Nunca fui un tío de salirme del renglón. Siempre fui callado hasta algo obediente porque mi madre me dijo siempre que los niños buenos debían ser así, por lo cual trate de adaptarme a cada situación que me puso la vida. Cuando mi madre murió me tuve que adaptar a mi nueva vida amarga y triste con la nueva familia de mi padre. Él ya tenía una familia con un hijo y una nueva esposa, definitivamente mi madrastra me hacía sentir que yo sobraba contantemente en esa casa comparándome con mi hermanastro Adam. Me decía que no era un Relish por más que tuviera el mismo apellido, jamás sería parte de ellos. Era como si fuera un extra entre ellos, alguien ajeno que venía a ocupar un luegar que no les correspondía. Me di cuenta al tiempo, que esa familia no era del todo perfecta, porque se notaba que a mi padre le afecto saber que mi madre había fallecido y además que producto de su amorío nací. Lo había dejado algo tocado tanto así que comenzó a beber poco después que llegué a la casa provoc
Tenía muy claro lo que quería, y era tenerla a ella toda para mí. Mi plan consistía en ir a la misma escuela que ella para luego hacerme su amigo infaltable, curando su herida, pero primero necesitaba que ella confiara en mí. Mi hermano no tenía idea de que me había anotado en el mismo instituto que iba él, es por ello que le pagué a un vagabundo de la calle para que se hiciera pasar por mi padre y así anotarme con el apellido de soltera de mi madre: Smith, Bastian Smith -todos pensaban que era inglés- por lo cual nadie sospechaba de mi parentesco con Adam. Debo admitir que fue muy difícil hacerme invisible en el instituto ya que él era un tío bastante popular lo que hacía más difícil mi trabajo. Fue así que al esconderme un día en el baño de las mujeres para ocultarme de él, es que conocí a Alice. Me encontraba obnubilado por su belleza. No podía creer que aquél ángel con ojos pardos me había encontrado en uno de los cubículos del baño. Me había descubierto escondiéndome de mi peor
Estaba dispuesto a traer al mismo infierno a la tierra.Mi padre iba hablar pero lo paré en seco. Ya no soportaba tenerlo cerca.–Sólo dime una cosa… ¿Por qué me enviaste a un internado en Suiza si amabas tanto a mi madre?El silencio se hizo presente entre nosotros, como si se pudiera cortar la tensión con un cuchillo.–¡Eso creí! – dije y luego me reí dándole la espalda.–Hijo…Se acercó a mí lentamente para posar su mano en mi hombro de forma amistosa, o tal vez para intentar arreglar las cosas pero lejos de arreglarlo logró enfurecerme más.–Saca tu mano de mi hombro – conteste tajante- Sí me hubieras querido como tanto dices o sí hubieras amado a mi madre, jamás me hubieras enviado lejos de ti, y de tu “familia”. Al menos si hubieses respetado su última voluntad tal vez consideraría el hecho de perdonarte, pero… no lo haré.Suspiro pensadamente tras mis palabras:– Ya verás hijo… las cosas cambiaran. Quiero que tú y Adam se hagan cargo de la empresa cuando yo ya me retire.Lo mi
Estaba a punto de mandarla al diablo pero de pronto apareció el ama de llaves para decirle algo a mi madrastra:–Señora, la señorita Eloísa está en el teléfono.–Perfecto. Tomaré la llamada en el despacho.–Cómo usted prefiera, me retiro permiso.Solté una risilla al acordarme de aquella anciana –la mejor amiga de mi madrastra- una anciana que estaba más cerca de la tumba que de otra cosa.–Si ve, no tardes demasiado en contestar… o sería una pena que no llegaras a contestarle a tiempo.Mi madrastra me miró algo enfadada a la vez que se retiraba de la sala repiqueteando con sus zapatos caros en el piso de madera lustrado. Al ver que se perdía su figura al doblar la esquina me reí aún más fuerte, Amalia apareció de pronto para darme mi almuerzo antes de que me fuera, y sin querer se unió a mi risita. Me despedí amablemente de ella para dirigirme a la cochera a buscar mi bicicleta. Era una bicicleta de montaña que mi padre me había regalado para uno de los tantos cumpleaños que pasamos
