Comencé a reír sin razón aparente, pensando en lo ridículo que sonaba que alguien que apenas conocía se preocupara tanto. Me paré en seco y lo observe como esta mañana, a pesar de su aspecto misterioso, seguía sorprendiéndome. Su cara tan angelical me desconcertaba, porque en sí no combinaba en nada con su actitud.
Hablamos un poco mientras seguíamos caminando hasta la entrada de mi casa, a pesar de ello no hablamos mucho, a decir verdad le conté un poco porque estaba molesta, pero no del todo, me limite a detallar cosas de mi vida privada. A pesar de ello, él solamente se limitó a escuchar, no me dio ningún consejo en concreto, ni hizo preguntas al respecto, u objeciones sobre el asunto, sólo se limitó a escuchar. Fue de gran ayuda. Había algo en él que me colmaba de tranquilidad, quizá porque recién lo conocía o porque me hacía sentir que sí le importaba a alguien después de todo, que no todo es tan complicado o rebuscado como estoy acostumbrada.
Aunque, aún tenía algunos cabos sueltos que resolver, no me cerraban cosas de su persona. Al llegar a la entrada, sorpresivamente me dio un abrazo tan cálido, como si estuviera hecho de algodón, de alguna tela suave que al tocarla te reconforta, tal vez sea el hecho que tenía un perfume que al contacto con mis fosas nasales había creado un mundo de sensaciones en mí, por lo cual no pude evitar respira aquel aire hipnótico que me rodeaba en sus brazos.
—Buee… bueno –titubee nerviosa, mientras intentaba aclarar mi garganta para poder despedirme–, debo irme.
Él se quedó mirándome, sin saber qué decir.
—Claro, no quiero que te entretengas conmigo. Nos vemos luego.
Cuando iba subiendo las escaleras del pórtico, sentí su voz a lo lejos llamándome:
—¡Espera! –Me llamó algo agitado y me tendió un papel–, por sí quieres hablar alguna vez.
Me quedé en blanco, sin saber que decir.
—¿Qué es esto? —pregunté curiosa mientras sostenía el trozo de papel.
—Es mi número telefónico, por si necesitas hablar alguna vez, sólo escríbeme.
Me quedé mirando aquel papel unos instantes mientras procesaba el momento, estaba mal, muy mal. Pero… ¿Por qué?
—¿Y qué te diría?
—No sé –se encogió de hombros–, chistes.
Sonreí.
—¿Chistes? —Le dije.
—Sí.
—¡Estás loco, tío!
—Lo sé –me dijo y luego añadió-. Las mejores personas lo están.
—Eso, es una cita de “Alicia en el país de las maravillas” –le reproche, mientras él se volvía rojo de la risa- Eres un tramposo.
—Eso no quita que sea verdad –se defendió, mientras se acercaba peligrosamente a mí-, que lo diga un libro afirma mí punto.
—Sí –contesté –, pero no quita que seas un raro.
—Auch —me miró fijamente mientras se tocaba el pecho—, eso duele… ¿No te lo habían dicho? Solo bromeo.
— Lo sé —dije mirando al suelo, avergonzada por su cercanía—, debo irme… tengo muchas cosas que hacer, y debo estudiar para...
—Shh –puso su dedo en mis labios, para que no siguiera-, no tienes nada que explicarme, lo entiendo. Hablaremos otro día. Adiós, Alice.
Nos quedamos mirando unos minutos, casi eternos antes de despedirnos.
—Adiós, Bastian.
Al entrar a mí casa, intenté no hacer demasiado ruido, entrando a hurtadillas hasta mi cuarto, cuando el crujir de la madera delató mi llegada. Mi padre llegó como tiro hasta donde me encontraba, y sabía lo que venía en ese momento, un castigo y un sermón, tal vez sólo el castigo sí tenía mucha suerte.
—¿A dónde crees que vas? –Me dijo, mientras sostenía una cuchara de madera–, ven a poner la mesa.
Me sorprendí al darme cuenta que mi padre estaba absorto de mi huida de esta tarde.
Al llegar a la cocina, mi papá estaba revolviendo con un cucharon la salsa, mientras ponía a cocinar los espaguetis, tomé algunos vasos, y comencé a colocarlos cuidadosamente en la mesa.
—No olvides los portavasos –me dijo mi hermano, mientras se robaba un pedazo de pan-, o papá se molestará
Le lancé una mirada de advertencia, mientras terminaba de colocar los manteles individuales, los portavasos y el resto de la vajilla. Al segundo, mi padre coloco la cazuela en la mesa, y nos ordenó que nos sentáramos a comer. Como de costumbre, mi padre comenzó a servir de mayor a menor lo cual empezaba primero por él, luego mi hermano y por último a mí.
—Detesto la jerarquía familiar –comenté molesta, mientras tomaba un poco de agua.
—Jodete por ser la última en nacer
—¡Ese lenguaje! -protestó mi padre, a la vez que le daba un golpe en la nuca-, cierren la boca y coman— dijo, para luego sentarse junto a nosotros.
Instintivamente le sonreí a mi hermano, satisfecha por el golpe que le había dado mi padre, y en respuesta me saco la lengua.
