Michael
La conexión casi mágica entre los dos se rompe de forma abrupta cuando ella me separa de su cuerpo a toda prisa. Carraspea su garganta y con las mejillas tan rojas que estoy seguro de que podría quemarme la mano solo de rozar su piel.
—Mmm, y-yo…
—De nada —contesto con galantería.
—Por favor, retírate —me pide con tono severo.
No le digo nada más, tan solo camino hasta la salida, no obstante, ella me detiene antes de que salga de la oficina.
—Espera un momento.
—Dígame, señorita Dupont. —La sonrisa se me borra de los labios cuando la veo con la computadora encendida y la página todavía ahí.
—Lo has visto, ¿verdad? Dime, ¿ya lo sabes todo? —cuestiona enarcando una ceja.
La verdad es que fácilmente puedo hacerme el desentendido, pero esta es una de esas oportunidades que solo aparecen una vez en la vida. ¿Qué posibilidades hay de acercarme más a ella que pretendiendo que sé de lo que me habla? Después de todo, yo solo vi un nombre desconocido y lo de la prisión. Y aunque no me cabe duda de que hay algo muy turbio en todo esto, sé que debe haber una buena explicación. Tal vez la consiga ahora mismo si le digo…
—Sí, lo sé. Lo siento, estaba abierto y no pude evitar leerlo.
Ella se pone pálida otra vez, pero se nota que ha estado ensayando para algo así, porque mantiene su semblante serio y el porte recto. A Natalie Dupont nunca le ha molestado demostrar que tiene un estatus superior al mío.
—¿Cuánto quieres? —pregunta sin rodeos.
Su pregunta me deja estupefacto. ¿Qué?
—¿Cuánto quiero? No entiendo.
—Sí, ¿cuánto quieres para mantener la boca cerrada?
¡Wow! Ella no puede estar hablando en serio. Necesito saber qué es lo que está ocurriendo aquí. Se me ocurre decirle una cantidad exagerada, no pienso que me pague lo que imagino solamente por esto.
—Bien, quiero cinco millones de dólares —bromeo, incluso me echo a reír.
—Muy bien —contesta ella con toda la seriedad que requiere el asunto.
¿Acaso me está hablando en serio?
—Espera, ¿qué?
—Te daré tus cinco millones de dólares si mantienes la boca cerrada —dice, pero en el momento en que rodea el escritorio y se sienta, me doy cuenta de que está temblando como un papel al viento.
—Espere, señorita Dupont, ¿lo está diciendo en serio?
Ella no me responde, tan solo garabatea en un cheque en blanco, lo firma y arranca el papel con un sonido rasgado. Extiende el rectángulo pequeño hacia mí y en ese momento la severidad típica de su mirada regresa.
Yo solo le pedí esa cantidad como una broma, no esperaba que me dijera que sí.
—Toma. Puedes cobrarlo mañana mismo, pero te advierto una cosa. Si te atreves a traicionarme, si te atreves a contar aunque sea a tu propio reflejo sobre esto, te juro que no habrá piedra de la que puedas esconderte donde no te encuentre.
Mi piel se eriza ante sus palabras. Si antes estaba intrigado ahora estoy, no solo impresionado, sino hasta un poco 3xcitado por esa reacción.
Me quedo paralizado por un instante, sorprendido por la intensidad de su advertencia. En lugar de sentir miedo, experimento una extraña emoción que me recorre el cuerpo. Su determinación y la manera en que me mira directamente a los ojos despiertan algo en mí que no había sentido antes con ninguna otra mujer.
—Lo entiendo, señorita Dupont. Puede confiar en mí —respondo, tratando de mantener la compostura a pesar de la creciente 3xcitación que siento.
Ella asiente con aprobación y su mirada se suaviza un poco. Por un momento, parece que la tensión entre nosotros se disipa y puedo percibir una chispa de complicidad en su expresión.
—Espero que así sea, señor... —se detiene, como si estuviera evaluando si debiese llamarme así. Finalmente, continúa—. Espero que así sea, Michael. Puedes retirarte.
Me alejo de su oficina con el cheque en la mano, todavía sintiendo la intensidad del momento. Por un lado, estoy emocionado por la suma inesperada de dinero, pero por otro, algo en mí ha cambiado desde este encuentro. La señorita Dupont ha despertado algo en mí que no puedo ignorar, algo que me hace desear descubrir más sobre ella y sobre lo que acaba de suceder entre nosotros.
