Michael—Deberán darme un nieto y heredero en el plazo de un año.Natalie, que ha estado callada todo este tiempo se pone de pie y empieza a toser como si se hubiera ahogado con su saliva.—¡¿Qué dices?! —exclama con desconcierto.—Se van a casar, es lo normal en una pareja, ¿o no? —cuestiona el abuelo con una mirada divertida.—Por supuesto que no lo es, pero no puedes obligarnos a tener un hijo en tan poco tiempo.—Esas son mis condiciones.—Ni que hiciera falta un bebé en esta casa —comenta la madre—. Natalie ya tiene veintinueve, ya se le pasó el tren para eso.—No digas tonterías Victoria, tú tuviste a Maddox hasta los treinta y seis —reprocha el abuelo.—Está bien, señor Dupont. Acepto las condiciones.Natalie me mira con ojos furiosos, sin embargo, delante de ellos no puede decirme nada.—Para mí, este chico realmente está enamorado de Natalie —dice el hombre—, no cualquier hombre acepta que lo reduzcan a servir en casa como si fuera una mujer.—Estamos en el siglo veintiuno, s
NatalieMichael conduce el auto en silencio, estoy empapada de la lluvia que empezó a caer repentinamente y la verdad es que me siento aterrada. Ni siquiera sé por qué salí corriendo de mi propio auto, estaba abrumada por lo que me había dicho y preferí huir.Sin embargo, si él no me hubiera seguido, esos sujetos borrachos que estaban en el callejón… no quiero ni pensar en lo que me habrían hecho.Michael estaciona frente al edificio donde tengo mi departamento individual. Ha estado siguiendo el GPS de mi auto, aunque no sé si es una buena idea que ahora sepa dónde vivo. Apaga el auto y sale sin decir nada. Luego de rodearlo, me abre la puerta. Pienso que me dará la mano o algo así, pero me sorprende al tomarme de las caderas y cargarme en sus brazos como un bebé.—¿Cuál es tu departamento? —pregunta.—El último, es el pent-house.Entramos al edificio así, él presiona el botón del ascensor pero no parece funcionar.—Creo que está averiado —comenta.—Funcionaba cuando salí esta mañana
Natalie—¡Ay! ¿Cómo crees? Eso lo inventó. ¿No ves que lo están despidiendo? —señala una de las oficinistas.Me quedo ahí un momento esperando su reacción, o al menos que les diga algo, pero él se queda callado. ¿Por qué no se defiende?—¡Ey, Michael! Esto es una publicación falsa, ¿verdad? Nadie te va a creer que Natalie Dupont se vaya a casar contigo.Casi me da un infarto al escucharlo. ¿Cómo demonios saben eso? ¿Por esa razón me miraban raro al entrar? Abro la puerta en su totalidad y entonces todos se quedan mudos.—Michael, te estaba esperando, pasa por favor.Él se gira hacia mí y veo que tiene en sus manos la caja con sus cosas, como si yo lo hubiera despedido ya.—Ya voy —me dice y avanza hacia mí sin mirar a sus compañeros.Lo dejo pasar y cierro la puerta con cuidado.—¿Qué está pasando? ¿Por qué toda la empresa sabe lo del matrimonio? —cuestiono.—No lo sé, pensé que habías sido tú la que lo había dicho a todos —responde encogiéndose de hombros.—Dicen que hay una publicac
NatalieNo sé qué me pasa. No sé qué me pasa con este hombre. La forma en la que entró a mi vida y se coló en cada aspecto de mi privacidad es tan descabellada que a veces me parece estar en un sueño. Michael me atrae, ya no puedo negarlo, pero al mismo tiempo, emana un aura peligrosa, todo mi ser me grita que debería alejarme de él antes de que sea demasiado tarde. Y es que no me es ajeno notar que él no está mostrándome todo lo que se supone.¿Cómo logró hacer que ese hombre aceptara morir en lugar de mi hermano? ¿Qué hizo con los millones que le di? Y sobre todo ¿Por qué parece tan empeñado en ser mi esposo?Tiene todas las señales, todas las banderas rojas para correr a kilómetros de él. Y aun así, le sigo el juego. Esta noche nos casaremos.Ha pasado una larga semana, una que ha sido un completo caos. Entre el rumor que se corrió en la empresa y posteriormente la prensa se enteró, no pude evitar que los medios de comunicación emitiesen la noticia. Aunque traté de mantenerlo a ray