—¿Qué tal la escuela?—, preguntó mi papá, mientras se llevaba un bocado de pasta a la boca.
Mi padre nos miró a ambos, y Max contestó antes que yo.
—Bien. Estuvo entretenida la práctica de hoy –dijo mirándome, mientras yo pensaba una buena escusa- el entrenador dijo que debía concentrarme. Es todo.
—¿Y tú Alice, qué tal todo? –Me dijo, mirándome a los ojos-, no viniste con Adam a cenar…
Tome un trago largo de agua, intentado no ahogarme.
—Estuvo… bien –titubee-, lo normal: Exámenes, chicos ruidosos, más exámenes.
—No respondiste mí pregunta, acaso ¿Pelearon tú y Adam? — Inquirió, sirviéndose un poco de vino Podía intuir que los rumores se propagaron con rapidez en el instituto, y mi hermano no estaría excepto de ellos, siendo uno de los chicos más guay.
Max miro mi cara de pocos amigos, no sabía que decir.
—Papá, rompí mis gafas de waterpolo –soltó, y mi padre lo miró consternado-, no sé qué pudo haberles pasado.
Mire a mí hermano y le susurre un “gracias”.
—Pero sí serás tonto, Max… –
—Lo sé, no sé cómo puedo ser tan torpe –respondió, dándome la indirecta-, a veces olvido que soy un torpe.
—Sí, ni yo entiendo cómo puedes ser más torpe de costumbre— agregué mientras masticaba un bocado de pasta.
—Bueno, basta ya –protestó mi padre, mientras se limpiaba con la servilleta-, Alice lava los trastes y Max recoge la mesa, tengo mucho trabajo que hacer.
—¿Te han asignado un caso nuevo? –le pregunté curiosa.
—Sí, y tengo mucho que leer— me contestó, me dio un sonoro beso en la mejilla y se esfumo de la escena para encerrarse en su despacho.
Mi padre era oficial de la policía de Forest Hill, y trabajaba ahí desde hacía un tiempo.
Al morir mamá, mi padre decidió dedicarse a tiempo completo a estudiar algunos casos complejos, ya que no éramos una familia adinerada, y tener que mantener a dos hijos solo era difícil para él. No es por presumir pero era el mejor en su área, a veces me dejaba ayudarlo con el papeleo, o a resolver un par de casos. Me sentía como harriet la espía, o Nancy Drue. Al dedicarle tanto tiempo al trabajo, lo veíamos muy poco por las noches, el único momento que teníamos para compartir un momento juntos era la cena, por eso él siempre se esmera por cocinar platillos deliciosos, detesta que peleemos porque es el único momento que tenemos como familia.A veces extraño esos momentos, donde comíamos todos juntos, con la abuela, algunos de mis tíos, mamá. Extraño mucho a mamá, la extraño demasiado. En ocasiones, sacó los cuadros que están esparcidos por la casa, la observo por un buen rato, admirando su belleza, su larga cabellera, las pecas que salpican su rosto, sus ojos esmeralda «qué heredé»,
Tome aquel papel de la mesa de noche, comencé a teclear uno a uno los dígitos en mi teléfono mientras escribía su nombre, para terminar de agendarlo. A penas eran las 11:00 p.m, lo cual no era tan tarde para intentar mandarle un texto. Pero… ¿Qué le diría? No sabía que escribirle, nos habíamos visto a penas esta tarde, no tenía nada nuevo que decirle, tal vez el hecho de mi reciente tristeza por parte del puerco de mi novio, y… quizá podría mencionar a mi madre. ¿Pero, de verdad debería contárselo? Tal vez no, es pronto revelar datos de mi vida privada. No podía llamar a Lori, ya que su papá le quitaba su teléfono después de las diez p.m, así que estaba entre la espada y la pared. Estaba mal, y a la vez necesitaba hablar con alguien. Era una decisión difícil de tomar, aun así lo hice. Tome mi teléfono, y comencé a teclear nerviosa, y luego le di a enviar. Sin esperar respuesta, deje el celular en la mesita de noche, para intentar dormir. Cuando creí que me quedaría dormida, mi celu
Puse los ojos en blanco, extenuada de hablar siempre de lo mismo con mi amiga, a la vez que ponía mi cerebro en modo apagado para dejar de hablar de mi novio, para entrar al salón de clases, pero al entrar me percaté que había olvidado en mi casillero mi libro de ciencias. Camine por los pasillos lentamente, mientras cantaba una canción de Radiohead, era tan pegadiza que no podía sacármela de la cabeza. Let down and hanging around Crushed like a bug in the ground Let down and hanging around Shell smashed, juices flowing Wings twitch, legs are going Don't get sentimental It always ends up drivel Tarareaba cada estrofa tan sentida, vibrando con la música mientras seguía mi camino en el corredor. Ya no quedaba nadie, todos estaba en sus salones, algunos daban vueltas, otros intentaban huir, algunos se la daban de vagos, y yo sólo intentaba volver a clases sin que Rita me viera otra vez fuera del salón de clases deambulando por todo el instituto. Estaba por sacar mi libro de mi cas