Salgo a toda prisa del edificio y me oculto en el callejón que da hacia la parte de atrás. Ahí donde nadie me ve, saco un celular último modelo de mi bolsillo y marco un número que me conozco de memoria. Solo timbra un par de veces antes de que me contesten del otro lado.
Con un semblante serio y la determinación en mi mirada, hablo.
—Necesito que averigües un nombre para mí.
—Por supuesto, señor Reid, ¿de quién se trata?
Michael Amanezco la mañana siguiente con el sonido de mi celular reventándome los oídos. Estoy a punto de apagarlo, pero al ver el número contesto de inmediato. —Axel, ¿tienes la información que te pedí? —Por supuesto, pero a tu padre no le gustó nada que dieras señales de vida después de todos estos meses. Chasqueo la lengua, no tengo tiempo para preocuparme por mi padre ahora mismo. —Solo dímelo. —Está bien. El nombre que me diste es de un tipo condenado a muerte, se encuentra en la prisión estatal esperando el día de la ejecución. Al parecer cometió un asesinato por omisión contra la hija de un fiscal importante de California. —¿Asesinato? ¿Y qué relación tiene con los Dupont? —Eso no lo sé, no se esclarece muy bien, pero todo este asunto está muy raro. El hombre no tiene ningún antecedente, simplemente de pronto apareció en el sistema. —¿Sabes cómo fue el homicidio? —Sobredosis. —Bien, iré hoy mismo a la prisión a darle una visita al tal Cristhian Carter, prepara todo p
CAPÍTULO 5: CASATE CONMIGO, JEFA Michael —E-está bien, le contaré todo señor Reid —me dice el hombre luego de saber quién soy—. Pe-pero, prométame que me sacará de aquí. Niego lentamente con la cabeza y chasqueo la lengua repetidas veces. —Eso dependerá de la información que me des. Él traga en seco y suspira profundo. —Bien, empezaré. ¿Usted conoce al hermano de la señorita Natalie Dupont? —No. —Maddox Dupont, es un pequeño ricachón hijo de mami. Él sabía de la condición de mi familia porque nos conocimos en el bar donde yo trabajaba. Parecía buen chico al principio, pero me di cuenta pronto de que solo era un dr0gadicto. —Bien, pero ¿qué tiene que ver el hermano de la señorita Dupont con esto? —pregunto apoyando mis codos sobre la mesa. —Él fue quien mató a esa chica, a la hija del fiscal. Su nombre era Tatiana West. También fue una chica muy dulce, pero se juntó con la gente equivocada. La confesión me deja realmente sorprendido. No puede ser que este hombre esté diciendo
Natalie¿Qué me case con él? ¿Pero qué clase de insolente se cree que es? Claro, como me tiene entre sus manos cree que voy a ceder a cualquier petición absurda que me diga.Hace tan solo un mes y medio que Michael Reid trabaja para mí, pero tengo que admitir que me pareció atractivo desde la primera vez que lo vi. Sin embargo, eso quedó hasta ahí. Nunca en mi vida me he relacionado con nadie del trabajo y no pienso empezar a hacerlo ahora.No voy a negar que sus ojos negros y profundos me hipnotizan y su sola cercanía logra ponerme nerviosa de formas que no me gustan. A veces siento que me mira como si yo fuese un pequeño corderito y él, el lobo dispuesto a devorarme en la primera oportunidad. Pero ningún hombre va a intimidarme y si él piensa que puede chantajearme está muy equivocado.Lo empujo con fuerza lejos de mí y rápidamente me arreglo el vestido.—¿Quién crees que eres? —vuelvo a preguntar.—Esa es mi condición, princesa.—¡Insolente! ¡¿Cómo te atreves a traspasar la relació
Natalie —Quiero informar al público en general que hoy se llevó a cabo la ejecución del señor Cristhian Carter, quien fue encontrado culpable del asesinato por omisión de Tatiana West, hija única del fiscal Norman West. Como recordarán, Tatiana se encontró sin vida después de una sobredosis en el bar del señor Carter, donde se determinó que él le suministró una excesiva y variada cantidad de drogas que habrían causado su muerte. La ejecución se llevó a cabo sin incidentes y en cumplimiento con la ley estatal. Esperamos que esta ejecución brinde un poco de paz y justicia a la familia West en este momento tan difícil.Mis manos tiemblan al escuchar las palabras del fiscal. Por un lado, siento un alivio al saber que todo salió como debía salir, sin embargo, no puedo dejar de preguntarme cómo demonios fue que Michael logró convencer a ese hombre de continuar con su ejecución.Aquel día en que esa mujer vino a verme, me rogó que dejara ir a su novio, que no sabía cómo iba a poder seguir a
