MichaelAbro la puerta de mi oficina en la mañana como cualquier otro día, sin embargo, las cosas no están como siempre. Una caja negra y grande se encuentra sobre el escritorio. Cierro la puerta con cuidado y me acerco lentamente hasta poder verla bien.Un listón negro en la esquina me hace pensar que se trata de un regalo, pero ¿de quién?—¿Será que mi pequeña jefa ha decidido al fin su respuesta? —digo para mí mismo.Es eso, o los hijos de puta que me están buscando me han encontrado.Abrir una caja así en este lugar podría ser un error garrafal, pero me tomo el riesgo y acabo levantando la tapa con sumo cuidado. No me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración hasta que termino de sacarla por completo y descubro que no hay nada de qué temer. No a menos de que seas alérgico al gabán y el buen gusto.Un traje negro y muy elegante se encuentra dentro. Solo de tocar la tela siento como si estuviera rozando algo divino. Esto es evidentemente muy costoso. Con el sueldo que gano
MichaelLas horas se pasan volando. El trabajo que me ha mandado a hacer es pesado. Cotejar datos, revisar documentos y que estén en orden, acomodar los errores que haya en los contratos o ver que todos los miembros de la junta hayan firmado acerca del negocio con Japón. Mi padre debería aprender un poco de esta empresa, estoy seguro de que las cosas le irían mucho mejor.Acabo el trabajo todavía con veinte minutos de sobra para alistarme con el traje que me ha regalado. Me miro al espejo y me ajusto la corbata, tratando de lucir lo mejor posible para ella. Quiero que esta noche Natalie Dupont caiga rendida a mis pies.Salgo del baño y me dirijo a su oficina. Con delicadeza toco la puerta para anunciarme; no me conviene que se enoje conmigo ahora mismo. Escucho su delicada voz decirme que pase y así lo hago.Es entonces cuando, por un momento, el único que se queda estupefacto soy yo. Si su objetivo era darme un infarto lo está consiguiendo, porque mi corazón no para de palpitar acele
NatalieMi hermano me mira con suspicacia y por supuesto que Keiden también me mira raro. Él es el mejor amigo de Maddox y, además de mí, el único que ha tratado de llevarlo por un mejor camino, pero controlar a Maddox es como tratar de controlar un huracán. Simplemente no se puede.—¿Qué quieres decir, hermana? —pregunta sin apartar sus ojos de Michael.—Ya lo sabrás, primero entremos, ¿sí? Quiero saludar al abuelo.—Y a nuestra madre —añade él.—Sí, claro, a ella también.Cierro los ojos y suspiro aspirando el aire frío de la noche para prepararme a lo que sigue. Ver a mi madre no es precisamente algo que se encuentre dentro de mis actividades favoritas. Le hago un amago a Michael para que avance junto a mí. Se ve demasiado bien en ese traje que le regalé, pero eso no es garantía de que mi madre lo vaya a aceptar.De todos modos no me importa, llevarle la contraria es algo a lo que ya estoy acostumbrada. No sería la primera vez que su hija la decepcione.Entramos a la casa y ensegui
Natalie —¿Qué hace aquí entonces? Con un traje que evidentemente está acabando de estrenar. Dudo mucho que con lo que le pagas haya podido costeárselo. —La forma burlona en la que lo dice me hace hervir la sangre de la furia. Le da un sorbo a su copa y muy en el fondo desearía que se atragante con el líquido. —Michael está aquí porque es mi prometido. Suelto la bomba sin más. Mi madre, en efecto, se ahoga levemente con el vino. Tose con ahínco, Maddox tiene que darle golpecitos en la espalda para que recupere el aliento. —¿Qué? —cuestiona. Todos los demás se quedan callados. —Lo que escuchaste, me casaré con este hombre. —¿Es en serio hermanita? —pregunta Maddox. Me doy cuenta de la mirada de Kaiden, tampoco parece muy animado por la noticia. Mi abuelo es el único que se ve impasible. —Muy en serio. Mi madre suelta una gran carcajada que nos deja a todos atónitos. —Muy buena broma Natalie, pero no me gustó. —No es una broma, madre. De improvisto, se pone de pie empujando la
