POV MIA—Eres más de lo que crees, Sebastiano —susurré firme, acariciando suavemente la línea de su mandíbula con la yema de mis dedos.Él negó con la cabeza, soltando una risa seca que me rompió el corazón.—Eres una maldita ingenua si piensas eso —espetó, su voz cargada de cinismo.—Y tú eres un terco si no lo ves —respondí con una leve sonrisa, atreviéndome a desafiarlo.Sebastiano me miró, su mirada ardiente y penetrante. Pero antes de que pudiera decir algo más, un golpe en la puerta interrumpió el momento.—¿Qué? —gruñó, girando la cabeza hacia la entrada con evidente molestia.—Soy yo, jefe. Dario.Sebastiano soltó un gruñido bajo y se levantó de la cama, su cuerpo tensándose como un resorte.—Quédate aquí —me ordenó, su tono firme y cortante.Lo vi abrir la puerta de un tirón. Desde la cama, no podía escuchar todo lo que decían, pero la intensidad en su voz me dio escalofríos. Parecía enfurecido, como si estuviera al borde de perder el control.Cuando regresó, cerró la puerta
POV MIASebastiano no tardó en regresar al cuarto, su presencia llenando el espacio como un huracán contenido. Lo vi detenerse junto a la puerta por un momento, su mirada fija en mí, como si estuviera evaluando cuánto más podía soportar antes de que finalmente estallara.—Haz tu maleta —repitió con una firmeza que no dejaba lugar a discusión.Me crucé de brazos, plantándome frente a él.—Sebastiano, no puedo dejar a mi madre. Apenas está en recuperación, necesita que esté aquí.—Y estará bien, Mia —respondió con impaciencia, dando un paso hacia mí—. Tu madre está en las mejores manos. Pagamos al mejor equipo médico para que la cuide. ¿Qué parte de eso no entiendes?—¿Y qué pasa si algo sale mal mientras no estoy? ¿Qué pasa si me necesita?Sebastiano dejó escapar un suspiro exasperado y pasó una mano por su cabello.—Mia, no me jodas con esto. No te estoy pidiendo, te estoy diciendo. Nos vamos a Italia mañana. Es solo por dos semanas.—¿Solo dos semanas? —mi voz se alzó, y mi frustraci
POV SEBASTIANOEl trayecto al aeropuerto transcurrió en un silencio cargado, roto solo por el murmullo del motor y el ruido ocasional de los neumáticos contra el pavimento. Mia seguía mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos. Sabía que estaba molesta, que probablemente pensaba que estaba siendo un hijo de puta controlador, pero no podía ceder. No en esto.Cuando llegamos al hangar privado, los hombres de seguridad estaban ya esperando junto al jet, listos para asegurarse de que todo estuviera en orden. El piloto nos saludó con un breve gesto antes de desaparecer dentro del avión para ultimar los preparativos.Mia salió del auto sin decir una palabra, sus pasos decididos mientras subía por las escaleras del jet. Por un momento, me quedé observándola, sintiendo una punzada de frustración. Ella no entendía la gravedad de la situación, y quizás era mejor así. Pero no podía dejar que su resistencia debilitara mi enfoque.Entré tras ella y la encontré sentada junto a una ventana,
POV MIACuando Sebastiano salió del baño, ya vestido con una camisa negra perfectamente ajustada y un pantalón oscuro, sentí un pequeño nudo en el estómago. Era intimidante lo impecable que lucía, con ese aire de autoridad que parecía envolverlo como una segunda piel.—¿Estás lista? —preguntó, sus ojos evaluándome de arriba abajo.Me levanté de la cama y me dirigí al armario, donde ya habían colgado varios vestidos elegantes. Sabía que esta cena no era un evento cualquiera. Tenía que estar a la altura, no solo por mí, sino por él.Elegí un vestido rojo oscuro, de terciopelo suave, que caía hasta el suelo con un escote elegante y una abertura lateral que dejaba ver parte de mi pierna al caminar. Era atrevido pero sofisticado, perfecto para la ocasión. Lo combiné con tacones altos y me recogí el cabello en un moño bajo, dejando unos mechones sueltos que enmarcaban mi rostro.Cuando salí del vestidor, la reacción de Sebastiano me hizo contener la respiración. Sus ojos recorrieron cada ce
