.Me doy cuenta de que a Natalie no le gustó mi reacción, pero es que si me quedaba un minuto más en esa mesa iba a terminar revelando mi verdadera naturaleza.—¿Qué condiciones? —pregunto, aun con el semblante serio.—¡Ja! Qué rápido cambias de parecer, ¿no? Muerto de hambre —comenta mi madre.—Le advierto señora que si va a tratar de humillarme con su dinero, no lo va a conseguir.—Basta Victoria, soy yo quien hablará desde ahora —dice el abuelo haciéndome sudar frío.—¿Qué condiciones propones, abuelo? —pregunta Natalie dando un paso al frente.El abuelo se acerca al umbral de la puerta con su sill