MichaelSabía que la familia de Natalie no me daría una gran bienvenida. Ahora con más motivo sé que debo quedarme a su lado sea como sea. Que se haya detenido a considerar que nos casemos hace saltar todas las alarmas en mi interior.Es evidente que esta mujer no quiere a su propia hija, y sobreprotege demasiado al malcriado criminal de Maddox. Y yo que pensaba que mi familia era tóxica.Me doy cuenta de que a Natalie no le gustó mi reacción, pero es que si me quedaba un minuto más en esa mesa iba a terminar revelando mi verdadera naturaleza.—¿Qué condiciones? —pregunto, aun con el semblante serio.—¡Ja! Qué rápido cambias de parecer, ¿no? Muerto de hambre —comenta mi madre.—Le advierto señora que si va a tratar de humillarme con su dinero, no lo va a conseguir.—Basta Victoria, soy yo quien hablará desde ahora —dice el abuelo haciéndome sudar frío.—¿Qué condiciones propones, abuelo? —pregunta Natalie dando un paso al frente.El abuelo se acerca al umbral de la puerta con su sill
Michael—Deberán darme un nieto y heredero en el plazo de un año.Natalie, que ha estado callada todo este tiempo se pone de pie y empieza a toser como si se hubiera ahogado con su saliva.—¡¿Qué dices?! —exclama con desconcierto.—Se van a casar, es lo normal en una pareja, ¿o no? —cuestiona el abuelo con una mirada divertida.—Por supuesto que no lo es, pero no puedes obligarnos a tener un hijo en tan poco tiempo.—Esas son mis condiciones.—Ni que hiciera falta un bebé en esta casa —comenta la madre—. Natalie ya tiene veintinueve, ya se le pasó el tren para eso.—No digas tonterías Victoria, tú tuviste a Maddox hasta los treinta y seis —reprocha el abuelo.—Está bien, señor Dupont. Acepto las condiciones.Natalie me mira con ojos furiosos, sin embargo, delante de ellos no puede decirme nada.—Para mí, este chico realmente está enamorado de Natalie —dice el hombre—, no cualquier hombre acepta que lo reduzcan a servir en casa como si fuera una mujer.—Estamos en el siglo veintiuno, s
NatalieMichael conduce el auto en silencio, estoy empapada de la lluvia que empezó a caer repentinamente y la verdad es que me siento aterrada. Ni siquiera sé por qué salí corriendo de mi propio auto, estaba abrumada por lo que me había dicho y preferí huir.Sin embargo, si él no me hubiera seguido, esos sujetos borrachos que estaban en el callejón… no quiero ni pensar en lo que me habrían hecho.Michael estaciona frente al edificio donde tengo mi departamento individual. Ha estado siguiendo el GPS de mi auto, aunque no sé si es una buena idea que ahora sepa dónde vivo. Apaga el auto y sale sin decir nada. Luego de rodearlo, me abre la puerta. Pienso que me dará la mano o algo así, pero me sorprende al tomarme de las caderas y cargarme en sus brazos como un bebé.—¿Cuál es tu departamento? —pregunta.—El último, es el pent-house.Entramos al edificio así, él presiona el botón del ascensor pero no parece funcionar.—Creo que está averiado —comenta.—Funcionaba cuando salí esta mañana
Natalie—¡Ay! ¿Cómo crees? Eso lo inventó. ¿No ves que lo están despidiendo? —señala una de las oficinistas.Me quedo ahí un momento esperando su reacción, o al menos que les diga algo, pero él se queda callado. ¿Por qué no se defiende?—¡Ey, Michael! Esto es una publicación falsa, ¿verdad? Nadie te va a creer que Natalie Dupont se vaya a casar contigo.Casi me da un infarto al escucharlo. ¿Cómo demonios saben eso? ¿Por esa razón me miraban raro al entrar? Abro la puerta en su totalidad y entonces todos se quedan mudos.—Michael, te estaba esperando, pasa por favor.Él se gira hacia mí y veo que tiene en sus manos la caja con sus cosas, como si yo lo hubiera despedido ya.—Ya voy —me dice y avanza hacia mí sin mirar a sus compañeros.Lo dejo pasar y cierro la puerta con cuidado.—¿Qué está pasando? ¿Por qué toda la empresa sabe lo del matrimonio? —cuestiono.—No lo sé, pensé que habías sido tú la que lo había dicho a todos —responde encogiéndose de hombros.—Dicen que hay una publicac