MichaelAbro la puerta de mi oficina en la mañana como cualquier otro día, sin embargo, las cosas no están como siempre. Una caja negra y grande se encuentra sobre el escritorio. Cierro la puerta con cuidado y me acerco lentamente hasta poder verla bien.Un listón negro en la esquina me hace pensar que se trata de un regalo, pero ¿de quién?—¿Será que mi pequeña jefa ha decidido al fin su respuesta? —digo para mí mismo.Es eso, o los hijos de puta que me están buscando me han encontrado.Abrir una caja así en este lugar podría ser un error garrafal, pero me tomo el riesgo y acabo levantando la tapa con sumo cuidado. No me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración hasta que termino de sacarla por completo y descubro que no hay nada de qué temer. No a menos de que seas alérgico al gabán y el buen gusto.Un traje negro y muy elegante se encuentra dentro. Solo de tocar la tela siento como si estuviera rozando algo divino. Esto es evidentemente muy costoso. Con el sueldo que gano
MichaelLas horas se pasan volando. El trabajo que me ha mandado a hacer es pesado. Cotejar datos, revisar documentos y que estén en orden, acomodar los errores que haya en los contratos o ver que todos los miembros de la junta hayan firmado acerca del negocio con Japón. Mi padre debería aprender un poco de esta empresa, estoy seguro de que las cosas le irían mucho mejor.Acabo el trabajo todavía con veinte minutos de sobra para alistarme con el traje que me ha regalado. Me miro al espejo y me ajusto la corbata, tratando de lucir lo mejor posible para ella. Quiero que esta noche Natalie Dupont caiga rendida a mis pies.Salgo del baño y me dirijo a su oficina. Con delicadeza toco la puerta para anunciarme; no me conviene que se enoje conmigo ahora mismo. Escucho su delicada voz decirme que pase y así lo hago.Es entonces cuando, por un momento, el único que se queda estupefacto soy yo. Si su objetivo era darme un infarto lo está consiguiendo, porque mi corazón no para de palpitar acele
NatalieMi hermano me mira con suspicacia y por supuesto que Keiden también me mira raro. Él es el mejor amigo de Maddox y, además de mí, el único que ha tratado de llevarlo por un mejor camino, pero controlar a Maddox es como tratar de controlar un huracán. Simplemente no se puede.—¿Qué quieres decir, hermana? —pregunta sin apartar sus ojos de Michael.—Ya lo sabrás, primero entremos, ¿sí? Quiero saludar al abuelo.—Y a nuestra madre —añade él.—Sí, claro, a ella también.Cierro los ojos y suspiro aspirando el aire frío de la noche para prepararme a lo que sigue. Ver a mi madre no es precisamente algo que se encuentre dentro de mis actividades favoritas. Le hago un amago a Michael para que avance junto a mí. Se ve demasiado bien en ese traje que le regalé, pero eso no es garantía de que mi madre lo vaya a aceptar.De todos modos no me importa, llevarle la contraria es algo a lo que ya estoy acostumbrada. No sería la primera vez que su hija la decepcione.Entramos a la casa y ensegui
Natalie —¿Qué hace aquí entonces? Con un traje que evidentemente está acabando de estrenar. Dudo mucho que con lo que le pagas haya podido costeárselo. —La forma burlona en la que lo dice me hace hervir la sangre de la furia. Le da un sorbo a su copa y muy en el fondo desearía que se atragante con el líquido. —Michael está aquí porque es mi prometido. Suelto la bomba sin más. Mi madre, en efecto, se ahoga levemente con el vino. Tose con ahínco, Maddox tiene que darle golpecitos en la espalda para que recupere el aliento. —¿Qué? —cuestiona. Todos los demás se quedan callados. —Lo que escuchaste, me casaré con este hombre. —¿Es en serio hermanita? —pregunta Maddox. Me doy cuenta de la mirada de Kaiden, tampoco parece muy animado por la noticia. Mi abuelo es el único que se ve impasible. —Muy en serio. Mi madre suelta una gran carcajada que nos deja a todos atónitos. —Muy buena broma Natalie, pero no me gustó. —No es una broma, madre. De improvisto, se pone de pie empujando la