POV MIACaminamos por los amplios pasillos de la villa hasta llegar a nuestra habitación. Sebastiano abrió la puerta y dejó que pasara primero. Su mano en mi espalda era un recordatorio constante de su presencia, pero también de la tensión que cargaba desde la cena.Al entrar, me senté en el borde de la cama mientras él cerraba la puerta detrás de nosotros. No se movió de inmediato. Sebastiano se quedó de pie con la mirada fija en el suelo, como si intentara procesar algo. Esa actitud distante solo hizo que el peso de la velada se sintiera aún más abrumador.—¿Quieres hablar de lo que pasó en la cena? —pregunté en voz baja.Él levantó la vista hacia mí, sus ojos oscuros reflejando algo que no podía descifrar.—No hay nada que decir —respondió con un tono seco. Pero su mandíbula tensa y la forma en que sus manos se cerraban en puños decían lo contrario.—Sebastiano, puedo manejar lo que sea que me digan, pero no soporto sentir que estoy siendo una carga para ti.Su mirada se suavizó po
POV MIA—Bien. Ahora que entendemos quién manda aquí, disfrutemos el desayuno.Se sentó, y el ruido de los cubiertos y platos reanudó tímidamente. Sebastiano tomó mi mano bajo la mesa, dándome un apretón firme. No lo miré, pero su gesto me dijo todo lo que necesitaba saber: estaba a mi lado, y no había nada que esta familia pudiera hacer para cambiar eso.Sebastiano continuó desayunando como si no hubiera acabado de sentenciar a su familia a silencio absoluto. Mientras cortaba su tostada con movimientos precisos, su presencia dominaba la habitación. Yo, en cambio, apenas podía tocar mi comida. Aunque me esforzaba por parecer tranquila, mi corazón latía con fuerza. El aura de tensión que había dejado su discurso hacía que el aire se sintiera pesado.Intenté enfocarme en los platos frente a mí: frutas frescas, pan recién horneado, una variedad de quesos que normalmente me hubieran encantado. Pero mi apetito había desaparecido. Cada vez que levantaba la mirada, encontraba a alguien obser
POV MIAAsentí, procesando lo que acababa de decir. La idea de estar con él en todo momento era tanto un alivio como una preocupación. No sabía qué esperar al acompañarlo en sus negocios, pero la promesa de un momento en la playa me dio algo a lo que aferrarme.El auto siguió su camino por las estrechas calles de la ciudad italiana, flanqueadas por edificios antiguos que hablaban de historia y tradición. Sebastiano permaneció en silencio, revisando su teléfono de vez en cuando, aunque sin parecer demasiado distraído. Su presencia era constante, como si el simple hecho de estar cerca fuera suficiente para mantener todo bajo control.Finalmente, el auto se detuvo frente a un edificio imponente. Era una estructura moderna, en claro contraste con el entorno clásico. Las líneas elegantes y los ventanales enormes proyectaban una imagen de poder y éxito.—Llegamos —dijo Sebastiano mientras bajaba del auto. Un hombre abrió mi puerta, y Sebastiano extendió su mano para ayudarme a salir.Apenas
POV MIAAl entrar a la habitación, el aire estaba cargado de una electricidad palpable. La puerta se cerró detrás de nosotros con un suave pero firme golpe, y el sonido retumbó en el silencio de la estancia. Sebastiano no perdió tiempo; sus ojos, oscuros y penetrantes, se clavaron en mí al instante.No dijo nada, pero lo entendí perfectamente. La intensidad de su mirada me decía todo. Era una mirada que hablaba de algo más profundo, de una necesidad que no podía esperar más. Se acercó con pasos firmes, hasta que estuvimos frente a frente, tan cerca que podía sentir su respiración caliente sobre mi piel.Me estremecí cuando su mano se posó en mi cintura, y sin mediar palabra, sus labios se abrieron contra los míos. El beso fue inmediato, feroz, como si estuviera absorbiendo cada rincón de mí. Su cuerpo, siempre imponente, se acercó más, y sentí su calor envolverme, atrapándome en su presencia.Sebastiano no me dio tiempo para pensar, sus manos recorrían mi espalda con urgencia, bajando