Me sentía algo mal por haberme peleado con todos por algo absurdo, pero no entendía él porque todo el mundo se ensañaba conmigo cómo si hubiera cometido el peor error de mi vida, se suponía que era adolescente y debía cometer errores sino ¿Para qué está la vida sino es para ello?

Me senté cerca de mi ventana mientras que mi mejor amiga seguía rogando mi perdón al otro lado de la puerta, esperando al raro para escapar un rato. No había dormido casi nada pero tenía muchísima ansiedad –necesitaba con urgencia un cigarrillo–. Estaba perdida en mis pensamientos cuando la ventana sonó de pronto alertándome, corrí la cortina y ahí estaba con su actitud de chico raro; sus característicos rulos que caían como cascada de su cara. Era una imagen muy perfecta. Me hizo señas para que saliera, pero no estaba segura si era eso lo que realmente quería.

Abrí la ventana para que pudiera pasar a mí habitación pero él no parecía muy convencido.

—¿Cómo llegaste tan rápido?

—Me pedí un taxi. Pero… ¿No