Natalie—¿Q-qué? —tartamudeo—, pero yo no… no quiero —murmuro.La verdad es que siento un calor en mi interior y un cosquilleo que me quema en mi entrepierna. Aprieto los muslos para calmar la ansiedad que comienza a recorrerme.—¿No quieres? ¿O tienes miedo de mí?—Tengo miedo… —admito con un temblor en mi cuerpo—… pero no es de ti.—¿Entonces de qué es, princesa?—A pesar de lo que parece, yo nunca… nunca he estado con nadie.Él retrocede, por primera vez parece que lo he sorprendido.—¿Lo dices en serio? Pero tienes casi treinta años, Natalie. Yo soy menor que tú.—No necesitas presumirme tu basta experiencia —protesto rodando los ojos.Michael sonríe de medio lado.—¿Eso te pone celosa?—No me interesa —espeto con desinterés.De pronto, Michael se arrodilla a mis pies, toma uno de ellos con suavidad y me quita el tacón. Sus dedos se deslizan con suavidad por el interior de mi muslo, provocando en mí una intensa agitación. Sigue con el otro pie de la misma manera. Deja un suave bes
MichaelAguardar al momento en que finalmente Natalie pudiera ser mía fue lo más delicioso que he probado en mi vida. Tenerla debajo de mi cuerpo y someterla a los más tortuosos placeres se ha convertido en mi pasatiempo favorito. Sé que ella también lo ha disfrutado como yo, pues ninguno de los dos ha querido salir del pent-house en más de una semana.Me doy cuenta de la manera en la que ella me mira, sus ojos han cambiado, algo me dice que hay amor en ellos y, para mi condena o mi dicha, yo también estoy realmente enamorado de Natalie Dupont.Me despierto temprano en la mañana, el sol apenas está asomándose por el horizonte, Natalie sigue dormida en la cama, solo cubierta con una delgada sábana de seda blanca. El frío del ambiente erecta sus pez0nes haciéndolos resaltar sobre la tela.Relamo mis labios admirando su cuerpo, la perfección de su silueta, como una musa en un cuadro antiguo. Y lo que más me gusta, es que es toda mía.Regreso a la cama y deslizo la tela con suavidad. Ella
MichaelDe inmediato Natalie se levanta de la cama y corre hasta el armario que se encuentra en una de las esquinas de la habitación. Regresa con una caja de la que saca un regalo ya envuelto y decorado.—Preparé esto para ti.—No debiste hacerlo, ¿crees que no puedo darle algo a tu abuelo por mi propia cuenta? —cuestiono con el ceño fruncido. Natalie agacha la cabeza, parece decepcionada.—No es eso, es que… no quiero darle una excusa a mi madre para que se burle de ti.Acaricio su mejilla con la yema de mi dedo pulgar y le hago mirarme a los ojos.—Ya te dije que no me importa lo que tu mamá piense de mí. No me avergüenza venir de una casta menor a la tuya.—Lo sé, pero…Mi dedo se desliza por su labio inferior, carnoso y rosado. Jodidamente tentador para volverla a besar.—Está bien, princesa, si crees que es necesario, le daré esto. Corre a ducharte, aunque me encantaría que fueras todavía con el aroma de mi cuerpo sobre el tuyo —susurro. Natalie se estremece ante mis palabras, vu
Michael—Madre, no deberías juzgar el contenido antes de verlo si quiera —responde Natalie tratando de defenderme. Me quedo callado, la verdad es que no tengo idea de qué es lo que hay dentro, no le pregunté porque confío plenamente en ella.—Bueno, que se lo dé y veremos —comenta cruzándose de brazos.Me acerco al abuelo y me inclino ante él por respeto.—Feliz cumpleaños, señor Dupont.—Ya puedes decirme Barnaby, eres mi yerno después de todo.—Está bien, Barnaby —respondo con una sonrisa.—Intuyo por la cara radiante de mi nieta, que esta semana que han estado de luna de miel, la has tratado bien.—¡Abuelo! —exclama Natalie poniéndose roja como un tomate.Es divertido ver el contraste entre su personalidad cuando está en la oficina, y cuando se encuentra frente a su abuelo. Es como si se convirtiera en una pequeña niña.—Le aseguro que no he hecho más que sacarle sonrisas y suspiros —respondo con una sonrisa. Natalie se pone aún más roja, pero entonces su madre refunfuña algo que n