CAPÍTULO 5: CASATE CONMIGO, JEFA

CAPÍTULO 5: CASATE CONMIGO, JEFA

Michael

—E-está bien, le contaré todo señor Reid —me dice el hombre luego de saber quién soy—. Pe-pero, prométame que me sacará de aquí.

Niego lentamente con la cabeza y chasqueo la lengua repetidas veces.

—Eso dependerá de la información que me des.

Él traga en seco y suspira profundo.

—Bien, empezaré. ¿Usted conoce al hermano de la señorita Natalie Dupont?

—No.

—Maddox Dupont, es un pequeño ricachón hijo de mami. Él sabía de la condición de mi familia porque nos conocimos en el bar donde yo trabajaba. Parecía buen chico al principio, pero me di cuenta pronto de que solo era un dr0gadicto.

—Bien, pero ¿qué tiene que ver el hermano de la señorita Dupont con esto? —pregunto apoyando mis codos sobre la mesa.

—Él fue quien mató a esa chica, a la hija del fiscal. Su nombre era Tatiana West. También fue una chica muy dulce, pero se juntó con la gente equivocada.

La confesión me deja realmente sorprendido. No puede ser que este hombre esté diciendo la verdad.

—¿Tienes pruebas para afirmar tal cosa?

Cristopher bufa y me sonríe por primera vez.

—Si las tenía eso ya no importa. No estoy aquí porque me hayan engañado. Yo sabía bien a lo que venía. El desgraciado de Maddox me ofreció mucho dinero, una cantidad ridículamente imposible de rechazar. Me dijeron que si confesaba el crimen le darían ese dinero a mi familia. Yo solo tendría que pagar unos diez años de cárcel; cinco si tenía buena conducta y sería jodidamente rico.

Lo escucho en silencio, aunque por dentro mi mente es un revoltijo de preguntas sin respuesta. ¿La familia de Natalie es capaz de hacer semejante cosa solo para librarse de la cárcel? Bueno, yo no soy precisamente la autoridad con más moral para juzgar eso.

—Continúa —le digo al ver que se queda callado.

—Parecía un plan perfecto, pero ahora resulta que mi novia está embarazada y en lugar de darme diez años, me darán pena de muerte. Parece que, si te metes con la hija de un fiscal la justicia se puede manipular a tu conveniencia —dice con ironía. ¿De verdad fue tan ingenuo como para no sospechar que algo así pasaría?

—¿Esta mujer es tu novia? —pregunto enseñándole la foto que le tomé con mi celular.

—¡Sí! ¡Es ella! —exclama con los ojos muy abiertos—, ¿cómo…?

—Ella fue a hablar con Natalie, supongo que para apelar a que te dejasen libre.

—Los Dupont se desentendieron de mí, me dejaron solo, me abandonaron. Quieren que me muera, simplemente. No puedo decir la verdad, de todos modos nadie me creería, y no quiero que mi novia se quede en la calle solo porque… —su voz se quiebra y las lágrimas afloran nuevamente de sus ojos—… porque soy un cobarde.

—Por supuesto que no es un cobarde, señor Carter —digo con solemnidad.

—No se preocupe, no va a morir.

De inmediato abre los ojos hasta el límite.

—¿De verdad? ¿Me ayudará?

—Me dijo todo lo que necesitaba saber y más. Me aseguraré de que usted y su novia puedan criar a su hijo juntos.

Su llanto se desata a cántaros y no para de decirme gracias hasta que regresa a la celda donde lo tienen recluido. Si quiero mover mis fichas, debo hacerlo ahora mismo.

Salgo de la prisión acompañado por John hasta que estamos de vuelta donde dejé mi auto.

—Muy bien, señor Reid, espero haberle sido útil.

—Oh, claro que sí, pero todavía necesito que hagas algo por mí. Consigue a un hombre que reemplace a Cristhian Carter. No me interesa quien sea, solamente quiero que sea él quien muera en su lugar, ¿quedó claro?

—Pe-pero señor… ¿cómo voy a hacer eso?

—Ese es tu problema John, pero me aseguraré de que el señor Carter siga vivo.

Tomo mi auto sin decir nada más y conduzco de regreso a la ciudad. El camino es largo, caluroso y tedioso, pero vale la pena porque estoy ansioso por volver a ver a mi querida jefa.

Llego a la ciudad poco antes del atardecer. Voy directo a la empresa, evitando saludar a cualquiera que pueda ser un obstáculo para mí. Entro en la oficina de Natalie, quien tenía las manos en la frente presionándose el cabello hacia atrás.

Parece muy preocupada por toda la situación. Ahora sé por qué estaba actuando así.

Al verme se pone de pie y cambia su semblante a uno de verdadero enojo.

—¿Dónde estabas? ¿Acaso estabas gastándote los cinco millones en prostitutas? Volviste rápido, ¿tan pronto se te acabó? —reclama. Está echando chispas, pero ¡joder! A mí solo me provoca tenerla debajo de mi cuerpo ahora mismo.

No le contesto. Avanzo hacia ella con una mirada fría, pero seductora. Ella se da cuenta de que he cambiado la forma en la que la abordo, porque de inmediato se pone colorada y retrocede. No obstante, el escritorio le impide seguir alejándose de mí.

Cierro el espacio entre los dos y entonces la tomo entre mis brazos afianzando con fuerza sus caderas. Natalie abre los ojos hasta el límite, puedo sentir su corazón desbocado palpitando contra mi pecho.

—Puedo ayudarte a resolver tu problema —le digo con una sonrisa fanfarrona.

—¿Qué? ¿Tú? ¿Quién crees que eres? —contesta con soberbia.

Sé que desea aparentar que es muy ruda y poderosa, pero yo puedo ver a través de esos ojos verdes tan profundos y enigmáticos. Sus labios rojos entreabiertos son como una invitación para hacerle las cosas más pecadoras y prohibidas que se me pueden ocurrir.

—Ya lo oíste, yo puedo hacer que todo desaparezca, pero con una sola condición: que te cases conmigo.

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