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Capítulo 2; Padres abusivos.

-¿Y. . . ellos lo saben?- le preguntó dubitativa.

-Nunca se los he dicho abiertamente, nunca me lo han preguntado, pero es obvio que lo saben y se hacen de la vista gorda, mientras les entregue suficiente dinero. En una noche les traigo más dinero del que le daría en un mes de trabajo, visto ropa fina, en ocasiones desaparezco por todo un fin de semana, sólo les alegra saber que cuándo llegó, traigo mucho dinero que van a quitarme, para beber y drogarse. Al principio les entregaba absolutamente todo mi dinero, hace poco nuevamente comencé a quedarme con una parte muy, muy pequeña, necesitamos huir de ellos, no podemos seguir soportando el trato que nos dan.

-Miranda, hermana. . . ¿no te desagrada dormir con esos hombres?- le preguntó con ojos llenos de lágrimas.

-Mis clientes. . . son muy exclusivos, muy limpios y no son desagradables, sólo hombres con mucho dinero, que pueden pagar por mí, prefiero llamarme; una dama de compañía, estos hombres son apasionados de exhibir mujeres jóvenes y hermosas, les entregas un poco de tiempo, un poco de placer y a cambio tienes mucho dinero, joyas, prendas, no es algo agradable pero aprendes a vivir con ello- dijo avergonzada- Desde que entré al negocio sólo ruego porque alguno de esos clientes quiera convertirme en su amante estable, de esa manera me iría con alguno de ellos y podría llevarte conmigo, desapareceriamos del radar de nuestros padres, y sólo tendría que dedicarme a un hombre.

-No. . . no puedo imaginarme vivir así, Miranda, permitiéndole al que tenga para pagar el monto, hacerse de mi cuerpo- sus ojos brillaban de dolor-  es horrible.

-Es mi manera de sobrevivir en éste mundo- suspiró y se retiró un poco- de lo contrario, tendríamos a nuestro padre golpeándonos diariamente por no darle el dinero suficiente, pronto encontraré la manera de salir del yugo de él, te lo prometo Lara, no dejaré que vuelva a golpearte.

Lara, volvió a su habitación, aún sin asimilar lo que su hermana le había contado, sabía que tenía un trabajo duro, ella siempre lo decía, pero jamás se hubiese podido imaginar que estaba atravesando por todo aquello. Ahora su vida había cambiado mucho, necesitaba encontrar urgentemente un empleo, no quería ser golpeada por todos los días, ni que Miranda fuese golpeada.

A la mañana siguiente despertó muy temprano, se colocó sus mejores jeans, una linda blusa y una desgastada chaqueta de cuero, unas zapatillas deportivas y salió a dar una vuelta.

-¿A dónde vas?- le preguntó su madre- Aún no has limpiado la casa.

-Voy a buscar un empleo- dijo tranquilamente.

-Más te vale volver a casa con algo de dinero- le dijo su padre, asperamente-.no estoy para mantener vagas- ella evitó contestar, decirle a la casa que él era incapaz de mantener a nadie, ni a si mismo, porque las casa, a él, y a todos, además de sus vicios se pagaban con el dinero de su hermana, así que guardandose todo lo que sentía, asintió y salió.

El ambiente era frío, se abrigó bien cerrándo su chaqueta y comenzó su recorrido, caminó durante mucho tiempo, preguntando en algunos lugares dónde solicitaban chicas, pero al explicar que no tenía experiencia, era rechazada.

-Aprendo muy rápido, sólo debe la oportunidad - rogaba.

-Lo siento, niña, necesito a alguien que tenga experiencia, no tengo tiempo para que aprendas y no puedo dedicarle a enseñar.

Se sentó en una plaza, sintiéndose hambrienta y sedienta a partes iguales, estaba agotada y sólo quería regresar a la casa y descansar, pero se repitió una y otra vez, que aquello no era posible, necesitaba hallar algo, por pequeño que fuese.

Después de tanto caminar e insistir en muchos lugares, una amable mujer le dio una oportunidad en una cafetería, se dedicó a limpiar las mesas, atender a los clientes muy amablemente para que estuviesen feliz del trato, a media tarde, la mujer le dejó tomar un pan con una taza de café, se lo agradeció mucho, ya que le aseguró que tenía mucha hambre.

Llegó la hora de cerrar, ya comenzaba a ponerse muy oscuro, Lara, ayudó a recoger y limpiar todo, para que quedara organizado para el día siguiente.

Se fue feliz a la casa, con el poco dinero que había ganando en el bolsillo de su chaqueta, la mujer le aseguró que era el pago correspondiente a su medio día de turno, pero que al día siguiente, si llegaba temprano seguramente le iría mejor, y si se esforzaba los clientes le darían buena propina.

Al llegar a la puerta de la casa, sacó el pago, apartó un billete y lo metió en el interior de la chaqueta, el restante lo metió al bolsillo de su pantalón.

En cuánto llegó, sus padres estaban en el sofá, bebiendo directamente de una botella y Miranda, recogía la mesa.

-Hasta que apareces- le dijo su padre- pensé que te habías perdido en la ciudad.

-Fácilmente me perdería es un lugar enorme, pero afortunadamente no fue así y pude encontrar el camino para volver a casa y con buenas noticias- se acercó a él- una mujer me permitió trabajar en su café y me pagó- metió la mano en su bolsillo y le extendió un par de billetes, el hombre lo tomó y al mirarlos, volvió su furiosa vista a ella- ¿Qué. . . qué sucede?

-¡Debes estar bromeando! - ella no lo comprendía- ¡ESTO ES TODO LO QUE TE PAGARON!-gritó furioso.

-Si, padre, me esforcé mucho por ese dinero- lo miró asustada cuándo él se puso de pie, intimida por su estatura- trabajé muy duro pero. . . la mujer sólo me pagó medio turno, porque empecé a la una. . . ella dice que mañana me irá mejor.

-Esto es una miseria, Lara, no alcanzaría ni para una lata de verduras- le dijo burlón. Ella quiso llorar, porque realmente se había esforzado toda la tarde, y él solo la gritaba porque no era suficiente.

-Mañana traeré más- dijo nerviosa, mientras temblaba internamente, le asustaba la actitud de su padre, él no valoraba su esfuerzo, todas las horas que tuvo que caminar en busca de una oportunidad, y luego, lo mucho que se había esforzado al limpiar cada mesa.

-Eso espero, Lara, porque ésta miseria no alcanzará para que vivamos.

-Ven, cariño- le dijo su hermana Miranda- te serviré de cenar- ella lo agradeció porque estaba realmente hambrienta, lo único que había comido en todo el día había sido ese pan con la taza con café.

-Gracias, Miranda- le dijo cuándo se sentó para comer, después de lavarse las manos, sentía tanta frustración de que su padre no valorara su trabajo, se había quejado del dinero, llamándolo miseria, pero bien se lo había echado al bolsillo del pantalón.

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