–Quiero decir… -se retractó de sus palabras- si fuera tu novia jamás te haría eso. Bueno –comenzó a hacer gestos raro algo nerviosa- ¿Ya no hay que entrar a clases?Comenzó a caminar deprisa porque al parecer se había puesto algo nerviosa. Tal vez fue apresurado de mi parte haber tocado el tema de los sentimientos.–Espérame–Aparaté –me sacó la lengua y empezó a correr– o Rita nos matará.–Adelántate… tengo que hacer algo primero.–De acuerdo… te veré en el almuerzo – dijo para luego desaparecer entre la multitud de alumnos que comenzaban a enfilarse a la entrada principal.Me escabullí lentamente hacía los vestuarios de la cancha trasera del campus –donde entrenaba el equipo de futbol y los de waterpolo–. Me puse la capucha de una sudadera que traía en mi mochila, para pasar desapercibido y que no notaran mi rostro. Estaba por entrar al vestuario, pero vi a dos estudiantes terminando de cambiarse, así que me oculte entre uno de los casilleros mientras ellos seguían hablando.–No sab
Me dirigí a mi salón de clases a la espera de que los agentes policiales llagaran a la escuela para registrar el casillero de Adam. Al entrar el profesor me pidió que me sentara en mi pupitre para comenzar el examen. Pasó por todos los asientos repartiendo las pruebas, y por un segundo me había olvidado del examen. –Tienen una hora para resolver el examen. No quiero verlos hablando les retiraré la hoja ¿Está claro? –Sí – contestamos todos. –¡Perfecto! –Miró su reloj – Comiencen… Me puse a mirar la hoja de cálculo con los ejercicios de mates pero no sé porque no podía concentrarme para realizar las operaciones. Mi mente estaba en blanco, y si no aprobaba las materias adecuadamente y quedaba suspendido tendrían que llamar a mis “padres”, nadie podía descubrir la verdad. Quería primero ganarme la confianza de Alice, para luego decirle todo de una vez por todas; no sabía con certeza si lograría que ella me perdone, pero la haría entrar en razón luego de que le dijera toda la historia
Era una mañana tranquila. Me había levantado de buenos ánimos, con ganas de sonreír al mundo, exahalando la brisa invernal que atravesaba las calles de Forrest Hill. Era inesperado en mí estar tan alegre, pero sentía que sería un día diferente. Supongo que muchas personas notaron esa usual diferencia en mi ánimo matutino, porque me miraban con extrañeza al verme tan risueña, tan despierta en esta mañana. He de admitir, que no soy para nada simpática a simple vista. Me cuesta un poco –demasiado–, simpatizar con alguien de buenas a primeras, lo sé soy una completa antipática, pero no soy antisocial, aunque a veces siento que cuanto más conozco a las personas más quiero a los libros. Sí, soy una amante empedernida de la literatura romántica, literatura inglesa y sobre todo la literatura francesa. Es así, lees un libro y te enamora por completo, te llena de energía, moralejas… de revolución. Creo, que sí lees un libro ya eres un revolucionario, yo lo soy, soy toda una revolucionaria del
Caminé lo más rápido que pude de aquel corredor, en realidad no sé porque estaba molesta que a mí amiga le gustara mi hermano, mí único hermano, si por mi fuera lo cambiaría por un paquete de cigarrillos, pero quizá era el hecho que me lo contara como si nada, como si no tuviera importancia. Además, tenía miedo de que mi hermano le rompiera el corazón. Él era el capitán de waterpolo, algo como un capitán de quinta o de pacotilla, pero aun así tenía mucho existo con las chicas. Sí, en absoluto era el tío más popular porque técnicamente era deportista, atlético, guapo y súper superduper simpático. Lo único que tenía mi hermano de desagradable, era su mal humor por las mañanas, sería capaz de darte una patada en el culo con tal de seguir durmiendo, y que no le rompan los huevos, pero después de eso, es bastante agradable.Al llegar al comedor me di cuenta que se me había ido el apetito, aparentemente enterarte que tu amiga quiere con tu hermano es suficiente como para no querer comer. Di