Al salir, noté para mi sorpresa que aquel joven raro estaba cerca de una de las escaleras de emergencia, escondido fumándose un cigarrito. Sonreí al verle, como si ello me hiciera menos miserable, y al verme levanto la cabeza y me contesto con una sonrisa amistosa. Pero al verme a los ojos, notó que algo andaba mal conmigo. Se acercó lentamente a nosotras, mientras sostenía su cigarrillo entre sus labios. Podía notar como el montón de rulos se caían como cascadas rulientas de su cabeza. Se veía tan adorable, pero con un aspecto tan misterioso, con sus mocasines de cuero, su chaqueta a juego y su increíble sonrisa de lado.Al verlo venir mi amiga comprendió rápidamente lo que sucedía y se limitó a mirarme de forma cómplice, sin arruinar el momento con su parloteo de siempre, ni revelando la información que le había contado hace unas horas. Solo se limitó a observar.—Así qué, la tía sobresaliente se escapa a hurtadillas del instituto –le dio una pitada a su cigarrillo mientras ladeab
Aparte la mirada por un momento, nerviosa y avergonzada mientras intentaba buscar mi cajetilla de cigarrillos, como si fuera adivino me tendió uno colocándolo suavemente en mis labios sin dejar de mirarme, para después encenderlo. Inhalé el humor sin dejar de mirarlo ni por un segundo, siguiendo cada uno de sus movimientos a cámara lenta. Me sonrió de lado, dejando ver aquella sonrisa que se escondía detrás de la puesta de un baño, esa que me hacía pensar que la vida es impredecible. Fumamos juntos en silencio, como si no hiciera falta nada más, ni siquiera los centímetros que nos separaban el uno al otro. Nos mirábamos de reojo para ver si el otro se encontraba bien. Ninguno se atrevía a romper el silencio que llenaba el vació del momento. Bastian se colocó delante de mí, mirándome a los ojos con su mirada penetrante y misteriosa que me dejaba pensando ¿Qué era lo que ocultaban aquellos ojos?, detrás de esa sonrisa burlona. La distancia entre nosotros se hacía más corta, mi corazón
Ahora, no le temía al coco le temía a las personas; al rechazo social, a la constante humillación pública tras haber sido ridiculizada por mi Ex novio, digámosle “EL CACAS”. Digamos, que no quería ser la típica chica que se indigna y toma serías represalias sobre el asunto, haciendo un tremendo alboroto al respecto, quedando aún más en ridículo. Tampoco, me considero una buena partidaria de no hacer nada, mientras lloras en silencio, y al verte al espejo ves a una tú totalmente demacrada y con el rímel corrido. ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! Y ¡NO! Yo quería, quiero (TIEMPO PRESENTE), ser una guerrera, un ave fénix resurgiendo del azufre, el fuego ardiente, las brasas que terminan por ser cenizas. Salir del barro pero cómo toda una lady, sin contaminarme con la m****a de los demás. No quiero sufrir, pero cómo toda tormenta tiene algo de caos, para luego desatar el hermoso arcoíris, yo no esperaría menos de ello.
Su amiga la miró de lejos y se acercó cual cazador a sus presa sin alertar a la misma para que está no se asuste. Al estar lo suficientemente cerca, Alice se volteó a ver la cara de endiablada de su amiga y creyó que el infierno existía tal vez. Lori sin pensarlo dos veces, le dio un buen bofetón para que ella pudiera entrar en razón, a lo que ella respondió tocándose su mejilla ardiente para calmar el dolor. –¡Ah! –Dio un pequeño gritito–, ¿Estás loca? –Escúchame bien, Alice. Soy tú mejor amiga y antes muerta que verte en este estado por alguien que no vale ni la tierra de tus zapatos. –¡No tenías por qué golpearme. –¡Claro que sí! –La regañó–, Estabas hechas una estúpida, comiendo por estrés y llorando como una marrana flaca. Él es una bola de m****a, y ahora deberíamos estar pensando la mejor manera de vengarnos. Por un momento entré en razón y pensé detenidamente en las palabras de mi mejor amiga ¿Por qué era yo la que estaba así? Él era el que debía pagar por todo el daño q
El mozo se acercó para preguntarme que iba a querer beber, mientras repasaba la barra con una franela.–¿Qué me recomienda para un corazón roto?–Un tequila. Pero aún es temprano.–Entonces quiero una margarita.–Enseguida le sirvo señorita. Mientras observaba el antro, las personas bailando desinhibidas sin pudor alguno; sudadas, pegados uno al lado del otro como pequeños insectos apareándose con la luz tenue entre apagado y encendido mientras que varios flashes de neón encandilaban la pista de baile en el medio del salón. He de admitir que no era un lugar tan malo después de todo, ya que por lo que pude observar había varias pistas de baile entre reggueton, salsa, bachata, y trap, por lo que uno tenía opciones si era de gustos variados. Tal vez era la chica con el corazón roto que no podía parar de pensar en todo lo negativo que se había convertido mi vida. No podía sacarlo de mi mente. Sin embargo mi hermano y Lol parecían tener otros planes distintos a los míos porque me habían