CAPÍTULO 4

Comencé a reír sin razón aparente, pensando en lo ridículo que sonaba que alguien que apenas conocía se preocupara tanto. Me paré en seco y lo observe como esta mañana, a pesar de su aspecto misterioso, seguía sorprendiéndome. Su cara tan angelical me desconcertaba, porque en sí no combinaba en nada con su actitud.

Hablamos un poco mientras seguíamos caminando hasta la entrada de mi casa, a pesar de ello no hablamos mucho, a decir verdad le conté un poco porque estaba molesta, pero no del todo, me limite a detallar cosas de mi vida privada. A pesar de ello, él solamente se limitó a escuchar, no me dio ningún consejo en concreto, ni hizo preguntas al respecto, u objeciones sobre el asunto, sólo se limitó a escuchar. Fue de gran ayuda. Había algo en él que me colmaba de tranquilidad, quizá porque recién lo conocía o porque me hacía sentir que sí le importaba a alguien después de todo, que no todo es tan complicado o rebuscado como estoy acostumbrada.

Aunque, aún tenía algunos cabos sueltos que resolver, no me cerraban cosas de su persona. Al llegar a la entrada, sorpresivamente me dio un abrazo tan cálido, como si estuviera hecho de algodón,  de alguna tela suave que al tocarla te reconforta, tal vez sea el hecho que tenía un perfume que al contacto con mis fosas nasales había creado un mundo de sensaciones en mí, por lo cual no pude evitar respira aquel aire hipnótico que me rodeaba en sus brazos.

—Buee… bueno –titubee nerviosa, mientras intentaba aclarar mi garganta para poder despedirme–, debo irme.

Él se quedó mirándome, sin saber qué decir.

—Claro, no quiero que te entretengas conmigo. Nos vemos luego.

Cuando iba subiendo las escaleras del pórtico, sentí su voz a lo lejos llamándome:

—¡Espera! –Me llamó algo agitado y me tendió un papel–, por sí quieres hablar alguna vez.

Me quedé en blanco, sin saber que decir.

—¿Qué es esto? —pregunté curiosa mientras sostenía el trozo de papel.

—Es mi número telefónico, por si necesitas hablar alguna vez, sólo escríbeme.

Me quedé mirando aquel papel unos instantes mientras procesaba el momento, estaba mal, muy mal. Pero… ¿Por qué?

—¿Y qué te diría?

—No sé –se encogió de hombros–, chistes.

Sonreí.

—¿Chistes? —Le dije.

—Sí.

—¡Estás loco, tío!

—Lo sé –me dijo y luego añadió-. Las mejores personas lo están.

—Eso, es una cita de “Alicia en el país de las maravillas” –le reproche, mientras él se volvía rojo de la risa- Eres un tramposo.

—Eso no quita que sea verdad –se defendió, mientras se acercaba peligrosamente a mí-, que lo diga un libro afirma mí punto.

—Sí –contesté –, pero no quita que seas un raro.

—Auch —me miró fijamente mientras se tocaba el pecho—, eso duele… ¿No te lo habían dicho? Solo bromeo.

— Lo sé —dije mirando al suelo, avergonzada por su cercanía—, debo irme… tengo muchas cosas que hacer, y debo estudiar para...

—Shh –puso su dedo en mis labios, para que no siguiera-, no tienes nada que explicarme, lo entiendo. Hablaremos otro día. Adiós, Alice.

Nos quedamos mirando unos minutos, casi eternos antes de despedirnos.

—Adiós, Bastian.

Al entrar a mí casa, intenté no hacer demasiado ruido, entrando a hurtadillas hasta mi cuarto, cuando el crujir de la madera delató mi llegada. Mi padre llegó como tiro hasta donde me encontraba, y sabía lo que venía en ese momento, un castigo y un sermón, tal vez sólo el castigo sí tenía mucha suerte.

—¿A dónde crees que vas? –Me dijo, mientras sostenía una cuchara de madera–, ven a poner la mesa.

Me sorprendí al darme cuenta que mi padre estaba absorto de mi huida de esta tarde.

Al llegar a la cocina, mi papá estaba revolviendo con un cucharon la salsa, mientras ponía a cocinar los espaguetis, tomé algunos vasos, y comencé a colocarlos cuidadosamente en la mesa.

—No olvides los portavasos –me dijo mi hermano, mientras se robaba un pedazo de pan-, o papá se molestará

Le lancé una mirada de advertencia, mientras terminaba de colocar los manteles individuales, los portavasos y el resto de la vajilla. Al segundo, mi padre coloco la cazuela en la mesa, y nos ordenó que nos sentáramos a comer. Como de costumbre, mi padre comenzó a servir de mayor a menor lo cual empezaba primero por él, luego mi hermano y por último a mí.

—Detesto la jerarquía familiar –comenté molesta, mientras tomaba un poco de agua.

—Jodete por ser la última en nacer

—¡Ese lenguaje! -protestó mi padre, a la vez que le daba un golpe en la nuca-, cierren la boca y coman— dijo, para luego sentarse junto a nosotros.

Instintivamente le sonreí a mi hermano, satisfecha por el golpe que le había dado mi padre, y en respuesta me saco la lengua.

—¿Qué tal la escuela?—, preguntó mi papá, mientras se llevaba un bocado de pasta a la boca.

Mi padre nos miró a ambos, y Max contestó antes que yo.

—Bien. Estuvo entretenida la práctica de hoy –dijo mirándome, mientras yo pensaba una buena escusa- el entrenador dijo que debía concentrarme. Es todo.

—¿Y tú Alice, qué tal todo? –Me dijo, mirándome a los ojos-, no viniste con Adam a cenar…

Tome un trago largo de agua, intentado no ahogarme.

—Estuvo… bien –titubee-, lo normal: Exámenes, chicos ruidosos, más exámenes.

—No respondiste mí pregunta, acaso ¿Pelearon tú y Adam? — Inquirió,  sirviéndose un poco de vino Podía intuir que los rumores se propagaron con rapidez en el instituto, y mi hermano no estaría excepto de ellos, siendo uno de los chicos más guay.

Max miro mi cara de pocos amigos, no sabía que decir.

—Papá, rompí mis gafas de waterpolo –soltó, y mi padre lo miró consternado-, no sé qué pudo haberles pasado.

Mire a mí hermano y le susurre un “gracias”.

—Pero sí serás tonto, Max… –

—Lo sé, no sé cómo puedo ser tan torpe –respondió, dándome la indirecta-, a veces olvido que soy un torpe.

—Sí, ni yo entiendo cómo puedes ser más torpe de costumbre— agregué mientras masticaba un bocado de pasta.

—Bueno, basta ya –protestó mi padre, mientras se limpiaba con la servilleta-, Alice lava los trastes y Max recoge la mesa, tengo mucho trabajo que hacer.

—¿Te han asignado un caso nuevo? –le pregunté curiosa.

—Sí, y tengo mucho que leer— me contestó, me dio un sonoro beso en la mejilla y se esfumo de la escena para encerrarse en su despacho.

Mi padre era oficial de la policía de Forest Hill, y trabajaba ahí desde hacía un tiempo.

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